Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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ELECCIÓN SOBERANA
“(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Romanos 9:11-12)
      Una de las doctrinas bíblicas que ha creado y sigue creando problemas y una gran cantidad de preguntas, es la doctrina de la elección divina. Ahora bien, es prácticamente imposible no reconocer que la Biblia presenta la doctrina de la elección arraigada de principio a fin en las páginas de la revelación bíblica. Desde Génesis hasta el Apocalipsis, Dios ha querido dejar claro que, la elección divina no es solamente doctrina bíblica sino que también es el ejercicio supremo de su perfecta soberanía. Posiblemente no hay acto que mejor demuestra que Dios es soberano que el hecho que Dios escoja a los suyos. El apóstolo Pablo lo tenía claro en las palabras que escribió a los cristianos en Roma; “(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal” ¿a qué se refieren estas palabras del apóstol? Son palabras que exponen la elección de Jacob sobre Esaú en Génesis 25:19-26. En la historia bíblica Esaú era el primogénito, fue el primero en nacer y esto comportaba que como primogénito tuviese el derecho de primogenitura. Sin lugar a dudas esto no era cosa menor. Siendo Esaú el primogénito recibiría la bendición de su padre Isaac y, dentro de la historia de la salvación Esaú sería el portador de las promesas de redención. Ahora bien, Dios anunció que; “el mayor servirá al menor”. Fue Dios quien determinó que el orden cultural normal y natural de aquel tiempo no regiría el propósito que él tenía. Dios escogió a Jacob, el menor, sobre el mayor ¿qué había en Jacob distinto a Esaú para escogerlo? En realidad no había nada distinto. La elección de Dios fue totalmente soberana, Jacob y Esaú no habían aún nacido ni habían hecho aún bien ni mal, por tanto, Dios no escogió a uno por encima del otro por algún mérito que hubiesen obrado. Dios no escogió viendo en el futuro de la historia las obras y méritos que obrarían. De ser así ¿qué obras hubiese visto en Esaú? Uno dispuesto a vender su primogenitura por un estofado. ¿Qué obras hubiese visto en Jacob para escogerlo? Un mentiroso que engañó terriblemente a su padre anciano y prácticamente ciego. Ninguno había aún nacido ni habían hecho aún ni bien ni mal para tener o dejar de tener algún mérito para ser escogidos, Dios fue soberano. No fue ni la cultura, ni nada en ellos que motivase la elección de Dios. Esto es lo que significa la elección soberana, Dios no está condicionado por nada externo a él para escoger. ¿Qué propósito tendría Dios para hacer algo así? Pablo lo deja claro; “para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama”. Dios escogió no en base a las obras que hubiesen podido ser hechas para que así permaneciese algo que es central e innegociable en la salvación, que la justicia que todo pecador necesita no es dada por medio de las obras sino por medio de la promesa de la fe. Para que permaneciese conforme a la elección soberana el gran propósito de Dios de llamar, no por obras sino por su gracia a los que son suyos. La Escritura misma da testimonio de esto; “el mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí”. Dios amó a Jacob escogiéndolo y pasó por encima de Esaú. Si Dios nos escogió para salvación no fue por nada que hubiese o viese en nosotros ¿Qué hubiese visto en nosotros pobres pecadores? Hubiese visto infinidad de pecados todos ellos dignos de nuestra condenación y nunca de nuestra salvación. Pero Dios nos amó con amor eterno y su amor fue elector, nos escogió antes de todo lo creado para salvación, no por obras sino por el que nos llamó. Escogió porque amó eternamente. ¿Qué debemos decir a ello? Soli Deo Gloria.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Romanos 9:1-29
Efesios 1:3-15
1ª Pedro 1:1-2
Juan 17:1-26
FINAL DE SEMANA
ELECCIÓN MISERICORDIOSA

“¿Qué pues diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia,
y me compadeceré del que yo me compadezca”
(Romanos 9:14-15)
      ¡Injusticia! ¡Injusticia! ¡Es totalmente injusto! Sin lugar a duda este sería y, de hecho, lo es, el grito y la afirmación de muchos frente a la elección soberana de Dios. Es totalmente injusto que Dios decida escoger a unos para salvación, escogerlos para ser hechos sus hijos y llevarlos a la gloria eterna. Tal grito o afirmación de injusticia en sí mismo confirma algo importante de la doctrina de la elección, confirma que es plenamente soberana. Únicamente una doctrina en la que el ser humano no puede obrar nada en ella ni tampoco ganarla por ningún mérito personal, es una doctrina que será considerada totalmente injusta por un ser humano que está acostumbrado a pensarse que lo merece todo por ser quien es y por todo lo que hace. Por ello, enfrentarse con la doctrina soberana de la elección genera de manera automática el clamor de injusticia. Pero, el apóstol Pablo ya adelantó esta objeción. Pablo ya sabía que habría aquellos que levantarían el clamor y acusarían a Dios de una injusticia divina por el hecho de escoger a unos y dejar a otros. Pablo planteó dos preguntas claras; “¿qué pues diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios?” ¿Podría argumentarse que Dios actuó injustamente cuando operó su acto elector? La respuesta es clara “en ninguna manera”. No hay ni una sombra de injusticia en Dios, no hay ni un mínimo resquicio de injusticia en Dios cuando en su soberana y libre voluntad decidió escoger a algunos. No podría ser de otra manera, Dios es justo de manera perfecta y el estándar de justicia perfecta por ello nunca puede brotar injusticia del ser mismo de Dios. Que Dios sea justo supone que él es el estándar perfecto de justicia y que todas sus obras y actos son plenamente justos y consistentes con la perfecta justicia de su ser. La afirmación de que hay injusticia en Dios debido a la elección, no solamente proviene de un mal entendimiento de quién es Dios sino también de la doctrina en sí misma. La elección no es el acto de Dios de escoger a algunos para salvación y escoger a otros para condenación. La elección es el acto soberano de Dios antes de la fundación del mundo de escoger a unos en Cristo para salvación y dejar a otros en su estado de condenación debido a su pecado. No puede olvidarse que el ser humano está ya condenado por su pecado. No es la elección o falta de elección lo que condenó al ser humano. La causa de la condenación del ser humano fue, es y será su pecado y ofensa contra el Dios Altísimo Creador de los cielos y de la tierra. Por tanto, Dios escoge de aquellos que están legalmente condenados. Su elección no es un acto de injusticia sino un acto de soberana misericordia, así lo entendió Pablo; “pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca”. Gloriosa combinación; soberanía y misericordia, voluntad soberana y compasión sublime. Cuando levantamos el clamor a Dios de “¡injusticia!” implícitamente lo que pedimos es que Dios haga justicia. Si es esto lo que pedimos estando todos legalmente condenados entonces la aplicación de la justicia divina implicaría nuestra condenación más certera. Por tanto, ¿hay injusticia en Dios escogiendo a algunos de aquellos que están legalmente condenados? En ninguna manera, lo que hay es misericordia y compasión soberana. ¿Hay injusticia en Dios dejando en su justa condenación a aquellos que pecaron contra él y le dan la espalda? En ninguna manera, lo que hay es justicia divina. Se mire como se mire en la elección divina no hay injustica. O bien hay misericordia y compasión, o bien hay justicia, pero, nunca injusticia. Dios escoge a unos pecadores condenados para salvación para la alabanza de su misericordia y deja a otros pecadores en su justa condenación para la alabanza de su justicia. Aquellos que hemos sido salvos podríamos decirle a Dios como Mefi-boset dijo a David; “¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerte como yo?” (2º Samuel 9:8). Nuestro Dios nos miró con amor eterno, con misericordia y compasión soberana y él dijo de nosotros; “tendré misericordia del que yo tenga misericordia” y así fue en nuestra vida. Su acto elector recayó sobre nosotros en la persona de Cristo, su misericordia nos cubrió, su compasión nos abrazó y por ello podemos decir que somos de Cristo. La elección debe llevarte a mirar al gran Dios que tenemos, Soberano, Misericordioso, Compasivo y Justo.