Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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ORACIÓN EN LA DEBILIDAD
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad;
pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos,
pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”
(Romanos 8:26)
      Cuando el peligro hace acto de presencia de manera inesperada en la vida las reacciones que pueden tenerse son muy diversas. Muchos son aquellos que se paralizan frente al peligro sin ser capaces de tomar ninguna decisión. Otros no saben qué hacer ni cómo proceder haciendo una gran cantidad de cosas que son inútiles y nada convenientes. Así como el peligro puede generar estas reacciones lo mismo la debilidad en la vida del ser humano. La debilidad es una realidad que todo ser humano vive y, el creyente no es ni mucho menos una excepción a ello. Las debilidades en la vida afectan tanto a creyentes como a no creyentes. Los hijos de Dios no presentan algún tipo de inmunidad diplomática de la corte celestial que les proteja de las debilidades en la vida. Siendo de carne y hueso como el resto de la raza humana, las aflicciones del tiempo presente tocan, y muchas veces lo hacen de manera profunda, la vida de los hijos e hijas de Dios. La vida en una creación caída que espera la redención conlleva aflicciones, ahora bien, para aquellos que pertenecemos a Cristo y somos hijos de Dios, aun y cuando las aflicciones del tiempo presente son una realidad, lo cierto es que son nada comparadas con la gloria que ha de ser manifestada en todo hijo de Dios (Romanos 8:18). El creyente puede mirar las aflicciones de la vida, sean cuales sean, no con una actitud estoica sino con una actitud de esperanza porque sabemos que habrá una redención final. Sabemos que llegará el día que nuestros cuerpos serán resucitados y transformados en un abrir y cerrar de ojos (v.23), sabemos que fuimos llamados a esperanza (vv.24-25). Ahora bien, mientras esta esperanza final llega, las aflicciones siguen azotando la vida y siguen mostrándonos lo débiles que somos. ¿Qué hacer en estos momentos? ¿Qué ayuda tenemos? El apóstol Pablo lo deja claro, así como somos llamados a esperanza “de igual manear el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”. Es la persona del Espíritu la que viene en ayuda del creyente en medio de su debilidad. Cuando las aflicciones del presente sacan a la luz la debilidad de nuestra vida, nuestro Dios no nos ha dejado solos y desamparados. Nos ha dado la esperanza de la gloria última y nos ha dado a su Espíritu para ayudarnos en la debilidad. No somos huérfanos en nuestra debilidad, más bien estamos acompañados en todo tiempo por el Espíritu. Su ayuda es inestimable en nuestra debilidad ya que muchas veces la debilidad nos hace perder el norte de qué pedir, “pues qué hemos de pedir como conviene, no los sabemos”. Si hay algo que genera la debilidad en medio de la aflicción es que uno en muchas ocasiones no sabe exactamente qué pedirle a Dios. La debilidad no solo se muestra en lo débiles que podemos ser ante las aflicciones sino también en la incapacidad que muchas veces tenemos para saber qué pedir como conviene. La debilidad puede llegar a desenfocarlo todo pudiendo llegar a pedir cosas que no son convenientes para nosotros. Siendo así ¿qué ayuda tenemos? Nosotros puede ser que no sepamos qué pedir pero el Espíritu sí sabe; “pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Junto a nuestras oraciones nubladas por la debilidad, está la intercesión perfecta del Espíritu. El Espíritu intercede por nosotros conforme a la voluntad de Dios (v.27) y sorprendentemente nuestras oraciones, a veces si sentido, son el medio por el cual el Espíritu intercede por nosotros en nuestra ayuda. Nuestra oración en la debilidad acaba siendo la oración del Espíritu en ayuda nuestra delante de Dios. Por tanto, cuando estés en medio de la debilidad, ora sabiendo que el Espíritu intercede por ti.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Romanos 8:1-17
Romanos 8:18-25
Romanos 8:26-39
Mateo 7:7-12
FINAL DE SEMANA
CONFIANZA EN LA ORACIÓN

“Y sabemos que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a lo que conforme a su propósito son llamados”
(Romanos 8:28)
      No hay nada en este mundo que suceda por casualidad. El universo no son una sucesión de eventos que suceden al azar o por una ley impersonal del karma. Dios quien es el Creador de cielos y tierra es también el Sustentado y Gobernador de todo lo creado. Mediante el ejercicio de su providencia divina, Dios gobierna todos los eventos de este mundo y del cosmos entero para que todos ellos no sean casualidades sin sentido, sino eventos dados para la consecución del plan eterno de Dios. Esto quiere decir que, aun y cuando muchas veces seamos incapaces de entenderlo, todo lo que sucede en la vida del creyente obra para la consecución del plan de Dios que él estableció para sus hijos desde antes que todo fuese una realidad. El apóstol Pablo tenía calara dicha verdad y para él era razón de ánimo y seguridad en su vida. Pablo podía decir “y sabemos que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que conforme a su propósito son llamados”. Las palabras del apóstol son unas palabras que, aun y cuando no lo parezca, tienen una relación cercana con la oración, es más, en cierta manera funcionan como certeza o garantía de las oraciones del creyente en medio de las debilidades y aflicciones de la vida. El apóstol Pablo ha mencionado que las aflicciones que los creyentes vivimos en el tiempo presente no son nada comparables con la gloria venidera que se manifestará en nosotros (v.18). Ahora bien, aun y la realidad de nuestra resurrección última, las aflicciones siguen estando presentes en la vida y la debilidad frente a ellas se manifiesta muchas veces en nuestras oraciones. Las aflicciones de esta vida hacen que en medio de la debilidad de las mismas no sepamos qué pedir como conviene (v.26). Podemos pedir aquello que a nosotros nos parece bueno sin saber que no lo es. Podemos pedir aquello que a nosotros nos parece lógico sin darnos cuenta de lo ilógico que estamos pidiendo. Ciertamente la debilidad muchas veces desenfoca nuestras oraciones pero, es el Espíritu quien a través de nuestras oraciones intercede por nosotros. El Espíritu es el Consolador que viene en nuestra ayuda e intercede a través de nuestras oraciones en medio de la debilidad y nuestro Dios que escudriña los corazones sabe la intención del Espíritu quien conociendo la voluntad de Dios siempre intercede por nosotros de acuerdo a la voluntad del Altísimo (v.27). Siendo así, ¿qué confianza debemos tener? ¿Qué es aquello que debemos saber? Pablo nos dice el conocimiento a tener “y sabemos que los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien”. Dios en su soberanía hace que todo obre para el bien de aquellos que aman a Dios. Únicamente el Dios que es soberano y que gobierna toda la creación es capaz de hacer que, en su soberana providencia todo obre para el bien de la vida de aquellos que le aman. Las aflicciones y debilidades por muy amargas que puedan ser, incluso ellas están bajo la soberana mano de Dios haciendo que ellas mismas, aun y cuando pueda parecer que obran en contra nuestro, acaben obrando para nuestro bien. La soberanía de Dios es lugar de descanso para nosotros porque sabemos que nada es dejado al azar en nuestra vida. Aquellos que aman a Dios son aquellos “que conforme a su propósito son llamados”. Es decir, únicamente los llamados por Dios son aquellos que le aman y, no puede perderse de vista que son llamados conforme al propósito de Dios ¿qué propósito? El propósito de que sean finalmente hechos conforme a la imagen de su Hijo, el propósito de que su salvación llegue a su consumación final. ¡Qué gran esperanza! Dios nos ha llamado para poder amarle, nos ha llamado conforme a su propósito para que nuestra salvación llegue a su fin. Por ello, Dios ordenará todas las cosas de nuestra vida para este bien último. Sean dulces o amargas, sean debilidades o aflicciones Dios las ordenará para este bien último en nuestra vida. Quizás uno se pregunte ¿dónde está aquí la confianza para la oración? Pregúntate otra cosa ¿qué pide el Espíritu cuando intercede por nosotros a través de nuestras oraciones en medio de la debilidad? Ciertamente puede pedir por fortaleza pero intercede para que esas debilidades y aflicciones obren para el bien de nuestra salvación para que quizás, podamos entender que todo obra para el bien de los que aman a Dios. Por ello, en medio de la debilidad ora con el conocimiento de saber que el Espíritu intercede y Dios obra todo para el bien de tu salvación.