Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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NO OS AFANÉIS
“Por tanto, os digo: No os afanéis por vuestra vida,
qué habéis de comer o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido”
(Mateo 6:25)
      ¿Qué es el afán? El afán podría definirse como aquel esfuerzo o empeño grande, aquel deseo intenso o aspiración por conseguir algo. En este sentido, el afán puede tener connotaciones positivas. Uno puede estar correctamente afanado cuando se esfuerza de manera sana en conseguir aquellos objetivos que se ha propuesto o aquellas metas a las que aspira. Ahora bien, por lo general, cuando se habla del afán no son sus connotaciones positivas las que vienen a la mente. El afán tiene un lado oscuro, el afán puede convertirse en un deseo codicioso y ambicioso por conseguir hasta el punto de llegar a generar una preocupación profunda en el ser humano y una ansiedad constante y dañina en la vida. El afán se convierte en esa preocupación ambiciosa que genera una ansiedad por conseguir y cubrir las cosas diarias de la vida. Es un afán ansioso porque su corazón está puesto en las cosas de este mundo y su esencia presenta una ausencia de fe en Dios como Proveedor y Sustentador de la vida. Esta es la razón por la cual cuando Jesús se dirigió a sus discípulos les dijo; “por tanto, os digo: No os afanéis por vuestra vida”. En el ciudadano del reino de los cielos, es decir, en todo creyente el afán debe ser el ausente invitado del día a día en su vida. Las palabras de Jesús son una exhortación clara a no afanarse por la vida. En ningún momento Cristo está diciendo que no deba existir una preocupación por aquellos asuntos vitales de la vida, decir esto entraría en directa contradicción con la enseñanza bíblica en la que claramente las Escrituras exhortan a ser sabios y proveer, a ser diligentes como las hormigas, guardar y preparar para cuando vengan tiempos en los que se necesite (Proverbios 6:6-8). Las palabras de nuestro Señor Jesucristo se refieren a un afán ambicioso cuya visión está puesta únicamente en las cosas de este mundo y que pierde de vista que hay cosas mayores. El afán que crea una ansiedad angustiosa y falta de fe en saber que Dios es nuestro Padre celestial que cuida y provee por nosotros. Jesús menciona las palabras como el resultado de algo dicho previamente, “por tanto, os digo”. Jesús ha mencionado que es imposible servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24). El creyente no puede tener una lealtad dividida entre Dios y los tesoros de este mundo. Únicamente cuando entendemos que nuestro Dios es el único digno de nuestra lealtad, de nuestro honor y de nuestro servicio y que, por tanto, las posesiones no son dueñas de nuestro corazón, es entonces cuando estamos en la condición de entender que ese “dios” de las cosas de esta vida poco debe afanarnos, por tanto, no deberíamos afanarnos por la vida incluso por aquellos aspectos vitales de la misma; “qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo qué habéis de vestir”. ¿Quién no se afanaría sin comida, bebida y vestido?¿Dónde está la razón por la cual como creyentes podemos no afanarnos con angustias por la vida? La razón reside en que nuestro Dios quien es capaz de cuidar de lo mayor, también proveerá por lo menor; “¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Si Dios cuida de nuestra vida y de nuestro cuerpo que son mayores que el alimento y el vestido ¿no será capaz de proveer por aquello que es menor? Si Dios provee para las aves de los cielos y viste a los lirios del campo ¿no proveerá para nosotros que somos mucho mayores que ellos? Ciertamente lo hará.  
INICIO DE SEMANA
Martes  
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TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Mateo 6:25-34
Éxodo 16:1-36
Éxodo 17:1-7
Filipenses 4:4-7
FINAL DE SEMANA
EL AFÁN NO AÑADE

“¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”
(Mateo 6:27)
      El afán ansioso es un afán enfermizo en el sentido que es capaz de crear enfermedad en aquella persona que lo sufre. Hay varios estudios que asocian ciertas enfermedades al afán y la ansiedad. El afán es capaz de producir toda una serie de enfermedades orgánicas tales como; alergias, cardiopatías, hipertensión, enfermedades osteomusculares. Por tanto, cuando uno se pregunta ¿qué añade el afán ansioso a la vida? La respuesta sería que el afán y la ansiedad más que añadir pueden llegar a restar seriamente a la vida de un individuo. Ciertamente los estudios científicos no han descubierto nada nuevo, nuestro Señor Jesucristo ya advirtió de la inconsistencia e incoherencia del afán. Las palabras de Jesús nos dejan ver que la presencia del afán en la vida no añade absolutamente nada; “¿y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” La respuesta a dicha pregunta es clara; nadie puede añadir ni un solo milímetro a su estatura por mucho afán y ansia que tenga. El afán en sí mismo es inútil en la vida del ciudadano del reino, nada añade. Ahora bien, Cristo no está hablando únicamente de medidas físicas, el ejemplo va mucho más allá. La palabra “estatura” es una referencia o medida física, es decir, la medida de uno. Ahora bien, conjuntamente con la palabra “codo”, aun y cuando dicha palabra es una unidad de medida de espacio, su significado también funcionaba como unidad de medida de tiempo. Las palabras usadas para medir el espacio y longitud también eran usadas metafóricamente para medir el tiempo (Salmo 39:5). Esta es la razón por la que la Biblia de las Américas traduce Mateo 6:27 de la siguiente manera: “¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?”. Por mucho afán en la vida éste no añade nada a la misma, más bien quita. Por tanto, el afán es incoherente, inútil y en último término dañino. Allí donde hay afán hay al mismo tiempo ausencia de fe. ¿Por qué no debería el cristiano estar afanado? No solamente porque no añade nada a la vida sino porque el afán es la actitud de aquellos que en su vida no hay fe en Dios como su Padre celestial. Si Dios es capaz de vestir de una manera preciosa a los lirios del campo y a la hierba que hoy es y mañana se echa al horno “¿no hará mucho más a vosotros hombres de poca fe?” (Mateo 6:30). Uno de los frutos de la fe genuina es la confianza en que nuestro Dios, quien es nuestro Padre celestial, provee para toda su creación y, mucho más para la corona de la misma, aquellos creados y redimidos en su Hijo Jesucristo. Los gentiles eran aquellos que se afanaban por los asuntos de la vida y por la vida misma ya que no tenían ni tampoco creían en Dios como su Padre sustentador. Ahora bien, todo creyente por la gracia de Dios y por la redención en Cristo forma parte del reino de los cielos. Los creyentes como ciudadanos del reino, hemos pasado de ser gentiles a ser hijos e hijas de Dios teniendo a Dios como nuestro Padre que cuida de nosotros, provee para nosotros porque sabe de lo necesario en nuestras vidas. ¿Qué sentido tiene el afán si nada añade a nuestra vida? Pero más aún, ¿qué sentido tiene el afán si tenemos a nuestro Padre celestial? Podemos mirar las aves del cielo, los lirios y la hierba del campo y ver como todos ellos claman a una misma voz que nuestro Dios provee. Podemos mirar la creación entera y ver como ella es el testigo de que nuestro Padre sabe de lo que hay necesidad. Ciertamente, hay momentos en los que esto es difícil, hay momentos en el que el afán parece la única opción pero, aun y las circunstancias la verdad bíblica no cambia, nuestro Padre provee. Ciertamente cada día traerá su afán y mal, la provisión de Dios no nos quita las dificultades diarias pero, si cada día trae su propio afán, entonces cada día es una oportunidad, no para afanarse sino para confiar en nuestro Padre.