Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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PROCLAMACIÓN SEGÚN EL ESPÍRITU
"Y fueron llenos del Espíritu Santo,
y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”
(Hechos 2:4)
      ¿Qué diferencia puede existir entre un gran orador y un predicador? A lo largo de la historia han existido grandes oradores cuyos discursos han levantado y movido masas. Sus discursos han llegado a lo más profundo de las personas generando movimientos sociales que han sido puntos de inflexión en muchas sociedades. Es por ello que uno se pregunta ¿qué diferencia hay entre un gran orador y un predicador? Sin duda alguna, las diferencias son muchas. Posiblemente la principal de ellas sea el mensaje que es proclamado. El predicador tiene el mensaje de la sabiduría divina en la persona de Jesucristo y en el glorioso evangelio de nuestro bendito Dios. El mensaje del predicador no es primeramente humano sino divino, el predicador actúa con ministerio profético en el sentido que su proclamación no es primeramente su palabra sino el mensaje del evangelio que Dios ha dejado revelado. Puesto de otra manera, el predicador es el portador en carne y hueso del mensaje divino de las grandes maravillas de Dios obradas en Jesucristo las cuales han sido reveladas en las Santas Escrituras y escritas por inspiración en ellas. Es por ello que, la proclamación de las maravillas de Dios en Cristo no pueden ser, ni dadas ni proclamadas en la fortaleza, sabiduría y dependencia humana, es necesaria la acción divina para ello. Fue precisamente el día de Pentecostés lo que marcó la gran diferencia en la historia de la salvación. Fue en el día de Pentecostés que Dios cumplió en la historia de la salvación aquello que había sido anunciado por los profetas a lo largo del Antiguo Testamento (Isaías 32:14-15; Ezequiel 36:25-27). Dios entregó en el día de Pentecostés el don prometido del nuevo pacto, el Espíritu Santo. La entrega del Espíritu significó que el nuevo pacto inaugurado por la sangre de Cristo en la cruz había llegado a las naciones y el testimonio del Cristo crucificado, resucitado y ascendido podía ser entonces anunciado a todas las naciones. Esto es lo que sucedió en pequeña escala en el día de Pentecostés. Hechos 2:4 relaciona dos veces el Espíritu con el hablar “y fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar”, “según el Espíritu les daba que hablasen”, por tanto, el hablar debía ser hecho según la plenitud, la guía y la acción del Espíritu Santo. El día de Pentecostés supuso que aquellos apóstoles junto con los discípulos que estaban en el aposto alto “fueron llenos del Espíritu Santo”, recibieron el don del nuevo pacto como nunca antes había sucedido en la historia de la salvación. Esto hizo que comenzasen a hablar “en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen”. No empezaron a hablar en lenguas inteligibles ni tampoco lenguas fuera de este mundo. El gran milagro obrado por el Espíritu fue que todas aquellas naciones reunidas en el día de Pentecostés escucharon las maravillas de Dios en su propia lengua (Hechos 2:11). ¿Qué maravilla de Dios escucharon? Sin lugar a duda el evangelio de Cristo Jesús. Debían ser testigos de Jesucristo (Hechos 1:8) y una muestra de ello está en el primer mensaje del apóstol Pedro (Hechos 2:14-42). La proclamación del evangelio según el Espíritu rompió barreras sociales y de nacionalidades e hizo llegar con poder el evangelio a todas las naciones para añadir así a la iglesia aquellos que debían ser salvo. Ciertamente no tendremos otro Pentecostés en la historia, pero, el principio permanece. Debemos confiar que el Espíritu sigue haciendo llegar el evangelio de Cristo a las naciones con poder. Necesitamos que la proclamación del evangelio sea bíblica y guiada por la intervención divina del Espíritu. Pidamos que nuestros púlpitos sean guiados según el Espíritu, que nuestros pastores prediquen el evangelio según el Espíritu para ver personas llegar a Cristo.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Hechos 2:1-47
Ezequiel 37:1-28
1ª Corintios 1:18-31
1ª Corintios 2:1-16
FINAL DE SEMANA
PROCLAMACIÓN
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

“Y ni mi palabra, ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría,
sino con demostración del Espíritu y de poder”
(1º Corintios 2:4)
      Los discursos motivacionales de nuestro tiempo se centran no solo en el contenido sino también en las técnicas de persuasión para enganchar a la audiencia. Son discursos que, sin lugar a dudas, utilizarán palabras persuasivas para poder ganar la atención de aquellos que escuchan y, en la medida de lo posible producir algún cambio en ellos. Esto lo que hace muchas veces es centrarse más en el “arte de la persuasión”, las “técnicas para hablar en público” y no tanto en el contenido y el mensaje de aquello que es comunicado. Debería ser el mensaje que es anunciado aquello que atrajese a los oyentes y cambiase sus corazones y voluntades. Debería ser el mensaje y no la persuasión humana la que hiciese el trabajo. Tristemente estas técnicas de persuasión en la comunicación pública han tomado el lugar de muchos púlpitos. Algunos púlpitos son más la demostración de técnicas de persuasión y sabiduría humana que no la demostración del poder del Espíritu. Hay púlpitos en los que lo más importante es la técnica desplegada para captar a los que escuchan que no el mensaje proclamado. Bien lejos debería estar la predicación bíblica de tales técnicas, el apóstol Pablo lo sabía bien y así se lo comunicó a unos Corintios que tristemente habían aceptado para ellos las técnicas de los grandes maestros y oradores de aquellos días. Pablo les dijo a los Corintios que se había propuesto una sola cosa cuando llegó a ellos; “pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1ª Corintios 2:2). Pablo llevó un mensaje claro a Corinto, no llevó la sabiduría del mundo, sino que llevó la sabiduría de la cruz, el mensaje del poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (1º Corintios 1:18). Dicho mensaje chocaba de frente con la sabiduría del mundo ¿cómo es posible que en un crucificado haya poder para algo? ¿No hay debilidad en un acto así? ¿Qué grandeza hay en predicar y anunciar a alguien que murió en una cruz? Sin lugar a duda un mensaje así chocaba de manera directa con los mensajes de los grandes oradores que los Corintios habían comprado. De la misma manera, Pablo les dijo que no les anunció dicho mensaje del evangelio con palabras persuasivas de sabiduría humana; “y ni mi palabra, ni mi predicación fue con palabras persuasivas de sabiduría humana”. Los maestros de aquel tiempo usaban palabras y técnicas para persuadir a su audiencia, era más importante ganar discípulos y seguidores que no el mensaje que era anunciado. Es por ello que no tenían ningún problema en modificar o adaptar el mensaje con tal que pudiesen ganar más seguidores, el mensaje estaba puesto al servicio de la persuasión humana. Sus discursos eran más la demostración de ellos mismos y no de su mensaje. En cierta manera no es de extrañar ya que sus mensajes no tenían poder alguno. No fue así con Pablo, su palabra y la proclamación del evangelio no llegó con esas técnicas “sino con demostración del Espíritu y con poder”. ¿Quiere decir esto que Pablo no utilizaba técnicas para hacer el mensaje atrayente? Ni mucho menos, los mensajes de Pablo están llenos de maneras sabias e inteligentes para hacer llegar el mensaje a sus oyentes. Ahora bien, para Pablo su confianza no estaba puesta en sus técnicas, tampoco estaba puesta en su personalidad y estilo en la proclamación del evangelio. Para el apóstolo Pablo su confianza estaba en la “demostración del Espíritu” y el “poder” desplegado por el Espíritu en la proclamación del evangelio. El evangelio mostró ser mensaje poderoso, la demostración del Espíritu fue clara entre los Corintios porque llegaron a salvación y vida eterna por medio de un mensaje que no convencería a nadie conforme a los estándares de la sabiduría del mundo, el mensaje de Jesucristo y este crucificado. La confianza y la certeza de Pablo deben también ser las nuestras. Tenemos el mensaje más precioso y poderoso, el evangelio de Jesucristo, pero, debe ser proclamado no con nuestras fuerzas sino con la demostración del Espíritu y su poder. Debemos orar y anhelar que el Espíritu llene la proclamación del evangelio en nuestras iglesias. Debemos preguntarnos ¿estamos orando por ello?, ¿dejamos que la proclamación sea cosa únicamente del predicador? o ¿pedimos cada día que el Espíritu de Dios llene de poder la proclamación del evangelio?. Anhelemos y oremos por ello para nuestros púlpitos.