Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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UN CONOCIMIENTO PELIGROSO
“Escudriñas las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mi para que tengáis vida”
(Juan 5:30-40)
      Hay una escena al final de la película de “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” en la que Irina Spalko, personaje interpretado por la actriz Cate Blanchett, pide a los seres venidos de otra galaxia, el poder saberlo todo. Su deseo más profundo era poder tener el mayor conocimiento posible. Ahora bien, ese conocimiento fue peligroso para ella, su mente finita fue incapaz de aguantar tal conocimiento hasta que, dicho cauce incesante de saber fue mortal para ella. Paso de ser un conocimiento peligroso a un conocimiento mortal. Lo mismo puede llegar a suceder con el conocimiento de la Palabra de Dios. Sin uno darse cuenta puede existir un conocimiento peligroso de la Biblia que llega a ser un conocimiento mortal al final de la vida. Puede parecer extraño y contradictorio decir que pueda existir un tipo de conocimiento peligroso con relación a la Palabra de Dios. Estamos llamados a meditar diariamente en la revelación escrita de nuestro Dios. Somos exhortados una y otra vez a crecer en la gracia y el conocimiento de la Palabra de Dios. Sabemos que la Biblia es la única regla de fe y conducta que nos ha sido dada como pueblo de Dios ¿cómo es posible que exista un conocimiento peligroso de la Palabra de Dios? Los escribas y fariseos cayeron en ese conocimiento peligroso, posiblemente sabían mucho de las Escrituras pero no sabían nada de aquel de quien hablaban las Escrituras que tanto escudriñaban y conocían. Esta es la razón por la cual Jesús les dice “escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna”. Las palabras de Jesús se contextualizan en Juan 5, un capítulo que se centra en mostrar los testigos de Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios. Juan el Bautista, las obras del Padre que Jesús realizaba, el Padre mismo y las Escrituras son los cuatro testigos que dan testimonio de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Los escribas y fariseos cayeron en una trampa mortal, se pensaron que el conocimiento de las Escrituras les llevaría a la vida eterna. La línea entre un conocimiento salvador y un conocimiento peligroso y moral es bien fina. Ciertamente el conocimiento de las Escrituras es vital para salvación, son las Escrituras las que hacen sabio al sencillo para salvación por fe en Jesucristo (2º Timoteo 3:15). Ahora bien, el gran problema de escribas y fariseos fue que ellos creían que el conocimiento de las Escrituras les llevaría a una aceptación delante de Dios, serían aceptados y salvos eternamente por el conocimiento que tenían de la ley de Dios. Hicieron del conocimiento de las Escrituras su salvador y su conocimiento pasó de peligroso a mortal, no se dieron cuenta que “ellas son las que dan testimonio de mí y no queréis venir a mí para vida eterna”. No entendieron que las Escrituras eran el testigo que les declaraba que Jesús es el corazón de las mismas, el Salvador de quien testifican. El gran conocimiento que tenían debía ser el faro que les alumbrase a Cristo el Salvador. El conocimiento por mero conocimiento de las Escrituras vacío de Cristo es un conocimiento peligroso y mortal. No llegaremos al cielo por todo el conocimiento que tenemos sino porque hemos conocido a nuestro Salvador Jesucristo. Un gran teólogo con todo su conocimiento de las Escrituras no llegará al cielo si se piensa que en dicho conocimiento tiene la vida eterna. Por el contrario, un cristiano sin grandes conocimientos de teología tendrá las puertas del cielo abiertas si su fe está en Cristo su Salvador. ¿Implica esto no crecer en el conocimiento de la Biblia? En ninguna manera, necesitamos conocer la Biblia pero, no caigamos en el conocimiento peligroso y mortal, que ella nos guíe al que es precioso para nuestras almas, aquel que nos ha amado y salvado eternamente.  
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Juan 5:30-47
Lucas 24:13-49
Mateo 5:17-48
1º Pedro 1:3-12
FINAL DE SEMANA
TODO SE CUMPLE EN ÉL

“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros:
que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés,
en los profetas y en los salmos”
(Lucas 24:44)
      ¿Cuál es el corazón que late en las Escrituras? ¿Qué es aquello que deberíamos buscar y anhelar cuando abrimos las páginas de nuestras Biblias? Sin duda alguna, deberíamos buscar instrucción, corrección, exhortación, ánimo, consuelo, sustento para nuestras almas, santificación por medio de la verdad. Todas estas cosas nos son dadas por la suficiente y perfecta palabra de Dios. Ahora bien, deberíamos escudriñar las Escrituras no como lo hacían los escribas y fariseos pensándose que en ellas tenían la vida eterna. Más bien, deberíamos escudriñar y meditar en las Escrituras escuchando como ellas nos dan testimonio de nuestro Señor Jesucristo. Deberíamos buscar en cada página de las Sagradas Escrituras el cumplimiento de sus inspiradas palabras en aquel que dijo que era necesario que se cumpliese todo lo que estaba escrito de él en las Escrituras. Sin duda alguna, deberíamos escudriñar las Escrituras para encontrarnos cara a cara con nuestro Señor Jesucristo ya que él es el cumplimiento de toda la historia de la salvación narrada e interpretada en la Biblia. Fue el mismo Señor Jesús quien les dijo a dos discípulos que iban a una aldea llamada Emaús que las palabras que les había hablado estando aun con ellos fueron; “que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. De una manera u otra, Cristo mismo fue el que les enseñó a sus discípulos que existía una necesidad en la historia de la salvación, la necesidad de cumplimiento, la necesidad de lleva a plenitud lo que había sido anunciado y profetizado de antemano. Lucas utiliza el verbo “era necesario” indicando lo que se ha llamado una “necesidad divina”. La necesidad radica en el hecho que Dios estableció el desarrollo de la historia de la salvación de manera progresiva a lo largo de la historia y el tiempo. Dios estableció que dicho progreso redentor debía llegar a su plenitud y cumplimiento último. Por medio de su soberana providencia Dios controló, ordenó y gobernó los acontecimientos de la historia para que todo lo escrito llegase a su cumplimiento final. Ahora bien, debía cumplirse “todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos”. El Señor Jesús les dijo a esos discípulos que él mismo era el cumplimiento de toda la historia de la salvación contenida y narrada a lo largo de las páginas de todo el Antiguo Testamento. Cristo menciona la triple división del canon hebreo: (1) la ley de Moisés, (2) los profetas y (3) los salmos, el primer libro que abre la última gran sección de la Biblia hebrea. De una manera u otra, toda la historia de la salvación explicada en las Escrituras estaba incompleta sin la venida de Cristo. Todas las Escrituras anunciaban, daban testimonio, anticipaban y proclamaban su persona y su obra. Toda la historia redentora anhelaba cumplirse y llegar a su plenitud en la persona de Jesucristo. Es por ello que sin la persona de Jesucristo la historia está incompleta, no ha llegado a su cumplimiento y plenitud. Esto es lo que hace que Jesucristo sea el corazón que late en las Escrituras, el cumplimiento de las mismas. Él es la simiente de la mujer anunciada, el postrer Adán perfecto, el Hijo obediente, el Juez que salva a los suyos, el sacrificio último y perfecto, el Cordero que quita el pecado del mundo, el que trae el éxodo de salvación para su pueblo, el pan del cielo que sustenta a los suyos, el Sumo Sacerdote compasivo y misericordioso, el descanso anhelado por el pueblo, el Profeta quien es la palabra misma de Dios, el Rey que trae el reino de juicio, justicia y misericordia, el que pone fin el exilio del ser humano, él es Dios encarnado que viene a buscar a sus ovejas, el Buen Pastor que conoce a su rebaño, etc. Solamente cuando entendamos que Jesucristo es el cumplimiento de las Escrituras, el corazón que late en ellas, entonces nuestros corazones arderán como ardían los corazones de esos dos discípulos cuando les abría las Escrituras (Lucas 24:32). Ciertamente debemos escudriñar las Escrituras porque ellas son más dulces que la miel y la que destila del panal. Son nuestra regla de fe y conducta que nos hacen sabios y el Espíritu usa para santificarnos a la imagen de Cristo. Pero, que gran error cometeremos si en ellas no vemos a nuestro Señor Jesucristo. Meditemos en las Escrituras, estudiémoslas para crecer en santidad pero, por encima de todo que su testimonio nos guíe a contemplar a nuestro Señor Jesús.