Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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LA ENCARNACIÓN
SEÑAL DE SALVACIÓN
“Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”
(Mateo 1:22-23 )
      Una señal suele tratarse de un signo, una marca o medio que por lo general, informa, avisa o advierte de algo. Hay todo tipo de señales, aquellas que advierten de peligro, aquellas que dan y complementan información, aquellas que aportan direcciones, etc. Las señales son puestas para que uno tome atención a ellas, existiría una negligencia considerable si uno obviase señales importantes. De la misma manera sucede en la historia de la salvación obrada por Dios. Nuestro Dios es Dios de señales. A lo largo del progreso de la historia redentora, Dios ha hablado muchas veces y de muchas maneras y, una de estas maneras han sido las señales. Dios estableció su arco en las nubes como señal de pacto y compromiso de que nunca más volvería a juzgar a la tierra con un diluvio (Génesis 9:13). Dios estableció la sangre del cordero pascual como señal de juicio y salvación (Éxodo 12:13). Las señales dadas por Dios nunca fueron señales vacías de significado, todas ellas estaban llenas del mensaje de salvación, todas ellas contribuían a la revelación del progreso de la historia de la salvación, todas ellas anunciaban y apuntaban a la última señal salvadora que Dios mismo daría en la salvación, el nacimiento de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Es precisamente el evangelio de Mateo quien muestra que, el nacimiento de Jesús fue señal de salvación obrada y dada por Dios a su pueblo. Después de que el ángel anunció a José que María daría a luz un hijo y llamaría su nombre Jesús debido a que él salvaría a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:18-21), Mateo siguiendo su fórmula de cumplimiento establece que; “todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cunado dijo”. Todo lo acontecido en la encarnación y nacimiento de Jesús fue todo lo dicho por Dios, fue todo lo anunciado por Dios en la historia pasada de su pueblo. La encarnación de Jesús no fue un accidente en medio de la historia, más bien fue el cumplimiento de todo lo anunciado y preparado por Dios. Cuando se observa la encarnación del eterno Hijo de Dios en María, cuando se contempla el pesebre y el nacimiento de Jesús, uno está contemplando en todos y cada uno de los detalles lo que Dios dijo que acontecería. Contemplamos la providencia soberana de Dios llevando a cabo en todas las cosas lo que el Señor anunció que haría y sucedería. Pero, ¿qué es aquello que Dios anunció que sucedería? Que él mismo daría señal de salvación a su pueblo. Lo que aconteció fueron las palabras dichas por Dios a través del profeta Isaías “que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y llamarás su nombre Emanuel”. En Isaías 7:14 estas palabras son dichas por Dios al rey Acaz como señal de salvación para su pueblo. El día que una virgen dé a luz a un hijo, la señal de salvación de Dios para su pueblo habrá llegado. Para Acaz cuando eso sucedió significó la salvación de Judá de sus enemigos pero, en la gran sabiduría de Dios, ese evento no era más que la sombra del último Hijo que tenía que nacer, era el anticipo de la última señal de salvación que Dios daría a su pueblo. El tiempo se cumplió y una virgen dio a luz al eterno Hijo de Dios. ¿Qué señal estaba dando Dios al ser humano? Estaba dando señal de salvación. La encarnación y el nacimiento de Jesús es la señal de la salvación última, la salvación de nuestros pecados ¿Cómo es esto posible? Porque ese Jesús, es Emanuel; “Dios con nosotros”. Jesús es Dios encarnado, señal de salvación y perdón para nuestra vida. Señal que seríamos negligentes en no considerar
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Isaías 7:1-25
Isaías 9:1-7
Mateo 1:18-23
Gálatas 3:19-29; 4:1-7
FINAL DE SEMANA
LA ENCARNACIÓN
TIEMPO DE REDENCIÓN
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estábamos bajo la ley,
a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”
(Gálatas 4:4-5)
      El cumplimento es un aspecto vital en la historia de la salvación que Dios ha construido a lo largo de la historia y el tiempo. Dios empezó a obrar su salvación mediante hechos históricos a lo largo de la historia. Cada uno de esos hechos históricos eran actos redentores de Dios en la historia. Cada uno de esos actos históricos eran el anuncio de la redención última que había de venir. Cada uno de ellos movía la historia un paso más cerca de la redención que anunciaban y preparaban. Ahora bien, todos y cada uno de esos hechos históricos quedaban incompletos porque todos y cada uno de ellos anhelaban encontrar el cumplimiento último y final de la redención que anunciaban en el tiempo que Dios hubiese establecido. ¿Cuál sería el evento histórico que marcaría el cumplimiento de ese tiempo? ¿Cuál sería el hecho histórico por excelencia en la historia de la salvación que traería el cumplimento de todo el mensaje y realidad salvadora que anunciaban los hechos históricos y redentores del pasado? El gran evento que marcó el cumplimiento del tiempo por la venida de nuestro Señor Jesucristo; “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a sus Hijo”. Dios marcó un tiempo en la historia, fue Dios quien estableció que el tiempo se había cumplido, es decir, había llegado a su plenitud. Así como la fruta llega a su madurez para ser recogida, de la misma manera la historia de la salvación llegó a su madurez para el gran hecho histórico y salvador. El cumplimiento del tiempo vino marcado por el gran acontecimiento de Dios enviando a su Hijo. Ahora bien, Dios no envió a su hijo de cualquier manera. Posiblemente en las religiones paganas, una divinidad enviaría a su hijo de manera sorprendente pero no fue así con Dios. Dios envió a su hijo “nacido de mujer y nacido bajo la ley”. Dios Padre envió a su Hijo amado por medio del gran milagro y misterio de la encarnación. Cristo “fue nacido de mujer” como cualquier otro ser humano. No hubo nada de especial en su nacimiento, nació como un bebé, fue envuelto en pañales como cualquier otro recién nacido. Como niño nacido de mujer, fue también “nacido bajo la ley”. ¡Qué sorprendente es esto! El Dador mismo de la ley, nacido y sujeto a su propia ley, no solamente como judío sino también como Hijo que debía obedecer en todo a la ley de su Padre celestial pero, es precisamente esto lo que hace posible la redención. ¿Por qué Dios envió a su Hijo así? El propósito es claro “para que redimiese a los que estábamos bajo la ley”. La encarnación marcó el tiempo de redención. La ley de Dios, siendo perfecta y sublime, es el maestro que enseña que ninguno puede cumplirla a la perfección. Nadie es capaz de decir que por sus obras justas ha cumplido la ley y merece salvación. La perfecta ley de Dios nos muestra lo desobedientes que llegamos a ser y lo esclavos del pecado que somos. Pero, la ley es buen maestro, es buen ayo o pedagogo en nuestra crianza porque no solamente nos enseña de lo pecadores que somos sino también nos lleva al que fue nacido como nosotros, sujeto a la ley de Dios pero con una gran diferencia, él fue capaz de cumplir la ley de Dios a la perfección. Ni un solo pecado fue hallado en Cristo, ni una sola injusticia, ni una sola desobediencia, fue perfecto y justo en todo. La justicia que nosotros no teníamos, él si la tiene, la justicia que nosotros necesitamos, él sí la posee. La justicia que nos es dada por medio de la fe en el Hijo que el Padre envió nacido de mujer y nacido bajo la ley para redimir y salvar. La encarnación y el nacimiento de Jesús fue lo que marcó el tiempo de redención en la historia de la salvación. Marcó el gran propósito de redimir y marcó el gran fin de recibir la adopción de ser hechos hijos de Dios; “a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. John Owen dijo que: “la adopción es la fuente y manantial del cual fluyen todo el resto de bendiciones”. Claramente algo grandioso nos ha sido dado y esto es el haber sido hechos hijos de Dios. La encarnación y el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo ciertamente fue tiempo de redención pero también fue tiempo de bendición, la bendición de haber sido adoptado como hijos de Dios en el Hijo amado que nuestro Padre celestial envió para nuestra redención. ¿Qué diremos a ello? A Dios sea toda la gloria.