Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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LA ENCARNACIÓN
Y NUEVA CREACIÓN
“Respondiendo el ángel, le dijo:
El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por lo cual, el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”
(Lucas 1:35)
      Hay anuncios que pasan a la historia. Ciertos anuncios pueden llegar a ser de impacto en la vida de algunas personas. Algunos anuncios pueden crear impactos negativos, positivos, sorpresivos, incluso algunos de ellos pueden impactar hasta cambiar el transcurso de la vida de aquellos que lo reciben. Sin lugar a duda, así fue con el anuncio que el ángel dio a María, no solamente fue de un impacto profundo que cambió el devenir de su vida, sino que también fue el anuncio que cambiaría el devenir de la historia de la humanidad y de millones de vidas. El anuncio fue de tal magnitud que desde aquel entonces la historia ya no se regiría más de la misma manera, todo sería contado, medido y trazado desde A.C. (antes de Cristo) o D.C (después de Cristo). Aun y cuando haya aquellos que quieran cambiar por “antes de nuestra era” y “después de nuestra era”, el anuncio de la encarnación del eterno Hijo de Dios, el anuncio de la venida de nuestro Señor Jesucristo fue el anuncio que cambió la historia y el devenir de toda la humanidad. Las palabras del ángel respondían a una pregunta de lógica aplastante de María: “¿cómo será esto? Pues no conozco varón” (v.34). El anuncio del ángel responde al cómo la encarnación del eterno Hijo de Dios sería posible. De manera sorprendente su anuncio nos deja ver el misterio de la concepción virginal, nos introduce a uno de los misterios del cristianismo; la encarnación. Dicho evento histórico fue la obra misma de Dios, en concreto del Trino Dios. El ángel dijo a María: “el Espíritu Santo te vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. La encarnación fue obrada únicamente por la obra de Dios. La tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo vendría sobre María y lo que acontecería de manera paralela es que “el poder del Altísimo” cubriría a esa joven mujer. En otras palabras, la venida del Espíritu sobre María sería el poder de Dios mismo cubriéndola. Ahora bien, ¿qué poder cubriría a María? Todo el poder creador del Altísimo sería el que cubriría a María. El Espíritu Santo como el Espíritu creador de Dios vendría sobre María y todo el poder creador del Altísimo obraría algo nuevo en ella, una humanidad inexistente previo a la concepción virginal. Así como el Espíritu de Dios se movió sobre la primera creación cuando el poder de Dios creó todas las cosas (Génesis 1:2), ahora nuevamente el Espíritu de Dios se movió para que el poder creador de Dios hiciese algo nuevo. El Espíritu Santo creó en el seno de María una naturaleza humana para la encarnación del eterno Hijo de Dios. El Espíritu creó una naturaleza humana que no era parte de esta creación corrupta, caída y hundida en pecado, por el contrario, era parte de la nueva creación. Esto no significa que el Hijo de Dios fue creado, lo que significa es que la naturaleza humana unida de manera indivisible e inconfundible a la naturaleza divina del eterno Hijo de Dios en la sola persona de Jesús era ya parte de la nueva creación, aroma de los nuevos cielos y tierra de los que algún día gozaremos como creyentes. Esta es la razón por la cual “el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”, nuestro Señor Jesucristo. No podía ser de otra manera, Jesucristo es el Santo, es el Hijo de Dios y en él podemos ya ver las glorias del mundo venidero. En un pequeño pesebre puedes ver envuelto en pañales la realidad de la nueva creación. En la cruz puedes ver como desnudaron al Santo Ser y en la resurrección puedes contemplar la piedra angular de la nueva creación. 
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Salmo 90:1-17
Salmo 46:1-11
Apocalipsis 1:1-8
Judas 24-25
FINAL DE SEMANA
LA ENCARNACIÓN
Y EL IDEAL DE HUMANIDAD
“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús,
coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte,
para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos”
(Hebreos 2:9)


      Uno de los textos que los Reformadores utilizaban para Navidad era Hebreos 2:5-9. Para los Reformadores dicho texto exponía lo que verdaderamente la encarnación del Hijo de Dios significó. En Jesucristo hecho hombre podemos ver en grado excelso y perfecto el ideal de humanidad para el cual Dios nos creó y que perdimos por el pecado. Las palabras del autor de Hebreos no aparecen de la nada, en los vv.5-8 ha mencionado el Salmo 8. David en el Salmo 8 medita sobre el ser humano antes de la caída de Génesis 3. Su meditación le lleva a comprender que el ser humano, de manera sorprendente fue hecho un poco menor que los ángeles, pero, incomprensiblemente fue creado como vice regente de Dios. Fue coronado de gloria y de honra y la autoridad del Creador le fue dada siendo creado a su imagen, conforme a su semejanza. Todo fue puesto bajo los pies y la autoridad del ser humano en la primera creación, las ovejas, los bueyes, las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar, todo fue puesto bajo los pies del ser humano y sobre todo el Creador le hizo señorear, sojuzgar y gobernar (Génesis 1:26-28; Salmo 8:5-8). ¿Qué podemos decir ante tal magnífica creación? ¿Qué nos queda por exclamar ante tal grandeza para la que fuimos creados? Únicamente podemos exclamar lo que David exclamó; “¡Oh, Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Salmo 8:9). Fuimos creados para extender el reino y gobierno de Dios sobre toda la creación, nuestra vida debería ser la exclamación de cuán grande es el nombre de nuestro Dios en toda la tierra ya que él sujetó bajo los pies del ser humano el ideal de la creación, el ideal que al final la gloria del Creador cubriese toda la creación como las aguas cubre la mar. Pero, viendo el ser humano, contemplando a la humanidad la exclamación es todo lo contrario. El autor de Hebreos se da cuenta que todavía no vemos todas las cosas sujetas al ser humano. El ideal de la primera creación se perdió, el ser humano es un ser caído y el mundo y el cosmos enteros son un caos (Hebreos 2:8). Frente a esta realidad ¿hay algo o alguien que podamos ver y que sustente todavía la llama de esa esperanza perdida? Y la respuesta del autor es clara, no vemos el ideal de humanidad en nosotros “pero vemos a aquel que fue hecho menor que los ángeles”. Ciertamente vemos a uno que “fue hecho menor que los ángeles”, es decir, fue hecho ser humano real y verdadero, podemos ver al que participó de carne y sangre como nosotros, vemos “a Jesús coronado de gloria y de honra”. El autor de Hebreos de manera sublime y preciosa aplica el Salmo 8, la meditación de David sobre el ideal de ser humano antes de la caía a Jesucristo. Por tanto, sin lugar a duda no vemos en el ser humano el ideal de humanidad que Dios estableció, pero, vemos mucho más que esto. Vemos a Jesucristo, el eterno Hijo de Dios, aquel que siendo Dios fue hecho hombre, pero hombre perfecto, hombre sin pecado, su humanidad fue, es y será por los siglos de los siglos la humanidad que lleva a cumplimiento de manera excelsa, sublime, gloriosa y perfecta el ideal que Dios estableció para el ser humano. La gran diferencia es que Adán fue coronado de gloria y honra por creación, Jesucristo fue coronado de gloria y honra “a causa de los padecimientos de la muerte”. Su humanidad es el cumplimiento de la humanidad que nosotros perdimos, pero, debía ser perfecta porque debía ser nuestro representante en la cruz y como sumo sacerdote a la diestra de Dios. Fue coronado de gloria y honra por la muerte en la cruz y fue así “para que, por la gracia de Dios, gustase la muerte por todos”. Jesucristo, el ser humano perfecto gustó la muerte en nuestro lugar y eso fue por la pura gracia de Dios derramada sin merecerlo sobre nosotros. Cuando miras al mundo ciertamente no hallarás esperanza en él. Contemplas al ser humano y ves a una humanidad rota, caída, quebrada como una muñeca de porcelana. Mirar al ser humano no te traerá esperanza. Únicamente mirando a Jesucristo puedes ver lo que significa verdaderamente ser, ser humano, en él ves la esperanza de la restauración de una humanidad caída. En su humanidad puedes ver la personificación de toda gracia, del camino, de la verdad y de la vida.