Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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SOLA GRACIA
“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras,
sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo
antes de los tiempos de los siglos”
(2ª Timoteo 2:9)
      La Reforma Protestante del siglo XVII supuso una vuelta clara al mensaje de las Sagradas Escrituras. El evangelio de la sola gracia y la sola fe solamente en Jesucristo que había estado olvidado y enterrado por siglos bajo las herejías del catolicismo romano, fue traído nuevamente a la luz por la Reforma. La Biblia y su mensaje fueron llevados nuevamente al pueblo y el misterio del evangelio que había sido claramente revelado por Dios en su Palabra fue predicado y enseñado con toda claridad y con todo poder. Es bien conocido que el mensaje de la Reforma Protestante quedó resumido en lo que se conoce como “Las cinco Solas”. Las “cinco Solas” enmarcan las verdades principales que los reformadores sostenían; “Sola Escritura”, “Sola fe”, “Sola gracia”, “Solo Cristo” y “Solo para la gloria de Dios”. Cinco “Solas” bien sencillas, pero al mismo tiempo bien profundas y significativas. Solamente las Sagradas Escrituras son la regla de fe y conducta para el pueblo de Dios. La salvación es solamente por gracia y por medio de la sola fe solamente en la persona y la obra perfecta de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, toda la salvación es únicamente para la sola gloria de nuestro Dios. Bien se haría en recordar de manera continua estas verdades tan preciosas e innegociables del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, quizás de entre todas las “Solas”, una que distingue al cristianismo de cualquier otra religión en este mundo es la “Sola gracia”. En un congreso de religiones comparadas celebrado en Inglaterra, una gran cantidad de pensadores debatían sobre qué es aquello que diferencia al cristianismo del resto de religiones. Después de un largo debate entró en la sala C. S. Lewis a quien le fue formulada la pregunta. Su respuesta fue: “¡Ah! eso es fácil; es el concepto de la gracia”. Todas las religiones de este mundo e incluso las ideologías de nuestro tiempo se basan en el esfuerzo humano, pero no así el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, Pablo lo expresó claramente a Timoteo, fue Dios “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada”. La salvación y el llamado de Dios nunca fueron hechos “conforme a nuestras obras”. El ser humano caído no tiene obras que valgan nada delante de Dios para hacerle merecedor de la salvación ¿por qué? Porque es pecador y cada una de las obras está corrompida y manchada por el pecado. Son obras que, pueden tener la apariencia de bondad, pero en su interior sigue estando la negra mancha del pecado. ¿Cómo poder entonces ser merecedores de la salvación? No hay manera para ello. Esta es la razón por la cual la salvación y el llamado de Dios no fueron conforme a nuestras obras sino conforme al “propósito suyo y la gracia”. No podía ser de otra manera, la gracia de Dios es su bondad inmerecida hacia nuestra vida, Dios así lo quiso, ese fue su propósito, salvarnos de forma inmerecida, solamente por la gracia que nos fue dada “en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” ¡Qué sorprendente es esto! Antes de que el mundo fuese una realidad, Dios ya nos dio de esa gracia inmerecida en su Hijo Jesucristo. Él es el foco y el mediador de esta sublime gracia que no merecemos pero que nos fue dada, esta gracia que es suficiente para que seamos salvos y llamados por Dios. Nada hemos hecho para salvación, Dios en Cristo lo ha hecho todo y su gracia nos ha enriquecido sin merecerlo con las bendiciones de la gloria eterna en Cristo. Soli Deo gloria. 
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Salmo 90:1-17
Salmo 46:1-11
Apocalipsis 1:1-8
Judas 24-25
FINAL DE SEMANA
SOLO CRISTO
“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hechos 4:11-12)
      Hay una verdad básica e indiscutible a lo largo de toda la Biblia, la salvación se encuentra solamente en la persona de Jesucristo. “Solo Cristo” es una verdad que está profundamente enraizada en el mensaje de la Biblia. Sin lugar a duda esto crea problemas en un tiempo y una cultura que no está, ni acostumbrada ni tampoco quiere verdades absolutas. Decir que la salvación es únicamente posible por y en la persona de Jesús de Nazaret es una verdad absoluta que molesta a muchos oídos y agita muchos corazones. Esta es la razón por la cual solamente por la gracia de Dios en la vida de una persona esta verdad puede ser entendida, aceptada y grandemente atesorada. “Solo Cristo” una de las “Solas” de la Reforma implica que única y solamente existe salvación y vida eterna en la persona del Señor Jesucristo. El apóstolo Pedro así se lo comunicó a todos aquellos gobernantes y ancianos de Israel que estaban escuchando sus palabras. Con lenguaje arquitectónico y basado en el Antiguo Testamento, Pedro mostró que Jesús a quien ellos habían rechazado, Dios lo había puesto como cabeza del ángulo del pueblo Dios; “este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Aquellos gobernantes y ancianos de Israel que deberían haber construido el pueblo de Dios sobre la única piedra angular dada por Dios, reprobaron y rechazaron la única piedra que Dios ha establecido, al Señor Jesucristo. Había llegado el momento en la historia de la salvación que Dios restauraría a su pueblo de los cuatro rincones de la tierra y lo haría por medio de su Espíritu llevando con poder el mensaje del evangelio de la sola salvación en Jesucristo. Con la muerte y resurrección de Jesús Dios puso la piedra del ángulo sobre la que edificar a su pueblo, por tanto, no hay otro, salvo Jesucristo, en quien uno pueda pasar a formar parte del pueblo y la familia de Dios. La única piedra del ángulo fue puesta por Dios y solamente es en ella que hay salvación; “y en ningún otro nombre hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Jesús de Nazaret es el único nombre que Dios ha dado al ser humano para que encuentre perdón de pecados, salvación y vida eterna. El nombre no implica ni confiere algún tipo de poder mágico que emana cuando el nombre es invocado. El nombre representa a la persona de Jesús y todo lo que él llevó a cabo en su obra, en palabras de la Reforma, las palabras de Pedro son “solo Cristo”. Dios no ha dado al ser humano un abanico de nombres en los que poder encontrar salvación. Dios no ha dejado partículas de su verdad divina de salvación repartidas por diferentes nombres de salvadores dados al ser humano. No hay duda alguna que al ser humano posmodernista le encantaría que hubiese más nombres en los que poder encontrar la salvación que a uno le gustase o le pareciese bien, muchos nombres implicarían también muchas formas de salvación. Pero, en el plan divino decretado sabiamente desde la eternidad, Dios determinó que solamente daría un nombre al ser humano para salvación, el nombre de su Hijo Jesucristo. Por ello, el evangelio de salvación y perdón es, sin duda alguna, un evangelio excluyente. No excluye a ningún pecador arrepentido que se acerca al único nombre dado por Dios para salvación, pero sí es excluyente en el sentido que deja fuera de la posibilidad y capacidad de salvación a cualquier otro salvador cuyo nombre no sea el nombre del eterno Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. El evangelio es al mismo tiempo exclusivo porque únicamente la persona y la obra de Jesucristo tienen la exclusividad de salvar al pecador. El nombre “dado a los hombres” es el nombre en el que “podemos ser salvos”, por tanto, la persona de Jesús y su obra tienen la exclusiva capacidad y poder para salvar. ¿Qué hubiese sido de nosotros si Dios no nos hubiese dado el nombre de su Hijo? ¿Qué hubiese sido de nosotros si en ese nombre dado no hubiese habido poder para salvar? Seríamos como pájaros heridos moribundos en el suelo, pero, no fue así. En y por Jesucristo fuimos salvos. Jesucristo nombre glorioso, precioso Salvador, bello Señor. Soli Deo Gloria.