Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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LA PALABRA PARA PERSISTIR
“Pero tú persiste en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien lo has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras,
las cuales te pueden hacer sabio para salvación por la fe que es en Cristo Jesús”
(2ª Timoteo 3:14-15)
      Una de las características de la cosmovisión posmodernista es la falta de estabilidad y permanencia que nuestro tiempo presenta. La máxima posmodernista de la no existencia de verdad absoluta genera en el individuo un sentimiento de inestabilidad en la vida. ¿Cómo uno puede permanecer de forma segura si la verdad es cambiante de un día para el otro? J. I. Packer acertadamente comentó que: “sin verdad absoluta no puede haber autoridad absoluta”, por ello, ¿cómo uno puede permanecer en algo si en últimas no hay autoridad final que te diga en qué verdad estar firme? Ahora bien, la posición posmodernista no es nueva, es la antigua mentira del Edén vestida con otro disfraz. Las palabras del Edén; “¿con qué Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1) que negaron la verdad y autoridad absoluta de la palabra de Dios (Génesis 2:16-17), generaron desde entonces un mundo marcado por la falta de verdad y el continuo engaño. Pablo ya advirtió a Timoteo que los hombres y engañadores irían de mal en peor, engañando y siendo engañados (2ª Timoteo 3:13). Frente a tal realidad ¿dónde permanecer en la vida de manera firme y segura? En contraste a las palabras de un tiempo caracterizado por el engaño, la falta de verdad y la no permanencia de un mundo que es como arenas movedizas, Pablo le dijo a Timoteo “pero tú persiste. Sin lugar a dudas, Pablo apela a la responsabilidad de Timoteo, debe haber una responsabilidad deliberada en persistir, es decir, en estar firme e inmovible en algo concreto. De manera específica Timoteo debía persistir “en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien lo has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”. Timoteo debía estar firme en aquello que había aprendido y se había persuadido, es decir, había llegado a la conclusión firme de que era verdad. Ese lugar en el que permanecer por ser la verdad y que permanece para siempre, son las Sagradas Escrituras. No podría ser de otra manera, las Sagradas Escrituras son la palabra misma de Dios quien en sí mismo es la verdad absoluta. Si hay un atributo de Dios que no puede perderse de vista en un mundo cambiante e inestable con la verdad, es el atributo de que Dios en su ser y propósitos no cambia, es decir, Dios es inmutable. Por ello, sus Sangradas Escrituras no cambian y como verdad absoluta permanecen para siempre. Este mundo está falto de verdad, es inconstante y cambiante, es como la hierba que se seca y la flor que se cae pero, la palabra de Dios permanece para siempre. Como creyentes en Cristo hemos llegado por la gracia de Dios a la persuasión que su palabra es la verdad y por ello, en ella debemos permanecer en un mundo que no tiene solidez por falta de verdad. Debemos permanecer en la palabra de nuestro Dios que hemos aprendido y debemos seguir aprendiendo para estar firmes en ella.  Ella es palabra que permanece y palabra que salva. Timoteo debía permanecer en las Sagradas Escrituras “las cuales te pueden hacer sabio para salvación por fe en Cristo Jesús”. La Palabra de Dios salva en cuanto que es el medio que por su Espíritu, Dios usa para dar la sabiduría necesaria para entender que la salvación es por fe en la persona de Jesucristo. Por ello sin palabra no hay salvación. La palabra muestra el camino de salvación eterna en Jesucristo pero también en ella estamos seguros en un mundo que no está seguro de nada. Siendo así, en la Palabra que nos hemos persuadido que es verdad, en ella permanezcamos para salvación y vida eterna en Cristo Jesús.   
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Nehemías 8:1-9
Salmo 119:9-24
Salmo 119:97-104
2ª Pedro 16-21
FINAL DE SEMANA
LA PALABRA QUE PREPARA
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”
(2ª Timoteo 3:16-17)
      El entrenamiento es algo vital para todos los deportistas, en especial para los deportistas de élite. Una buena condición física es algo indispensable e innegociable para todo deportista que aspire a llegar lejos en su disciplina deportiva. Un buen trabajo de resistencia supondrá la base de la pirámide de la condición física. Los trabajos de fuerza darán fortaleza y potencia sobre todo en aquellos deportes en los que la velocidad es requerida. A medida que se acercan las competiciones, los trabajos específicos para preparar las pruebas de competición irán preparando al deportista para ese momento. Sea como sea, un deportista bien entrenado tiene muchas más posibilidad de tener éxito en el deporte que uno sin preparación alguna. A ningún deportista se le ocurriría presentarse a unos juegos olímpicos sin ningún tipo de preparación, es más, con toda probabilidad un deportista sin entrenamiento ya no llegaría ni a pisar el olimpo de la máxima competición deportiva. El deportista debe estar entrenado y preparado y de la misma manera lo debe estar todo hombre de Dios. El servicio a Cristo conlleva de manera innegociable e imprescindible la preparación del siervo de Cristo, todo aquel que se encuentra en el ministerio del evangelio del reino debe estar enteramente preparado para toda buena obra en el mismo. Por ello, todo siervo de Cristo debe persistir en la palabra que hace sabio para salvación y debe, al mismo tiempo, estar preparado por la palabra inspirada de Dios, así se lo dijo Pablo a Timoteo. Las Escrituras son el medio principal por el cual Dios prepara a sus ministros para que así estén enteramente preparados para toda buena obra. Ahora bien, las palabras que Pablo le dijo a Timoteo son aplicables a todo creyente en general. La palabra de Dios es suficiente para prepara enteramente la vida de todo creyente porque las Escrituras son la palabra inspirada de Dios, “toda la Escritura es inspirada por Dios”. Toda la Biblia es, en su totalidad y en cada una de sus partes palabra inspirada. Toda la Biblia de principio a fin es la palabra exhalada de Dios, el producto del Espíritu creador de Dios. Por ello, la Biblia no solamente contiene las palabras del Dios Altísimo sino que ella es en sí misma la palabra de nuestro Dios. Cuando Dios habló en Génesis, todas las cosas, visibles e invisibles fueron creadas por el poder de su palabra (Génesis 1:1-31) y todo el universo creado se sustenta con la palabra de su poder (Hebreos 1:3). Dios no usó otra cosa para crear que no fuese su palabra de poder. De la misma manera Dios no sustenta el universo con trucos de magia barata, es la palabra de su poder la que da sustento, coherencia, consistencia y unidad a todo lo creado. Es por ello que toda la Escritura inspirada por Dios tendrá el propósito de prepara al siervo de Dios y a todo creyente. Existe en la palabra de Dios una suficiencia completa para ello, “y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. La utilidad de la palabra de Dios se refiere a su suficiencia, por ser palabra inspirada, para “redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Pablo es enfático en marcar el propósito preparador de la palabra de Dios, cuatro “para” marcan dicho propósito. La palabra inspirada es suficiente y poderosa para enseñarnos el consejo de Dios, para amonestarnos en la vida, para corregir nuestro camino y para instruir nuestra vida en la justicia y la piedad que Dios demanda de nosotros. No hay mayor y mejor maestro que el Espíritu Santo usando su palabra inspirada. No hay mejor preparación que sentarse bajo la acción poderos y suficiente de la palabra de nuestro Dios. Su fin es prepararnos enteramente para toda buena obra, “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. El resultado último de la palabra de Dios es que sus ministros sean completos para toda buena obra en el servicio a Cristo pero, también es el fin de la palabra que todo creyente esté plenamente preparado para toda buena obra en su vida. Por ello, debemos dejar que la palabra de Dios prepare y santifique nuestras vidas en su verdad, debemos sentarnos bajo la cátedra del mayor maestro que hay, la Escritura inspirada por Dios para que así nuestra vida esté preparada para toda buena obra.