Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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TRAERÉ A LOS MÍOS
“Diré al norte: De acá; y al sur: No detengas, trae de lejos a mis hijos,
y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre para gloria mía los he creado, los formé y los hice”
(Isaías 43:6-7)
      Dios tiene a sus hijos e hijas dispersos a lo largo de todo el mundo. Sería difícil - por no decir imposible - que alguien pudiese encontrar a lo largo y ancho de la tierra a todos aquellos que pertenecen a Dios. Nadie en su capacidad podría llamar y traer de los cuatro rincones de este mundo a los escogidos y redimidos de Dios, nadie salvo Dios. Resulta de gran consuelo y esperanza el saber que llegará el día en que Dios llamará a los suyos estén donde estén. Por muy lejano que sea el exilio de los hijos e hijas de Dios, él traerá a los que él ha creado, formado y hecho y así lo establece a través de las palabras de Isaías; “diré al norte: De acá; y al sur: No detengas, trae de lejos a mis hijos y a mis hijas de los confines de la tierra”. Las palabras de Dios a través del profeta Isaías son un llamado a los exiliados a lo largo de toda la creación. Históricamente Israel fue llevado al exilio a consecuencia de su propio pecado. Primero, el reino del norte fue llevado al exilio por el imperio Asirio y, posteriormente el reino del sur a manos del imperio Babilónico. Isaías, entre otros profetas, anunció el exilio como el acto de juico de Dios por la desobediencia de su pueblo pero, el profeta también anunció consuelo. Llegaría el día de consuelo para el pueblo de Dios porque Dios no dejaría a sus hijos e hijas dispersos, lejos de su presencia y de su herencia prometida. Dios mismo llamaría de manera eficaz y poderosa a los suyos. El llamamiento de Dios “Diré al norte: De acá; y al sur: No detengas”, no es un llamamiento opcional, Dios está mandando a la totalidad de la creación a que devuelva a los suyos. Toda la tierra sin esperar y sin entretenerse debe obedecer el llamado de Dios, debe entregar a los que le pertenecen. Con este llamado Dios pone fin al exilio de su pueblo. El pueblo ya no vagará más alejado de su Dios, no vagará disperso y lejos de su herencia prometida. Dios determina un día en el que pondrá fin al exilio de su pueblo y, de la misma manera que obligó a Faraón a devolverle a su pueblo, Dios obligará a los confines de la tierra a devolverle a sus hijos e hijas. En un nuevo éxodo o en un nuevo y final acto de salvación, Dios llamará a los suyos. Sin lugar a dudas, el llamamiento de Dios es un llamamiento eficaz y poderoso. Cuando es lanzado, dicho llamamiento no falla. ¿A quién llamará Dios? Llamará a los que la tierra tiene de manera ilegítima porque le pertenecen a Dios. Llamará a “mis hijos y mis hijas", estos son, “a todos los llamados de mi nombre”. Los llamados serán aquellos redimidos y salvados por Dios a los que Dios mismo les puso nombre (v.1). En otras palabras, Dios llamará a sus amados con amor redentor, a sus salvados por la obra poderosa de su hijo Jesucristo, el Siervo Sufriente. El tiempo del fin del exilio marcado por Isaías tuvo lugar cuando Cristo vino a redimir y el llamado del evangelio alcance los términos de la tierra. Es Dios quien a través del evangelio de su Hijo llama a los términos de la tierra a mirar a él y ser salvos (Isaías 45:22). El llamado eficaz del evangelio no falla y manda a toda la creación a traer a los que pertenecen a Dios. La tierra devolverá a los que ilegítimamente le pertenecen porque pertenecen a Dios, “los he creado, los formé y los hice”. Resulta de gran gozo el saber que, aun y cuando estemos en este mundo, ninguno de los hijos e hijas de Dios en Cristo Jesús está perdido. Dios nos llamó a él en Cristo, nos creó, formó y llegará el día en que ese llamado llegará a su fin. Nuestro exilio en un mundo de tribulaciones terminará el día que lleguemos a nuestro hogar celestial
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Isaías 40:1-31
Isaías 421-25
Marcos 1:1-15
Lucas 4:14-30
FINAL DE SEMANA
SIN PERDÓN NO HAY REGRESO
“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo,
y no me acordaré de tus pecados”
(Isaías 43:25)

      John Bunyan en su famosa obra “El progreso del peregrino” describe a la perfección lo que supone e implica el perdón. Cristiano, cargando sobre sus espaldas la tremenda carga de su pecado, nada podía hacer por sí mismo. La carga era demasiado grande para él y demasiado pesada para su vida, nada podía hacer hasta llegar al lugar en el que se encontraba una cruz y un sepulcro abierto. Fue allí, contemplando la cruz y bajo la sombra de la misma que su carga cayó de sus espaldas y rodó hasta el sepulcro abierto para no ser vista nunca más. En ese mismo instante Cristiano fue liberado del peso de su pecado, ya no había carga sobre sus espaldas, la carga había sido sacada sin él haber hecho nada, simplemente por pura gracia. En esos momentos tres seres radiantes aparecieron a Cristiano y uno de ellos le dijo: “tu alma está ahora limpia de pecado”, sus pecados habían sido borrados y Cristiano podía saltar de gozo libre de sus culpas. Bunyan muestra como el perdón es la liberación del peso del pecado que carga la vida de una culpabilidad pesada y de una condenación segura. Bunyan en su alegoría enseña como el perdón es algo completo otorgado únicamente por Dios, es un acto divino y soberano realizado únicamente por Dios. Ciertamente esto se recoge en las palabras del profeta Isaías: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Las palabras de Dios fueron dichas por medio del profeta a su pueblo. Son palabras de consolación ya que Dios anuncia que el tiempo del exilio para su pueblo llegará a su fin. Llegará el tiempo en el que Dios ordenará al norte y al sur traer de lejos a los hijos e hijas que le pertenecen. Su pueblo disperso por toda la tierra será devuelto a su Dios ahora bien, no hay regreso sin perdón. El exilio de Israel fue un acto de juicio de Dios debido al pecado de Israel, por tanto, el fin del exilio no solamente implicaría ser devueltos a Dios de todos los confines de la tierra sino que también, debería implicar el perdón completo de sus pecados. Es precisamente esto lo que Dios promete a su pueblo. Será él quien borrará su rebeliones, “Yo, yo soy el que borro tu rebeliones”. Dios en sus palabras está siendo enfático sobre su persona, “Yo, yo soy”, es decir, no hay otro salvo él que pueda borrar las rebeliones de los suyos. No hay otro aparte de Dios que pueda y quiera borrar el pecado y la maldad en la vida de su pueblo. Este énfasis en la persona de Dios debería llenarnos del conocimiento de saber que el perdón por los pecados de nuestra vida nos ha sido dado únicamente por nuestro Dios. Son palabras de consuelo para nuestra alma porque en ellas escuchamos no solamente que Dios perdona sino que él mismo ha prometido hacerlo y no fallará en esas palabras porque su perdón se relaciona directamente con su persona. Dios lo hace “por amor a sí mismo”. Es sorprendente pensar que el perdón es dado primeramente por el amor de Dios hacia sí mismo. Ciertamente Dios ama con amor eterno a su pueblo pero, Dios está comprometido primeramente con su propia gloria. Es por esto que cuando Dios dijo a Israel, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo”, esa última frase era la firma de Dios, la garantía de obligado cumplimiento. Dios no dejaría que su persona fuese avergonzada faltando al perdón prometido. Llegaría el momento en que perdonaría a los suyos y lo haría de manera completa, “y no me acordaré de tus pecados”. Gloriosas palabras, Dios no guardará una lista de reproches divinos por los pecados cometidos de su pueblo. Una vez perdonado, se es perdonado completamente y para siempre. El pueblo sería devuelto del exilio a su Dios y sería devuelto como un pueblo perdonado ya que sin perdón no hay regreso a Dios. Así lo anunció Dios y así lo cumplió en la persona y obra de su Hijo Jesucristo. La cruz de Cristo es la afirmación práctica en la historia de las palabras de Dios “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones”. Como Cristiano, podemos presentarnos diariamente a la cruz y saber que allí nuestra carga es quitada. Es frente a la cruz y la tumba vacía que podemos tener el gozo de saber que, por amor a sí mismo, somos perdonados y devueltos a Dios.