Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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NO SE DORMIRÁ
“No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”
(Salmo 121:3-4)
      Sin duda alguna hay aquellos momentos en nuestra vida que pueden producirnos temor. Existe el orgullo en el corazón de un ser humano caído que le lleva a pensar que nada pueda tocar su vida hasta que, ciertas situaciones le enfrentan con la realidad de que esto no es así. Hay situaciones que le ponen a uno frente a la verdad de saber que su pie puede resbalar en cualquier momento y su vida hundirse completamente sin previo aviso. La seguridad y protección en la vida es algo que suele darse por supuesto, algo que damos por garantizado y seguro. Muchos son aquellos que caminan por este mundo creyendo que su pie nunca resbalará pero, son esas situaciones que nos enfrentan con lo efímero de la vida las que nos dejan ver que, de la noche a la mañana, aquella seguridad que creíamos tan segura, ha desaparecido por completo y el precipicio que se abre bajo los pies de uno, es el precipicio de la eternidad misma. Se presenta el temor de pensar que en cualquier momento nuestro pie puede resbalar eternamente. Ahora bien, aun y cuando ciertamente el creyente en Jesucristo está en este mundo como peregrino hacia la ciudad celestial y en su camino puede haber rocas y agujeros que le hagan resbalar, en su peregrinaje el pie de aquellos que están en Cristo nunca resbalará eternamente. El salmista del Salmo 121 sabía que, aun y las situaciones de peligro en la vida que requerían de socorro y pronto auxilio, el pie del pueblo de Dios nunca resbalaría porque la guarda y protección del pueblo de Dios está garantizada por la misma esencia de Dios y por su presencia preservadora en medio de los suyos. El salmista sabe que su socorro vendrá de Jehová, el Dios que entró en pacto de amor y fidelidad con su pueblo y que es Creador de cielos y tierra (v.1). Tanto el poder del Dios Creador como su fidelidad y amor son mostrados en el Salmo mediante su continua protección hacia su pueblo. Jehová es “tu guardador” (v.5), Jehová es “tu sombra” (v.5), de manera continua el salmista utiliza el término “guardar” (vv.3, 4, 5, 7, 8) para mostrar una realidad preciosa a su pueblo, Dios es su línea de vida y el vigilante que nunca se duerme, “no dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda”. Dios es aquel que no permitirá que el pie de su pueblo resbale de la gloria eterna. En la vida puede haber caminos tortuoso y llenos de trampas. Puede haber situaciones en las que podemos llegar a pensar que la protección de nuestro Dios ha desaparecido para nosotros pero, nuestros pies siguen estando firmes en la eternidad y nuestro camino preservado hasta la gloria misma. En este camino a la gloria, Dios no dejará que nuestro pie resbale. Dios es el vigilante que nunca duerme, ¿de qué sirve un vigilante que no vela y duerme en horas de guardia? No sirve de nada, no es confiable en su guarda y vigilancia. No es así con nuestro Dios, su vigilancia es constante, no se duerme cuando se trata de guardar a los suyos. La preservación y perseverancia de los suyos hacia la eternidad es tan importante para Dios que sus ojos no se cierran en ningún momento para guardar a su pueblo. Si sus ojos se cerrasen por una milésima de segundo ¿Cuántos pies de los suyos podrían resbalar eternamente? Es por ello que la salvación de su pueblo es segura porque depende de Dios. El pueblo no resbala, es preservado y persevera por el solo poder de Dios. El salmista lo enfatiza de manera clara “he aquí”, es decir, “fíjate, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”. Nuestro Señor Jesucristo obró y aseguró en la cruz que nuestro pie nunca resbalase hacia la gloria. Por ello, seguros estamos en él, en aquel que nos guarda y no se duerme. 
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Salmo 121:1-8
Salmo 46:1-11
1º Pedro 3-9
Filipenses 1:3-6
FINAL DE SEMANA
TU SALIDA Y TU ENTRADA
“Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”
(Salmo 121:8)

      Es común la utilización del Salmo 121:8 para pedir la bendición y la guarda de Dios hacia aquellos que tienen que iniciar algún viaje o, estarán ausentes por algún tiempo. Las palabras del salmista “Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” suponen la petición y, al mismo tiempo, la confianza de que Dios guardará y protegerá a la persona en su viaje. No hay duda alguna que el uso de dichas palabras está plenamente justificado. Por lo general, la expresión “tu salida y tu entrada” se refiere a la totalidad del viaje, a la totalidad del peregrinaje emprendido por un viajero. La expresión hebrea solía aplicarse en el contexto militar (1º Samuel 29:6; 2º Samuel 3:25) y podía referirse a los deberes que tenía un líder militar al momento de guiar y dirigir a sus ejércitos en batalla (Deuteronomio 31:2; 1º Reyes 3:7). Por tanto, el contexto mismo de la expresión se refiere a un contexto militar, a un contexto de enfrentamiento con los enemigos. Es por ello que, aunque cierto es que Dios guardará nuestra salida y entrada en cualquier viaje, nuestra vida estará segura incluso en esas situaciones, es de manera específica y concreta que Dios guardará nuestra vida cuando en ella debamos emprender el viaje de tener que enfrentarnos con nuestros enemigos. Las palabras del salmista son una promesa clara, la protección de Dios estará en esos momentos de lucha, Dios estará a lo largo de todo el camino y de todo el trayecto guardando a los suyos cuando los enemigos se preparan para la batalla en nuestra vida. Sin lugar a dudas, el pueblo de Israel bajo el antiguo pacto tuvo de manera constante enemigos que acecharon su viaje, su estancia y su vida en la tierra prometida. De la misma manera, la iglesia de Cristo como el pueblo del nuevo pacto tiene un peregrinaje en este mundo acechado constantemente por sus enemigos. Nuestra batalla como creyentes y como pueblo de Dios no es primeramente contra enemigos físicos, aunque ciertamente los hay. La batalla de la iglesia no es contra carne y sangre sino contra el mundo y aquellas cosas que están en el mundo y son contrarias a los valores del reino de los cielos al que pertenecemos. La batalla es contra el enemigo de nuestras almas que busca acusarnos permanentemente. La batalla es contra el pecado y la carne que todavía da sus últimos coletazos en nuestra vida presente antes de terminar completamente una vez hayamos entrado en la gloria. En este viaje, “Jehová guardará tu salida y tu entrada” de aquellos enemigos que acechan y quieren destruir tu vida. En la batalla no estamos solos, Dios es nuestro guarda, Dios es nuestra fortaleza, Dios es nuestro escudo, lo es ahora en el presente y lo será para toda la eternidad. La guarda de Dios no se limita a momentos puntuales en la vida, más bien abarca la plenitud de nuestro camino en ella, “desde ahora y para siempre”. Desde el tiempo presente, desde el “ahora” que nuestras vidas pasaron a seguir las pisadas de nuestro Señor Jesucristo, a ser partícipes de los sufrimientos de la cruz, a ser perseguidos y batallar por causa de la justicia del reino de los cielos, a ser parte del pueblo de nuestro Dios, desde ese momento y para siempre Dios guardará nuestra entrada y nuestra salida en este camino y en esta batalla. ¿Qué más podríamos desear? En nuestro vivir diario y en los enemigos que debemos enfrentar como creyentes, nuestra salida y entrada está guardad por nuestro Dios de principio a fin. En cierta manera de eternidad a eternidad nuestro Dios ha guardado nuestra salida y entrada para siempre. Desde el momento que en su decreto eterno nos escogió, hasta el momento que nuestro Señor Jesucristo nos presente con gran alegría delante del Padre. Ahora bien, es dese el momento que entramos a formar parte de la familia de Cristo y fuimos puestos en las filas del servicio a Cristo que Dios guardará nuestra entrada y salida para siempre. Nuestra llegada y permanencia a la gloria eterna, a nuestra herencia guardada en los cielos está asegurada. Nuestra herencia está guardada en los cielos por el poder de Dios y nosotros somos guardados para el cielo por el poder de Dios desde ahora y para siempre.