Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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SUMO SACERDOTE
SEGÚN NUESTRA SEMEJANZA
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”
(Hebreos 4:15 )
      El sacerdocio es uno de los oficios que las Escrituras describen como parte fundamental en la historia de la redención. La Biblia describe a lo largo de su historia tres oficios que eran esenciales en la historia del pueblo de Dios, rey, profeta y sacerdote. El oficio del rey era aquel que mediaba el reino de Dios en medio de su pueblo. El oficio de profeta podría definirse como aquellos que eran la “salvaguarda del pacto”. El oficio de sacerdote, a parte de estar ligado a la enseñanza de la palabra de Dios (Malaquías 2:7), era el oficio que ministraba o servía delante de la presencia de Dios. El sacerdote intercedía entre Dios y el pueblo, fue constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refería, de manera especial el sumo sacerdote. El pecado no permitía que uno pudiese acercarse a Dios sin la presencia de un mediador o representante, la santidad de Dios era, y sigue siendo, demasiado seria para que uno no la tomase en cuenta. Es por ello que, el sumo sacerdote una vez al año podía entrar al lugar santísimo con la sangre del sacrificio para interceder por los pecados del pueblo de Dios. Ahora bien, el sumo sacerdote debía tener, entre sus características, el ser semejante al pueblo. Debía ser uno más del pueblo para poder compadecerse e interceder por ellos. Debía ser semejante a ellos para poder tener la empatía necesaria para entender las debilidades del pueblo, sus tentaciones, sus caídas, sus fracasos y poder así representarles delante de su Dios. Ningún sumo sacerdote a lo largo de la historia del pueblo de Dios ha tenido esta empatía perfecta que necesitamos salvo nuestro Señor Jesucristo. El autor de Hebreos en su fantástico mensaje muestra como Jesucristo es el cumplimiento del sumo sacerdocio, el sumo sacerdote que tenemos que puede compadecerse de nuestras debilidades sean cuales sean. No tenemos un representante delante de Dios incapaz de entendernos y mostrar compasión, todo lo contrario “porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades”. Como creyentes y como pueblo de Dios debemos tener la certeza que tenemos a nuestro Señor Jesucristo quien es capaz de mostrar compasión delante de Dios por todas y cada una de las debilidades en nuestra vida. No estamos exentos de las debilidades en nosotros, unas debilidades que se expresan en más de una ocasión cuando debemos enfrentar la tentación frente al pecado. Es entonces cuando nos damos cuenta de los débiles que podemos llegar a ser y de la vergüenza que puede asaltarnos de presentarnos delante de nuestro Dios con tales debilidades presentes en nosotros. Ahora bien, la grandeza de Jesucristo nuestro sumo sacerdote es que en él no encontramos a alguien incapaz de mostrar compasión hacían nosotros sino todo lo contrario, él es capaz de compadecerse de nuestras debilidades por la razón que él “fue tentado en todo según nuestra semejanza”. Nuestro Señor Jesucristo no solo fue ser humano verdadero sino que en todo fue tentado como nosotros. Como ser humano enfrentó las tentaciones que asaltan nuestra vida, supo lo que era sentirse tentado, supo lo que era caminar bajo la presión en la tentación pero, nunca supo lo que fue pecar. Jesucristo fue tentado en todo a nuestra semejanza pero “sin pecado”. Su obediencia fue perfecta y gracias a ello es que puedes tener la certeza que su compasión es también perfecta cuando andas en camino de tentación. No tienes a uno que fallo como tantos otros, tienes al que en su obediencia nunca falló y por ello tiene la victoria sobre la tentación. Siendo así, cuando tu debilidad aceche tu vida, conocer que tienes a Cristo capaz de compadecerse. 
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Hebreos 4:14-16; 5:1-14
Hebreos 7:1-28
Hebreos 8:1-13
Hebreos 10:19-25
FINAL DE SEMANA
TRONO DE MISERICORDIA,
GRACIA Y AUXILIO
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el pronto auxilio”
(Hebreos 4:16)
      Los tronos representan autoridad, realeza, señorío, gobierno. A lo largo de la historia los tronos eran el lugar en el que los reyes se sentaban para ejercer su señorío como reyes. Pocos eran aquellos que podían acercarse a una audiencia con el rey a menos que el rey les invitase. Aquellos que tenían el privilegio de presentarse delante de la presencia del rey nunca sabían lo que ese trono significaría para ellos, podía significar juicio o bien podía significar favor delante del monarca. Fuese como fuese, acercarse al trono real era un gran privilegio reservado a unos pocos. Si acercarse a tronos terrenales era algo reservado para algunos ¿cuánto más no lo es el trono celestial del Dios Altísimo? Bajo el antiguo pacto, la presencia de Dios, el estrado de los pies del trono celestial sobre la tierra quedaba encerrado dentro del lugar santísimo el cual era abierto únicamente una vez al año y solamente para una persona, la persona del sumo sacerdote. Nadie más del pueblo podía acercarse al trono de Dios, ningún individuo podía arrodillarse delante del estrado del trono sin que fuese consumido directamente por la santidad del Dios Altísimo. Incluso el sumo sacerdote debía acercarse habiendo hecho expiación por sus pecados y por los pecados del pueblo. Ahora bien, glorioso es el cambio operado en el nuevo pacto por la persona de nuestro Señor Jesucristo. El trono celestial ha quedado abierto de manera permanente para todo su pueblo sin excepción, de ahí el ánimo y exhortación del autor “acerquémonos, pues, confiadamente al trono”. Hay el gran llamamiento plural y no únicamente a una persona sino a todo el pueblo “acerquémonos”. Ya no es un solo individuo el que puede presentarse delante del trono de Dios, ahora son todos aquellos que forman parte del pueblo de Dios quienes tienen el privilegio y la libertad de presentarse delante del favor de Dios y hacerlo “confiadamente”. ¿Cuál es la razón de este ánimo a poder acercarnos? ¿Cuál es la razón de esta confianza? El llamamiento del autor es debido a que junto al trono tenemos a nuestro Señor Jesucristo el sumo sacerdote capaz de compadecerse de nuestras debilidades porque él fue tentado en todo a nuestra semejanza pero sin pecado. Por tanto, debido a que a la diestra de la Majestad está aquel que se compadece de nosotros, podemos y debemos acercarnos confiadamente al trono. Jesucristo es nuestra confianza de poder acercarnos como pueblo al trono de Dios, un trono descrito como “trono de gracia”. Ciertamente desde el trono celestial Dios ejerce juicio pero, para aquellos que en medio de sus debilidades y tentaciones se acercan al trono por la obra de Jesucristo, el trono se convierte en trono de gracia sublime, de favor inmerecido delante del rostro de su Dios. Es la presencia de nuestro sumo sacerdote Jesucristo el que hace que dicho trono sea de favor por ello, podemos ir a la audiencia de la Majestad con el propósito de “alcanzar misericordia y hallar gracia para el pronto auxilio”. Aquí aparece el propósito de acercarnos al trono. Cuando la tentación se presenta en nuestra vida, cuando la presencia del pecado se hace más y más real en nosotros ¿dónde encontraremos ayuda? ¿Dónde encontraremos misericordia y gracia para un auxilio siempre presente? Lo encontraremos a los pies del trono de nuestro Dios. Ahí está Jesucristo quien al ser tentado en todo y vencer sobre la tentación puede compadecerse de nosotros. Ahí está el trono del que emana el favor que necesitamos cuando la debilidad y el pecado son los compañeros indeseados de nuestra vida. Ahí está la misericordia que necesitamos, la gracia que no merecemos y el auxilio presente que requerimos para poder mantenernos firmes en medio de la tentación y la debilidad. No es de extrañar que el autor anime a acercarse al trono de gracia precioso y sublime para nosotros los que tenemos a Jesucristo. ¿Estás en medio de la debilidad en tu vida? Acércate confiadamente al trono para hallar gracia y el pronto auxilio que necesitas. ¿Has sucumbido y pecado frente a la tentación? Acércate confiadamente al trono para alcanzar misericordia. ¿Qué haremos como pueblo de Dios en medio de nuestras debilidades? Acerquémonos confiadamente al trono de gracia porque allí alcanzamos misericordia y hallamos gracia y socorro porque allí está el que de nosotros se compadece, nuestro Señor Jesús.