Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda" - C/San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España
INVIRTIENDO
EN EL REINO DE DIOS
“Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”
(Mateo 25:20-21)
      El término economía significa “administración”, por tanto, un buen economista es aquel que sabe administrar correctamente los bienes que posee o que la han sido entregados a su cargo por parte de otra persona. El buen economista sabe cómo administrar el dinero que está bajo su responsabilidad, sabe dónde, cuándo y cuánto invertir para que así, el dinero produzca y haya beneficios que superen la inversión inicial. Por el contrario, el economista necio es aquel que no toma riesgos calculados para la administración del dinero, es aquel que se queda en lo seguro guardando el dinero debajo del colchón sin que éste produzca ningún tipo de beneficio. La economía es una ciencia y también un arte, pero, así como existe la economía de los bienes de este mundo, también existe la economía de los bienes del reino de los cielos. La economía no es únicamente cosa de este mundo sino también es parte esencial del reino de los cielos, el creyente debe ser buen economista o administrador de aquellos talentos que le han sido dados por sus Señor, en otras palabras, todo creyente debe invertir en el reino de los cielos para producir beneficios para su Señor. Fue nuestro Señor Jesucristo quien, hablando del reino de los cielos, lo describió con una parábola que hablaba de un señor que emprendió un viaje, pero entregó talentos a sus siervos, a uno cinco, a otro dos y a otro uno (Mateo 25:14-18). Los “talentos” en aquel tiempo era una unidad monetaria y solía tener la equivalencia del sueldo de todo un año. Los siervos en la casa del señor no eran primeramente esclavos, sino que eran los “economistas” de la casa. El “siervo” en realidad era el administrador de los bienes de la casa que poseía su señor. Por tanto, Jesús describe el reino de los cielos como la entrega de talentos a sus administradores, ¿qué debían hacer ellos mientras su señor estaba ausente? Debían invertir los talentos dados para que así a la vuelta de su señor, éste tuviese beneficios; “y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos”. Los siervos debían invertir en el reino de su señor, producir beneficios para su señor porque primeramente debían entender dos cosas: Primero, los talentos no les pertenecían, pertenecían a su señor quien se los había dado por gracia. Segundo, debían saber que ellos eran los administradores de esos talentos. No hay duda alguna que, como creyentes, Dios nos ha puesto como administradores de los talentos que él en su gracia soberana nos ha dado para invertir en el reino de los cielos. Se nos han podido entregar talentos económicos u otro tipo de talentos en nuestra vida cristiana, pero, sin lugar a duda debemos entender que todos ellos nos han sido dados no como posesión personal sino para que los administremos e invirtamos en el reino de los cielos. El reino de los cielos no es lugar para perezosos, ni tampoco para aquellos que son administradores temerosos y por miedo no invierten para que su Señor tenga los beneficios que a él le corresponden (Mateo 25:25). Estamos llamados a invertir con lo que Cristo nos ha dado en el servicio del reino de los cielos para que cuando Cristo venga podamos entregarle los beneficios que a él le pertenecen. Para que las palabras que escuchemos en aquel día sean “bien, buen siervo fiel, sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Mateo 25:14-30
Mateo 25:1-13
Mateo 13:1-23
Mateo 13:24-52
FINAL DE SEMANA
VELANDO ANTE
EL REINO DE LOS CIELOS
“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:14)
      Una de las acepciones que tiene la palabra “velar” es, “hacer centinela o guardia por la noche”. La acción de velar es algo requerido y no opcional para todos aquellos que son guardias de seguridad a quienes les es encomendado la vigilancia y guarda nocturna de un lugar. Un guardia que no vela es un guardia incompetente que falla a su responsabilidad, incrédulo porque no cree que los ladrones pudiesen venir durante su turno de vigilancia y falso porque su falta de vigilancia demuestra la falsedad de su oficio. Si un vigilante de este mundo debe velar en todo tiempo, ¿cuánto más aquellos que esperan la llegada de Jesucristo deben velar por la llegada del reino? El ser vigilantes y el estar preparados ante la inminente llegada del reino de los cielos es, por un lado, una responsabilidad de todos aquellos que esperan la venida de Cristo y, por otro lado, es una evidencia clara de que, aquellos que velan ante la venida de Cristo, creen sin duda alguna que Cristo regresará algún día, así lo expresó Jesús en una parábola que describía al reino de los cielos como diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo (Mateo 25:1). Jesús describe el reino de los cielos con una imagen que proviene del Antiguo Testamento, la imagen de una boda. Los profetas ya contemplaron y describieron la venida de la era del Mesías y del reino de Dios como una boda. Las bodas solían realizarse a media tarde y bien entrada la noche y era el esposo el que debía venir a recoger a la esposa y llevarla al banquete de boda juntamente con todos los invitados. En este contexto, diez vírgenes o mujeres jóvenes solteras que actuarían como las damas de honor de la novia estaban esperando la inminente venida del esposo con sus lámparas llenas de aceite para iluminarse en medio de la noche. Por un lado, cinco de ellas fueron insensatas o necias, no tomaron aceite suficiente en caso de que el esposo retardase su venida. Por otro lado, cinco de ellas fueron prudentes o sabias tomando más aceite por si la espera se prolongaba (Mateo 25:3-4). Sin lugar a duda, la actitud de unas y de las otras hablaba a voces de lo que verdaderamente creían. Las insensatas no tomaron aceite suficiente porque en ningún momento estaban preparadas para la venida del esposo, quizás pensaron: “el esposo se retrasa ya tendremos tiempo de prepararnos cuando venga”. Su actitud necia fue una actitud de bajar la guardia frente a la venida del esposo al tiempo que fue una declaración de que posiblemente nunca creyeron que el esposo acabaría llegando en aquel día. Las sabias su actitud mostró no solamente responsabilidad sino también una certeza y confianza segura que el esposo vendría, no sabían cuándo, pero una cosa tenía clara, debían estar preparadas, velar y vigilar para que, cuando el esposo llegase, pudiesen entrar al gran banquete de boda. Así es el reino de los cielos, por ello la conclusión de Jesús en la parábola es “velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”. La actitud de todo creyente verdadero frente a la venida de Jesucristo y la consumación del reino de los cielos debería ser una actitud de vigilancia, de no bajar la guardia frente a la desconocida pero inminente y certera venida de Cristo. La actitud de ser vigilantes y velar demuestra que, creemos que nuestro Señor Jesucristo regresará para el establecimiento de su reino. Tu fe se muestra estando preparado para la venida de tu Señor. La sabiduría en tu vida se muestra practicando la constante vigilancia y atención a la venida de Cristo. Por ello, no bajes la guardia en tu vida, no permitas que la necedad haga acto de presencia y vela para que cuando tu Señor venga te encuentre preparado para la gran boda del Cordero.