Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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LA BUENA OBRA DE DIOS
“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”
(Filipenses 1:6 )
      Dios es el Creador de todas las cosas, visibles e invisibles. Desde el vasto universo con sus grandes galaxias hasta el átomo más pequeño, todo ello es parte de la obra de nuestro Dios. En el principio Dios habló y su palabra poderosa trajo todas las cosas en existencia. De la nada Dios creó los cielos, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, el orden irrumpió en medio del caos, la vida llenó una creación que Dios mismo no la creó para estar vacía (Génesis 1:31; Isaías 45:18). Contemplar la creación es vislumbrar la obra de las manos de nuestros Dios, es conocer la deidad de Dios y su eterno poder. Al mismo tiempo, la creación es la revelación continua de la gran bondad de nuestro Dios. Cuando Dios acabó de crear todas las cosas, él mismo miró todo lo que había hecho, el Creador contempló la obra de sus manos, desde los pájaros del cielo hasta el ser humano como la corona de su creación y estableció su declaración final, “y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era buena en gran manera” (Génesis 1:31). Desde el principio Dios hizo una buena obra la cual fue arruinada por el pecado contra el Creador. Aquella obra que comenzó como buena fue herida, corrompida y dañada por el pecado. Toda la creación gime a una esperando volver a ser esa buena obra para la cual Dios la creó. Ahora bien, que gran gozo escuchar la persuasión segura y firme que tenía el apóstol Pablo hacia los Filipenses; “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra”. Ciertamente el pecado arruinó la obra creada por Dios, pero el Creador no pasó página sobre aquellos que él creó. Pablo tenía la persuasión, es decir, la certeza firme que Dios había empezado en los Filipenses la buena obra. Gracias a la comunión que los Filipenses habían tenido con el apóstolo en la extensión, defensa y confirmación del evangelio de Cristo, Pablo tenía la certeza segura de algo en la vida de ellos, Dios había empezado la “buena obra”. Dios lo hizo todo bueno en gran manera en el principio, pero su poder creador no quedó limitado después de la caída. Al igual que en la primera creación. Dios ha empezado la “buena obra” en la vida de aquellos que por su gracia ha salvado por medio de la fe en Jesucristo. La buena obra que Dios hizo en la primera creación ahora es nuevamente hecha y vista en la vida de aquellos redimidos. El poder creador desplegado en la creación volvió a desplegarse en la vida de todo creyente en Cristo. Somos creación suya, la evidencia de la nueva creación que un día llegará plena y gloriosa cuando Cristo regrese. Dios no nos dejó hundidos en nuestro pecado, sino que, empezó en nosotros la buena obra el día que su gracia nos salvó. Ahora bien, la persuasión del apóstol en cuanto a la buena obra de Dios en la vida del creyente no reside solo en que fue empezada sino en que ciertamente y sin duda alguna será terminada por Dios, el que la empezó “la terminará hasta el día de Jesucristo”. Dios no deja las cosas a medias, el día que nos salvó hizo algo nuevo de nosotros, encaminó nuestras vidas a ser formadas a la imagen de Cristo, es esta obra la que Dios no dejará a medias. Llegará el día que seremos justos, perfectos y sin mancha a la imagen de nuestro Señor Jesucristo. Cuando Jesucristo regrese la obra de Dios en nosotros será terminada. Sin duda alguna, esto es una gran seguridad en nuestra salvación. El fin de la buena obra será la plenitud de nuestra salvación. Dios la empezó y Dios la terminará. En ese día de Jesucristo, nuestro Dios mirará nuestra vida plena a la imagen de Cristo y con gozo y gran alegría dirá que todo lo que hizo es bueno en gran manera.  
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Filipenses 1:1-11
1ª Tesalonicenses 5:12-24
Romanos 8:18-27
Romanos 8:28-39
FINAL DE SEMANA
SER COMO ÉL
“Porque a los que antes conoció,
también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”
(Romanos 8:29)

      La primera pregunta del Catecismo de Westminster es; “¿Cuál es el fin del ser humano?” y la respuesta a ella es; “el fin del ser humano es glorificar a Dios y gozar de él eternamente”. Glorioso fin el que establece el Catecismo de Westminster. Ahora bien, si preguntamos ¿cuál es el fin de nuestra salvación? ¿Cuál es el propósito para el cual Dios nos salvó? La respuesta teológica a ello sería la glorificación. A los que Dios predestinó desde antes de la fundación del mundo, a éstos también llamó; y los que llamó por su gracia efectiva a éstos también justificó; y a los que justificó declarándoles por medio de la fe en Cristo, perdonados y no culpables, a éstos también glorificó. La glorificación es el fin de la buena obra salvadora empezada por Dios en la vida de todo creyente. La glorificación es la meta final en la carrera que tuvo su inicio el día en que Dios por su gracia empezó la buena obra en nuestra vida. La glorificación es el último paso en la redención, el acto que sucederá en el día de Jesucristo. En ese día grandes verdades sucedidas ya en nuestra vida tendrán su consumación final. En esa glorificación recibiremos la adopción plena como hijos de Dios, recibiremos la redención de nuestros cuerpos perfectos y resucitados. En un abrir y cerrar de ojos la gloria será lo que tomará lugar en nuestras vidas. Sin lugar a dudas, un final glorioso de la obra que Dios empezó en aquellos que él conoció y predestinó. Ahora bien, podría decirse que la glorificación se resume en, “ser hechos a la imagen de su Hijo”. El objetivo final de la salvación es ser hechos a la imagen del Hijo de Dios. La obra que Dios empezó y que él terminará es que todo aquel que él ha salvado sea hecho a la imagen de su Hijo, así lo expresó el apóstol Pablo a los Romanos; “porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. En la vida del creyente Dios obra en todas las cosas para que el bien de ese final se produzca en ellos (Romanos 8:28). En la vida del cristiano Dios trabaja en todas las cosas para que todas ellas, en la providencia divina, obren para el bien de llevar la salvación a la consumación final de ser hechos a la imagen de Cristo. Hay situaciones que no podemos entender, incluso situaciones en la vida que podemos llegar a pensar que son negativas pero, incluso estas últimas en las manos de nuestro Dios funcionan para que el fin último de ser hechos a la imagen de Cristo se dé en nosotros. La razón de ello es porque existió desde antes de la fundación del mundo un conocimiento íntimo de Dios hacia los suyos. ¿Qué conoció Dios de nosotros? ¿Cuál fue el conocimiento íntimo que Dios tuvo de los suyos? Pablo nos deja con el misterio pero, sí que establece que en la omnisciencia de nuestro Dios hubo un conocimiento íntimo, Dios nos conoció y a los conocidos por él marcó nuestro destino final, nos predestinó para ser hechos conformes a la imagen de su Hijo. De una manera incomprensible y que escapa muchas veces de nuestra mente, Dios estableció por elección soberana el destinó de todos aquello que el conoció. Suceda lo que suceda en este mundo, sean cuales sean las situaciones que tengamos que vivir, nuestro destino está marcado de antemano, determinado por soberana decisión y elección. La imagen de nuestro Señor Jesucristo, la perfección de su justicia y santidad es lo que nos espera al final de nuestra salvación. Dios estableció dicho fin en nuestra salvación para el propósito de que su Hijo pueda ser el primogénito entre muchos hermanos; “para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Así como el primer Adán debía ser el primogénito de toda una raza humana que glorificase a Dios y extendiese la gloria del reino del Altísimo, ahora el Hijo será el primogénito, el que sustenta la posición privilegiada, los derechos de primogenitura entre muchos que por gracia seremos hechos a su imagen y considerados sus hermanos. Aunque no lo parezca esto es una gran seguridad de salvación en la vida de todo creyente. ¿Crees que habrá algo que pueda parar este fin tan glorioso? Si algo impidiese ese propósito final, Dios habría fallado en su salvación, Cristo habría fallado en su gloriosa obra redentora. Pero, no habrá ninguna cosa creada que pueda separarnos del amor de Dios en Cristo. Podemos tener gran consuelo y esperanza porque el glorioso fin de nuestra vida está fijado y debes saber que es glorioso, la imagen del su Hijo.