Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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REFUGIO ETERNO
“Señor tu nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”
(Salmo 90:1-2)
      La eternidad de Dios es uno de los atributos esenciales de su ser. La eternidad de Dios nos habla que él no está limitado por el tiempo. Aun y cuando nuestro Dios actúa en medio del tiempo y la historia, su eternidad hace que su ser y persona no estén limitados por el tiempo. Todo el tiempo está delante de Dios, los siglos, los años, los días, las horas, los minutos y segundos, están delante de él pero ninguno de ellos puede limitar a Dios. Dios contempla el paso del tiempo siendo el Eterno y el siempre presente. Es por esta razón que para Dios mil años delante de sus ojos son como el día de ayer que pasó y como una de la vigilias de la noche (Salmo 90:4). La eternidad de nuestro Dios hace que su cuidado pueda ser también siempre presente para la vida de sus hijos y para la vida de su pueblo. Moisés bien sabía que Dios había sido refugio para ellos a lo largo de todo su peregrinaje en el éxodo cuando escribió el Salmo 90 guiado por el Espíritu de Dios. Desde que Dios extendió su mano redentora para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, hasta la entrada de la tierra prometida, Dios había sido refugio para ellos pero, no un refugio momentáneo y perecedero, sino un refugio siempre presente, de generación en generación; “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación”. La expresión habla del siempre presente amparo, refugio y cuidado de Dios para con los suyos. ¿Cómo es esto posible? Lo es porque antes que todo fuese creado por Dios, desde la eternidad misma, Dios es Dios; “antes que naciesen los montes y formases el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. La eternidad de Dios hace que Dios no cambie, el paso del tiempo no afecta al ser de Dios, siempre es y será el mismo, por ello su amparo y refugio para con los suyos es siempre presente y nunca perecedero. Los días y años pasan en nuestra vida pero nuestro Dios es siempre el mismo. El paso del tiempo no cambia el cuidado y refugio de Dios para nosotros. Desde que Dios nos salvó en Cristo ha sido refugio siempre presente para nosotros. Lo sigue siendo en todo momento de nuestra vida y lo será hasta el fin de nuestra salvación. Para nuestro Señor un día es como mil años y mil años como un día por eso el Señor no retarda su promesa hasta que todos los suyos procedan al arrepentimiento y salvación (2ª Pedro 3:8). Debemos cobrar ánimo en el paso de nuestros días porque nuestro Dios eterno nos es refugio eterno.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Salmo 90:1-17
Salmo 46:1-11
Apocalipsis 1:1-8
Judas 24-25
FINAL DE SEMANA
CONFIRMA LA OBRA
DE NUESTRAS MANOS
“Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros. Sí, la obra de nuestras manos confirma” (Salmo 90:17)

      Posiblemente uno de los mayores gozos que podemos tener, es que nuestro Dios confirme nuestra obra. Sin lugar a dudas, dicha confirmación es una muestra de la misericordia de Dios hacia nosotros, una evidencia que Dios ha vuelto su rostro a nuestro favor. Moisés al final de su Salmo 90 pide a Dios que en su misericordia confirme la obra de las manos de su pueblo. Ahora bien, en realidad Moisés realiza dos peticiones que ambas dependen de la absoluta soberanía y misericordia de Dios para su cumplimiento: “Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros” y “la obra de nuestras manos confirma”. Las peticiones de Moisés no solamente cierran la sección de súplica del Salmo 90 (vv.13-17) sino que también cierran toda la oración de Moisés, el varón de Dios. Es por ello que resulta importante contextualizar las palabras de Moisés dentro de su oración. Moisés ha mostrado la eternidad de Dios en contraste con la finitud del ser humano y ha enseñado a Israel que la razón por su finito estado se debe a su pecado y a la realidad de la ira de Dios (vv.7-12). ¿Qué pedir en estos momentos? ¿Qué pedir frente a tal terrible realidad? La súplica de Moisés es que Dios se vuelva a ellos “vuélvete Jehová” (v.13), es que Dios sacie cada mañana a sus siervos de su misericordia para que así podamos alegrarnos todos nuestros días, (v.14), es suplicar que Dios haga aparecer su obra y su gloria en su pueblo (v.16). Ciertamente, el pecado es una realidad en nosotros pero, bien podemos pedir a nuestro Dios que vuelva su rostro a nosotros, que muestre cada mañana su misericordia para alegrarnos, que alce su obra y gloria en nosotros. Esta obra y gloria de Dios no es más que la grandeza de saber que Dios ha vuelto su rostro sobre nosotros para mostrar misericordia a sus siervos a pesar de nuestro pecado, a pesar del tiempo que hayamos podido andar en el mal. Esta luz del favor y la misericordia de Dios es la que pide Moisés; “sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros”. Pero, al mismo tiempo, también pide que Dios confirme la obra de las manos de su pueblo. Moisés sabía que la obra de la misericordia de Dios en su pueblo no exime que su pueblo obre a la luz de la misericordia que ha recibido de Dios. Si Dios no resplandece sobre nosotros en favor y misericordia y si Dios no confirma nuestra obra, en vano edificamos. La luz de nuestro Dios resplandeció en su Hijo Jesucristo quien es la luz de la revelación de su gloria y salvación. En Jesucristo Dios volvió su rostro, favor y misericordia. Confirmó su obra y gloria en nosotros a pesar de nuestro pecado y por esa obra debemos pedir que Dios confirme la obra de nuestras manos. El fruto de la obra de vivir en santidad y devoción, el ser guiados por Dios en cada paso de nuestra vida a la luz de su obra en nosotros. No hay día que pase que no debamos decir: “La obra de nuestras manos confirma sobre nosotros. Sí, la obra de nuestras manos confirma”.