Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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MI PRESENCIA DARÁ DESCANSO
“Y él le dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”
(Éxodo 33:14)
      El verdadero descanso es un don divino que ya fue dado desde el principio de la creación de todas las cosas. En las ordenanzas de la creación, Dios estableció el descanso como parte de todo lo creado. En seis días Dios creó y todo lo bueno que Dios había creado entró en el reposo eterno de Dios en el séptimo día. Todo lo creado quedaba incompleto sin el descanso del séptimo día. Un día y un reposo pensados para perdurar eternamente. En el séptimo día Dios descansó y toda la creación participó de ello. De la misma manera, más adelante Dios dio el día de reposo a Israel, al mismo tiempo la tierra debía igualmente descansar y reposar. Aun y la caída del ser humano, el descanso que Dios estableció en la creación no fue algo que quedó como un recuerdo de un pasado mejor, de alguna manera Dios lo mantuvo en medio de una vida turbada por la maldición del pecado. Dios mantuvo el descanso y siguió dando descanso a los suyos haciendo memoria de lo que una vez tuvo el ser humano pero, al mismo tiempo, anunciado la venida de un reposo mayor y final para los que perseveran en su Dios (Hebreos 4:1-13). Ahora bien, ¿qué sería el descanso sin la presencia de Dios? ¿Qué sería el séptimo día de reposo sin la presencia del Aquel que descansó en ese día? El descanso sin Dios sería algo vacío, algo sin sentido, sería simplemente un espejismo de descanso. Es por ello que, es la presencia de Dios la que produce el descanso y así se lo hizo saber Dios a Moisés. Simplemente las palabras de Dios a Moisés ya hubiesen tenido que ser de descanso para el alma del siervo de Dios “mi presencia irá contigo y te daré descanso”. Debido al pecado de Israel con el becerro de oro (Éxodo 32) Dios determinó que su presencia no estaría con su pueblo en el trayecto a la tierra prometida. Todo era vano y un sin sentir sin la presencia de Dios. ¿Qué razón hay para seguir adelante sin la presencia de nuestro Dios? ¿Qué de precioso podía tener la tierra que fluía leche y miel si la presencia de Dios no estaba allí? ¿Qué descanso podía haber en el camino y en esa tierra si el que reposó en la creación no estaba con ellos? La respuesta a todas estas preguntas es una, nada tenía sentido sin la presencia de Dios. Es por ello que frente a la petición de Moisés de que Dios le mostrase que había hallado gracia delante de él, Dios le prometió dos cosas. Primero, su presencia, “y él dijo: Mi presencia irá contigo”. La presencia de Dios con Moisés y con el pueblo fue la muestra de la gracia de Dios. Aun y haber pecado la gracia de Dios fue mayor y prometió su presencia. No puede perderse de vista que la presencia de Dios en nosotros no es una obligación divina sino la muestra de la gracia sublime y el favor inmerecido de nuestro Dios en la vida. Dios le hubiese podido dar a Moisés a uno de los seres viviente que están alrededor del trono para estar con él pero no fue así. Dios se dio a sí mismo, Dios dio su misma presencia y fue esta presencia la que llevó a la segunda cosa prometida, “y te daré descanso”. Solo es la presencia de Dios la que da descanso. El camino podía ser arduo, lleno de pruebas y de caídas pero, mientras la presencia de Dios estuviese allí, el descanso sería una realidad. ¡Cuánto debemos aprender que buscar el verdadero descanso en la vida es entender que es un don divino que se encuentra en la presencia de nuestro Dios! ¿No se dio Dios a sí mismo en la persona de Jesucristo? ¿No dará nuestro Padre celestial su Espíritu a los que se lo pidan? ¿No prometió Jesucristo su presencia hasta el fin de los días? Nuestro camino estará lleno de caídas y de trabajo duro pero si la presencia de Dios está con nosotros el descanso no nos faltará. El descanso no te faltará y los verdes prados en medio del camino siempre estarán si la presencia de Dios va contigo.
INICIO DE SEMANA
Martes  
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Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Génesis 1:1-31; 2:1-3
Éxodo 20: 8-11
Salmo 95:1-11
Hebreos 4:1-13
FINAL DE SEMANA
DESCANSO PARA EL CARGADO
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón;
y hallaréis descanso para vuestras almas”
(Mateo 11:28-29)


      En tiempos antiguos existían los porteadores. Su función era poder llevar las cargas de los demás cuando éstas se hacían demasiado pesadas. Los hombros y las espaldas de los otros estaban a disposición de aquel que estaba cargado y cansado por el peso de su carga pudiendo descansarla por un tiempo en el otro porteador. En ocasiones, esto podía hacerse de manera voluntaria, en otras ocasiones la legislación romana podía obligar a sobrellevar la carga del otro. Las autoridades romanas podían escoger a uno para llevar la carga, como fue el caso de Simón de Cirene con la cruz de Jesús (Mateo 27:32), obligándolo a llevarla una milla más allá (Mateo 5:41). El llamado romano era una obligación pero, el llamado de Jesucristo a los trabajados y cargados es una bendición. Jesús llama a los trabajados y cargados a venir a él para recibir descanso de sus trabajos y de sus cargas; “venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”. Jesús había dicho a los discípulos de Juan que los ciegos veían, los cojos andaban, los sordos oían, los muertos eran resucitados como señal de que él era el Mesías prometido, como evidencia que el reino de Dios se había acercado (Mateo 11:5). Jesús lanzó advertencias terribles sobre las ciudades de Corazón, Betsaida y Capernaum mostrando que mayor luz les había sido dada a ellas por la presencia del Mesías y del reino de los cielos en medio de ellas. Es en este contexto que Jesús alaba al Padre porque todas estas cosas las entregó al Hijo y porque el Padre ha revelado estas verdades, no a los sabios y entendidos que confían más en su propia sabiduría y conocimiento, sino a los que son como niños, a los que confían en aquel que es su Padre. Responder al llamado de Jesús “venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados” es una respuesta que únicamente es posible por la revelación divina en nuestras vidas de quien es aquel que nos llama a venir a él. La invitación de Jesús implica que la gracia de Dios nos ha revelado que Jesús es el Cristo y que nuestras vidas están trabajadas y cargadas y que por ello necesitan descanso. Así como Israel era una nación trabajada y cargada por el peso de su pecado, nuestras vidas están trabajadas y cargadas por el continuo peso y presión que el pecado ejercer en nosotros. Pueden llegara ser vidas que en ocasiones parecen arrastrar cadenas de reos ancladas a los pies las cuales hacen el camino difícil. La invitación de Jesús no es a los que no ven esta realidad en su vida sino todo lo contrario ¿hay trabajo y carga en tu vida? Entonces sabes que la invitación de Jesús presenta una promesa sublime; “y os daré descanso”. Su promesa es promesa divina, únicamente Dios es quien puede dar verdadero descanso por medio de su presencia. Las palabras de Dios a Moisés fueron “mi presencia estará contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33:14), por ello, las palabras de Jesús son una afirmación doble. Por un lado, una afirmación de su divinidad, aquel que las proclama es Dios encarnado. Por otro lado, son una afirmación de certeza y seguridad. Responder por gracia a la invitación de Jesús es recibir descanso de los trabajos y las cargas de la vida. Es recibir el descanso que Dios estableció en la creación misma. Tu vida trabajada y cargada por los afanes y por la realidad del pecado únicamente recibirá el descanso verdadero si respondes a la invitación de Jesús. Ahora bien, la invitación es doble; “venid a mí” y “llevad mi yugo”, “aprended de mí”. Acudir a Jesucristo ciertamente es hallar descanso para nuestras almas pero también es ser porteadores del yugo de Jesucristo y aprender de él. El descanso ofrecido por Jesús no es un descanso que produce un cese del trabajo y responsabilidad en nuestra vida, todo lo contrario. El descanso conlleva entender que ahora la vida en Jesucristo es una vida de discipulado que toma, sigue y obedece las leyes, valores y principios del reino de los cielos. Es una vida que aprende de la mansedumbre de Jesucristo. Sus mandamientos no son gravosos para la vida de los redimidos sino que son el verdadero camino de descanso en la vida. En tu vida, Jesucristo es el dador del descanso y seguirle a él, por difíciles que puedan ser sus pisadas es, irónicamente, el único camino de verdadero descanso en tu vida.