Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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NOMBRE DE SALVACIÓN
“Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel:
Yo soy me envió a vosotros”
(Éxodo 3:4)

      El nombre representa la identidad de una persona. El nombre conlleva toda una serie de características propias, por ello, llamar a alguien por su nombre es apelar a su personalidad e identidad. De manera especial en la cultura del Antiguo Testamento, los nombres estaban estrechamente relacionados con la identidad y con la función de las personas. Cuando Set fue dado por Dios a Eva su nombre significó “sustitución” ya que había sido dado en sustitución por Abel (Génesis 4:25). De la misma manera, Lamec llamó el nombre de su hijo Noé cuyo significado es “consuelo” o “descanso” debido a que su función sería traer descanso de las obras de las manos a causa de la tierra que Jehová maldijo (Génesis 5:29). Dicho de otra manera, el nombre supone la revelación de la persona, su personalidad e identidad. Esta es la razón por la cual los nombres de Dios son parte de su revelación, ellos nos descubren atributos en cuanto a la identidad, personalidad y obra del Dios que se revela. Esto mismo fue lo que Dios le reveló a Moisés cuando le preguntó su nombre. El gran problema que Moisés tenía era el nombre de Dios que debía darle a Israel. Todos los dioses de Egipto tenían nombre, todos ellos estaban asociados y limitados a una función específica y concreta pero, ¿con qué nombre se presentaría a Israel? ¿Qué nombre les daría del Dios que le enviaba? Si dar un nombre es definir y limitar aquello que es nombrado ¿Qué nombre dar del Dios al que no le pueden ser puesto límites? (Éxodo 3:3) Dios solucionó el problema de Moisés, “y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy”. Dios le dio su nombre, él es el gran YO SOY, el que siempre es, el que nunca deja de ser, el que es de manera permanente, continua y presente, el que no tienen ni principio ni fin, el Eterno y Gran YO SOY. Ahora bien, ¿qué supone exactamente el nombre que Dios le dio a Moisés? Dios le dio su nombre a Moisés para que Israel supiese que era él y no otro el que enviaba a Moisés a Israel “y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros”, por tanto, el nombre de Dios está relacionado con la función para la cual envió a Moisés a Israel. Por ello, no es casualidad sino providencia divina que el nombre del Gran YO SOY fuese dado en el contexto del éxodo. Hasta ahora Dios no se había dado a conocer con este nombre y la razón de ello es porque el tiempo del éxodo todavía no había llegado. Ahora, después de cuatrocientos años y en la economía divina de los tiempos, Dios se hacía presente para liberar a su pueblo de sus pecados, redimirlos de la esclavitud, mostrarles su amor y llevarlos a una relación íntima de pacto con ellos. Esto es lo que significa el nombre “YO SOY EL QUE SOY”. Dios es el que se hace presente para salvar a los suyos, él es el siempre presente Salvador y Redentor de su pueblo, aquel cuya misericordia para con los suyos es nueva cada mañana y siempre presente para aquellos que él ha salvado. El nombre de YO SOY es nombre divino, nombre de salvación, nombre de liberación, nombre de misericordia, nombre de amor, nombre lleno de gracia y de verdad. Si la revelación del nombre dado a Moisés fue grande ¿cuánto más la revelación de este nombre dado en la persona de nuestro Señor Jesucristo? Él es el Gran YO SOY encarnado del éxodo. Nombre sublime nos ha sido dado en el nombre de Jesucristo, el YO SOY. No olvides que su nombre supone salvación para tu vida, supone que cada mañana encuentres misericordia y amor que no cambian para ti, supone que Dios vino para salvarte y llevarte a una relación de amor en su Hijo, el Gran YO SOY.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Éxodo 6:1-8
Mateo 1:18-25
Filipenses 2:5-11
Hechos 4:1-22
FINAL DE SEMANA
NO HAY OTRO NOMBRE
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo,
dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hechos 4:12)

      El apóstol Pedro en su mensaje lleno del Espíritu Santo a los gobernantes del pueblo y ancianos de Israel, les expuso de manera clara la singularidad de la salvación que existe en un solo nombre. La singularidad de la salvación reside en las primeras palabras del apóstol “y en ningún otro hay salvación”. Pedro establece que la salvación se encuentra en una única persona. El don de la salvación ofrecida por Dios reside únicamente en un solo individuo quien se identifica con un solo nombre. El apóstol muestra esta singularidad del único nombre en el cual hay salvación con dos negativos “y en ningún otro hay salvación”. ¿Cuá es la razón de ello? Porque Dios no ha dado al ser humano otro nombre en el cual podamos ser salvaos. Pedro no duda en decir que la causa es “porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. En esta tierra, en este mundo bajo la bóveda celeste, solamente hay un nombre que ha sido dado a los hombres en el que poder hallar salvación. Dios no ha repartido su salvación de manera plural. En temas de salvación Dios no es un Dios pluralista, el pluralismo no entró en los planes de Dios, el ecumenismo nunca ha estado en el decreto divino para salvación. Siendo así, no existió, ni existe ni existirá un reparto de pedazos de la salvación en diversos nombres bajo el cielo dados a los hombres. En ningún otro se encuentra la salvación que Dios decretó desde la eternidad misma. Muchos nombres a lo largo de la historia se han asociado con grandes movimientos espirituales, con grandes líderes religiosos pero, ninguno de ellos fue nombre designado por Dios para focalizar y obrar su salvación a favor del ser humano pecador. ¿Cuál es este nombre salvador? El nombre se identifica con la persona, por tanto, conocer el nombre de salvación es hallar al único Salvador, es hallar al que Dios ha designado como el capitán de nuestra salvación, al pionero que abre camino de salvación para aquellos que por fe le seguimos. El apóstolo Pedro sin duda alguna identifica a Jesús de Nazaret, aquel que fue crucificado, que Dios levantó de los muertos y que fue rechazado por los suyos, como el foco y el centro de la salvación (Hechos 4:10-11). Ha sido la voluntad divina que la salvación de Dios se encuentre focalizada en una sola persona, es decir, la persona de Jesucristo. En cierta manera, que el nombre haya “sido dado” es un acto de gracia sublime. No es un nombre que ha sido adquirido por el ser humano, tampoco el ser humano le ha asignado carácter salvador al nombre de Jesucristo, el nombre ha sido dado a los hombres, por tanto, proviene del puro designio de la voluntad divina el dar por gracia al ser humano la salvación en la persona y nombre de su Hijo Jesucristo. El acto de nombrar implicaba, no solamente la demostración de autoridad sino también establecía el propósito de la persona nombrada. El nombramiento del Salvador fue divino, fue Dios quien a través de su ángel le dijo a José: “llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Fue el Padre quien dio nombre a su Hijo, fue el Padre quien estableció el propósito de su Hijo. La salvación decretada desde la eternidad en el Hijo eterno de Dios se hizo realidad en la historia en el momento que Dios dio al ser humano el único nombre de salvación, Jesús de Nazaret. Bendito nombre de salvación nos ha dado nuestro Dios en la persona de nuestro Señor Jesucristo. Es el nombre que cada día debe acompañar tu vida. Cuando el tropiezo del pecado se hace real en tu caminar, no te olvides que solo en el nombre de Jesús hay perdón y salvación. Cuando la aflicción y la angustia son enemigos presentes en tu vida, no te olvides que Dios te ha dado nombre de salvación en la persona de su Hijo Jesucristo para aferrarte a él en medio de la prueba. Cuando el padre de mentira asalte tu vida y susurre a tu oído que nada mereces por quien eres, nunca te olvides que Dios te ha dado en Jesucristo nombre de salvación por su gracia, misericordia y bondad. En el nombre que es sobre todo nombre, el nombre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre te ha dado nombre de adopción. Por ello, por su gracia persiste hasta el fin, hasta el día que Dios descubra en su reino para el que venciere ese nombre nuevo escrito en una piedrecita blanca (Apocalipsis 2:17).