EL TRABAJO
NO ES EN VANO
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”
(1ª Corintios 15:58)
      Todo aquel que trabaja quiere que su trabajo sea significativo y no sea en vano. Todo aquel que está implicado en una obra desea que su esfuerzo y dedicación no sea algo vacío que no tiene ninguna trascendencia. Mas bien, existe el deseo que su trabajo tenga un sentido y, sobre todo, tenga el resultado o fruto para el cual ha sido realizado. El labrador que con arduo esfuerzo trabaja la tierra, desea que su trabajo no sea en vano, trabaja para poder tener el resultado de recoger más adelante el fruto de la tierra que ha trabajado. El maestro que con dedicación y paciencia trabaja en la vida de sus estudiantes enseñándoles, no solo contenidos sino también principios, desea que su trabajo no sea algo vacío. Trabaja para que todo lo enseñado dé su fruto en la vida de sus estudiantes y lleguen a ser aquello para lo que han sido enseñados. El escultor que trabaja la piedra no quiere que el trabajo de su cincel, de su maza y martillo y de sus gradinas sea en vano, quiere que las horas pasadas trabajando y moldeando la piedra den el fruto de poder contemplar en la realidad la escultura que tenía bien diseñada en su mente. Podría decirse que, prácticamente sin excepción, todo aquel que trabaja desea que su trabajo no sea en vano, sino que dé su fruto. Lo mismo sucede con aquellos que trabajamos en el Señor. Aquellos que trabajamos en la obra del Señor deseamos que nuestro trabajo no sea en vano, sino que dé el fruto por el cual trabajamos. Ahora bien, uno podría pensar que algo así es únicamente aplicable a los ministros de Cristo que trabajan en la obra del Señor, pero, la verdad es aplicable a todo creyente en Cristo Jesús. El apóstol Pablo claramente les dijo a los santos en Corinto que debían estar firmes en la obra del Señor sabiendo que todo su trabajo en el Señor nunca sería en vano; “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1ª Corintios 15:58).
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío, muchas gracias por la victoria que me has dado en tu Hijo Jesucristo. Padre, sé que es algo que me has dado por gracia y por ello te alabo. Gracias por la victoria sobre la muerte y el pecado que tengo por medio de Jesucristo. Dios mío, obra en mi vida de tal manera que pueda estar firme e inmovible abundando en la obra de mi Señor. No permitas Padre que piedra de vista que el trabajo que me has dado en el Señor nunca es ni será en vano. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

1ª Corintios 15:1-28

MIÉRCOLES

1ª Corintios 15:29-58

JUEVES

Juan 15:1-11

VIERNES

Filemón 1-25

SÁBADO

Hebreos 10:19-25
      Las palabras del apóstol Pablo son palabras de gran ánimo para la obra y trabajo en el Señor, pero, ¿qué razón podía tener el apóstol para estar tan seguro que el trabajo en el Señor nunca es en vano? ¿Cómo podía Pablo animar a esos creyentes en Corinito a crecer en la obra del Señor teniendo la certeza de que el trabajo que se realiza en el Señor nunca es algo vacío o pérdida de tiempo? Pablo podía tener la certeza que el trabajo en el Señor nunca sería en vano porque Cristo resucitó de los muertos y Dios ha dado a todo creyente la victoria en el Señor Jesucristo. Primero Pablo realiza el llamado de estar firmes. Segunda muestra la manera en cómo debemos estar firmes.
      Por último, Pablo da el conocimiento que trae razón de ser y seguridad al llamado de estar firmes. Las palabras del apóstol son el cierre a posiblemente el capítulo más teológico de toda la primera carta a los Corintos. No hay duda alguna que las cartas que Pablo escribió a esos santos fueron cartas altamente pastorales. Debido a situaciones complicadas que la iglesia estaba viviendo, Pablo debe escribirles exhortándoles, amonestándoles, corrigiéndoles y pastoreándoles para que así siguiesen creciendo en el evangelio de Cristo que habían recibido y creído. Entre esos problemas que tenían y que Pablo tuvo que corregir, fue la duda o negación por parte de algunos de la resurrección final de todo creyente.


      Pablo bien sabía que negar la resurrección de todo santo estaba directamente ligado a la negación de la resurrección de Jesucristo. Si no hay resurrección final entonces Cristo tampoco resucitó ya que él es la primicia, el primer fruto de la resurrección final. Si Cristo no resucitó el trabajo en el Señor es vano. Si no hay esperanza final, entonces la fe es vana y todo el trabajo que brota de esa fe carece de fertilidad alguna. El trabajo de la predicación no tiene sentido, es vacío como el eco que simplemente trae de vuelta la voz del que habla, pero sin nada nuevo. Por ello, Pablo debe mostrarles que Cristo verdaderamente resucitó de los muertos y es el primer fruto de todos aquellos santos que resucitarán al fin de la historia. El Cristo resucitado es la primicia de la transformación que todo creyente sufrirá al fin de los tiempos. Pero la resurrección de Jesucristo es mucho más, es la base sobre la cual se sustenta el llamado y el ánimo a que como creyente estemos firmes y constantes. ¿Por qué? Porque en Jesucristo que resucitó Dios nos ha dado la victoria. Para el creyente la muerte, aunque tenga que pasar momentáneamente por ella, no tiene victoria última, el sepulcro ha perdido su victoria. La muerte como el aguijón del pecado está vencida, el poder del pecado derrotado porque Jesucristo que murió en la cruz y llevó el castigo de nuestro pecado, fue hecho pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Cristo. El poder del pecado fue totalmente derrotado porque ya no hay pecado por el que debamos pagar, no hay pecado no perdonado porque todo él está bajo la sangre del Cristo resucitado, por ello, “gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1ª Corintios 15:57). Es precisamente esta victoria la base para el llamado a estar firmes y constantes.
      Cuando Pablo les dice a los Corintios “así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes”, el apóstol introduce sus palabras no como un llamado solitario en su argumento. No son palabras que sobresaltaron al apóstol de botepronto sino que son el resultado de saber que Dios nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo “por tanto hermanos míos amados”, ya que como creyentes Dios nos da la victoria sobre la muerte y el poder del pecado por medio del Señor Jesucristo quien resucitó y vive “estad firmes y constantes”. Pablo no lanza una surgencia, no les está diciendo que si quieren y lo desean estén firmes y constantes. Mas bien el apóstol les llama con toda seguridad y autoridad apostólica a estar firmes y constantes.
      Como el padre que le dice al hijo que se esté quieto, así Pablo anima a los santos. El énfasis de Pablo recae en la idea de estar inmovible, firme como aquel que tiene sus dos pies puestos sobre la roca firme y está preparado para no moverse frente a los embates del viento y la tormenta. Los términos usados por el apóstol ambos hablan de firmeza y estabilidad “estad firmes e inmovibles”, no seáis como veletas en medio del océano movidos de un lugar a otro. No seáis de doble ánimo en vuestra vida como aquel que no sabe lo que quiere y tampoco sabe dónde está. Nuestra firmeza como creyentes proviene de la realidad que Jesucristo resucito y, por tanto, tenemos esperanza en el presente y en la eternidad. Debemos estar firmes e inmovibles en nuestras vidas porque ciertamente tenemos victoria en Jesucristo quien resucitó y venció sobre la muerte. La resurrección de nuestro Señor Jesucristo y la victoria sobre la muerte que Dios nos ha dado por gracia por medio de Cristo Jesús, no debe ser únicamente una doctrina para el futuro, sino que debe ser una doctrina para el presente también. El saber que tenemos victoria en Cristo debería impactar nuestra vida y comportamiento en el presente y, uno de esos impactos de la victoria en el Cristo resucitado es que debemos estar “firmes e inmovibles” en nuestra vida. Ahora bien ¿de qué manera? El apóstol responde a ello “creciendo en la obra del Señor siempre”.


      Sabiendo que Jesucristo resucitó y por medio de él Dios nos ha dado la victoria, la firmeza e inmovilidad de todo creyente debe manifestarse “creciendo”, es decir, “abundando” en algo vital y esencial “en la obra del Señor”. El creyente que entiende y sabe que Jesucristo resucitó de los muertos, que sabe que Dios en su gracia le ha dado la victoria por medio de su Señor, que sabe que ya ni la muerte tiene victoria sobre su vida, debería abundar en la obra de su Señor siempre. El creyente que entiende las implicaciones de la victoria de la resurrección de Jesús en su vida debería estar firme e inmovible abundando siempre en la obra del Señor. Debería ser como ese vaso de agua que es llenado de agua y que una vez llega a su límite sobreabunda y derrama esa agua fresca. ¡Qué conexión tan preciosa! La victoria que tenemos en Jesucristo hace que podamos estar firmes abundando en la obra del Señor. La resurrección de Jesucristo y nuestra victoria en él trae sentido a toda la obra que realizamos en el Señor. Trae sentido a la predicación, trae sentido a seguir creciendo y manteniéndonos en el evangelio. Trae sentido a seguir amándonos en Cristo, a seguir sirviéndonos en Cristo, a seguir implicando nuestras manos en el servicio de su iglesia. Trae sentido a toda la obra, sea cual sea la que Dios nos ha asignado. La razón de ello reside en el conocimiento que debemos tener. Debemos estar firmes e inmovibles abundando siempre en la obra del Señor “sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.
      Pablo informa a los Corintios que hay un conocimiento que no pueden perder de vista, y es que su trabajo en el Señor nunca es vano o vacío. ¡Qué importante es tener tal conocimiento! No hay nada más desalentador que perder de vista el conocimiento de que el trabajo que uno hace tiene sentido y plenitud. Muchos son aquellos que dejan de abundar siempre en la obra de Cristo porque pierden el conocimiento que su trabajo en el Señor nunca es en vano. Es importante entender que Pablo establece que es el trabajo “en el Señor” el que nunca resulta vano. El trabajo para el interés personal, el trabajo para cubrir los propios deseos sean estos legítimos o no, al final resulta un trabajo vano y vacío, todo queda aquí una vez dejamos este mundo. Es únicamente el trabajo “en el Señor” que no es vano, vacío, inútil porque al ser “en el Señor” es hecho en aquel que vive y vive para siempre. Esta es la razón por la cual no es en vano. Debes saber que tu trabajo en el Señor, el trabajar sirviendo en la edificación de su iglesia nunca será en vano porque Jesucristo ha resucitado y en él Dios te ha dado la victoria. La resurrección de Jesucristo y la victoria en él asegura que tu trabajo y servicio en Cristo permanecerá, no únicamente en el presente sino también por toda la eternidad. Así que, hermanos míos amados, no dejemos de servir a Cristo, no dejemos de creer en el evangelio, no dejemos de vivir el evangelio, no dejemos de esforzar nuestras manos para bien en la obra de nuestro Señor y de su iglesia, no dejemos que crecer en la obra de nuestra fe y de nuestro amor.