EL ADVIENTO
DEL HIJO
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo,
nacido de mujer y nacido bajo la ley
para que redimiese a los que estaban bajo la ley,
a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”
(Gálatas 4:4-5)
      Durante todo ese tiempo el sentimiento que crece es el de ver finalmente al hijo, cogerlo en los brazos y contemplarlo en la realidad. Cuando ese tiempo llega, todos los dolores de parto desaparecen y la realidad de poder ver al hijo que ha sido nacido deja atrás todos los dolores, dificultades y momentos angustiosos que han podido darse. Si el cumplimiento del tiempo de la llegada de un hijo al mundo es algo grandioso, ¿cuánto más debería serlo el cumplimiento del tiempo que marcó la llegada del eterno Hijo de Dios a este mundo? El apóstol Pablo escribiendo a los Gálatas les habló del cumplimiento del tiempo que marcó la entrega del Hijo de Dios por parte del Padre, “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4-5).


      Las palabras del apóstol Pablo marcan tres cosas importantes: Primero, el cumplimiento del tiempo del adviento del Hijo de Dios. Segundo el propósito del adviento del Hijo de Dios y tercero, el resultado final del adviento del Hijo de Dios. El apóstol Pablo establece que llegó el momento del “cumplimiento del tiempo”. En la historia de la salvación divinamente ordenada y guiada por Dios, llegó el momento en el que el tiempo llegó a su plenitud, al momento máximo, a la cúspide de toda esa historia. Llegó el tiempo que toda esa historia marcaba y anunciaba, llegó el momento en el que el Padre envió a su Hijo, “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo”. Resulta algo sorprendente el ver que toda la historia pasada y anunciada en las Escrituras del Antiguo Testamento a través de la ley y los profetas, tenía su plenitud en el envío del eterno Hijo por parte de Dios. Toda la historia hubiese quedado a medias, una historia incompleta sin entender plenamente hacia donde se dirigía, si el tiempo no se hubiese cumplido y Dios hubiese enviado a su Hijo. Sin lugar a dudas, el centro de toda la historia es la persona del eterno Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, Pablo muestra que dicho cumplimiento del tiempo marca un cambio importante en la historia.
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Te alabo Dios mío por la gran bendición de poder llamarte Padre. Gracias por haber enviado a tu Hijo, gracias por su divinidad y humanidad perfecta. Gracias Padre por haberme redimido en Cristo y haberme adoptado haciéndome tu hijo en mi Señor Jesucristo. Padre, perdóname por todas aquellas veces que no vivo como lo que soy, hijo tuyo. Perdóname de mis pecados y ayúdame a poder vivir sabiendo que en Cristo Jesús soy tu hijo. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Gálatas 3:19-29; 4:1-7

MIÉRCOLES

Romanos 8:9-17

JUEVES

Efesios 1:3-14

VIERNES

1ª Juan 3:1-10

SÁBADO

Lucas 2:22-32
      La llegada de un hijo para una familia es siempre un acontecimiento precioso y de gran ilusión. Por nueve meses los padres han estado esperando el cumplimiento del tiempo, el cumplimento del embarazo para poder contemplar la llegada de su hijo al mundo. Posiblemente ésta sea la razón primera de toda la ilusión, expectativas y emociones de los padres. Por un periodo de tres trimestres han contemplado a su hijo a través de ecografías y fotografías, algunas de ellas una tanto difíciles de poder ver con claridad al futuro miembro de la familia.
      Pablo introduce el cumplimiento del tiempo como un cambio “pero”. El apóstol ha estado explicando a los Gálatas que la ley funcionaba a modo de ayo o pedagogo para los judíos (Gálatas 3:24). ¿Qué función tenía la ley que Dios entregó a su pueblo? Entre las diversas funciones, la ley encerró todo bajo pecado, estableció claramente el conocimiento de aquello que era pecado (Gálatas 3:22). Por tanto, la ley nunca tuvo ni tendrá la función de salvar. Si alguien intenta tener sus pecados perdonados por medio de las obras de la ley, lo único que conseguirá será mostrar que es más y más pecador. Ahora bien, la ley obró también como el pedagogo, el guía para llevar a Cristo Jesús.
      Si hay algo que la ley hacía era guiar a Jesucristo, aquel en quien el ser humano pecador sí podría ser perdonado de sus pecados y declarado no culpable, nunca por medio de la ley sino siempre por medio de la fe en Jesucristo. Por tanto, la ley misma apuntaba al cumplimiento del tiempo en que Dios enviaría a su Hijo para dar redención y perdón. La ley misma apunta al momento en que la fe vendría en la historia, no porque antes no hubiese fe, la fe siempre ha estado presente como el medio por el cual el percador puede tener perdón y salvación. La ley apuntaba al cumplimiento del tiempo en que la fe tendría delante de sí a Aquel en quien poder confiar de manera clara, el Hijo enviado por el Padre. Esta es la razón por la cual es por medio de la fe que se es heredero de la promesa dada a Abraham y se es hijo de Dios por medio de la fe en Jesucristo (Gálatas 3:25-29). Pablo ilustra su argumento tomando una ilustración posiblemente de la cultura greco-romana de su tiempo. El heredero en una casa mientras es niño no tiene diferencia con el esclavo de la casa ¿por qué? Porque, así como el esclavo está bajo el gobierno de su señor y no tiene derecho alguno, el heredero mientras es niño está bajo la guía, dirección es instrucción de sus tutores (Gálatas 4:1-2). Ahora bien, la cosa cambia cuando el heredero crece y deja de estar bajo sus instructores. Llega el cumplimiento del tiempo en el que el niño pasa a ser heredero de pleno derecho de todo aquello que es su herencia como hijo que es del padre de la casa. Esto es precisamente lo que sucedió en el cumplimiento de la historia de la salvación.


      Llegó el momento en el que aquellos que habían estado esclavos bajo la ley y como niños guiados por el tutor de la ley, serían redimidos de esa esclavitud y serían herederos de pleno derecho. El cumplimiento de dicho tiempo en la historia vino marcado por Dios enviando a su Hijo Jesucristo. Ahora bien, Dios no envió a su Hijo de cualquier manera. El adviento del Hijo de Dios no fue al estilo Superman cruzando el universo en una cápsula espacial. El adviento del Hijo de Dios fue mucho más humilde pero mucho más glorioso al mismo tiempo. Dios envió a su Hijo “nacido de mujer y nacido bajo la ley”. Nuestro Señor Jesucristo no cruzó el universo, sino que dejó su gloria eterna a la diestra del Padre para nacer como un niño. El glorioso milagro y misterio de la encarnación del eterno Hijo de Dios. Nació como un ser humano de carne y hueso siendo así nuestro representante. Ciertamente era el eterno Hijo de Dios, Dios mismo, pero, fue hecho hombre para ser nuestro representante. Nació bajo la ley, no solamente como judío, sino que vivió sometido a la obediencia perfecta de la ley como el resto de aquellos que estaban bajo el tutor de la ley pero con una gran diferencia. Jesucristo obedeció a la perfección la ley de Dios, no hubo pecado en él. Su vida fue perfecta por esta razón puede redimir a los que no fuimos perfectos. Esta es la razón por la cual puede dar perdón a los que la ley nos enseñaba que éramos pecadores.
      Qué glorioso es saber que Dios no nos dejo como esclavos bajo la ley que nos encerraba en pecado. No nos dejó esclavos bajo los rudimentos de este mundo caído y hundido en pecado. Dios marcó el tiempo en que esto terminaría, y el principio del fin vino marcado por el adviento del eterno Hijo de Dios al mundo. La ley que nos encerró en pecado podía decirnos: “ciertamente eres pecador, nada puedes hacer para sacar el pecado, pero, no te dejo en ese hundimiento. Como guía e instructor te enseño al que sí puede perdonarte y redimirte.
      Te enseño al que sí vendrá para perdonar tus pecados, te guío al cumplimiento del tiempo en el que Dios enviará a su Hijo para que seas perdonado por medio de la fe en él. Mira al cumplimiento del tiempo en el que el eterno Hijo de Dios nació como hombre y nació bajo la ley para salvarte”. ¿No es algo grandioso que toda la ley clamó, anunció y apuntó al eterno Hijo de Dios? ¿No es algo maravilloso que Dios llevase toda la historia al cumplimiento de ese tiempo para darnos a su Hijo? Ciertamente es grandioso y maravilloso. Nada podíamos hacer nosotros para salir de esa esclavitud del pecado, pero, Dios sí lo hizo, nos envió a su Hijo para el gran propósito de “redimir a los que estaban bajo la ley”. Este es el propósito del adviento del Hijo, redimir a los que estaban bajo la ley. La idea de redención implica no solo el perdón de pecados sino también el comprar la libertad de un esclavo. Jesucristo nació bajo la ley, vivió de manera perfecta bajo la ley, obedeció sin pecado alguno a su Dios y por ello marcó el tiempo para redimir la libertad de aquellos que éramos pecadores bajo la ley. Cristo entró en este mundo y fue al mercado de esclavos y allí estábamos nosotros. Esclavos bajo la perfecta ley de Dios que declaraba nuestra incapacidad para salvarnos y ser justos delante de Dios. El problema nunca estuvo en la ley sino en nosotros, pero, Cristo llegó al mercado de esclavos en el que estábamos nosotros y marcó el tiempo de redención, perdón y libertad. Allí estaba el que sí era perfecto, allí estaba el que sí podía redimirnos ¿qué podíamos hacer? Y la respuesta es nada, solo por la fe en el Hijo que Dios envió. Solo por la fe en Jesucristo llegó el tiempo de nuestro perdón, pero, llegó también el tiempo de algo grandioso, el tiempo de nuestra adopción como hijos.


      ¿Cuál sería el resultado final del gran envío del Hijo y del gran propósito de redimirnos y darnos libertad? El resultado final sería recibir la adopción de hijos “a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Como el tiempo marcado por el niño de la casa del padre, así llegó el tiempo para nosotros, todos aquellos redimidos por la fe en Jesucristo. Pasamos de ser esclavos y en nada diferenciarnos del esclavo de la casa a ser adoptados como hijos de Dios con plenos derechos en la herencia eterna en nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué grande es esto! Dios envió a su Hijo para que en él pudiese adoptarnos como sus hijos. Si hay algo que significa el adviento del eterno Hijo de Dios es la llegada no solamente del perdón de pecados y de libertad en Cristo sino también de adopción en él. De poder clamar ahora por medio del Espíritu Santo “¡Abba Padre!”. El tiempo de poder decir a Dios que él es nuestro Padre celestial. ¡Gloria a Dios por ello! Nada podíamos hacer nosotros como esclavos, pero Dios lo hizo todo. Dios envió a su Hijo y en él nos dio el gran don del Espíritu y la gran bendición de ser adoptados hijos de Dios.