EL ADVIENTO
DEL AMOR
“Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito para que,
todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”
(Juan 3:16)
      Uno de los sentimientos que reaparece de una manera marcada durante el tiempo de Navidad, es el sentimiento del amor. Anuncios en la televisión hablan de la necesidad de compartir y amar al prójimo en un tiempo tan especial como la Navidad. Quizás durante todo el año, el sentimiento del amor queda un poco más escondido u opacado por muchas otras cosas, pero, es en el periodo navideño cuando el amor brota como las flores en primavera. Ahora bien, muy poco entiende nuestra sociedad del verdadero amor que marcó el tiempo de la Natividad. La Navidad ciertamente supuso el adviento del amor a este mundo, pero, no cualquier tipo de amor. La venida de Jesucristo al mundo conllevó el adviento del amor que había estado desde la eternidad misma, el amor soberano de Dios por un mundo que no quería recibirlo y que sigue sin querer recibirlo.
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío gracias por tu gran amor. Gracias por amar a un mundo perdido que no te quería y sigue sin quererte. Gracias Padre por darnos a tu Hijo Jesucristo para salvación y vida eterna. Gracias Padre porque fue tu gracia la que me llevó a creer en Jesucristo, tu Hijo unigénito para salvación y vida eterna. Padre, no permitas que pierda de vista el gran amor que mostraste y que sigues mostrando hacia mi vida en la persona de tu Hijo Jesucristo. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Juan 3:1-21

MIÉRCOLES

Juan 13:1-20

JUEVES

Romanos 5:1-11

VIERNES

1ª Juan 3:8-18

SÁBADO

1ª Juan 4:7-12
     La Navidad implicó el adviento del amor hacia aquellos que no había nada en ellos para ser amados.  El nacimiento de Jesucristo al mundo fue el adviento del amor sacrificial que ama a los suyos hasta el fin y las últimas consecuencias. Quizás, uno de los textos bíblicos que de manera más clara establece que la venida del Hijo de Dios a este mundo fue el adviento del amor es Juan 3:16 “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. El apóstol Juan es conocido como el “discípulo amado”, no solamente porque fue amado por Jesús sino posiblemente porque también el apóstol es el discípulo del amor por excelencia. Es Juan quien nos habla que Dios es amor en sí mismo (1ª Juan 4:8), es Juan quien nos escribe el mandamiento antiguo que recibimos desde el principio, el mandamiento al mismo tiempo nuevo y verdadero de amar a nuestros hermanos en la fe (1ª Juan 2:7-10). Es él quien establece que amar a Dios consiste en guardar sus mandamientos (1ª Juan 2:5). El apóstol es quien escribe que hemos conocido el amor de Dios en que él puso su vida por nosotros (1ª Juan 3:16). El amor llena las páginas inspiradas de los escritos del apóstol Juan y es en su evangelio que nos recuerda cuánto amó Dios a un mundo perdido.
     Juan 3:16 es una perla preciosa que muchas veces suele ser considerada de manera aislada, pero, lo cierto es que el texto forma parte del gran tema del nuevo nacimiento que Jesús explica a Nicodemo. Jesús le habló a Nicodemo de la imperante necesidad de nacer de nuevo o nacer de arriba (Juan 3:3, 5). Sin el nuevo nacimiento las puertas del reino de Dios estarían cerradas para él y para cualquiera que no hubiese nacido de nuevo por la obra del Espíritu Santo. Ciertamente Nicodemo no entendió mucho de las palabras de Jesús, ¿cómo era posible que un hombre entrado ya en años pudiese nacer por segunda vez? Jesús le muestra que el nuevo nacimiento no es obra humana sino divina, una obra la cual se sustenta sobre un hecho histórico concreto y específico, así como Moisés levantó la serpiente en el desierto para la salvación de todo aquel que la mirase, así sería necesario que el Hijo del Hombre fuese levantado para que todo aquel que en él creyese no se perdiese, sino que recibiese el don de la vida eterna (Juan 3:14-15). ¿Qué razón habría por parte de Dios de hacer algo así? La razón es el amor que Dios tuvo por el mundo, “porque de tal manera amó Dios al mundo”.
      Juan 3:16 da la razón por la cual existía la necesidad del hecho histórico de que el Hijo del Hombre, es decir, nuestro Señor Jesucristo, fuese levantado de la misma manera que Moisés levantó la serpiente para la salvación de todo aquel que la mirase con fe. El amor de Dios alcanzó al mundo y esto es algo que sorprende. Podría pensarse que cuando Juan dice que “Dios amó al mundo”, el apóstol tiene en mente a individuos concretos y específicos y, aunque ciertamente Dios amó desde antes de la fundación del mundo a individuos específicos que él soberanamente escogió como depositarios de su amor, aquí no es lo que Juan tiene en mente.
      Para Juan el “mundo” se refiere al sistema caído, hundido en pecado y rebelión contra Dios. Se refiere al “mundo” sumido en condenación, en tinieblas y en rechazo constante a Dios y a su Hijo. Un padre ofendido por las palabras o actitud de su hijo, aun y cuando puede haber sido dañado por él, sigue amando a su hijo por la simple razón de que es su hijo, el objeto de su amor. Una esposa que ama a su esposo le sigue amando aun y cuando éste la pueda haber ofendido con sus palabras o actitudes. La razón de ello es porque es su esposo, el depositario de su amor de pacto. Sin lugar a dudas, es mucho más fácil amar a los que deben ser amados, pero, Dios amó a un mundo que era totalmente contrario a él.


      Dios hizo por objeto de su amor, por destinatario de su amor a un mundo que en sí mismo no tenía nada para ser amado por Dios. Dios es luz y el mundo tinieblas, Dios es santidad y el mundo corrupción ¿cómo amó Dios a un mundo así? Quizás, este es uno de los misterios inescrutables de nuestro Dios. Llegamos a entender que Dios es amor y que amó a un mundo condenado, rebelde y perdido, pero, no podemos llegar a entenderlo exhaustivamente. Dios es amor en sí mismo y ¡cuán distinto es su amor del nuestro! Porque la grandeza no reside únicamente en que Dios amase al mundo sino en cómo lo amó. Lo sublime del amor de Dios hacia el mundo reside en la explicación de esas palabras “de tal manera”. ¿Cuál fue la manera en qué Dios amó al mundo? Fue entregando a su Hijo unigénito, Dios ha dado al mundo “a su Hijo unigénito”, por tanto, Jesucristo es la muestra sublime del amor del Padre hacia el mundo perdido en sus pecados. El amor de Dios no quedó únicamente en palabras, sino que llegó al hecho histórico, concreto y específico del Padre dando a su Hijo a un mundo que, ya en el inicio de su evangelio Juan ha dicho que “a los suyos vino y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). Spurgeon dijo que Jesucristo: “Es la encarnación de toda preciosa verdad, la gloriosa personificación del camino, la verdad y la vida”, pues bien, a esto podría añadirse que Jesucristo es “la encarnación del precioso amor del Padre, la gloriosa personificación del amor de Dios para este mundo”. El adviento de Jesucristo al mundo fue el adviento del amor de Dios para el mundo. No llegaremos nunca a poder adentrarnos y comprender lo que tuvo que suponer para el Padre entregar a su “Hijo unigénito”. A Abraham Dios le pidió a su hijo, su único hijo, aquel que tenía sobre sus hombros las promesas de redención. Abraham tuvo fe incluso creyendo que podía recibir de la muerte a Isaac, si era necesario Dios lo levantaría para cumplir las promesas que le había jurado en pacto. Pero, Dios liberó al único hijo de Abraham de la muerte, ahora bien, no fue así con su Hijo unigénito.
      Cuando Dios dio a su Hijo unigénito sabía que lo estaba dando para que la muerte en la cruz fuese algo ineludible y completamente necesario en la vida de su Hijo. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado porque esta es la manera en cómo Dios amó al mundo y dio a su Hijo. Sin la realidad de la cruz no hay salvación, sin el hecho histórico de la cruz no hay redención y vida eterna. Sin la cruz no hay redención obrada, consumada y aplicada por el Espíritu en la vida de todo aquel que cree en Jesucristo. ¿No es esto un amor que va más allá de todo lo que podríamos imaginar?
      Ciertamente alguno sería capaz de morir por un justo, quizás un justo se merecería que alguien diese su vida por él. Quizás alguien daría la vida por alguno bueno, si debe darse algo tan valioso y preciado como la vida, al menos hacerlo por uno bueno. Pero ¿quién daría la vida por un reo justamente condenado? Aquí reside parte de la grandeza del amor de Dios, dio a su Hijo unigénito por un mundo justamente condenado. ¡Sorprendente! Su amor se impuso a la situación trágica de un mundo condenado. Quizás alguien podría pensar que Dios entonces dejó de lado su justicia, pero, no fue así. La justicia fue obrada en la cruz del Calvario cuando Jesucristo murió por un mundo perdido para uno de los propósitos más grandes que pueda haber “para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna”.


      Quizás aquí está el gran propósito del evangelio de Juan, creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y de esta manera tener vida en su nombre (Juan 20:31). Dios amó a un mundo condenado dando a su Hijo, pero, dentro de este mundo perdido y condenado está todo aquel, todo individuo que sin distinción puede creer en Jesucristo el Hijo de Dios para no perderse en la condenación eterna sino pasar de muerte a vida eterna. Aquí está el gran propósito mostrado en dicho versículo “para que todo aquel que en él cree”, no importa quién es, no importa si es hombre o mujer, joven o adulto, rico o pobre, no importa lo grande de tus pecados “para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna”. El adviento de Jesucristo es el adviento del amor de Dios y la vida eterna en Cristo Jesús. Es posible que alguno pueda preguntarse ¿cómo sé entonces que estoy en este grupo de los que puede creer en él? La pregunta es legítima, pero puede distraer de lo que verdaderamente el texto está pidiendo, “cree en el Señor Jesucristo para vida eterna”. Aquí está el propósito, aquí está la llamada del adviento del amor a este mundo.