EL ADVIENTO DE LA LUZ
“Todas las cosas por él fueron hechas,
y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella”
(Juan 1:3-5)

      Científicamente la luz es definida como una forma de energía, una onda electromagnética capaz de ser percibida por el ojo humano y cuya frecuencia determina su color. La luz es la energía que ilumina las cosas y las hace visibles. De una manera más coloquial, la luz que puede ser percibida por el ojo humano, permite que éste pueda ver y contemplar aquello que estaba sumido en la oscuridad detrás de las sombras. La luz ilumina, la luz revela, la luz permite poner al descubierto aquellas cosas que están encubiertas por el manto negro de la oscuridad. Qué gran cambio se produce cuando las primeras luces del alba empiezan a brillar antes que el sol aparezca por el horizonte. Las sombras de la noche desaparecen, el dicho: “por la noche todos los gatos son pardos” se desvanece y la luz poco a poco revela e ilumina la realidad de las cosas. Quizás es por eso por lo que en las religiones la luz ha sido usada como una de las imágenes centrales e importantes. Algunas religiones hablan de la “luz” como algo abstracto e impersonal pero que de la misma manera ilumina y revela. Otras hablan de la “luz” sin saber exactamente de qué están hablando, qué forma darle a esa luz de la cual hablan, qué personalidad atribuirle. Gracias a Dios, dentro de la fe cristiana, aquella fe que surge del mensaje mismo de la Biblia, que tiene sus raíces en las Santas Escrituras y que es el don de Dios, no describe a la luz como algo abstracto e impersonal, todo lo contrario.
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios y Padre, muchas gracias por haber enviado al mundo a tu Hijo eterno, la vida y la luz que necesitaba. Perdóname por el tiempo que no reconocí a Jesucristo como la luz del mundo, pero, gracias te doy porque a tu tiempo resplandeciste en mi corazón para ver la salvación y la vida eterna que me entregaste por gracia en la persona de tu Hijo. No permitas que mi vida esconda la luz que vino a este mundo y que por tu gracia vino a mi vida. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Génesis 1:1-31; Juan 1:1-14

MIÉRCOLES

Isaías 9:1-7

JUEVES

Mateo 2:12-17

VIERNES

Lucas 2:21-32

SÁBADO

Colosenses 1:15-20
      El tema de la “luz” es un tema que recorre las Escrituras de principio a fin. La Biblia misma anuncia el gran adviento de la luz que iluminará a todo ser humano, la luz en la cual se encontrará la verdadera vida para el ser humano. La Biblia nos muestra que el adviento de la verdadera luz es el adviento de la persona de nuestro Señor Jesucristo. El apóstol Juan en el prólogo de su evangelio escribió: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:3-5). Primero, Juan muestra que el adviento de la luz al mundo ya empieza en la doctrina misma de la creación. Segundo, Juan establece la relación entre la vida y el adviento de la luz. Tercero, Juan muestra que el adviento de la luz vence a las tinieblas. Ciertamente la doctrina de la creación resuena como un eco en las palabras del apóstol Juan. Desde el “principio” de los vv.1-2 ligado con el “principio” de Génesis 1 hasta el énfasis marcado en el verbo “hacer” en el v.3 “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.  Con sus palabras Juan nos lleva al principio de todas las cosas, al momento mismo de la creación de todo lo visible e invisible. Ahora bien, Juan determina que “todas las cosas fueron hechas por él” ¿a qué “él” se está refiriendo Juan? No cabe duda alguna que se refiere a la Palabra que estaba desde el principio con Dios y era Dios en sí mismo (Juan 1:1).
      No hay duda alguna que Juan se refiere a esa Palabra que se encarnó y se hizo hombre (Juan 1:14). No hay duda alguna que en su prólogo Juan está hablando de la persona del eterno Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Desde antes que todas las cosas fueran hechas, ahí estaba el eterno Hijo de Dios, en el seno del Padre, en comunión eterna con el Padre y fue por medio de él que todas las cosas fueron hechas. ¡Qué maravilloso lo que Juan está mostrando de la persona de Jesucristo, el eterno Hijo de Dios!


      Juan determina que Jesucristo no solamente es el medio por el cual todas las cosas fueron creadas, sino que es el Creador mismo de todas las cosas. Cuando Moisés narró el evento de la creación en Génesis 1 estaba narrando el hecho poderoso y maravilloso de Jesucristo creando todas las cosas. Así como Dios creó todas las cosas por el poder de su palabra en Génesis 1, ahora la Palabra eterna es aquella por la cual todas las cosas fueron hechas. Jesucristo es el Creador “de todas las cosas” y esta pequeña frase es inclusiva, es decir, lo incluye todo visible e invisible. Todo en el reino de la creación fue creado por nuestro Señor Jesucristo, por tanto, “sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Sin Jesucristo no habría existencia de nada, no habría vida en absoluto. Por él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, tonos, dominios, principados, potestades. Jesucristo, Dios encarnado, es el Creador de todo y el Sustentador de todo (Colosenses 1:16-17). ¿Qué sería de nosotros sin Jesucristo? ¿Qué sería de este mundo sin él? Jesucristo no define únicamente nuestra existencia, sino también la sustenta. Es precisamente en esta doctrina de la creación que aparece el adviento de la luz.
     Lo primero que Dios creó fue la luz, “y dijo Dios: Sea la luz. Y la luz fue” (Génesis 1:3). Con la luz las tinieblas desaparecieron y lo que se abrió en la creación fue la irrupción de la vida. Los cielos, la tierra y el mar fueron creados. Los peces del mar, las aves de los cielos, las bestias del campo y el ser humano como corona de la creación fueron creados. La vida llenó la creación desordenada y vacía. Cuando Dios creó la tierra no la creó para estar vacía, sino para que fuese habitada, llena de vida (Isaías 45:18). Por tanto, las primeras palabras de Dios “sea la luz”, abrieron el camino a la vida que llenó la creación. La luz fue la revelación de la vida que llenaría toda la creación de Dios.
      Es por ello que ahora Juan dice “en él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. En Jesucristo como Creador de todo está la vida, está la verdadera vida que todo ser humano necesita y para la que fue creado. No es de extrañar que con el trasfondo de la creación Juan relacione la “vida” con la “luz”, así fue en el principio de todo. Por tanto, ya la creación es la sombra o imagen de la luz que vendría, de la vida que sería traída en la persona de nuestro Señor Jesucristo. A lo largo de la Biblia la luz es usada como la revelación, no únicamente de la persona de Dios sino también del camino de salvación y vida. La luz se asocia con la revelación que la gente puede recibir por fe y ser así salvos, reciban la vida eterna que únicamente se encuentra y es dada en aquel que es Creador y autor de la vida, aquel que tiene vida en sí mismo (Juan 5:26), nuestro Señor Jesucristo. En la persona de Jesucristo está la luz para todo ser humano, la revelación de saber que sólo en Jesucristo hay verdadera vida. La nueva vida de haber sido nacido de nuevo, de tener los pecados perdonados, la vida que espera ser partícipe eternamente de la gloria de Jesucristo. Ésta es la luz que vino al mundo y tristemente el mundo no lo conoció (Juan 1:10).


      Cuando Juan nos habla de la “luz de los hombres” no nos está hablando de una energía definida con términos científicos. Tampoco nos está hablando de un concepto abstracto e impersonal cuya definición es un tanto nebulosa. Juan nos está hablando de la persona de Jesucristo, del eterno Hijo de Dios, de Dios encarnado para traer la revelación e iluminación de la vida eterna a un mundo sumido en la oscuridad de su pecado. La luz y la vida en la persona de Cristo vencieron las tinieblas mismas “la luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. Juan tiene en mente lo que sucedió en Génesis 1 la luz brilló y las tinieblas fueron separadas de la luz. Ahora bien, no hay lugar a dudas que Juan anuncia una luz mayor, unas tinieblas mayores y una luz que brilló de tal manera que trajo la salvación frente a la cual las tinieblas nada tuvieron que hacer. En la creación la luz brilló iluminando el camino para el adviento de luz mayor que brillaría en medio de las tinieblas. Dios a través del profeta Isaías anunció el adviento de una gran luz que brillaría en medio de aquellos que estaban sumidos en tinieblas de muerte comunicando el glorioso mensaje que la oscuridad no sería para siempre; “mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo de livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los Gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:1-2). Ciertamente la luz resplandeció en medio de las tinieblas físicas en la creación, pero no era más que el anticipo del resplandor de la luz en medio de unas tinieblas más profundas.
      En Egipto la oscuridad sumió a toda la tierra de Egipto bajo tinieblas, pero un pequeño lugar, Gosén donde estaba el pueblo de Dios, fue cubierto por la luz de su Dios y la luz resplandeció en medio de las tinieblas, no hubo siempre oscuridad para el pueblo de Dios. Isaías anunció que una gran luz brillaría en pueblo que andaba en tinieblas y esto mismo vio cumplido Mateo en el nacimiento y el ministerio de Jesucristo por tierras de Galilea (Mateo 4:12-19). La luz que alumbraría en medio de las tinieblas del pecado había llegado, la revelación del perdón de pecados, de la vida eterna y salvación había llegado.
      Nuestra vida nada sería sin Jesucristo, no habría existencia de nosotros ya que él es el Creador de todo. Ahora bien, hay mucho más que esto. Debemos entender que estamos sumidos en las tinieblas del pecado y la rebelión contra Dios y nuestra vida y eternidad no serían nada sin el adviento de la luz que iluminó nuestras vidas para perdón y salvación. ¡Cuántas gracias debemos dar a nuestro Dios porque aun y estar sumidos y cegados por las tinieblas, Dios dijo “sea la luz”, y Dios que mandó en el principio que de las tinieblas resplandeciese la luz, ¡es el que resplandeció en nuestros corazones para la iluminación de su gloria en la faz de nuestro Señor Jesucristo! Ciertamente, las Escrituras siguen iluminando y mostrando este camino de salvación en la persona de Jesucristo. Busca en ellas, medita en ellas para que sea la gracia de Dios quien ilumine tu corazón para que puedas creer en Jesucristo, la vida y la luz de los hombres.