EL ADVIENTO
DE LA SIMIENTE
DE LA MUJER
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer,
y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza,
y tú le herirás en el calcañar”
(Génesis 3:15)
      La palabra “Adviento” se asocia de manera directa con el tiempo de Navidad. El término proviene de la palabra latina “adventus” que significa “llegada” y se refiere a la llegada o venida del Redentor, es decir, al nacimiento de Jesucristo. Por lo general, el periodo de Adviento se corresponde con las cuatro semanas anteriores al día de Navidad. Los historiadores sitúan la celebración del primer Adviento en el siglo V d.C. en el norte de Italia, tiempo en el cual los cristianos se preparaban durante esas semanas con oraciones, ayunos y reflexión en relación con el nacimiento de Jesucristo. Por tanto, el Adviento, por un lado, era un tiempo de preparación y reflexión para los cristianos preparándolos para la celebración de la llegada de Jesucristo al mundo.
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios y Padre, quiero darte las gracias porque en medio del juicio por el pecado del ser humano estableciste la esperanza de salvación y restauración en la persona de tu Hijo. Gracias porque en el cumplimiento de tu tiempo enviaste a tu Hijo, nacido de mujer y bajo la ley para redimirme y salvarme. Gracias por el Adviento de la simiente de la mujer, tu Hijo Jesucristo.
Alabado seas por ello. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Génesis 3:1-15

MIÉRCOLES

Génesis 12:1-9

JUEVES

Génesis 15:1-21

VIERNES

2º Samuel 7:8-19

SÁBADO

Gálatas 3:6-18
      Por otro lado, el Adviento servía a modo de cuenta atrás para la Navidad y para la llegada de la persona del Redentor. Sea como sea, el Adviento tiene un objetivo claro, anunciar la llegada de Jesucristo, anunciar el gran misterio de la encarnación del eterno Hijo de Dios, su venida a este mundo para perdón de pecados y salvación del pecador. Las cuatro semanas anteriores a la Navidad, no sólo preparan los corazones y las mentes para ese momento, sino que crean la expectación de enfrentarse con uno de los mayores eventos históricos que jamás ha sucedido en la historia de la humanidad, la venida de Cristo. Ahora bien, las Escrituras describen el Adviento de Jesucristo con mucha más antelación.
      Toda la historia de la redención contenida y narrada en las Escrituras es un anuncio profético y un progreso histórico hacia ese momento sublime de la venida del Hijo de Dios a este mundo. La Biblia toda ella clama de Aquel que había de venir, toda la revelación previa a la venida de Cristo podría decirse que es un “Adviento preparativo” para la llegada del Hijo de Dios. Toda la revelación previa a la venida de Cristo anunciaba su adviento, preparaba su adviento y anhelaba su adviento porque en él toda la historia de la salvación hallaría cumplimiento. Ese anuncio profético del adviento de Jesucristo, la Biblia lo presenta de multitud de maneras, pero, es ya en el principio mismo de la creación que encontramos el primer anuncio de aquel que había de venir. Concretamente en Génesis 3:15 las palabras de Dios dichas a la serpiente anuncian su venida “y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”. Una de las maneras en cómo la Biblia introduce el Adviento de Jesucristo es anunciándonos desde el principio el Adviento de la simiente de la mujer. En las palabras de Dios dichas en Génesis 3:15 el Adviento de la simiente de la mujer se relaciona primero con la manera en cómo Dios restaurará todas las cosas. Segundo, se relaciona con la esperanza de victoria y tercero, se relaciona con un individuo específico que traerá restauración y victoria.
      Las palabras de Génesis 3:15 son palabras de esperanza pero son dichas en un contexto de caos, desobediencia y en especial juicio. Dios creó todas las cosas y las creó buenas en gran manera (Génesis 1-2). El ser humano debía vivir en comunión con su Dios y Creador, debía vivir en el reposo eterno de Dios sirviéndole en obediencia, extendiendo su gloria hasta lo último de la tierra y gozando de Dios eternamente. Fue el pecado del ser humano lo que destruyó dicho ideal que Dios había establecido. El ser humano decidió ser su propio dios, erigirse como aquel que determinaría lo que era bueno y malo, aquel que extendería su propio reino y no el reino del Creador. Ciertamente dicha desobediencia no pasó inadvertida y sin consecuencias para el ser humano y para toda la creación. Nadie puede pensar que el pecado contra Dios está libre de consecuencias. Si el transgredir una ley humana comporta sentencia y consecuencias ¿cuánto más la transgresión y rebelión contra el Dios Creador? Así fue para el ser humano, su pecado contra Dios le sumió en culpabilidad, bajo el juicio de Dios y bajo la sentencia última de la muerte. Génesis 3 es un capítulo triste porque no solamente muestra lo serio, dañino y mortal que es el pecado sino porque también muestra cómo el ideal precioso y sublime de Dios fue desordenado y arruinado.
      En ese contexto Dios trae palabras de juicio para la serpiente, para la mujer y para el hombre. Pero, es en medio del juicio y la desolación del pecado que brota la esperanza porque las palabras de Dios dichas a la serpiente conllevan el adviento de la esperanza para la humanidad y para toda la creación.


      Cuando Dios le dijo a la serpiente “pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar” estas palabras son el anuncia del adviento de la esperanza. ¿Por qué? Porque en medio del caos del pecado y la seriedad del juicio, Dios determina que no pasará página sobre una humanidad pecadora y una creación hundida en pecado. Dios establece la manera en cómo restaurará el ideal para el cual creó todas las cosas y creó al ser humano. Dios lo hará por medio de la simiente de la mujer, lo hará a su debido tiempo con el adviento de la simiente de la mujer que sobre sus hombros llevará la responsabilidad de restaurar el ideal que el pecado arruinó. Por tanto, las palabras de Dios en Génesis 3:15 son palabras de restauración desde un buen principio. ¿Qué sería de nosotros sin esas palabras? Son palabras que nos demuestran que Dios no pasó página, son palabras que nos llevan a mirar la bondad y misericordia de Dios en restaurar su ideal. Son palabras que nos muestran el gran amor de Dios quien, pudiendo dejar al ser humano hundido en su pecado y bajo sentencia de muerte, nos dio palabras de restauración. Es como si Dios dijese desde el principio: “Llegará el día que el adviento de la simiente de la mujer será una realidad y entonces la restauración y salvación irrumpirán como nunca antes en vuestras vidas y en vuestra historia”. Por ello, al mismo tiempo son palabras de esperanza y victoria.
      Aun y cuando las palabras son un tanto crípticas sí que nos dejan ver cómo Dios llevará a cabo la restauración. Él mismo será quien pondrá enemistad “entre ti y la mujer”, es decir, entre la serpiente y la mujer. Por tanto, la enemistad ya nos muestra que la restauración será dada dentro de un contexto de oposición y batalla. La restauración no será algo fácil. Ahora bien, la oposición irá más allá de la serpiente y de Eva misma, la enemistad en realidad será entre la “simiente de la serpiente y la simiente de la mujer”. Según esto, el resto de la historia desarrollará esta oposición entre dos simientes bien distintas que estarán en oposición y batalla constante. No es de extrañar entonces que entrados en Génesis 4 veamos la oposición entre dos hermanos y Caín acabando con su hermano Abel. No es de extrañar que en el Éxodo veamos a Faraón descrito como la gran serpiente o dragón junto al Nilo (Ezequiel 29:3) en oposición constante con la simiente del pueblo de Dios e intentando acabar con ella. Pero, toda esta historia de enemistad terminará en una oposición concreta y específica. Finalmente será la serpiente misma la que se enfrentará con la simiente específica y concreta de la mujer “ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”. Finalmente, la simiente específica de la mujer acabará con la cabeza de la serpiente. La serpiente será plenamente vencida, pero habrá el coste para la simiente de la mujer de haber sido herida en el calcañar.
      Sin duda alguna las palabras son crípticas y veladas de misterio, pero, sí nos dejan ver algo y esto es que al final hay esperanza de victoria última y definitiva.



      La serpiente que indujo al ser humano a pecar y que destruyó el gozo del ideal que teníamos en la presencia de nuestro Dios, será plenamente vencida, habrá una victoria final y definitiva de la simiente de la mujer. Son palabras que nos muestran no únicamente cómo Dios restaurará todas las cosas, sino que también nos dan la esperanza de que habrá victoria final. Nos dan la certeza que con el advenimiento de la simiente de la mujer habrá victoria segura, restauración certera y, por tanto, esperanza completa. Dios no fallará en su restauración, la simiente de la mujer no será derrotada sino que llevará a cabo la restauración y salvación de aquello que Dios creó. ¿No hay esperanza en ello? ¿No hay una seguridad de victoria? ¿No deberíamos anhelar el adviento de la simiente de la mujer? ¿No deberíamos preguntarnos quién es esa simiente? Gracias a Dios tenemos en nuestras manos toda la revelación de nuestro Dios que nos muestra que la simiente última y definitiva de la mujer es nuestro Señor Jesucristo.


      A Génesis 3:15 se le ha llamado “el protoevangelio”, es decir, el primer evangelio ya que es el anuncio de la venida y victoria total de nuestro Señor Jesucristo. El tema de la simiente sigue a lo largo de las Escrituras.
      De manera específica Dios prometió simiente a Abraham (Génesis 12:7; 15:4). Esta simiente fue Isaac el hijo de la promesa que tenía sobre sus hombros las promesas de restauración que partían de la misma creación. Ahora bien, es el apóstol Pablo quien nos dice que “a Abraham fueron hechas las promesas y a su simiente. No dice: Y a las simientes como si hablase de muchos, sino a como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”. Pablo entiende que Jesucristo es el cumplimiento de la simiente de Abraham y, por tanto, Jesucristo es la simiente última de la mujer. Sobre la persona de Jesucristo estaban y siguen estando las promesas de restauración. Jesucristo es el único que restaura el ideal que nosotros perdimos, el único que nos trae el perdón y nos devuelve al gozo de ser para la gloria de Dios. Lo hizo en la última batalla de la cruz de la cual venció a la serpiente, al pecado y a la muerte y salió victorioso por la resurrección. Nada podíamos hacer por nosotros mismos, pero Jesucristo lo hizo todo por nosotros y nuestra salvación. El Adviento es mirar con esperanza que en Jesucristo llegó la restauración que Dios anunció desde el principio. El Adviento nos hace reflexionar que sólo en Jesucristo, la simiente de la mujer está nuestra esperanza de restauración y perdón. El Adviento nos hace mirar con esperanza al futuro porque sabemos que llegará el día en que “el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros” (Romanos 16:20).