INDEPENDIENTE
DE TODOS
“Ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo;
pues, él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”
(Hechos 17:25)
      Desde el día en que aceptó la mentira de la serpiente: “seréis como Dios sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5) , el ser humano se cree que en el transcurrir de la historia, él es el rey. La historia es una evidencia de dicha realidad y así lo sabía el apóstol Pablo.


      El apóstol paseándose por Atenas contempló la procesión de dioses que los atenienses adoraban. Todos ellos puestos en altares por manos humanas, todos ellos puestos en los santuarios hechos por manos de hombres. Frente a esta realidad y con la presencia de un altar dedicado “al Dios no conocido” Pablo les habló del único Dios vivo y verdadero, aquel que es Creador de cielos y tierra. Precisamente en su exposición de quien es el Dios verdadero, Pablo demuestra que él es independiente de todos y que, por otro lado, todos somos dependientes de él: “ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento a todas las cosas” (Hechos 17:25). Dos cosas les expone Pablo a esos atenienses, primero, Dios es totalmente independiente del ser humano y segundo, la razón de ello es porque el ser humano es totalmente dependiente de Dios. Las Escrituras establecen que hay dos acciones o hechos que revelan que el Dios que se muestra en la Biblia es el único Dios vivo y verdadero. Éstas dos acciones son, la creación y la redención. Las divinidades de antaño, como podían ser la divinidades griegas, sin lugar a dudas hacían muchas cosas, pero ninguna de ellas era creadora y salvadora. Dios lo dejó claro a través del profeta Isaías que las acciones de crear y salvar lo hacían a él, el único Dios verdadero. Él fue quien creó la tierra y no la hizo con el propósito de estar vacía, por tanto, “yo soy Jehová y no hay otro” (Isaías 45:18). Dios es quien llama a los confines de la tierra a mirarle y ser salvos porque él es el único Salvador que hay “yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22). Por tanto, la creación y salvación son los dos hechos por excelencia que hablan que Dios es el único Dios vivo y verdadero. Es precisamente de éste Dios de quien les habla Pablo a los atenienses.


      El apóstol les dice que el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, es Señor de todo lo creado y, por tanto, ni habita en templos hechos por manos humanas “ni es honrado por manos de hombres”. El apóstol Pablo liga la doctrina de la creación con el señorío de Dios. Que Dios sea Creador implica que Dios es Señor de todo y, por tanto, si es Señor de todo, el Señor no necesita de nada o de nadie. ¿Requiere Dios de templos humanos cuando todo el cosmos es su santuario? ¿Requiere Dios de la adoración del ser humano cuando Dios es adorado por serafines y querubines constantemente alrededor del trono? Ciertamente Dios no necesita nada de esto “ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo”. Dios no necesita de nada y esto sin lugar a dudas es una lección de humildad para todo ser humano y para todo creyente de manera específica. Debido a que él es Creador y Señor es independiente de su creación. Una cosa es el Creador y otra cosa bien distinta es la creación que fue hecha por él. Lo que se conoce como “la aseidad” de Dios es la independencia de Dios de todo lo creado, por tanto, Dios no necesita de nada de lo que ha creado para su subsistencia. ¿Cómo es esto posible? Porque Dios es autosuficiente en sí mismo. Lo único que necesita Dios para subsistir es él mismo. Sin duda alguna, esto es chocante para el ser humano.
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío, te alabo porque eres el Dios vivo y verdadero. Te alabo porque eres Creador de cielos y tierra y salvador de tu pueblo en Jesucristo. Te alabo por tu independencia. Te alabo por tu gracia a mi vida, por la gracia de permitirme adorarte llevándome así al ideal para el cual me creaste. Padre, te pido que nunca olvide la gracia de la honra y la adoración a ti. Padre, te pido que tu pueblo sea un testigo vivo del pueblo que te adora, glorifica y goza de ti. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Hechos 17:22-34 

MIÉRCOLES

Hechos 14:1-18

JUEVES

Génesis 1:1-31

VIERNES

Isaías 45:18-22

SÁBADO

Salmo 139:1-24
      De una manera u otra el ser humano es dependiente de una u otra cosa. Cuando se está en la infancia se es dependiente de los padres. Cuando se llega a la adolescencia, aun y cuando uno se piense que ya es independiente de todo, en especial de los padres, lo cierto es que sigue existiendo una dependencia - aunque en la lejanía - de los padres. Cuando se entra en la etapa adulta, se sigue dependiendo de cosas, la familia, el trabajo para poder sobrevivir en una sociedad en la que las facturas no esperan, etc. Cuando se llega a la vejez, nuevamente se necesita la dependencia de aquellos seres queridos que, en el pasado fueron cuidados por uno. Existe en la naturaleza del ser humano una constante evidencia de la necesidad de dependencia. Quizás, la razón de ello resida en el hecho de que el ser humano nunca fue creado para ser independiente sino dependiente de su Creador. El ser humano no fue creado y concebido para vivir una vida independiente del Creador de los cielos y tierra. Todo lo contrario, el fin último y el propósito último del ser humano se encuentra precisamente en la dependencia del Dios que lo ha creado. Se encuentra en glorificar a Dios y gozar de él eternamente.  Ahora bien, la constante evidencia de la dependencia en la vida del ser humano, y el caos y desorden que produjo el pecado en Génesis 3, puede cambiar las tornas de ésta verdad. Es decir, el ser humano puede pensarse que aquel que es dependiente de uno es Dios y no a la inversa. El ser humano caído tiene un problema de orgullo y de pensarse que todo depende de él.
      El ser humano acostumbrado a depender de algo, le es difícil concebir que Dios no dependa de nada. El ser humano con su orgullo de pensarse que todo depende de él, le es difícil de asimilar que Dios no dependa de uno. No cabe duda que esto es una lección de humildad. ¡Qué grande es saber que nuestro Dios no depende del ser humano! Es por ello que Dios no puede ser manipulado o comparado por sobornos humanos. Pero, surge la pregunta ¿por qué entonces creó Dios todas las cosas? ¿Por qué Dios permite que los suyos le adoren si no tiene necesidad de ello? Sin necesidad de la creación, Dios creó todo para su propia gloria y honra.
      La creación es una acto de la gracia de Dios como Creador y Señor y toda ella cuenta la gloria de Dios de manera constante y persistente. Esto significa que nuestra adoración como pueblo de Dios en Cristo, es un gran privilegio dado por la gracia de Dios. No adoramos a Dios porque él lo necesite, adoramos a Dios porque él habiéndonos redimido en Cristo nos ha hecho para la alabanza de la gloria de su gracia. No adoramos a Dios como si él necesitase de nuestra honra, en realidad, somos nosotros los que necesitamos de esta adoración a Dios. Por ello, siempre que adoramos a nuestro Dios, no podemos perder de vista que adoramos al Dios que es independiente y totalmente subsistente en sí mismo. No podemos perder de vista que cuando adoramos a Dios no es un acto que surge de necesidad en él, sino de su gracia. Un acto que surge de ver a los suyos redimidos en Jesucristo cumplir el ideal por el cual fueron creados, ser para la alabanza de la gloria de su Dios. Es por esto que, la adoración como creyentes en Cristo es un gran privilegio que nunca podemos desmerecer. No es por su necesidad sino por la nuestra. Desde el principio Dios creó al ser humano para ser la corona de su creación, la baliza que alumbrase la gloria de Dios. Dios no es honrado por nuestras manos como si necesitase de algo ¿cuál es la razón? “pues, él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”.
      La ecuación no puede ser invertida, el carro no puede ser puesto delante de los caballos. No es Dios quien necesita de nosotros, somos nosotros quien necesitamos de Dios. La razón por la cual Dios no necesita ser honrado por manos humanas es porque él es quien sustenta todas las cosas y da aliento de vida a todos. Cuando Dios sopló su aliento de vida en la nariz de Adán, éste fue un ser viviente. De la misma manera toda la creación su vida y su aliento depende de Dios. Sin lugar a dudas, esto es sorprendente y maravilloso al mismo tiempo. Si Dios en su gracia nos permite honrarle y adorarle sin él tener necesidad de ello pero por la razón que todo depende de él, entonces, nuestra adoración a Dios es de vital necesidad para nuestras vidas. Ciertamente ya lo decía la primera pregunta del Catecismo Mayor de Westminster: “¿cuál es el fin del ser humano? El fin del ser humano es glorificar a Dios y disfrutar de él eternamente”. El ser humano fue creado para glorificar a Dios y gozar del ser más precioso y sublime de todo el universo. Perdimos eso por nuestro pecado pero Dios redime en Jesucristo, salva en Jesucristo, perdona en Jesucristo y restaura en Jesucristo a ese ideal precioso para el cual fuimos creados. Si Dios nos permite honrarle, no surge ni de su necesidad ni de un acto divino de egocentrismo sino porque es así como Dios nos devuelve en Cristo a que disfrutemos del mayor propósito para el cual fuimos creados, glorificar a Dios y gozar de él eternamente. Nuestra adoración debe traer a nosotros la verdad que fuimos creados para honrar a Dios, fuimos redimidos para honrar a Dios y debe traer a nosotros la verdad que Dios es independiente y nosotros dependientes de él. Nuestra adoración es un testimonio vivo que él da vida a todos y aliento a todos. Quizás, lo más sorprendente de todo es que, Dios sin necesitar de nuestra adoración, él de manera soberana se a ligado a que sea adorado por nosotros para que así nosotros podamos vivir, ya aquí en el presente el propósito de ser para su gloria. Un propósito que gozaremos eternamente.