SEGUROS
EN EL AMOR DE DIOS
“y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”
(Romanos 5:5)
      El apóstol Pablo en un pequeño pero gran versículo mostrará como el amor de Dios derramado en el corazón de todo creyente es una de las más altas evidencias de la seguridad que todo creyente tiene en la salvación. Para ello, el apóstol nos muestra primero, la esperanza que no avergüenza en medio de las tribulaciones. Segundo, el amor de Dios es la causa por la cual tener esperanza y tercero, el Espíritu es el agente por quien se derrama el amor de Dios que nos hace estar seguros.


      El apóstol Pablo demuestra que todo creyente tiene una esperanza que no avergüenza. Quizás hay esperanzas que pueden conllevar cierto grado de vergüenza en la vida, por ejemplo, aquella esperanza que en lo más profundo del corazón uno sabe que jamás se cumplirá. Una esperanza que puede avergonzar debido a que da testimonio delante de los demás de que simplemente se ha creído y esperado algo que ha sido totalmente vano e inútil. Hay esperanzas que avergüenzan porque pueden ser en sí mismas esperanzas de algo ilegítimo. Sin duda, hay esperanzas que pueden avergonzar a uno mismo y a los que nos rodean, pero el apóstol Pablo tiene una visión totalmente distinta y diametralmente opuesta con la esperanza que todo creyente justificado por medio de la fe en Jesucristo sustenta. Pablo muestra que la “esperanza no avergüenza”.


      El tema de la esperanza es central en los versículos de Romanos 5:1-5. Pablo ha mostrado que todo justificado por la fe en Jesucristo tienen paz para con Dios y se encuentra seguro de manera permanente y firme en la gracia de Dios (v.2). Es precisamente desde esa paz y favor firme que todo creyente tiene delante de la presencia de su Dios que el justificado contempla la gloriosa esperanza de Dios, es decir, contempla el día en que su salvación llegará a la consumación final. Es a partir de este momento que Pablo toma el tema de la capacidad que todo creyente tiene de gloriarse y sorprendentemente lo aplica a las tribulaciones de la vida “y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones” (v.3). Puede parecer extraño pero el creyente no solamente se gloría en la esperanza de la consumación de su salvación, sino que también se gloría en las tribulaciones que acontecen en su vida. Las tribulaciones, las pruebas, las dificultades son parte de la vida que todo ser humano, creyente en Jesucristo o no, vive a lo largo de su peregrinaje en este mundo. La fe en Cristo no es refugio y castillo fuerte que preserva y hace inmune frente a las tribulaciones. Tampoco la presencia de tribulaciones en la vida de uno es evidencia de falta de fe. Por vivir en un mundo caído las tribulaciones son parte del pan diario del cual todos participamos en algún momento u otro. Ahora bien, ciertamente el creyente puede afrontar las tribulaciones de la vida con una perspectiva y actitud totalmente diferentes al no creyente.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Pastor Rubén Sanchez Noguero - Móvil: 610.224.965 - emali: rsanchez111@yahoo.es
Gracias mi Dios y mi Salvador por tu gran amor derramado por medio de tu Espíritu en mi vida. Gracias porque la esperanza que en Cristo me has dado no avergüenza a pesar de lo difícil en mi vida. Gracias por el Espíritu que me has dado porque él es evidencia y seguridad en mi vida de tu gran amor y de lo seguro que en él estoy. Amén.
MARTES

Leer: Juan 3:14-17

Meditar: ¿Qué referencia al Antiguo Testamento menciona Juan? ¿Qué relación crees que hay entre la cita del Antiguo Testamento y la obra de Cristo? ¿Cuál es el propósito por el cual Jesucristo fue crucificado? ¿Cuál es la base sobre la cual se sustenta el sacrificio de Cristo? ¿Hacia quién es mostrado el amor de Dios? ¿Qué crees que Juan tienen en mente por “el mundo”? ¿Cómo es mostrado el amor de Dios? ¿Cuál es la razón de haber mostrado ese amor con el mundo?

Orar: Bendice a Dios porque el amor por un mundo perdido es la base para que Dios enviase a Cristo. Da gracias a Dios porque la razón de la obra de Cristo es que Dios no envió a su Hijo para condenar sino para salvar. Alaba a Dios por su gran amor mostrado hacia un mundo que no le quería.


MIÉRCOLES

Leer: Romanos 5:5-8

Meditar: ¿Qué dos bendiciones se derivan de la justificación por la fe? ¿Por qué podemos gloriarnos en nuestras tribulaciones y no avergonzarnos en nuestra esperanza? ¿Cuál es el agente por el cual el amor de Dios se ha derramado en nuestra vida?  ¿Cómo es demostrado de manera sublime ese amor de Dios según los vv.6, 8? ¿Cómo crees que la ilustración puesta en el v.7 ayuda a entender el amor de Dios hacia nosotros?

Orar: Bendice a la santísima Trinidad por la gran obra de redención obrada en nuestra vida. Bendice al Padre por haber derramado su amor en nuestros corazones de manera abundante. Bendice al Cristo por haber muerto por nosotros siendo pecadores. Bendice al Espíritu por ser el agente por medio del cual el amor de Dios nos es dado.


JUEVES

Leer: Romanos 8:31-39

Meditar: ¿A quién no ha escatimado Dios? ¿Qué nos entregó con Cristo? ¿Por qué nadie podrá acusar a los escogidos de Dios? ¿Por qué nadie podrá condenar al creyente? ¿Qué imagen de la salvación muestran los vv.32-34? ¿Qué te hace pensar lo que Pablo expresa en los vv.35-39? 

Orar: Da gracias a Dios porque nada podrá apartarte de su amor que él ha mostrado en nuestro Señor Jesucristo.


VIERNES

Leer: Juan 10:16-18

Meditar: ¿Qué es aquello que es posesión de Jesús? ¿Qué amor es mostrado en el texto de Juan? ¿Cuál es la razón por la cual el Padre ama al Hijo? ¿Cómo crees que ese amor del Padre al Hijo tiene implicaciones hacia nosotros los creyentes? ¿Cómo se manifiesta el amor del Hijo hacia el Padre?

Orar: Bendice a Dios porque el amor del Padre hacia el Hijo se muestra en la obediencia que Jesús tuvo en poner su vida por nosotros. Bendice a Dios porque su amor es un amor redentor.


SÁBADO

Leer: Romanos 8:8-13

Meditar: ¿Quiénes son los hijos de Dios según el v.8? ¿Cuál es el ejemplo del Antiguo Testamento que Pablo toma para explicar la descendencia según la promesa? ¿Qué verdad demuestra el ejemplo de Rebeca? ¿Cuál es la razón por la cual Dios escogió a Jacob sobre Esaú? ¿Qué entiendes por la expresión “a Jacob amé mas a Esaú aborrecí?

Orar: La elección es una doctrina difícil pero bíblica. Se basa en el amor soberano de Dios y nos es dada para alabanza de su nombre. Bendice a Dios porque su amor es un amor elector, sin diferencia con el resto, por su amor fuimos escogidos para ser sus hijos.
      “Papa ¿me amas?” estas palabras que posiblemente la mayoría de los padres habrán podido escuchar, muestran la búsqueda de la seguridad de un hijo o hija hacia su padre. El refugio de seguridad que el niño busca no está tanto en todo aquello que el padre pueda darle, o decirle, sino que está en el amor del padre hacia su hijo. El amor del padre se convierte en aquel lugar donde el niño puede estar seguro. Todo podría derrumbarse a su alrededor, podría haber infinidad de dificultades, pero si el padre ama al hijo, en ese amor el hijo está seguro. Es precisamente en el amor de Dios derramando en el corazón de todo creyente, que los hijos de Dios encuentran seguridad eterna.
      Las tribulaciones en la vida del creyente tienen un propósito en las manos de nuestro Dios soberano para obrar para el bien de esta esperanza que se tiene. Desde la gracia en la que todo cristiano está firme y se gloria esperando el fin maravilloso de su salvación puede igualmente desde ese lugar de privilegio gloriarse en las tribulaciones debido a que todas ellas obrarán para que esa esperanza llegue a su fin. La tribulación en la vida producirá paciencia, y la paciencia prueba y el fin último de la prueba será la esperanza, precisamente esa esperanza que no avergüenza. Dentro del plan de Dios para los que él ha justificado por la fe en su Hijo Jesucristo, las tribulaciones no son la evidencia de la ausencia de Dios en la vida sino todo lo contrario.
      Pueden ser el medio por el cual Dios obra en nuestras vidas el madurar de esa esperanza que no avergüenza. Pueden ser la evidencia que Dios no nos considera ajenos sino hijos ya que aquel a quien Dios disciplina le considera su hijo (Hebreos 12:8). Las tribulaciones, aun y cuando pueden llegar a ser difíciles y duras, son usadas por Dios como una pieza que forma parte del gran engranaje de la maquinaria de su salvación para que en todo obre para el bien de aquellos que le aman. Puesto en las palabras del apóstol, incluso las tribulaciones son parte de todo aquello en lo que Dios obra para el bien de aquellos que le aman ¿qué bien? El bien de que la esperanza firme y certera del fin de su salvación, el ser hechos a la imagen de su Hijo llegue a su fin (Romanos 8:28-30). Esta es una de las razones por las cuales la esperanza del creyente en medio de las tribulaciones no avergüenza, porque incluso ellas en el plan de Dios contribuyen a cumplir esa esperanza de salvación que tenemos. Ahora bien, ¿qué causa puede haber de esta certeza? Pablo nos muestra que es el amor de Dios derramado en nuestros corazones.


      La causa por la cual la esperanza de todo creyente no avergüenza es “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”. El amor de Dios se presenta aquí como la razón por la cual todo creyente puede tener esa esperanza que no avergüenza incluso en medio de las tribulaciones. Usando la imagen de aquel que derrama un baso de agua de manera abundante, o la imagen de un torrente de agua derramado en abundancia, Pablo determina que el amor de Dios ha sido derramando de manera abundante en lo más profundo del ser de todo creyente y esta es la causa para tener esa esperanza que no avergüenza. Aquí el amor de Dios es el amor que procede de Dios. En ocasiones el amor de Dios se tiene como algo abstracto y un tanto sentimental, ahora bien, el apóstol muestra que el amor de Dios es algo bien concreto y palpable. El amor de Dios fue mostrado de manera objetiva y palpable entregando a su Hijo siendo nosotros pecadores (Romanos 5:6, 8). De la misma manera el amor de Dios derramando en el corazón de todo creyente es visto en la realidad que incluso en medio de las tribulaciones Dios no deja a los suyos. El amor de Dios es mostrado en que, aun lo terrible y difícil de las tribulaciones en nuestra vida, la enfermedad o escasez, el peligro o la angustia serán usados por Dios para seguir su plan de salvación en nosotros. El amor de Dios es mostrado en que parte de esas tribulaciones pueden ser el ejercicio de su disciplina hacia aquellos que él ama como hijos y la muestra de su amor paterno que no quiere que ninguno de los suyos no llegue a ser maduro a la imagen de su Hijo perfecto. Pablo sitúa al amor de Dios como la causa de la esperanza que tenemos y al mismo tiempo el filtro por el cual las tribulaciones en nuestra vida deben ser consideradas.


      Si el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones como un torrente abundante que procede de la misma corte celestial ¿por qué pensar que las tribulaciones son un terrible castigo? Si el amor de Dios es la causa por la cual podemos tener esperanza segura en que en todas estas tribulaciones Dios trabaja para nuestra gloriosa esperanza ¿no es el amor de Dios un lugar seguro en el cual estamos? Si el amor de Dios ha sido derramado en abundancia en nuestros corazones, entonces, no hay motivo para dudar de nuestra esperanza y hay todo motivo para gloriarnos en la esperanza que no avergüenza en nuestra vida. Quizás podrás decir: “ciertamente estoy seguro de esto, ciertamente estoy seguro que el amor de Dios es causa para mi esperanza que no avergüenza. Estoy seguro que en lo fácil y difícil, en los momentos de clama y de tribulación Dios trabaja en todo para llevarme a la gloria”. Pero hay algo que va más allá de nuestra capacidad y comprensión intelectual en cuanto a ese amor que es seguro para todo creyente. El agente por el cual Dios derramó ese amor en nuestros corazones fue el Espíritu Santo.
      No hay duda alguna que el conocimiento subjetivo e intelectual de saber que el amor de Dios está presente es de vital importancia. Ahora bien, el amor de Dios derramado en el corazón de todo creyente no es algo que primeramente nosotros decidimos sentir, sino que es algo que primeramente no es mediado, dado y hecho en nosotros por la persona del Espíritu Santo que nos fue dado. Ciertamente más engañoso que todas las cosas es el corazón y nuestro corazón tiene la increíble capacidad de engañarnos en más de una ocasión. Los afectos son parte de ser humano y son legítimos, pero no son la base primaria de entender y experimentar el amor de Dios en nuestra vida. En medio de la tribulación nuestros sentimientos pueden decirnos que Dios no nos ama o ha dejado de amarnos, pero la realidad es otra. El amor de Dios derramado en el corazón de todo creyente sin excepción es algo hecho por medio de Espíritu Santo que nos fue dado. No es algo que depende de nosotros sino algo que nos es dado por la persona del Espíritu. Por tanto, siendo el Espíritu el sello mismo de nuestra salvación también es el sello del amor de Dios en nosotros. El amor de Dios no es algo que se deduce primeramente, la mayor evidencia y seguridad de ese amor de Dios derramado en nuestra vida es la presencia misma del Espíritu Santo en nosotros. ¿Cómo puede ser esto evidencia de nuestra seguridad de salvación? Debe notarse que el Espíritu es el Espíritu “que nos fue dado”, es decir, es algo dado por Dios a todo creyente y la importancia de esto reside dos aspectos que Pablo mencionará en Romanos 8. Por un lado, el Espíritu es aquel que es evidencia de nuestra pertenencia a Cristo (Romanos 8:9), es el que nos da testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8:15). Por tanto, el mismo Espíritu es evidencia que Dios nos considera sus hijos en el Amado, es evidencia que él no nos ha abandonado, sino que nos ama como sus hijos. Por otro lado, el Espíritu es el primer fruto de la redención final que toda creyente espera (Romanos 8:23). Por tanto, el Espíritu nos ha sido dado como primer fruto y seguridad de que al final nuestra salvación llegará a su fin esperado. El Espíritu es seguridad de que nada ni nadie nos apartará del amor de Dios en nuestro Señor Jesucristo hasta que todo llegue a su consumación. El Espíritu es seguridad de que tenemos seguridad en el amor de nuestro Dios.