EL JUSTO CONSOLADOR
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.”
(1ª Juan 2:1)

      Cuando pasamos de la ilustración de la imagen del cheque en blanco a la realidad de la redención, uno de los desequilibrios y malos entendidos que ha tenido el evangelio, ha sido pensar que la gracia de nuestro Dios en el evangelio es tristemente un cheque en blanco que permite al beneficiario de la misma hacer supuestamente lo que quiera. No es en vano que el apóstol Pablo tuvo que decirles a los Romanos “¿pecaremos para que la gracia abunde?” ¡En ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado ¿cómo viviremos aún en él” (Romanos 6:1-2). El peligro del libertinaje, el peligro de entender la gracia de Dios como un cheque en blanco para pecar no es un problema de ahora sino que ya tiene sus buenos siglos a la espalda. Ahora bien, aun y lo terrible y triste de esta equivocación en el evangelio, ella no debe desviarnos de la grandeza de saber que, aunque no debemos pecar, si en ello caemos, tenemos un gran consolador que es justo y fiel el cual aboga a nuestro favor. El apóstol Juan quería que aquellos hermanos a quien escribió, tuviesen claro que las palabras que les escribía tocantes al Verbo de vida eran palabras para que no pecasen pero al mismo tiempo eran palabras de un gran consuelo ya que, si alguno caía en pecado, la grandeza de la mediación justa de Cristo a su favor estaba delante del Padre. Por tanto, hay dos cosas que salen a relucir en las palabras escritas por el apóstol Juan. Primero, son palabras para no pecar y segundo son palabras de ánimo.


      No cabe duda alguna que Juan empieza de manera tierna y cercana hacia sus destinatarios “hijitos míos”. ¿Quién hablaría a alguien así sin existir un vínculo de amor, cuidado y alto interés? El apóstol se dirige a ellos como a sus pequeños hijos, se dirige a ellos como un padre que ama sus hijos y quiere que entiendan sus palabras. La posición de Juan es cómo el padre adulto que contempla a su hijo y debido a su amor y preocupación hacia él o ella no puede retener palabras importantes para la vida de su hijo. Con sus palabras, lo que esos creyentes debían entender es que todo aquello que hasta el momento Juan les había escrito tenía un propósito claro, debía obrar en ellos el conocimiento de saber que pecar no era una opción en sus vidas “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis”. Posiblemente lo importante aquí es determinar ¿qué son esas cosas que Juan les ha escrito? Sin lugar a dudas, “estas cosas” se refiere a lo dicho anteriormente. Juan les ha testificado y anunciado el hecho histórico de la encarnación del Verbo de vida. Les ha dicho que su intención es que puedan tener comunión con ellos así como su comunión es con el Padre y su Hijo Jesucristo. Por tanto, la comunión que Juan les muestra es una comunión basada en la creencia y aceptación de la revelación histórico y bíblica (ya que ha sido anunciada y testificada por el apóstol) de la encarnación de Jesucristo. Había aquellos que negaban dicha verdad fundamental y su vida, aunque dijesen que tenían comunión con Dios quien está en la luz, en realidad andaban en tinieblas, sus creencias y su comportamiento nada tenían que ver con el Dios que había enviado a su Hijo. Juan les comenta que tener comunión con Dios quien está en la luz, es andar en la luz de su revelación, del gran misterio pero verdad fundamental de la encarnación del Verbo de vida. De todas maneras dicha comunión no es subjetiva sino plenamente objetiva. La comunión con Dios se muestra en tener comunión los unos con los otros a pesar de nuestros pecados y faltas debido a que Jesucristo es quien nos limpia de todo pecado (1:6-7). Ahora bien, ante la realidad que Jesucristo nos limpia de todo pecado, Juan les muestra que decir que uno no tienen pecado es no solamente engañarse a uno mismo sino hacer a Cristo mentiroso (vv.8, 10).
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios y Padre, gracias quiero darte porque delante de ti tengo a mi Señor Jesucristo, el justo quien es mi testigo fiel y justo. Perdona mis pecados y ayúdame a no pecar. Amén.  
      Un cheque en blanco posiblemente es un cheque que muchos desearían. El cheque en blanco consiste en un cheque que es firmado por el emisor sin establecer ningún tipo de cantidad determinada en el importe que el beneficiario debería cobrar. El importa a cobrar viene determinado por el beneficiario, es este último aquel que determina la cantidad que debe o quiere cobrar. Posiblemente esta es la razón por la cual un cheque en blanco sería el deseo de muchos.
MARTES

Romanos 6:1-11

MIÉRCOLES

Romanos 6:12-23

JUEVES

1ª Juan 1:1-10; 2:1-2

VIERNES

1ª Pedro 2:9-11

SÁBADO

Romanos 8:1-13
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
      No hay duda alguna que aquellos que habían salido de la comunión con ellos, no solamente negaban la encarnación de Cristo sino también negaban la realidad del pecado en sus vidas. Si uno llega a la conclusión de que no hay pecado en él, es decir, no es culpable de pecado, el gran problema y herejía es que se hace a Cristo mentiroso. ¿Qué necesidad entonces habría de la muerte de Cristo para perdón de pecados en la cruz? ¿Qué estaba haciendo Cristo muriendo en la cruz si no tenemos pecado? ¿Era un puro espectáculo e hipocresía? Tal actitud era una negación de la necesidad del sacrificio de Cristo.
      Frente a ello, Juan llama a que la actitud correcta es confesar los pecados sabiendo que Jesucristo es fiel y justo pare perdonarnos. Ciertamente la confesión es un reconocimiento profundo por la gracia de Dios de nuestro pecado y culpabilidad delante de Dios, pero no es un reconocimiento de humillación, sino un reconocimiento para contemplar la gran fidelidad y justicia del perdón en nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, esta gran verdad del evangelio podía tener un “lado oscuro” si se mal entendía. Uno podía decir “perfecto, sé que tengo pecado, no me quiero engañar ni tampoco hacer a Cristo mentiroso pero, puesto que él me limpia de todo pecado siempre que lo confieso, entonces, poco importa si peco, poco importa si mi vida se mueve dentro del círculo mortal del pecado”. Frente a esto es que resuenan las palabra de Juan “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis”. En otras palabras, “mis palabras no son un cheque en blanco para que pequéis, son todo lo contrario”.


      Llama la atención que Juan tiene en mente que aquellos a los que escribe no han llegado todavía a la perfección, esto no será una realidad en la vida del creyente hasta que llegue la glorificación. Juan sabe que el creyente en su vida puede tener, y de hecho lo tiene, más de un tropiezo y caída. No hay día que pasemos sin que la realidad del pecada haya, de una manera u otra, estado presente en nosotros. No hay día que pase sin que podamos decir que nuestro registro de pecados está limpio en el día de hoy. Juan sabe de esta realidad en sus oyentes y quiere que sus palabras sean no de mal entendimiento para llevarles a pecar sino todo lo contrario. Sus palabras, como la palabra viva de Dios que es por inspiración, sirvan para que en ellos brote el conocimiento y la fortaleza de saber que, ciertamente el pecado puede se grande pero más grande es el perdón de nuestro Señor Jesús y esta gloriosa verdad nunca debe ser usada como cheque en blanco para pecar. El saber que hay pecado en nosotros pero sobre todo y por encima de todo, el saber que en Jesucristo hay limpieza y perdón de todo pecado si lo confesamos, debe generar en nosotros la santificación de no correr hacia el pecado sino de luchar contra él y no pecar. El evangelio nunca fue dado para pecar sino para perdonar, nunca fue dado para motivar a nadie a pecar sino producir el fruto de la santificación. Ahora bien, Juan es conocedor de otra cosa. El apóstol sabe que aun y cuando el creyente no está llamado a pecar, dicha realidad sí que puede hacer acto de presencia en la vida ¿qué hacer entonces? ¿En qué situación queda uno? Queda en la situación de saber que si eso se ha dado hay un abogado sublime delante del Padre “y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
      Las palabras de Juan son de gran consuelo. ¿Qué sucede si, aun sabiendo que no debemos pecar en un momento determinado caemos en él? Lo que sucede es que Juan informa a sus oyentes y a nosotros que “abogado tenemos para con el Padre”. Las palabras de Juan no pueden ser entendidas nuevamente como cheque en blanco para pecar, el apóstol ha sido claro cuando ha escrito para “que no pequéis”. De todas maneras, si eso sucede el creyente debe saber que tiene un abogado para con el Padre. El término “abogado” en realidad es el término “consolador”, el mismo término que el apóstol utiliza cuatro veces en su evangelio para referirse al Espíritu Santo. Lo distinto aquí es que Juan aplica el término “consolador” no al Espíritu sino a Jesucristo, aquí él es el “consolador” del creyente que ha caído en pecado. En la cultura griega el “consolador” es el “abogado”, ahora bien, el concepto de abogado era distinto al de nuestra sociedad. No era un abogado profesional sino que el “consolador” era un testigo, una amigo cercano que podía abogar a favor del acusado. Es en este sentido que Jesús es el “consolador” de todo creyente que peca.
      Es aquel testigo fiel, aquel testigo cercano que se presenta delante del Padre y testifica a favor del pecador, testifica positivamente en lugar del pecador. ¿Cómo es posible esto? Si alguien hubiere pecado ¿cómo es posible testificar positivamente a favor de alguien que es sabido que ha pecado y es culpable? Es posible porque el “consolador” es “Jesucristo el justo”.


      Juan describe a Jesucristo como “aquel que es el Justo” y no cabe duda que esto es de gran importancia. Como “el Justo” Jesucristo es aquel que su obediencia fue perfecta delante del Padre. No se halló engaño en su boca, no se halló pecado en su vida. Jesucristo tuvo una humanidad sin pecado y una vida sin pecar. Su vida fue una vida de justicia perfecta, de obediencia perfecta delante del Padre y es él quien testifica positivamente y a favor del pecador. Ciertamente ninguno de nosotros que hemos pecado podríamos hacer esto delante del Padre, por nuestro pecado somos culpables pero aquel que viene a nuestro pronto auxilio delante de Dios, aquel que se presenta Justo y si pecado es “Jesucristo el justo”. Su mediación delante del Padre habla a nuestro favor no porque en nosotros haya justicia que valga delante de Dios, sino porque Jesucristo es el justo y su justicia es la que nos cubre, nos ampara, es nuestro refugio y es la justicia que el Padre acepta en su Hijo. Si hemos pecado, no desesperemos, confesemos nuestro pecado, sepamos que Jesucristo el justo aboga por nosotros y consideremos que estas cosas se han escrito para que no pequemos.