AUNQUE LA HIGUERA
NO FLOREZCA
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como ciervas, y en mis alturas me hace andar”
(Habacuc 3:17-19)
      Salir de una crisis de fe es cómo salir de una carretera con niebla. Mientras se conduce sumido en medio de la niebla pocas cosas se distinguen a la distancia. La visión es limitada, las siluetas que se ven al lado de la carretera son difusas y cuesta identificar la naturaleza de las mismas. La niebla crea una situación de indefensión, temor y en especial de duda. Aquel que conduce en medio de la niebla siente la duda e incerteza de no saber exactamente lo que se encontrará delate, no sabe cuándo acabará esa situación y a medida que se interna más y más en la niebla, parece que se hunde más y más en ese entorno de incerteza y duda. Ahora bien, todo cambia cuando el sol empieza a lucir y a disipar la niebla. Quizás uno puede seguir conduciendo en medio de la niebla pero observa algunos rayos de sol brillar a través de ella. Es entonces cuando sabe que el lucero de la mañana acabará tarde o temprano por disipar esa niebla. Es posible que a lo largo de todo el camino no se haya visto a la perfección el paisaje y todos sus detalles. Es posible que muchas cosas se hayan perdido de vista y no se hayan comprendido. Es posible que todavía quede un tramo de niebla por delante, pero sea como sea, ese sol que brilla es la esperanza de saber que al final la niebla será disipada. Es entonces cuando se conduce con la esperanza puesta de que aun y cuando todavía no se vea el fin, sí que se ve el sol que brilla el cual se convierte en la confianza y fortaleza del conductor para seguir adelante en la carretera. Las crisis de fe son algo parecido a esa carretera con niebla.


      Mientras estamos en medio de la crisis de fe y nuestra fe es zarandeada, con toda certeza habrá cosas que seremos incapaces de entender y de vislumbrar. Habrá preguntas que plantearemos a Dios y esperaremos respuesta pero quizás por tiempo seguiremos viviendo en medio de una neblina de duda, temor e incerteza. Ahora bien, lo importante es llegar a entender que aunque ese camino sea difícil, es un camino que debe llevarnos a confiar en nuestro Dios. El camino de la crisis de fe y la duda legítima debe tener como fin el entender que al final Dios hará resplandecer el sol de la mañana que disipará la niebla de nuestras vidas. Quizás, la crisis de fe no es tanto para que nos miremos a nosotros mismos sino para que miremos lo grande que es nuestro Dios y la gran salvación que él nos ha entregado por gracia. Este fue el fin de la crisis de fe del profeta Habacuc. Después de haber caminado por el camino de la duda, la senda de no llegar a entender a su Dios ni a sus caminos, el profeta entendió la gran verdad que “el justo por la fe vivirá” (Habacuc 2:4).
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios y Padre gracias porque eres el Dios de mi salvación, mi fortaleza siempre y en especial en tiempos de crisis. Dios mío ayúdame a gozarme y alegrarme en la gran salvación que me has dado por gracia en Cristo, ayúdame que la gracia del evangelio sea lo que me fortalezca en medio de la duda. No dejes que busque otra fortaleza salvo tu persona. No dejes que me alegre, goce y gloríe salvo en la cruz de mi Señor Jesucristo. Amén.
        El fin de la crisis de fe fue un cántico de esperanza en medio de la crisis  “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como ciervas, y en mis alturas me hace andar” (Habacuc 3:17-19). El cántico de Habacuc muestra, por un lado, el gozo y alegría de la salvación frente a la crisis de fe y, por otro lado, muestra la confianza en Dios como la fortaleza frente a la crisis de fe.
      El final del pequeño libro de Habacuc es la oración o cántico que brota de la respuesta que Dios le dio al profeta en el capítulo 2. Frente a la crisis de fe que Habacuc presentaba por no poder entender cómo Dios utilizaba como instrumento de juicio para su pueblo a los babilonios, un pueblo injusto, impío, despiadado y pagano, Dios le respondió que “el justo por la fe vivirá”. Al final, el justo que confía en Dios sería vindicado, la justicia de Dios pondría a los babilonios en su sitio por sus actos y al justo en su sitio por su fe en el Dios que sigue siendo Santo, la Roca de los que en él confía aun y las circunstancias vividas. Habacuc entendió que Dios no dejaría de hacer justicia al final, la justicia de Dios sería la salvación final de los que en él confían. El Antiguo Testamento asocia en muchas ocasiones de manera paralela los términos “justicia” y “salvación”. La manifestación de la justicia de Dios equivale en varias ocasiones a la manifestación de la salvación de Dios, “rociad, cielos de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcase la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo Jehová lo he creado” (Isaías 45:8), “cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgaran a los pueblos; a mí esperan los de la costa, y a mi brazo ponen su esperanza” (Isaías 51:5). Por tanto, si su confianza estaba en el Dios de su salvación entonces su seguridad estaba garantizada pasase lo que pasase. Para Habacuc la realidad de la salvación final de Dios era su gozo y alegría frente a la crisis de fe. La situación podía ser terrible, las higuera podía no florecer, podía faltar el producto del olivo, los labrados podían no dar su mantenimiento, las ovejas y vacas podían ser quitadas pero “con todo”, es decir, aun y la situación de desabastecimiento terrible, Habacuc se alegraría y gozaría en Jehová, en el Dios de su salvación “con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”.  Ahora bien, el profeta no describe cualquier situación de crisis.
      Habacuc está mencionando productos de la tierra “higuera”, “vides”, “labrados” y productos de ganadería “ovejas”, “vacas”. Estos productos bajo el antiguo pacto eran las bendiciones mismas de la salvación que Dios había prometido a su pueblo por redención y pacto en la tierra prometida (Éxodo 3:8; Deuteronomio 28:1-5). Aunque todas estas bendiciones pareciesen faltar, aunque pudiese parecer que todo se había acabado, para el profeta, el saber que Dios seguía siendo Santo y su Roca, el saber que el justo por la fe viviría le llevó a gozarse y alegrarse en Jehová quien de manera paralela es descrito como “el Dios de mi salvación”. Dios es el objeto del gozo y alegría de Habacuc y es el centro de su gozo y alegría porque es el Dios de la salvación del profeta. Dios debería ser el gozo y alegría de nuestro ser simplemente por quien es él. No hay ser más bello y precioso que Dios, no hay ser que tenga las virtudes que nuestro Dios tiene por lo que su mismo ser debería ser la fuente de gozo y alegría de nuestra alma, el deleite de la misma. Pero también, el hecho que es el Dios de nuestra salvación hace que sea fuente de gozo y alegría frente a nuestras crisis. Podemos llegar a un punto en momentos de nuestra vida de crisis espiritual seria, real y legítima en muchas ocasiones. El cristiano no es inmune a tener crisis de fe ¿por qué? Porque somos los únicos que podemos ser pedidos para que nuestra fe sea zarandeada. Aquel que no tiene fe nunca pasará por esto. El cristiano con una fe genuina puede, y de hecho tendrá crisis de fe ¿por qué? Porque muchas veces esas crisis, cómo lo fue con el profeta Habacuc, serán la lucha de intentar entender, compaginar y crecer en el conocimiento que tenemos de nuestro Dios y lo que sucede a nuestro alrededor. La lucha de intentar entender por qué Dios parece actuar a veces de maneras insondables y profundas que nos cuestan comprender. Frente a ello, ¿dónde está el gozo y alegría en este camino de niebla? Está en que Dios es Dios de nuestra salvación. Está en entender aunque pueda parecer que nada tenga sentido y que todo se ha acabado, que Dios es quien al final obra, consuma, asegura y sustenta la salvación de los justos que en él creen y confían. El cántico de Habacuc sigue resonando en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el poder de Dios para salvar y justificar al que es de la fe de Cristo (Romanos 1:16-17).


      El evangelio de nuestro Señor Jesucristo es el evento histórico por excelencia que nos muestra que nuestro Dios es Dios de salvación. El evangelio nos muestra que Dios hizo justicia por nuestro pecado en la persona de su Hijo. El evangelio nos muestra cómo los cielos de arriba se abrieron e hicieron brotar juntamente la justicia y salvación de Dios. El evangelio nos muestra cómo la justicia final de Dios que pondrá las cosas en su sitio ya nos ha sido dada por la fe en Cristo. El evangelio nos muestra que la sabiduría de Dios no es la del hombre y que sus caminos aun insondables y profundos obran para la salvación de los que en Cristo han creído. El evangelio nos muestra como el Dios de nuestra salvación obró, consumó, aseguró y sustentará hasta el fin la salvación de aquellos que somos justos por la fe en Cristo. Por tanto, Jesucristo y el glorioso evangelio se convierten en la fuente de gozo y alegría en medio de nuestra crisis de fe. Puede ser que las higueras dejen de florecer y las vides puede que dejen de dar su fruto pero no lo harán eternamente. Las bendiciones de la salvación que nos han sido dadas en Cristo y en el nuevo pacto están seguras. Debemos saber que aun y cuando podamos no entender los caminos y actuaciones de Dios, en ellos Dios siempre obra para el bien de los que le aman y dicho bien es llevar a fin la salvación de los suyos (Romanos 8:28-29). Por ello, podemos y debemos gozarnos en el Dios de nuestra salvación, porque la higuera volverá a florecer, la vides volverán a dar sus furtos, los labrados volverán a dar mantenimiento y los justos volveremos a resplandecer eternamente en el reino de su Dios. Es debido a esto que Dios se torna entonces en nuestra fortaleza frente a esas crisis de fe.
MARTES

Habacuc 3:1-19

MIÉRCOLES

Salmo 18:1-50

JUEVES

Salmo 46:1-11

VIERNES

Romanos 8:18-25

SÁBADO

Judas 24-25
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
      Habacuc se gozó y alegró en el Dios de su salvación quien era su fortaleza y el que hacía sus pies caminar en las alturas “Jehová el Señor, es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas y en mis alturas me hace andar”. Habacuc podía buscar refugio y fortaleza en cualquier sitio o en cualquier persona pero la única fortaleza frente a los tiempos de crisis era Dios. Cuando Habacuc entendió que el “justo por la fe vivirá”, cuando entendió que Dios es Dios de su salvación, cuando entendió el gozo y alegría en esa salvación, el profeta entonces entendió que Dios es su única fortaleza. Y lo mismo será con nosotros. Cuando somos capaces de entender la grandeza de la salvación que nos ha sido dada por fe en Cristo, de gozarnos y alegrarnos en el Dios de nuestra salvación, es entonces cuando entendemos también que ese único Dios es nuestra fortaleza, no podría ser de otra manera. Dios que ha obrado nuestra salvación eterna con su propia sangre, también es el que nos preserva para la eternidad pase lo que pase. ¿Qué mayor fortaleza necesitamos que nuestro Dios? Los tiempos de crisis de fe no son fáciles, requieren en ocasiones tiempo de caminar entre la niebla de la duda e incerteza pero son tiempos también para sondear las grandezas del Dios de nuestra salvación.