POR LA SOLA FE
“He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá”
(Habacuc 2:4)
      ¿Quién podría olvidar una doctrina tan preciosa como esta?¿Quién podría dar por sabido la gloriosa doctrina de la justicia por la fe? El pueblo de Dios nunca debería ni olvidar ni dar por sabido algo tan maravilloso y que es parte integral de las bendiciones de la redención que nos han sido aplicadas por la obra del Espíritu. Ahora bien, fue el mismo Lutero que reflotó la doctrina de la justificación por la fe el que también dijo: “Cada semana predico la justificación por la fe a mi pueblo, porque cada semana la olvidan”. Somos olvidadizos y también tenemos en nuestro corazón la tendencia a inclinarnos a pensar que quizás nuestras obras son más importantes de lo que nos pensamos. Sin lugar a dudas, las obras son importantes como fruto de una verdadera salvación, pero no tienen importancia alguna ni contribuyen para nada a nuestra salvación y aceptación delante de Dios. Somos aceptados por Dios en el Amado y somos justificados por la sola fe solo en Jesucristo, el Justo. En medio de una terrible crisis de fe, Habacuc tuvo que volver a escuchar la doctrina de la justificación por la fe que ya recorría la historia de la salvación desde Adán quien creyó que algún día la simiente de la mujer acabaría con la simiente de la serpiente. La doctrina que ya se encontraba en Abel quien alcanzó testimonio de que era justo (Hebreos 11:4) o en Noé quien fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe (Hebreos 11:7). Dios le dijo a Habacuc “he aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por la fe vivirá”. En las palabras de Dios a Habacuc hay dos cosas a destacar, primero la diferencia entre aquel cuya alma no es recta y el justo y segundo, la realidad de que la justicia que es por la fe trae vida


      Las palabras de Dios a Habacuc forman parte de la respuesta de Dios tocante a la queja del profeta. Habacuc afirmó su pie y determinó no moverse hasta que Dios respondiese su queja, le diese una solución a la crisis de fe que estaba viviendo. Habacuc era testigo de la injusticia que se vivía en su propio pueblo ¿cómo podía dejar Dios quien es Justo en grado absoluto que la falta de justicia campase a sus anchas en medio de su pueblo? (Habacuc 1:2-3). Habacuc no comprendía cómo la solución de Dios para hacer justicia era levantar a los babilonios o caldeos, un pueblo injusto, impío, que confiaba en sus propias fuerzas y recursos para juzgar y devolver la justicia en medio de su pueblo ¿cómo Dios siendo Santo y limpio de ojos para ver el mal y el agravio podía hacer algo así? (Habacuc 1:12-13). Esta crisis de fe llevó a Habacuc a tomar una resolución delante de Dios, no moverse hasta que Dios respondiese y solucionase esa crisis del profeta (Habacuc 2:1). La respuesta de Dios fue decirle al profeta que escribiese la visión de que “aquel cuya alma no es recta, se enorgullece, mas el justo por la fe vivirá”. Dios establece una diferencia notable entre aquel cuya alma no es recta y el justo ¿qué diferencia hay entre ellos? El concepto de “rectitud” tiene que ver con la idea de justicia. La palabra “justicia” presenta en ella misma la connotación de “rectitud”, algo “justo” es algo “recto”, algo que se ajusta a un estándar concreto. Por tanto, “aquel cuya alma no es recta” es decir lo mismo que “aquel que no es justo” y hablar del “justo” es lo mismo que hablar de “aquel cuya alma es recta”. ¿Quién es aquí “aquel cuya alma no es recta”, es decir, está falto de justicia? Es aquel “que se enorgullece” según el texto, es decir, aquellos cuya alma no era recta y su vida era una vida de orgullo eran los babilonios. Los babilonios se enorgullecían de sí mismos, de su poder y fortaleza como pueblo, del temor que infundían al resto de naciones. La justicia que procedía de ellos estaba en relación con el orgullo que sentían de ellos mismos, una justicia que se burlaba de las naciones, cruel y que despojó a pueblos enteros (Habacuc 1:6-9; 2:6-8). En pocas palabras, eran un pueblo que su fe y confianza estaba puesta en ellos mismos. Su fe y confianza estaba puesta en su propia fortaleza, en sus propias obras, una fe y confianza en ellos mismos que les hacía pensar que nadie podría acabar con ellos. Por otro lado, el justo es bien distinto.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Pastor Rubén Sanchez Noguero - Móvil: 610.224.965 - emali: rsanchez111@yahoo.es
Dios y Padre, gracias por tu declaración de perdonado y justo sobre mi vida. Una declaración que no me ha sido dada por mis logros sino por medio de la fe en la obra prefecta de tu Hijo. Nada puedo añadir a esa justicia, Cristo lo dio todo para que ella fuese manifestada. Padre, ayúdame a nunca confiar en mi justicia para vivir eternamente porque de nada me sirve.
Fortalece mi fe en mi Señor y Salvador Jesucristo
porque sé que solo el “justo por la fe vivirá”.
Amén.
MARTES

Génesis 15:1-6; Romanos 4:1-12

MIÉRCOLES

Romanos 3:9-26

JUEVES

Gálatas 1: 3-8; 2:15-21

VIERNES

Gálatas 3:1-29

SÁBADO

Salmo 32:1-11; Romanos 4:6-8
      El 31 de Octubre de 1517 Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittemberg. Aunque ellas eran una denuncia de las indulgencias que la Iglesia católico romana vendía en aquel tiempo, ese acto supuso el inicio de la Reforma protestante como tal. Cierto es que muchas cosas estuvieron en el corazón de la Reforma, pero si hay una doctrina que brilló por excelencia, una doctrina sobre la cual la iglesia se sustenta o cae, fue la doctrina de la justificación por la fe. La doctrina central ligada al corazón mismo del evangelio fue la gloriosa verdad de que el ser humano nunca es ni será justificado por las obras sino por la sola fe solo en Jesucristo.
      Si aquel cuya alma no es recta es aquel cuyo orgullo y fe están puestos en sí mismo y en sus obras, el justo es todo lo contrario. El justo es aquel que su fe y confianza no estarán puestas en sí mismo sino en su Dios. Habacuc era la muestra del justo en ese caso. El profeta tenía dos opciones, o bien confiar en sí mismo y seguir en su crisis de fe o bien confiar en Dios y la palabra que le había dado “el justo por la fe vivirá”. El justo es aquel cuya fe está puesta en Dios y su palabra y la justicia que hay en él no proviene de ser mejor ni de ninguna bondad intrínseca en él sino que proviene de Dios mismo.
      La justicia que hay en él es la justicia que viene por medio de la fe en Dios. Es la fe y confianza que descansa en saber que Dios obrará justicia tanto con los que se enorgullecían confiando en sí mismos como con aquellos que confiaban en Dios. Los babilonios y Habacuc eran el ejemplo, los primeros de aquellos orgullosos que no confiaban en Dios y el segundo de un justo cuya justicia venía dada por su fe en Dios. Ahora bien, esta distinción entre los babilonios y Habacuc sigue siendo la distinción en la raza humana. Resulta difícil determinar quién es el justo o el orgulloso en nuestra sociedad ya que, aun y cuando existe un estándar de justicia, la justicia de este mundo es cambiante y en algunos casos injusta ¿por qué? Porque el ser humano es cambiante y falible. El ser humano seguimos enorgulleciéndonos de nuestros logros y justicia y nuestra confianza está puesta o bien en nosotros mismos o bien en lo que pensamos que podemos llegara conseguir, pero lo cierto es que esto de nada sirve, de la misma manera que la hierva del campo se seca y pasa, así también suele pasar nuestra justicia. La diferencia radica en quién creemos y confiamos, esta es la diferencia de aquel cuya alma no es recta y aquel que es declarado justo y el resultado es de vida o muerte.


      ¿Qué resultado tiene aquel cuya alma no es recta y por tanto es aquel cuya confianza está puesta en sí mismo? “Se enorgullece”, el resultado es el orgullo en sí mismo como los babilonios se enorgullecían de sí mismos y sus logros pero eso no les llevaría a otro lugar salvo al juicio final de Dios. Dios muestra a Habacuc que al final él hará justicia, al final los que han despojado a las naciones serán despojados. Al final aquellos que han actuado injustamente recibirán la justicia final de Dios (Habacuc 2:5-20). ¡No podría ser de otra manera! Dios siendo justo hará justicia a su tiempo. Cuando los orgullosos babilonios fuesen juzgados en la historia, de nada les servirían sus obras, es más, sus obras simplemente serían la evidencia de que merecían ese juicio por cómo habían actuado. Cuando Dios emitiese su juicio sobre ellos en la historia, de nada les servirían sus obras y su confianza en ellos mismo, no habría obra que pudiesen hacer para declararse justos y vivir. Su fe en ellos mismos fue su sentencia final. Ahora bien, “el justo por la fe vivirá” ¡qué gran diferencia! El justo no es aquel que es bueno, no es lo que nuestro mundo consideraría un santurrón que va todo el día en un estado contemplativo. El “justo” es aquel cuya fe está puesta en Dios y por ello vivirá. El justo es aquel cuya fe está puesta en Dios quien es justo, cree y confía que Dios hará justicia, que Dios obrará justamente y esa sola fe es el medio que hace que la justicia manifestada de Dios al final sea la justicia que cubre como fortaleza y castillo fuerte al justo. Habacuc sin lugar a dudas no era ni inocente ni perfecto, tendría sus errores y pecados como nosotros los nuestros pero creyó en lo que Dios le dijo. Creyó que al final Dios haría justicia y aunque la higuera no floreciese y las vides no diesen su fruto, Habacuc confiaría en su Dios para vivir cuando ese juicio de la justicia de Dios llegase. La confianza para vida no estaría puesta en él sino en su Dios. Las palabra de Dios a Habacuc son preciosas pero todavía lo son más cuando las observamos cumplidas en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
      El apóstol Pablo no se avergonzaba del evangelio porque es “poder de Dios para todo aquel que cree” (Romanos 1:16). El evangelio de Cristo Jesús es el poder de Dios para salvar bajo condición de fe, “para todo aquel que cree”. ¿Por qué? Porque en dicho evangelio “la justicia de Dios se revela por fe y para fe, cómo está escrito: Mas el justo por su fe vivirá” (Romanos 1:17). Pablo ve cumplidas las palabras de Dios a Habacuc en el evangelio de Jesucristo. En el evangelio la justicia que declara perdonado y no culpable al pecador se revela por fe y para fe. Cuando la fe es puesta en la sola obra y en el único Salvador, Jesucristo, la declaración del Dios Altísimo es dada al pecador “perdonado y declarado justo”.
      Nada hemos contribuido a esa declaración tan maravillosa, nada hemos aportado con nuestras obras para ello. Nada puedo yo gloriarme en mi fortaleza o logros porque ninguno de ellos cuenta, pero sí toda mi gloria puede estar en la cruz de mí Señor Jesucristo cuya justicia me ha sido dada por medio de la fe. Su justicia se trasforma en el refugio del pecador, la fortaleza que le cubre en el día que Dios juzgue con justicia final. ¿Qué clamaré para justificarme delante de Dios en aquel día? Nada podré clamar salvo la justicia de Cristo dada por medio de la fe, esa justicia por medio de la fe que trae la declaración de la corte celestial “perdonado y declarado no culpable”, esa declaración que traer la complacencia de Dios sobre nosotros. Así como el Padre se complace en el Hijo de la misma manera se complace en aquellos justificados con la justicia de su Hijo.  Ciertamente la injusticia es real en la vida pero también lo es la justicia que nos es dada por medio de la sola fe solo en Jesucristo. Las vides pude que pierdan su fruto y las higueras no florezcan pero al final “el justo por su fe vivirá”, el justo que sabe que es justo no por méritos propios sino por fe en Jesucristo. Viviremos, aquellos cuya alma no era recta pero fue hecha justa por medio de la fe en Jesucristo y su justicia dada. ¿Dónde está puesta nuestra fe y confianza para el presente y para la eternidad? “he aquí, aquel cuya alma no es recta se enorgullece; mas el justo por la fe vivirá”.