ASOMBRADOS POR DIOS
“Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días,
que aun cuando se os contare, no la creeréis”
(Habacuc 1:5)
      Se dice que el mundo tiene un cierto número de maravillas, las que se han llamado las maravillas del mundo antiguo y moderno. Entre las primeras se encuentran algunas maravillas como la Gran Pirámide de Guiza, la estatua de Zeus Olimpia, el templo de Artemisa en Éfeso. Entre las segundas, se cuentan algunas maravillas como la ciudad de Machu Picchu, el Gran Coliseo de Roma, la Gran Muralla China, etc. Sin duda alguna, las siete maravillas del mundo antiguo y moderno son hitos que - tal y como dice su nombre - maravillan a todo aquel que las contempla. El asombro está implícito cuando se miran y ven esos grandes logros del ser humano. El tiempo en cierta manera dice “mirad entre las naciones, y ved, y asombraos de lo que el ser humano es capaz de hacer”. De todas maneras, es muy posible que al inicio de dichas maravillas del mundo pocos entendiesen el asombro que de ellas saldría. Muy pocos mirarían y estarían asombrados de la Gran Pirámide de Guiza cuando las primeras piedras fueron puestas. Incluso muchos entrarían en una crisis cuestionando qué significado y sentido tenían aquellas obras emprendidas. En muchas ocasiones las obras de Dios en la historia son así.


      Las maravillas de Dios sobrepasan de manera incalculable a las grandes maravillas que el ser humano ha podido realizar en el mundo. Ahora bien, en muchas ocasiones las obras que Dios realiza no pueden parecer dignas de asombro en un primer momento. Los caminos y pensamientos de Dios son mucho más altos y profundos que los del ser humano, su soberanía trabaja en maneras que muchas veces nos son difíciles de comprender y esto hace que las obras realizadas por Dios puedan ser altamente asombrosas, pero en un primer momento generen una crisis de fe en sus hijos que las contemplan. En ocasiones las obras de Dios pueden generar preguntas como: “¿Qué está haciendo Dios?” “¿Por qué actúa así?” “¿Por qué Dios actúa de una manera que parece ser un Dios distinto al que yo creo?” Es precisamente dentro de dicha crisis de fe que son dichas las palabras de Dios en el pequeño libro del profeta Habacuc “mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” (Habacuc 1:5). En estas palabras Dios llama a mirar y ver.  La razón de ello es porque Dios realizaría una obra en esos días que aun y cuando se contase no se creería. Las palabras de Habacuc muestran dos cosas, primero el asombro en el actuar de Dios y segundo la implícita incredulidad en el obrar de Dios.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Pastor Rubén Sanchez Noguero - Móvil: 610.224.965 - emali: rsanchez111@yahoo.es
Señor, hay muchas cosas que no soy capaz de entender. Perdóname cuando no entiendo tu proceder, perdóname cuando pienso que no haces justicia como creo que deberías hacerla. Pero gracias te doy porque me permitiste creer en el evangelio de Cristo, púlpito de tu justicia a las naciones. Gracias porque en él veo tu justicia por la fe y en él descanso firmemente en saber que, aun y cuando no lo entienda todo, la cruz me muestra que hiciste y al final harás justicia. Amén.
MARTES

Leer: Habacuc 1:1-11

Meditar: Medita sobre la situación del pueblo de Dios descrita en Habacuc. Medita en la obra asombrosa que Dios hará levantando a los caldeos en los vv.5-6. Medita en la descripción que Habacuc hace de los caldeos. Medita en cómo es posible que el levantar a un pueblo como los caldeos sea una obra que asombre y difícil de creer.

Orar: Señor, perdona la falta de justicia que puede haber en mi vida y en tu pueblo. Señor ayúdame a poder confiar en tus caminos y proceder aun y cuando no sea capaz de entenderlos. Ayúdame a asombrarme en tu obrar sea cual sea. Amén.


MIÉRCOLES

Leer: Isaías 53:1-12

Meditar: Medita sobre la aparente imposibilidad de creer el anuncio de Dios en Isaías 53 y las razones de ello. Medita en los vv-2-12 e intenta establecer una lista de aquello que crees que hace el anuncio difícil de creer. Medita en las referencias que hay del evangelio en Isaías 53 y 1ª Pedro 2:23-25. Medita si hay alguna referencia a la resurrección de Cristo en Isaías 53.

Orar: Señor, muchas gracias por la grandeza de la muerte y resurrección de Cristo Jesús. Muchas gracias porque aún y lo increíble del anuncio, por tu misericordia puede creer en él.


JUEVES

Leer: Hechos 13:13-41

Meditar: Medita en cómo Pablo expone el evangelio y la razón de explicarlo dentro de la historia de la redención. Medita sobre las misericordias de David descritas en Isaías 55:3 y cómo son dadas en la resurrección de Jesús. Medita en la comparación que se establece entre David y Jesús. Medita sobre aquello que es anunciado en Jesucristo según los vv.38-39. Medita sobre la razón e importancia de considerar lo asombroso de la obra del evangelio según los vv.40-41

Orar: Dios y Padre, gracias te doy porque tu evangelio es el cumplimiento de toda la historia de salvación. Gracias porque en Jesús, tu Hijo a quien resucitaste de los muertos, en él me das salvación y perdón y la justicia que necesito. Padre, no dejes que cese mi asombro diario del evangelio de tu Hijo Jesucristo.


VIERNES

Leer: Romanos 11:33-36

Meditar: Medita en el contexto general de la doxología de Romanos 11:33-36. Medita en cómo Pablo establece la profundidad y lo inalcanzable de los caminos de Dios. Medita en lo que esto significa para nuestra comprensión de lo que Dios ha hecho en el evangelio. Medita en el v.36 y la realidad de que todo es de él, por él y para él.

Orar: Señor, sé que nunca podré llegar a conocer de manera exhaustiva lo que has hecho en el evangelio, pero sí ayúdame a poder comprender aquello del evangelio que es vital para mi confianza diaria en ti. Señor que mi vida sea de ti, por ti y para ti. Amén.


SÁBADO

Leer: Salmo 98:1-9

Meditar: Medita como la actitud de alabanza a Dios es repuesta a las maravillas que él ha hecho. Medita en cómo los términos “justicia” y “salvación” van de manera conjunta en el Salmo y lo que esto puede implicar o significar. Medita en cómo la alabanza por la justicia de Dios es dada tanto por su pueblo como por toda la creación. Medita en cómo es posible que el salmo determina que Dios ha hecho notoria su justicia, pero al mismo tiempo determina que juzgará al mundo finalmente.

Orar: Dios y Salvador, te alabo por la justicia y salvación que manifestaste en Cristo Jesús. Dios mío mi alabanza se une a la alabanza de la creación por tu justicia y salvación. Dios mío gracias porque tu justicia manifestada en la cruz es la garantía que algún día juzgarás rectamente al mundo. Amén.
      El profeta Habacuc fue un profeta que tuvo una crisis de fe que le llevó a afirmar sus pies y esperar respuesta de Dios a esa situación que aparentemente era incomprensible y contradictoria para el profeta. ¿Qué sucedió para que Habacuc entrase en una crisis de fe? Lo mismo que muchas veces nos sucede a los creyentes, vemos una incongruencia entre el Dios en quien creemos y la manera en cómo él actúa. Si Dios es justo ¿por qué parece actuar sin justicia? Habacuc miraba a su alrededor y veía la falta de justicia y el incremento de injusticia social que existía. Habacuc preguntaba a Dios por qué le permitía ver tanta iniquidad e injusticia, por qué Dios permitía que sus ojos contemplasen violencia delante de él (Habacuc 1:3). Ciertamente cuando uno mira la sociedad que le rodea podría encontrarse con las mismas preguntas de Habacuc ¿Por qué permites Dios mío que vea maldad, violencia y pleito? Esto es el pan nuestro de cada día en el mundo en que vivimos, ahora bien, el mayor problema para Habacuc no era ver esa injusticia en el mundo sino en medio del pueblo de Dios. Habacuc clama a Dios y le pregunta ¿Por qué permites que vea injusticia, violencia, falta de justicia social en medio de tu pueblo? ¿No debería ser el pueblo de Dios de otra manera? ¿No debería estar caracterizado por la justicia social de amar al débil que el mundo desprecia? ¿No debería ser el pueblo de Dios quien sustentase la ley del pacto y la verdad de Dios? Por el contrario, todas estas cosas faltaban en el pueblo de Israel y la crisis de fe de Habacuc se centraba en no poder entender porque Dios siendo justo permitía tal injusticia. Ante este clamor del profeta Dios responde “mirad, entre las naciones, y ved, y asombraos”. El llamado de Dios es a mirar, a ver y asombrarse no solamente entre su pueblo sino entre las naciones de aquel tiempo. Dios responde al clamor de Habacuc y responde no únicamente para que él vea la respuesta de Dios a esa injusticia sino también para que todas las naciones puedan mirar, ver y asombrarse de cómo Dios intervendrá para poner rectitud allí donde no había. El simple hecho que Dios responda al profeta demuestra algo, Dios no cierra los ojos a la injusticia.
      Dios quien es justo en sí mismo no puede cerrar los ojos y pasar por alto la injusticia, sería negarse a sí mismo y esto implicaría dejar de ser Dios. Sin duda alguna esto debería ser de ánimo en nuestra vida. La injusticia y la maldad es una realidad ineludible, pero es tan real como que Dios es justo para hacer justicia y poner las cosas en su sitio. Frente al clamor de los suyos por justicia, Dios escucha y responde y muestra que no dejará que la injusticia campe a sus anchas. No dejará que la injusticia sea algo permanente en nuestra vida, en nuestra fe, Dios obrará de manera asombrosa para acabar con esa injusticia en nuestra vida. Ahora bien, aquí hay algo importante, Dios lo hará a su manera y no a la nuestra.
      Podemos caer en el error de pensar que Dios hará una obra de justicia que todo el mundo se asombrará de ella y lo hará de la manera que a nosotros nos parece que debería hacerlo. No podemos olvidarnos que la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Debemos entender que Dios es soberano y el ejercicio de su justicia siempre será llevado a cabo de manera soberana, por tanto, lo hará como él quiere y no como nosotros pensamos que debe hacer justicia y aquí está el gran dilema que surge. La obra que Dios realizaría para traer justicia en tiempos de Habacuc sería tan asombrosa, tan maravillosa, tan grandiosa que sería difícil de creer y aceptar, incluso por el mismo profeta. En esa obra habría una incredulidad implícita que en un primer momento no ayudaría a la crisis de fe del profeta “haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis”.


      Dios levantaría a los caldeos, es decir, a los babilonios, un pueblo duro, injusto, impío, perverso, orgulloso para juzgar a su pueblo y traer la justicia que Habacuc le pedía a Dios. ¿Cómo haría Dios algo así? ¿Cómo podía ahora levantar a un pueblo peor que el suyo para juzgar a su pueblo? Sin duda alguna era una obra difícil de creer, pero también difícil de asombrarse. ¿Cómo podía ser algo tan impío y cruel como los babilonios el medio de Dios para hacer justicia? Habacuc podría clamar a Dios: “¡Señor!, ¡qué estás haciendo!”. Ahora bien, más adelante Dios responde a Habacuc y le dice que al final “aquel cuya alma no es recta, se enorgullece, más el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4). El justo aquí no es aquel bueno y perfecto sino el que cree en Dios en contraste al orgulloso cuya alma no es justa porque solamente cree en él y en sus esfuerzos. En último término Dios le está diciendo a Habacuc que la solución a su crisis de fe no es primeramente en intentar entender todos los caminos y procedimientos de Dios sino en creer en Dios y confiar en su proceder aun y cuando para nuestra mente sea incompresible en ocasiones. Aun y cuando pueda parecer que contradice de manera absoluta el conocimiento que tenemos de Dios. Resulta aparentemente incoherente pero la solución a la crisis de fe es, por la gracia de Dios, seguir creyendo que Dios sabe lo que hace y él hará justicia por muy increíble que parezca la obra por cual lo lleva a cabo. Lo asombros de la obra de Dios requería que únicamente pudiese creerse por medio del don de la fe y esto es precisamente lo que vemos en el evangelio.
      El apóstol Pablo predicando a los judíos en la sinagoga de Pisidia les habló de la historia de la salvación y de cómo Dios por medio de Jesucristo y el evangelio daba la justicia que nunca por las obras de la ley podría conseguirse (Hechos 13:39) ¡Qué maravilloso y asombroso! La justicia que Habacuc le pedía a Dios nos la encontramos en la cruz. A través de un medio tan impío y vergonzoso como la cruz, Dios trajo la justicia que aquellos cuya alma no era recta necesitábamos. Podríamos clamar como Habacuc, “Señor ¿por qué me haces ver iniquidad? Trae justicia” pero tenemos la tendencia de ver la paja en el ojo del hermano y no la biga en el nuestro.
      Clamaríamos por justicia hacia los otros, pero nos olvidaríamos de la injusticia e iniquidad en nuestra vida que requería igualmente la justicia de Dios. Pero la gran obra del evangelio hace que seamos asombrados por Dios. Él hizo justicia por nuestros pecados en Cristo Jesús, una justicia que nos es dada por medio de la fe para perdón de pecados y paz con nuestro Dios. Ahora es cuando podemos entender las palabras de Dios “haré una obra en vuestros días que, aun cuando se os contare, no la creeréis”. Lo que Habacuc anhelaba Cristo nos lo da. A esos judíos a los que Pablo les predico, les advirtió de la implícita incredulidad en esa obra del evangelio citando a Habacuc, cuidado que no venga sobre vosotros lo dicho por los profetas “obra que no creeréis, si alguien os la contare” (Hechos 13:41). Es imposible de creer a menos que Dios en su misericordia dé el don de la fe y así lo hizo con aquellos que creímos. Ciertamente asombrados por Dios.


      El evangelio nos es fuente y poder de Dios para salvar, pero también ancla para nuestras crisis de fe ¿Por qué? Porque cuando nuestra fe se ve zarandeada porque lo que vemos no coincide con el Dios en quien creemos, entonces miramos a la cruz. Miramos a la justicia que Dios obró en el Calvario y allí podemos ver que Dios puso las cosas en su sitio. Lo hizo en medio de nuestra vida por amor y nos dio el don de la fe para creer en ello. Si así fue, entonces, ciertamente nos encontraremos con cosas a lo largo de nuestra vida que aparentemente serán difíciles de aceptar, pero la cruz nos enseña que Dios hizo justicia en Cristo y al fin de los tiempos Dios hará justicia plena.