EL CLAMOR DE GETSEMANÍ
“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió obediencia”
(Hebreos 5:7)

      Aunque posiblemente podría parecer a la inversa, una de las primeras doctrinas que fue puesta en entredicho con relación a la persona de Jesús fue su verdadera humanidad. Debido a diferentes filosofías y corrientes de pensamientos que empezaron a gestarse en el primer siglo y que fueron progresivamente creciendo, la humanidad de Jesús fue algo cuestionado o negado por muchos. ¿Cómo podía ser que si Jesús era el Cristo fuese verdaderamente hombre? ¿Cómo podía ser que Dios se dignase a tomar naturaleza humana siendo el mundo material malo y corrompido? Esta es la razón por la cual, el apóstol Juan en su primera carta establece que una de las pruebas fundamentales de aquel que es verdaderamente creyente es la confesión que Jesús ha venido en carne (1ª Juan 4:2). A lo largo de la historia la iglesia tuvo que dejar claro, especialmente a raíz de las diferentes herejías que surgían en cuanto a la persona de Jesús, la verdad que la persona de Jesús era Dios-hombre. Si hay algo bueno en la herejía es que fuerza a la iglesia a poner sobre papel y de manera clara aquello que cree en base a la revelación bíblica. Calcedonia estableció la confesión de la persona de Jesús como perfecto en divinidad y perfecto en humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre. Las dos naturalezas en la persona de Jesús son tan inconfundibles e inseparables en su persona como también innegociables en nuestra fe en cuanto a la persona de Jesús. El autor de Hebreos nos muestra como la persona de nuestro Señor Jesucristo es Dios cuyo trono permanece para siempre y es hombre cuya humanidad no fue distinta a la nuestra a excepción de ser absolutamente sin pecado alguno. Es precisamente en la humanidad de Jesús que el autor se centra en las siguientes palabras “y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió obediencia” (Hebreos 5:7-8). El autor nos permite escuchar el clamor de nuestro Señor Jesucristo, un clamor que parece ser fue el clamor de Getsemaní horas antes de la cruel cruz del Calvario. En Getsemaní se escucha primero el clamor de Jesucristo nuestro sumo sacerdote. Segundo, se escucha el clamor de Jesucristo identificado con nosotros y tercero, se escucha el clamor obediente de Jesucristo fuente de nuestra salvación.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Padre, gracias te doy por la verdadera encarnación y humanidad de tu Hijo. Gracias porque él fue sujeto a las debilidades de la humanidad pero fue obediente a ti en todas ellas. Gracias porque él es capaz de tener paciencia conmigo cuando por mi ignorancia peco contra ti. Gracias porque su perfecta obediencia le hace la única fuente de salvación para mi vida, el único capaz de sustentarme en el presente frente a la tentación y de sustentarme eternamente para salvación. Amén.
MARTES

Leer: Hebreos 2:14-18

Meditar: ¿De qué participó Cristo según el v.14? ¿Qué entiendes que Cristo participó de lo mismo? ¿Qué doctrinas crees que se relaciona con esa afirmación del autor? ¿Qué dos propósitos el autor establece del hecho que Cristo participó de lo mismo que nosotros participamos? ¿Cuál es el motivo por el cual Cristo debía identificarse en todo con nosotros? ¿Dónde reside el hecho que Jesús sea poderoso para socorrernos cuando somos tentados?

Orar: Bendice a Dios porque la humanidad de su Hijo en la encarnación fue una humanidad real y verdadera. Bendice a Dios porque siendo como nosotros Jesús puede ser nuestro fiel y misericordioso sumo sacerdote el cual es poderoso para librarnos en nuestras tentaciones. 


MIÉRCOLES

Leer: 4:14-16

Meditar: ¿A qué somos animados según el v.14? ¿Qué es aquello que tenemos en el cielo y nos anima a retener nuestra profesión de fe? ¿Cómo se describe el sumo sacerdocio de Jesús en el v.15? ¿Qué gran diferencia hay entre la humanidad de Jesús y la nuestras? Lee Hebreos 14:18 y piense en cómo el hecho que Jesús fuese sin pecado en sus tentaciones le hace poderoso para socorrernos a nosotros en las nuestras. ¿Cómo se define el trono y que hallamos en él? ¿Qué aplicaciones prácticas crees que puedes extraer para las tentaciones que enfrentas en tu vida?

Orar: Bendice a Dios porque tenemos a Jesús como nuestro sumos sacerdote sin pecado. Pide a Dios que en su gracia te ayuda a poder acercarte al trono de la gracia cuando en tu vida enfrentes tentaciones y pruebas.


JUEVES

Leer: Lucas 22:39-49

Meditar: ¿Qué sucede en estos versículos? ¿Cuál es la realidad que encierra el acontecimiento de Getsemaní según los vv.40 y 46? ¿Crees que Jesús estaba orando para no tener que beber la copa amarga del Padre? Sí, No ¿Por qué? ¿Qué ejemplo da Jesús a sus discípulos para enfrentar la tentación? ¿Cómo crees que Getsemaní se relaciona con la cruz? Según Hebreos 5:7 ¿Cómo crees que Getsemaní ayuda a ver a Jesús como nuestro sumo sacerdote y autor de nuestra salvación?

Orar: Bendice a Dios porque en Getsemaní Jesús bajo la tentación permaneció obediente al Padre y por ello pudo enfrentar la cruz plenamente preparado como Dios-hombre para nuestra salvación.


VIERNES

Leer: Mateo 4:1-11

Meditar: ¿Qué sucede en los versículos? ¿Qué tres tentaciones son propuestas por Satanás a Jesús? ¿Cómo responde Jesús a Satanás? ¿Qué ves de importante en las respuestas de Jesús a cada una de las tentaciones de Satanás? Se dice que debido a que Jesús era Dios sus tentaciones no fueron reales. Según lo que has ido aprendiendo esta semana ¿crees que es así? Sí, no ¿Por qué? ¿Qué lecciones prácticas puedes extraer para tu vida en momento de tentación?

Orar: Pide a Dios que sea su Palabra aquella que en los momentos de tentación te sustente y te permita mantenerte fiel y obediente a él.


SÁBADO

Leer: Filipenses 2:5-11

Meditar: ¿Qué sentir hubo en Cristo? ¿Qué es aquello que dejó Cristo? ¿Cómo explica Pablo la encarnación de Jesús? La palabra “siervo” que utiliza Pablo en realidad es “esclavo” ¿Qué te hace pensar que Jesús tomó forma de siervo? ¿Cuál fue la obediencia máxima de Jesús al Padre? ¿Qué resultado se generó por la obediencia del Hijo? ¿Cómo relacionarías la exaltación de Jesús con su obra de sumo sacerdote? ¿Cómo Pablo muestra el señorío de Cristo en estos versículos?

Orar:
Da gracias a Dios por; la humildad de Jesús, su encarnación, su obediencia hasta la muerte de cruz, su exaltación y por ser el Señor.
      Las palabras del autor en Hebreos 5:7-8 forman parte de todo el argumento que está desarrollando sobre el sumo sacerdocio de nuestro Señor Jesucristo. Él es y será para siempre nuestro sumo sacerdote misericordioso quien es capaz de sufrir juntamente con nosotros en nuestras debilidades, luchas, tentaciones, etc. Parte de esta realidad es vista en el clamor de Jesucristo como sumos sacerdote en Getsemaní “y Cristo en los días de su carne, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte”.
      Aun y cuando algunos opinan que dicho clamor fue el clamor de Cristo en la cruz del Calvario, lo cierto es que la mayoría opinan que dicho clamor que la Biblia nos permite escuchar, es el clamor de nuestro sumo sacerdote en Getsemaní horas antes de la cruz. Si hay algo que todo sumo sacerdote que mediaba entre Dios y los hombres debía tener, era la capacidad de poder ser misericordioso, compasivo y paciente con aquellos que estaban en la debilidad del pecado. Debía ser capaz de mostrar gentileza hacia ellos para ofrecer sacrificios para el perdón de los pecados. ¡Qué terrible hubiese sido que un pecador tocado por su pecado, con la carga de la culpa sobre sus hombros se encontrase un sumo sacerdote acusador! ¡Qué terrible sería encontrarse a uno frío como el hielo, con un corazón incapaz de latir por la debilidad del otro y alejado totalmente de las luchas, tentaciones y caídas de uno! Pero el sumo sacerdote debía ofrecer sacrificio por el pecado del pecador y mostrar paciencia y misericordia porque él también estaba sometido a las mismas debilidades, él también era humano, sometido a las mismas luchas, tentaciones y pecados y por ello debía ofrecer sacrificio por sus pecados. Este es el clamor que se escucha en Getsemaní.


      Jesucristo, en los días de su carne, es decir, en su humanidad se nos dice que ofreció “ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte”. Sin lugar a dudas Jesús no pudo ofrecer sacrifico por su pecado ya que él era en todo sin pecado (Hebreos 4:15), pero sí ofreció “ruegos y súplicas” y lo hizo con “gran clamor” y con “lágrimas” delante del Padre. Getsemaní fue un lugar de turbación extrema para Jesucristo, fue un lagar en el cual el Hijo de Dios fue sometido a la furia máxima de la tentación. El evento de Getsemaní está todo él enmarcado en la realidad de la tentación. Los discípulos debían orar para no entrar en tentación, el espíritu estaba dispuesto pero la carne era débil y allí Jesucristo como Dios-hombre de manera perfecta y plena tuvo que enfrentar la tentación de permanecer fiel y obediente al Padre para no dejar pasar la copa amarga pero de salvación que debía beber horas más tarde. Muy a menudo se considera Getsemaní como el lugar en el cual Jesús pidió al Padre no tomar esa copa, si era posible que pasase de él. Ahora bien, lo cierto es que desde un buen principio Jesús sabía que ese era su destino final. Sabía que para esa hora había llegado, había afirmado tiempo antes su rostro hacia Jerusalén consciente de la obra redentora que llevaría a cabo en obediencia al Padre. Getsemaní no fue el lugar en el que Jesús pedía que esa copa pase sino el lugar que Jesús luchó como ser humano para no caer en tentación y dejar pasar esa copa. Fue el lugar donde Jesús enfrentó la tentación no con millones y millones de ángeles sino como verdadero hombre para que fuese hecha la voluntad del Padre. Sus ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas delante de Dios fue su intercesión como sumo sacerdote ya aquí en la tierra. Ofreció tal clamor porque sabía que horas más tarde como el último y definitivo sumo sacerdote de los suyos debía entregar la mayor y más perfecta ofrenda por el pecado de ellos, su propia vida en la cruz.
      Jesús no ofreció ofrenda por su pecado sino por el nuestro, ahora bien, antes de llegar al Calvario tuvo que haber un Getsemaní. Allí luchó con la tentación como ser humano, sujeto a las debilidades de todo ser humano cuando la tentación acecha la vida de uno. Clamó, rogó, lloró para permanecer fiel a la voluntad del Padre y “fue oído a causa de su temor reverente”. El Padre no sacó la copa amarga de la vida de su Hijo pero sí le sustentó hasta el final. Cuando Jesús se levantó de Getsemaní estaba listo para tomar esa copa, listo para no fallar en ello, listo para dar su vida para nuestra salvación. El Padre no le libró de la muerte en la cruz pero sí le resucitó victorioso. ¿Qué nos muestra el clamor de Jesús en Getsemaní? Entre varias cosas, el clamor es una ventana desde la cual asomarse para contemplar la verdadera, real y profunda humanidad de Jesús sometido a la furia de la tentación en su vida. Getsemaní es una visión que permite entender que Jesús como ser humano no fue ajeno en ningún momento a las tentaciones que todo ser humano vive a lo largo de su vida. El clamor de Getsemaní nos permite ver la completa identificación de Jesús con las debilidades que nosotros podemos vivir en nuestra propia humanidad. Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero en toda tentación fue sin pecado, victorioso y perfectamente obediente al Padre.


      Si el sumos sacerdote debía ser semejante en todo para poder tener misericordia y paciencia de aquellos que representaba delante de Dios con los sacrificios para el pecado, así lo fue nuestro Señor Jesucristo. Puede tener misericordia, gentileza y paciencia hacia nosotros cuando nos acercamos a él. No nos encontramos con un sumo sacerdote ajeno a nuestra situación y a nuestra humanidad. No nos encontramos a un sumo sacerdote que nada sabe de las tentaciones que vivimos en nuestra fe para permanecer fieles a nuestros Dios. No nos encontramos a uno que nada sabe de nuestras luchas y de cómo, al igual que sus discípulos, nos dormimos cuando la tentación acecha. Tenemos a Jesucristo en el trono de la gracia quien en su humanidad se identificó en todo a nuestra semejanza, con la gran y gloriosa diferencia que en todo fue obediente a Dios. Su misericordia es ejercida hacia aquellos que acudimos a él con nuestros pecados porque esa misericordia brota de su identificación con nosotros. Sabe lo difícil y duro que en ocasiones pueden ser las tentaciones y pruebas en nuestra vida. Podríamos pensar que las tentaciones para Jesús fueron menos duras o menos difíciles por ser el Hijo de Dios pero no es así como lo entiende el autor “y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”.
      La humanidad de Jesús como Hijo de Dios no fue más fácil que la nuestra. Sus tentaciones y sufrimientos no fueron más fáciles que los nuestros. Ahora bien, en todo lo que sufrió aprendió obediencia, es decir, Jesús no fue de desobediente a obediente sino más bien en todas las realidades de su vida como ser humano, Jesús mostró y aprendió lo que era la perfecta obediencia al Padre hasta llegar a la obediencia final, la obediencia de muerte de cruz en la cual obró nuestra salvación. El clamor de Getsemaní es un clamor obediente que hizo a Cristo no solamente nuestro sumo sacerdote identificado con nosotros sino el autor o fuente de nuestra salvación eterna.
      El clamor de Getsemaní mostrado desde la perspectiva del autor de Hebreos nos muestra que Jesús es la única fuente de la salvación eterna porque él fue obediente al Padre en toda tentación. Su obediencia perfecta en los días de su carne es nuestra certeza que en los momentos de nuestra debilidad y tentación buscando el oportuno socorro, tenemos a uno que derramó ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas como nosotros pero él venció obediente al Padre para nuestra salvación. Sabemos que en los clamores de nuestras debilidades hay uno que nos entiende y no solo eso, clamó en nuestro lugar y fue, es y será eternamente escuchado por el Padre como nuestro sumo sacerdote. ¡Qué gran ventana Getsemaní abierta a la mediación de nuestro sumo sacerdote! En la tierra rogó con lágrimas amargas para ser el autor de nuestra salvación y en el cielo, sentado en el trono de la gracia sigue clamando por nosotros cuando nos acercamos a él con nuestros pecados. Sigue clamando eternamente: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” y el Padre sigue eternamente escuchando al sumo sacerdote y autor de nuestra salvación Jesucristo.