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EL CIELO
NUESTRO HOGAR DE JUSTICIA
“Pero nosotros esperamos, según su promesa,
cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia”
(2ª Pedro 3:13)
      Una vez escuche a un pastor y tengo que decir, para dar crédito, que este pastor fue mi profesor de teología pastoral en el seminario, que “el hogar tenía que ser como el cielo”. Estas palabras fueron dichas dentro del contexto de una clase de teología pastoral donde se nos decía que cuando el pastor llega a casa después de todo un día de tratar con asuntos que tienen que ver con la eternidad y con el cuidado de las ovejas, el hogar tenía que ser para ese pastor como el cielo. El hogar tenía que ser un lugar donde pudiese tener descanso, gozo y comunión con su familia. Un lugar donde el juicio y la injusticia quedasen en el umbral de la puerta para que la aceptación hiciese acto de presencia, donde las lágrimas, si es que las había, pudiesen ser enjuagadas. El hogar como el cielo, ahora bien, la Biblia entre muchas de sus descripciones, no define el hogar como el cielo sino más bien el cielo como el hogar del creyente, nuestro hogar de justicia.


      La Biblia utiliza la palabra “cielo” para referirse básicamente a dos aspectos determinados. Por un lado, el cielo es aquello que vemos, aquello que cuando levantamos nuestros ojos podemos contemplar físicamente. Por otro lado, el cielo en la Biblia tiene una vertiente más espiritual la cual no hace al cielo menos real. Es precisamente esta vertiente o visión más espiritual del cielo la que presenta diversas definiciones, imágenes o descripciones en la Biblia. El cielo es la morada de Dios (Deuteronomio 26:15; 1 Reyes 8:30, 39; 2 Crónicas 30:27; Mateo 6:9), el cielo es el hogar preparado por Cristo únicamente para aquellos que él ha salvado (Juan 14:2-3), el cielo es el lugar cuyo centro y característica esencial es la presencia del Dios Altísimo y el Cordero (Apocalipsis 21:23), el cielo es el tabernáculo o santuario celestial de Dios, el templo de Dios (Hebreos 8:1-2; 4-5), el cielo es donde está el trono de Dios indicando que es el lugar primero y último desde donde son gobernados los asuntos de la tierra (Apocalipsis 4:1-11). El cielo es descrito con las parábolas del reino como un banquete de bodas donde hay gozo y únicamente tiene entrada los invitados (Mateo 10-14). El cielo es el lugar de comunión íntima entre Dios y su pueblo (Apocalipsis 21:3), el cielo es una esperanza viva y no muerta, una herencia incorruptible, incontaminada, e inmarcesible reservada por Dios para sus santos (1ª Pedro 1:3-5). El cielo es la nueva Jerusalén de calles de oro y piedras preciosas donde nada impuro hace acto de presencia (Apocalipsis 21:2, 10-27). El cielo son los nuevos cielos y la nueva tierra (Apocalipsis 21:1), el cielo es el paraíso, el primer Edén llevado al grado máximo (2ª Corintios 12:4; Apocalipsis 22:5). No cabe duda alguna que, aún y cuando el cielo en sí mismo es un lugar indescriptible y más allá de toda palabra inefable, la Biblia nos da una gran cantidad de imágenes para describirnos la grandeza de lo que es el cielo. Hay varias cosas que estas descripciones deberían despertar en nosotros.


      Por un lado, todas estas descripciones nos muestran que la Biblia “hace esfuerzos” para describir un lugar el cual no es irreal o imaginario sino un lugar real, un lugar que verdaderamente existe. Por otro lado, las descripciones mostradas deberían llevarnos a anhelar y a esperar precisamente esta gran realidad. La espera del cielo es algo que es presentado como elemento motivador para la vida del creyente. En parte, esto se debe a que la espera de esa realidad gloriosa del cielo está asociada a la venida de Cristo. Si hay algo por lo que esperar el cielo es la razón de que veremos a nuestro Señor Jesucristo, los años que han pasado y lo hemos contemplado con los ojos de la fe enraizada en la revelación bíblica cesarán y darán lugar a contemplar con los ojos físicos a aquel que es nuestro Señor y Salvador. La Biblia misma termina con este clamor “el que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén, sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20). El cielo es algo que debe de ser anhelado y esperado por el pueblo de Dios.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Pedro en un breve versículo nos da una doble descripción del cielo y quienes son aquellos que lo esperan. Por un lado, el cielo es la realidad de “cielos nuevos y tierra nueva”, es decir, el cielo es la realidad de la nueva creación, tal descripción del cielo será considerada en uno de los siguientes devocionales. Por otro lado, el cielo es un lugar en el cual mora la justicia, los nuevos cielos y nueva tierra presentan la característica de ser el lugar en el cual mora la justicia, esto inmediatamente implica que el cielo es un lugar donde la injusticia no se conoce, donde la injusticia no hace acto de presencia. La expresión “en los cuales mora la justicia” implica que el cielo es el hogar de justicia, es el lugar donde la justicia ha hecho su vivienda, el ambiente y aire que se respira en esos cielos nuevos y nueva tierra es la justicia misma, por tanto, el cielo es nuestro hogar de justica. Posiblemente este es uno de los aspectos más difíciles de pensar y vislumbrar del cielo, resulta difícil de concebir porque ¿quién podría pensar en un lugar donde la injusticia no tiene entrada? ¿Quién podría concebir un lugar donde la injusticia es completamente desconocida? ¿Quién podría pensar en un lugar donde las injusticias que son parte de nuestro día a día son inexistentes? ¿Quién podría concebir un lugar donde la injusticia y culpabilidad de nuestro pecado no existe? Solamente Dios puede concebir un lugar así y nosotros por su gracia esperarlo. El apóstol Pedro comenta que tal realidad donde mora la justicia es esperada por nosotros “pero nosotros esperamos”. Sin lugar a dudas, este “nosotros” se refiere los creyentes, únicamente los creyentes son aquellos que pueden esperar por la gracia de Dios el cielo que Dios ha concebido y ha anunciado en sus promesas, “esperamos según sus promesas” y no según nuestros anhelos o imaginaciones, esperamos unos nuevos cielos y tierra cuyo ambiente es la justicia, un lugar que es hogar de justicia, pero ¿a qué se está refiriendo Pedro con un lugar donde la justicia ha hecho su hogar?


      Resulta interesante ver como Pedro introduce el versículo “pero nosotros esperamos”, el apóstol lo introduce como un cambio “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia”. Previamente Pedro ha hablado de la realidad que “todas estas cosas serán deshechas” (v.11), la realidad de que en el día de la venida de Dios “los cielos encendiéndose serán desechos y los elementos, siendo quemados se fundirán” (v.12). Sin lugar a dudas, las imágenes presentadas por Pedro son imágenes que hablan de la destrucción de los cielos, de la realidad que toda esta creación como la conocemos será desecha y fundida. Lo cierto es que Pedro no está hablando que todo será destruido sino más bien que todo será juzgado. Así como el diluvio supuso el juicio y purificación de la injusticia sobre la tierra, pero no acabo con la tierra, así el día de la venida del Señor supondrá el juicio de Dios de esta creación caída, su purificación de toda injusticia, inmundicia e impureza. Tal realidad dará lugar a lo que esperamos como creyentes, los nuevos cielos y la nueva tierra, es decir, el cielo. Debido al juicio y purificación efectuados, el cielo que será esa nueva creación será un lugar libre de injusticia, será el lugar en el cual la justicia mora. Quizás la preguntas deberías ser ¿por qué los creyentes podemos esperar ese hogar de justicias? Y la respuesta se encuentra en la justicia misma de Cristo.


      La justicia que morará en el cielo es la gloriosa y perfecta justicia de Cristo. Todo rincón del cielo resplandecerá con la justicia de Cristo, cada lugar de la nueva creación estará regado con el rocío de la justicia de Cristo, cada santo que habitará el cielo estará imputado con la justicia de Cristo, todo el cielo estará sellado con la perfecta justicia de Cristo. Esta es la razón por la cual nada injusto entrará en el cielo. La justicia de Cristo será el guardián de que todo aquello que no ha sido declarado justo en base a la obra de Cristo quedará fuera del cielo, el hogar de justicia (Apocalipsis 21:27). Por el contrario, nosotros esperamos ese hogar de justicia y lo esperamos sabiendo que es la justicia de Cristo la que nos hace aptos para dicho hogar donde la justicia de Cristo mora, un lugar donde la acusación de culpabilidad de pecado que fue acallada en la cruz por la justicia de Cristo manifestada a nuestro favor, será eternamente opacada por el brillo de la justicia de Cristo que resplandecerá eternamente como nuestra declaración. Un lugar donde la injusticia del pecado ya no será más debido a la obra del Cordero y los nuevos cielos y tierra donde la justicia ha hecho su hogar. Este hogar de justicia esperamos, este hogar de justicia anhelamos. Hagamos nuestras las palabras del apóstol Pedro para nuestro presente “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia”.
     
       La espera de un lugar como el cielo en el presente y la gloria de ver a Cristo deben ser la luz que, como la luz del faro ilumina y guía de noche los barcos en medio de un océano oscuro e incansable, así ilumine nuestra vida en medio del océano oscuro e incansable de nuestras vidas. El apóstol Pedro nos da una descripción del cielo que por la gracia de Dios debemos esperar, “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2ª Pedro 3:13).
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)