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LA GRAN PARADOJA DEL CIELO
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio y oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios”.
(1ª Corintios 2:9).
      Desde nubes de algodón acolchadas y confortables, pasando por lugares idílicos en los cuales se toca el arpa y la lira plácidamente, hasta un lugar de existencia incorpórea y flotante en medio de un mar de almas, el cielo ha sido representado y descrito de maneras muy diversas. Solamente es suficiente con hacer un repaso a algunas imágenes que nuestro tiempo nos presenta del cielo, y uno rápidamente podrá darse cuenta de las diversas percepciones y visiones que se tienen del cielo y que se comunican en el mundo de hoy en día. Algunos anuncios presentan el cielo como el lugar ideal donde los ángeles comen con tostadas recién hechas un tipo de queseo cremoso y delicioso, así como el cielo tiene un aspecto delicioso, de la misma manera ese queso es un pedacito de cielo. Algunas películas presentan al cielo como simplemente una gran reunión familiar con aquellos familiares que nos han precedido en el viaje. A las diversas imágenes que puede ofrecernos nuestro tiempo, deben añadirse aquellas concepciones que han surgido en las diversas religiones que presentan una noción o concepción del cielo o de un lugar mejor.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      La visión del cielo es dada en la Biblia como una paradoja, ¿qué quiere decirse con esto? Una paradoja es una figura de pensamiento que consiste en utilizar expresiones que aparentemente envuelven contradicción, por ejemplo “nacer para vivir muriendo” sería una paradoja ya que implica dos conceptos aparentemente contradictorios, “vivir” y “morir” al mismo tiempo. Pues bien, la visión del cielo es una paradoja en sí misma y así lo presenta el apóstol Pablo. El apóstol Pablo escribió a los Corintios y les dijo “antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio y oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios”. (1ª Corintios 2:9). De la misma manera, Pablo vuelve a escribir a la misma iglesia en su segunda carta y les comenta lo siguiente “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios los sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2ª Corintios 12:2-4). Puede verse como la visión y descripción del cielo es una paradoja. Por un lado, el cielo es algo indescriptible, es algo que ojo no vio y oído oyó. El cielo es un lugar donde lo dicho y oído nunca ha subido al corazón humano, donde las palabras que fueron escuchadas fueron palabras inefables, es decir, se decían cosas tan excelsas y grandiosas que no podían ser expresadas por esas mismas palabras. Ahora bien, aquí está la paradoja, aún y ser indescriptible con palabras humanas, por otro lado, el cielo puede ser descrito, aquellas cosas que ojo no vio y oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que “Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu”. El cielo aún y ser indescriptible con palabras humanas, ha sido revelado, es decir, dado a conocer por Dios para ser expresado y comunicado con palabras humanas y esto puede verse en cómo Dios mismo lo presenta.


      Pablo dice “antes bien, como está escrito:” aquello que ha quedado escrito es precisamente aquello que es indescriptible “cosas que ojo no vio y oído oyó, ni han subido al corazón del hombre” Lo citado por Pablo proviene de Isaías 64:4 sección que trata con la restauración de su pueblo y la restauración de todo en unos nuevos cielos y nueva tierra. ¡Qué gran paradoja! ¿Cómo uno describe algo que es indescriptible? ¿Cómo uno conoce algo que nunca ha subido al corazón humano, que va más allá de cualquier anhelo imaginable de nuestro corazón? ¿Cómo puede describirse con palabras escritas, aquello que en su misma naturaleza presentas palabras inefables? Bien, esta es la paradoja del cielo, por un lado, indescriptible, por otro lado, dado a conocer por Dios y descrito por él. Tal paradoja nos enseña ya una serie de cosas en relación al cielo, en especial cuando miramos 1ª Corintios 2:9.


      “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio y oído oyó, ni han subido en corazón de hombre”, primeramente, el cielo es algo que va mucho más allá de nuestras imaginaciones y expectativas y esto es algo maravilloso y sorprendente. Imagina el lugar más perfecto que puedas imaginar, imagina el lugar más precioso que tu mente sea capaz de concebir, imagina el lugar con los valores morales y éticos más perfectos, imagina un lugar con la mayor y más excelsa majestuosidad que puedas, lo cierto es que ninguna de estas imaginaciones o descripciones que hayas podido formular en tu mente llegan ni tan siquiera a capturar un ápice de lo que el cielo es, ni John Lennon en su famosa canción Imagine pudo llegar a imaginar tanto. Si el cielo, tal y como veremos, es la morada del Dios excelso, glorioso, santo y majestuoso en manera infinita (Deuteronomio 26:25; 1 Reyes 8:30, 39, 43, 49), entonces el cielo respira y muestra la misma gloria, santidad y majestuosidad infinitas y describir algo infinito con mentes finitas es imposible. “Cosas que ojo no vio y oído oyó, ni han subido al corazón del hombre”, el cielo presenta elementos que ni tan siquiera han sido pensados ni formulados por la mente o voluntad humanas. Hay un lugar que supera todas nuestras esperanzas y expectativa, todos nuestros anhelos y deseos y ese lugar no es una utopía, sino que ese lugar que supera todo lo que podemos imaginar, esas cosas indescriptibles, según Pablo “son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Que el cielo supere nuestras descripciones no lo hace menos real, es lo que Dios ha preparado para los que le aman. Debe decirse que, aquellos que aman a Dios, en el contexto de 1ª Corintios 1-4 son aquellos que han sido llamados por Dios a salvación en la locura del Cristo crucificado (1ª Corintios 1:18, 24), son aquellos que para ellos la palabra de la cruz no es locura sino salvación (1ª Corintios 1:18), aquellos que la predicación del Cristo crucificado no es tropezadero o locura, sino que Cristo es sabiduría y poder de Dios (1ª Corintios 1:23-25). Para nosotros los creyentes Dios ha preparado el cielo, por tanto, aún y cuando no suene muy bien decirlo hoy en día, el cielo es exclusivista y no universalista, el cielo es para los redimidos en Cristo y para nosotros Dios ha preparado algo que va más allá de lo que podemos imaginar y concebir, esto debería hacernos anhelar el cielo como un bebe anhela la leche materna. Ahora bien, la paradoja del cielo no solo nos permite gozarnos en saber que Dios ha preparado un lugar majestuoso, sino que también es una advertencia.


      El hecho que el cielo esté más allá de nuestras imaginaciones, hace que debamos tener cuidado con lo que imaginamos. Pablo es claro, todas esas cosas inefables “Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios”. El conocimiento del cielo debe venir formado e informado por la revelación de Dios. Las cosas que ojo no vio y oído oyó “está escrito”, por tanto, la Biblia, como las riendas que se ponen a los caballos para domarlos y controlarlos, son las riendas que dominan, doman y controlan nuestras imaginaciones en relación al cielo. Estando todavía aquí en la tierra y no en el cielo, la mejor manera que tenemos para conocer el cielo es mediante la Biblia, allí Dios lo ha dado a conocer. La mejor manera para quedar deslumbrados por la belleza del cielo mientras estamos en un mundo oscuro, es contemplar el cielo a través de la Biblia. La mejor manera para anhelar de manera bíblica y sana lo que Dios ha preparado para nosotros los creyentes, es anhelarlo a la luz de su Palabra. Por tanto, ¿cómo es aquello que Dios ha preparado para los que le aman? Bien, será en el siguiente devocional donde veremos una de las primeras imágenes que la Biblia nos dará del cielo. El cielo es una morada, un hogar, pero no cualquier tipo de hogar, es nuestro hogar de justicia.

      Lo cierto es que, muchas de esas concepciones responden a posibles esperanzas y expectativas personales de aquellos que estamos en este mundo. Es bien cierto que, tal y como nos dice la Biblia, Dios puso en el corazón del ser humano eternidad, “todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11), por tanto, el ser humano está creado no para un mundo que perece, sino para un mundo que permanece para siempre, para un mundo mejor. Ahora bien, debe tenerse presente que el cielo no es un invento humano surgido a modo de válvula de escape creada para evadirse de las penurias de este mundo pensando en un mundo mejor. El cielo es una realidad dada a conocer por Dios en su Palabra. El cielo como doctrina la cual es dada no por esperanza humana de un lugar mejor sino por revelación bíblica, establece que su comprensión tiene que venir dada, formada y forjada según lo que la Biblia determina y no según las expectativas y esperanzas humanas. Por tanto, en algunos de los devocionales semanales siguientes, intentaremos explicar algunas de las imágenes que la Biblia nos muestra del cielo para que así, nuestra mente y corazón sea movido a anhelar no lo que nuestros pensamientos, corazones y anhelos desean de un mundo mejor, sino aquello que Dios ha preparado para aquellos que él ama. Sinceramente, aquello que Dios ha preparado es mucho más grande y maravilloso que cualquier mente humana podría concebir.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)