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HERRAMIENTAS PARA LA SANTIFICACIÓN:
EL GEMIR EN LA ORACIÓN
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no los sabemos, pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles”
(Romanos 8:26)
      Una de las afirmaciones comunes dentro de la iglesia es la importancia y al mismo tiempo la dificultad de la oración. No descubro nada nuevo en este devocional cuando digo que, la oración es un don dado por Dios el cual es de tremenda importancia para el creyente y para el cuerpo de Cristo, es un medio de gracia dentro de estas “herramientas” que Dios nos ha dado para poder no imponer nuestra voluntad a Dios sino más bien el descubrir y clamar según y en consonancia a su voluntad. Ahora bien, al mismo tiempo es un don de tremenda dificultad. Tal dificultad en la oración puede residir o deberse a varios motivos. Como una disciplina espiritual, la oración se enfrenta a la realidad de que la lucha del creyente y de la iglesia no es contra carne ni sangre sino contra todo tipo de huestes espirituales, contra principados, contra potestades y contra gobernadores de las tinieblas (Efesios 6:12). El apóstol Pablo llamó a la iglesia a tomad la armadura de Dios en dicha lucha espiritual “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18). La manera en la que la armadura se usa no es de una manera arbitraria y de cualquier manera sino “orando en todo tiempo con toda oración”, orando no solo de manera individual sino con una visión corporativa “por todos los santos”. Parte de la dificultad en la oración reside precisamente en esta realidad de la lucha espiritual del creyente e iglesia. Otra de las dificultades puede venir dada por causas más naturales.


      No hay duda alguna que en ocasiones la oración introduce al creyente en “la disciplina del sueño”, es decir, causas como el cansancio y el sueño en ocasiones ofrecen resistencia a la oración, un ejemplo claro de ello son los discípulos que acompañaron a Jesús en el huerto de Getsemaní. Mientras Cristo oraba teniendo la visión de la cruz a unas pocas horas, los discípulos practicaron de la disciplina del sueño, en lugar de orar y velar durmieron como lirones, el medio de gracia de la oración dio paso al sueño “velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesta, pero la carne es débil. Otra vez fue y oró, diciendo, las mismas palabras. Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían que responderle” (Marcos 14:38-40). El cansancio y sueño puede convertirse en una dificultad para la oración. Lo cierto es que, la oración es un don de tremenda importancia, pero también de tremenda dificultad. Otros muchos palos en las ruedas de la oración podrían ser mencionados, pero de todas las dificultades en este medio de gracia, hay una dificulta que se levanta muchas veces como un muro infranqueable para la oración, este muro son las aflicciones que podemos vivir en el tiempo presente. Es en este contexto de las aflicciones del tiempo presente que la oración es vista como un medio de gracia no usado solamente por el creyente sino por el mismo Espíritu para hacernos crecer en nuestra santificación en medio de nuestras aflicciones.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      La afirmación de Pablo toma relevancia cuando el contexto en el cual son dichas es considerado. Romanos 8 y en especial los versículos 18-39, podría decirse que es una sección donde todo gime. La creación gime como con dolores de parto (Romanos 8:22), el creyente gime esperando la adopción final (Romanos 8:23) y el Espíritu Santo de igual manera gime con gemidos indecibles (Romanos 8:26). La razón de este gemir es debido a las aflicciones presentes que como cristianos sufrimos en este mundo. Aún y cuando el creyente es hijo de Dios (Romanos 8:9, 15-16), las aflicciones de un mundo caído son una realidad, ahora bien, dichas aflicciones son vistas a la luz de la gloria venidera, a la luz de la nueva creación, a la luz de la redención final que espera a todo hijo de Dios, como un telescopio que permite ver de manera cercana las estrellas en la lejanía del universo, así Pablo considera las aflicciones del creyente contempladas a la luz cercana de la gloria eterna “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Ahora bien, quizás la pregunta pueda ser ¿qué certeza tiene uno de que llegaremos a esa gloria? ¿Qué herramientas Dios nos ha dada durante este tiempo presente para usar mientras esperamos que nuestra redención no lleve al cumplimento de nuestra santificación, el ser hechos a la imagen de su Hijo (v.29)? Bien, una de estas herramientas dentro de este gran plan de redención es la oración.


      El objetivo final de la salvación es ser hechos a la imagen de Cristo, es decir, es llevar a cumplimiento la santificación empezada ya aquí en el presente, “a los que antes conoció, a estos también predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”, no hay aflicción que aflija el alma del creyente suficientemente fuerte o terrible para frenar este maravilloso fin en nuestra santificación, ser hechos como Cristo, ser hechos a imagen de aquel que es la perfección sublime. Esperamos esto que no vemos y lo aguardamos con paciencia y en esta espera cuando las aflicciones del mundo azotan, Pablo nos dice que “de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene no lo sabemos”. Pablo sitúa la oración como un elemento central que Dios ha dado a sus hijos en este tiempo presente dentro de este gran plan de redención que lleva al fin nuestra santificación, ahora bien, es curioso como el apóstol presenta la oración. Existe una parte positiva y una negativa.


      La parte positiva reside que de igual manera que esperamos este cumplimiento de nuestra santificación, la gloria eterna cuando seremos hechos a la imagen de Cristo, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, es decir, tenemos la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, ahora bien, ¿en qué debilidad nos ayuda el Espíritu? Aquí es cuando viene la parte negativa, la Biblia responde a nuestra pregunta. La debilidad a la que se refiere el apóstol debido a la causa qué hemos de pedir como conviene, como es necesario en esos momentos cuando las aflicciones azotan nuestras vidas no lo sabemos. Es curioso y un tanto sorprendente que aquellos momentos de debilidad que requerirían de oraciones más focalizadas en pedir como es necesario, pueden convertirse en los momentos en los que no sabemos cómo pedir, cómo el calor en el desierto distorsiona la percepción mostrando espejismos a aquellos que lo sufren, las aflicciones pueden distorsionar nuestras peticiones ¿qué debemos pedir exactamente cuando vemos que un ser querido sufre? En muchas ocasiones todas estas aflicciones hacen que nuestras peticiones sean más buscar nuestra voluntad y no la de Dios o simplemente somos incapaces de pronunciar palabra ¿qué ayuda tenemos en estos momentos? Debe notarse como es el Espíritu Santo quien salvaguarda nuestra imposibilidad de saber cómo pedir en nuestras debilidades. El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad ¿cómo? es él quien “intercede por nosotros con gemidos indecibles”. El Espíritu intercede en nuestro lugar con gemidos indecibles, es un misterio esta obra maravillosa del Espíritu.


      No hay reproche alguno por parte del apóstol cuando las debilidades nos ofuscan y no sabemos cómo pedir, Pablo se hace partícipe de esta realidad, es algo que sucede en nuestras vidas, ahora bien, lo maravilloso es que en nuestras oraciones muchas veces desenfocadas de la voluntad de Dios debido a las aflicciones, el Espíritu es quien intercede en nuestro lugar delante del trono. Pablo no aboga por dejar de orar y que sea el Espíritu el que gima por nosotros sino más bien de manera misteriosa a través de nuestras oraciones en momentos de debilidad el Espíritu es quien nos ayuda intercediendo con gemidos indecibles en nuestro lugar ¿por qué esto es importante? Porque es el mismo Espíritu quien intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios (Romanos 8:27). Quizás nuestras oraciones debido a momentos de aflicción no sepan cómo pedir según la voluntad de Dios, pero el Espíritu sí. El Espíritu intercede por nosotros conforme a la voluntad de Dios cuando oramos y sin lugar a dudas esto es un medio de santificación esencial porque por ello Pablo tiene la certeza que aquellos que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien ¿cómo? sabiendo que al fin aquellos a los que Dios conoció a estos predestinó para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, llegar a la plenitud de la santificación iniciada en este tiempo presente.  Por tanto, orad sin cesad, velad sin cesad sabiendo que el Espíritu intercede por nosotros.
      El apóstol Pablo en Romanos 8:26 determina “y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Aún y cuando la palabra “oración” no es dicha en este versículo, no cabe duda alguna que el apóstol tiene en mente el pedir por medio de la oración. La afirmación de Pablo no es dicha en un vacío sino en un contexto muy determinado.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)