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HERRAMIENTAS PARA LA SANTIFICACIÓN:
LA PALABRA DE VERDAD
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”
(Juan 17:17)
      Hoy en día pocos pensarían en la verdad como algo que pudiese ser de alguna utilidad o tener algún impacto de cambio profundo en la vida de las personas, mucho menos pensar en la verdad focalizada en alguna palabra en concreto. La razón de ello se debe a los tiempos que estamos viviendo. Desde finales del siglo XX y gran parte de nuestro siglo XXI, la sociedad, llamada Posmoderna, se ha hecho eco y enorgullecido del conocimiento alcanzado de que no existe verdad absoluta. Aún y cuando la máxima del Posmodernismo de que no hay verdad absoluta ya es en sí misma una verdad absoluta, la noción de que es imposible conocer la verdad porque el carácter absoluto de la misma no existe, ha calado y filtrado en la sociedad y tristemente en muchas iglesias de Cristo, como el agua se filtra poco a poco en la tierra o como la levadura leuda poco a poco toda la masa. Según esta realidad, el Posmodernismo determinaba que cada uno puede tener su propia verdad y vivir o moverse de acuerdo a ella sin ser necesariamente verdad. Ahora bien, poco a poco, nuestro tiempo se ha dado cuenta que el decir que no existe verdad absoluta, en especial en el ámbito ético y moral, es una necedad. Aún y cuando tal pensamiento podría ser un rayo de esperanza, lo cierto es que no es así, como el péndulo que va de un lado al otro, ahora estamos basculando o, mejor dicho, progresando más allá de la verdad.


      El péndulo de nuestros tiempos poco a poco bascula hacia una visión progresiva de la verdad. Lo que esto significa ya no es que la verdad absoluta no exista sino más bien significa que hemos progresado más allá de esa verdad. Nuestra sociedad ha conseguido dejar atrás la verdad y esto ha tenido como efecto automático la realidad de haber ganado libertades que de otra manera serían impensables. Ganar libertades no es incorrecto, pero debe considerarse un daño colateral de esto en nuestro tiempo. La visión progresista de la verdad, no es más que una rama del Posmodernismo. Ir más allá de la verdad en realidad no es decir que la verdad no exista, sino que la verdad no importa.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Una de las “herramientas” que Dios ha dado a sus hijos de la caja de herramientas para la santificación, es la verdad, pero no cualquier tipo de verdad sino la verdad que está encarnada en la persona de Cristo e inscrita por inspiración en la palabra de Dios. En Juan 17 encontramos lo que se ha llamado comúnmente la oración sacerdotal de Cristo. En cierta manera, la oración de Jesús permite que veamos aquí en la tierra parte del ministerio que realiza continuamente a la diestra del Padre a favor de los suyos. Una de las peticiones de Cristo al Padre es que santifique a los suyos, “santifícalos”. La petición de Cristo no es una sugerencia sino realmente una petición de urgencia, está pidiendo al Padre que verdaderamente obre en santificación de los suyos. Por tanto, la santificación es primeramente una obra de Dios en la vida de los creyentes, gracias a que Dios obra es que nosotros podemos cuidarnos de nuestra santificación. Esta santificación en el contexto de Juan 17 se está refiriendo a dos cosas clave las cuales están relacionadas la una con la otra. Primero, la santificación se refiere primeramente a los discípulos llamados por Cristo quienes serán los encargados de anunciar al mundo el mensaje concerniente a Cristo y su obra, es decir, en otras palabras, los encargados de anunciar el glorioso evangelio de nuestro bendito Dios “como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (v.18). El patrón de envío de los discípulos al mundo por el Hijo es como el Padre envió al Hijo como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (v.18). La venida al mundo de Cristo supuso la santificación del Hijo por los suyos “y por ellos yo me santificó a mí mismo, para que también ellos san santificados en la verdad” (v.19). La santificación de Jesucristo implicó no el ser limpio de pecado ya que él era, es y seguirá siendo sin pecado alguno, sino más bien el consagrarse en obediencia al Padre en su obra redentora. Se consagró entregando su vida en una cruz para limpiar de pecado a los suyos y así santificarlos en dicha verdad. Como Cristo se santificó a sí mismo para servicio, así pide al Padre que santifique a los que ahora él envía, esto lleva al segundo aspecto. La santificación se refiere aquí a la idea de consagración para servir a Dios. Los discípulos consagrados para el servicio a Dios siendo santificados debían querer lo que Dios quería y odiar lo que Dios odiaba. Esto es algo que aún y ser pedido para los discípulos puede y es aplicado a todo creyente.


      Si hay algo que la obra de Cristo ha hecho en nuestras vidas es santificarnos en él. Por tanto, hemos sido limpios de pecado y consagrados para servir a nuestro Dios. Una vida santificada en Cristo es una vida que anda lejos del pecado y cerca de Dios, lejos de servir al pecado como esclavos y cerca de servir a Dios como siervos. Cristo pide, “santifícalos” pero en algo muy concreto, “santifícalos en tú verdad”. La santificación sucede en la verdad, pero no en cualquier tipo de verdad sino “en tú verdad”, es decir, en la verdad de Dios. Jesús pide, entiende y espera que el lugar o medio en el cual Dios santifica a los suyos es “Su propia verdad”. Dios no obra la santificación de los suyos en la verdad que cada uno de nosotros podemos presentar, tampoco lo hace en los pensamientos que cada uno de nosotros podemos tener, Dios nos santifica en “Su verdad”. Por tanto, la verdad de Dios es esencial como “herramienta” de santificación en nuestras vidas. Pero alguien puede preguntar, pero ¿en qué verdad Dios nos santifica? Bien, claro está que dentro del contexto de Juan primero es la verdad de Dios revelada en la persona de su Hijo.



      Jesucristo es quien da a conocer al Padre (Juan1:18), Jesucristo es la verdad misma de Dios (Juan 14:6), Jesucristo es quien habló e hizo las obras del Padre (Juan 5:19-20), Cristo es quien envía al Espíritu para guiarnos a toda verdad y glorificar a Cristo (Juan 16:13-14) en resumen, Cristo es la verdad revelada y encarnada de Dios. Por tanto, nuestra santificación Dios la obra en la verdad revelada en la persona y obra de Cristo. Como creyentes e iglesias no podemos ni debemos progresar más allá de la verdad del mensaje del evangelio de Cristo. Con esto no se está diciendo que uno se quede con el ABC del evangelio, sino más bien es entender que la verdad del evangelio es el fundamento, es el todo del cual fluyen todos los recursos para nuestra santidad. No tenemos necesidad ni tampoco debemos progresar más allá de la verdad revelada y encarnada en Cristo y el glorioso evangelio como si esta verdad fuese solamente un estadio a superar. De ser así, nuestra santificación se verá seriamente afectada, será como una tuerca pasada de rosca que solamente da vueltas y no aprieta nada. Ahora bien, Cristo define un poco más esta verdad, “tu palabra es verdad”.


      La verdad de Dios revelada y encarnada en la persona de Cristo se encuentra sin lugar a dudas en su Palabra. Jesús en Juan 17:17 identifica “tu verdad” con “tu palabra es verdad”. La Biblia es la verdad de Dios. La verdad revelada y encarnada en la persona de Cristo ahora se encuentra en todas y cada una de las páginas de la Biblia, en todas y cada una de sus palabras desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Es importante notar que Cristo dice “tu palabra es verdad” y no dice “tu palabra contiene la verdad”. La Biblia es la verdad de Dios porque ella es en sí misma la palabra de Dios. La Biblia no contiene la palabra de Dios, la Biblia es palabra de Dios y, por tanto, puede decirse “tu palabra es verdad”. Siendo así, Dios obra nuestra santificación en la verdad usando la Palabra. La Biblia es una herramienta esencial para nuestra santificación, es usada por el Espíritu para santificar nuestras vidas y formarnos a la imagen de su Hijo, pero también debe ser usada por nosotros para que Dios nos santifique en su palabra de verdad.


      Si hay un libro que debemos leer, meditar y memorizar este es la Biblia. Él es una de las “herramientas” para nuestra santificación. Como individuos e iglesias debemos crecer en la santificación de la Palabra de Dios, debemos orar la Biblia, cantar la Biblia, hablar la Biblia, enseñar la Biblia, predicar la Biblia, respirar la Biblia ya que ella es medio usado por Dios para santificar a su pueblo. Ten tiempo de lectura y meditación bíblica, busca planes de lectura de la Biblia, memoriza la Palabra de Dios, busca donde poder aprender sanamente todo el consejo de Dios. El “Príncipe de los predicadores” Charles H. Spurgeon dijo de John Bunyan, el autor del Progreso del Peregrino, que su sangre era “biblina”. Así debería ser la sangre de todo creyente e iglesia “biblina” y santificada en la verdad.  
Lo importante es que hemos dejado atrás la verdad, hemos progresado más allá de ella y esto ha permitido ganar un conocimiento que rige nuestras vidas basado no en la verdad sino en el efecto de “si es progresista y suena como algo que ha roto todo parámetro retrógrado entonces es que vale la pena” ¿y la verdad? Bueno eso no es lo importante, es más útil sonar progresista que ser veraz, además ¿dónde puede uno encontrar la verdad? Siendo así, las libertades ganadas en muchas ocasiones están vacías de verdad, la verdad ya no es aquello que construye y edifica las vidas de las personas, todo lo contrario a lo que Jesucristo oró delante del Padre “santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)