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CANCIÓN DE NAVIDAD (II)
MIS OJOS HAN VISTO
TU SALVACIÓN
“Ahora Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;
porque han visto mis ojos tu salvación”
(Lucas 2:29-30)

      Suele decirse que cuando alguien tiene una experiencia cercana a la muerte, unas de las cosas que suele suceder es que la persona puede ver toda su vida pasar delante de sus ojos en un instante. Aquellas personas que han pasado por esta experiencia, muchos de ellos explican este tipo de realidad común. Imágenes de su vida pasan delante de sus ojos como si de una película pasada a cámara rápida se tratase. No sé si esto será cierto o no, pero el hecho de que, en una situación final de la vida, uno pueda tener toda la vida expuesta en imágenes delante de sus ojos hace que, por lo menos, uno se pregunte cuáles son aquellas cosas que nuestros ojos han visto a lo largo de nuestras vidas. Cuáles son aquellas cosas que uno nunca pudo ver y le hubiese gustado contemplar, cuáles son aquellas cosas de las cuales hubiese podido prescindir. Posiblemente diversas respuestas podrían ser dadas, ahora bien, quizás algo que cada ser humano debería plantearse es ¿qué es aquello necesario e imprescindible que los ojos de uno deberían contemplar antes de cruzar el río de esta vida al más allá? En este sentido la Biblia, en los acontecimientos que rodearon el tiempo después del nacimiento de Jesús en Belén, muestra a un anciano en los días finales de su vida, un anciano que contempló aquello que todo ser humano debería contemplar antes de la última despedida de esta vida. Los ojos del anciano Simeón vieron la salvación de Dios y no hay duda alguna que esta es una de las visiones que la Navidad debe aportar. Si hay algo a lo que debe llegarse en un tiempo de Navidad es a la misma afirmación de Simeón, “han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2:30).


      La afirmación de Simeón es lo que se ha llamado el Nun Dimittis, el canto de Simeón al contemplar con sus propios ojos la salvación de Dios. Los acontecimientos narrados en Lucas 2:21-32, narran la llegada de José y María al templo de Jerusalén. José y María dieron el nombra de Jesús al niño tal y como el ángel le había indicado a José “y llamará su nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). No cabe ninguna duda que el nombre de Jesús cuyo significado es “Jehová salva” es una revelación de la persona y misión de aquel niño que nació en Belén. El nombre no solamente diferenciaba a Jesús del resto, sino que revelaba su esencia y su misión. El nacimiento de Jesucristo fue la irrupción en la historia de la salvación de Dios, fue el nacimiento del único medio establecido por Dios para salvar a su pueblo de sus pecados. Tal énfasis en la salvación engalana todos los acontecimientos previos y posteriores al canto de Simeón. Ahora bien, dicha salvación es vista como algo que es dado en cumplimiento a todo lo anunciado por Dios en la historia narrada en el Antiguo Testamento. Característico en Lucas es entender que Dios nuevamente obra en la historia para salvación en base a su obrar pasado. Como dijo Einstein “Dios no juega a los dados”, Dios no hace las cosas de manera improvisada sino conforme a su plan eterno y el nacimiento de Cristo fue el cumplimiento de dicho plan de salvación. Este cumplimiento de la salvación puede verse en lo que José y María hicieron en el templo.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Después de tal identificación y después de cumplidos los días de la purificación (Lucas 2:22), José y María cumplieron con lo establecido en la ley de Moisés y trajeron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. En este punto es interesante notar los diferentes ritos que aparecen descritos, todo lo realizado por José y María estuvo motivado en cumplimiento de la ley (vv.22, 24).  El primero es en el v.22 el rito de “purificación” vasado en Levítico 12, el rito que se requería en especial a la madre después de haber dado a luz. Este rito de la ley está puesto en unión con otro, el de la presentación o dedicación del niño al Señor v.22 “presentarle al Señor”.
Lo interesante de esto es que este rito está basado en Éxodo 13:2, 12, 15, v.23. Lucas omite la palabra primogénito procedente del éxodo y añade “será llamado santo al Señor” indicando así la idea de “consagrado al Señor”. El tercer rito en el v.24 “un par de tórtolas o dos palominos” se basa en Levítico 12:6-8. Lucas pone estos tres ritos, purificación, consagración y un par de tórtolas o dos palominos juntos porque ellos aparecen conjuntamente en otra parte de la Escritura, en Números 6:9-10 en el voto nazareo. El voto nazareo era voto de consagración y servicio completo al Señor. Tal presentación de Jesús solamente muestra una cosa, que toda la historia de la salvación de cumple en Cristo. En Jesús se encuentra la salvación, el socorro del pueblo, la esperanza del ser humano perdido. Este contexto lleva la Nun Dimittis de Simeón.


      Un hombre ya mayor, quien había vivido gran parte de su vida con una esperanza, ver algún día la “consolación de Israel” (v.25). Dicha esperanza proviene del profeta Isaías (Isaías 28:29; 30:7; 57:18; 66:11) y básicamente resume el tiempo que Dios obrará para salvar. Simeón en su entrada edad esperaba, anhelaba tal día. Dios mismo prometió a Simeón que vería ese día cuando vise al Ungido de Jehová, es decir, aquel escogido por Dios para llevar a cabo esta gran obra de salvación “y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (v.26). Que gran visión para ser contemplada antes de morir. Contemplar a aquel por medio de quien Dios obraría su salvación, contemplar aquel en quien descansa la restauración de un ser humano arruinado por el pecado, contemplar aquel que trae consolación a vidas turbadas por la desgracia, el dolor y la muerte misma, contemplar aquel que todo lo hace nuevo. Ese día Simeón fue al templo (v.27) y tomó a Jesús en sus brazos (v.28) y ¿qué contempló en aquel niño? Contempló lo principal que todo ser humano debería contemplar en Jesús. Simeón tuvo en sus brazos toda la historia de la salvación cumplida en aquel bebé que sostenía, el peso de la salvación de Dios, el peso de la consolación de Dios recayó por unos minutos en los brazos del anciano Simeón. Es precioso el sostener y contemplar a un recién nacido, ¿cuánto más tuvo que ser para Simeón el sostener y contemplar al recién nacido Jesús en quien se encuentra la vida misma del ser humano? (Juan 1:4). Antes esto Simeón cantó “ahora, Señor despide a tu siervo en paz, conforme a tu palabra:” (v.29). Las palabras de Simeón pueden sonar duras, pero Simeón vio lo que es imprescindible contemplar antes que la vida de uno llegue a su fin. Ahora despide a tu siervo en paz “porque han visto mis ojos tu salvación” (v.31). Simeón vio la salvación de Dios preparada en presencia de todos los pueblos (v.31), vio la fidelidad de Dios con su pueblo (v.32), vio la consolación del ser humano perdido y las naciones (v.32).



      La vida de uno puede tener más o menos años, puede pasar más o menos rápida delante de tus ojos, pero hay algo que tus ojos deben contemplar antes de que la vida llegue a su fin. No hay mayor visión que contemplar la salvación en Dios en la persona de su Hijo Jesucristo. En nuestra vida podemos contemplar muchas cosas, pero cuando llegue a su fin, esa vida será una vida perdida si uno no ha contemplado como Simeón la gran salvación en la persona de Cristo. Simeón muestra que nunca debemos perder la visión y esperanza de la salvación de Dios en ningún momento de nuestra vida, tanto en la juventud como en la vejez. Ahora bien, posiblemente al igual que es en el ocaso del sol cuando éste se ve más grande y precioso, es en el ocaso de la vida de uno, como en el caso de Simeón, que el contemplar la salvación en Cristo es cuando ésta se ve grande y preciosa. “Despide a tu siervo en paz porque han visto mis ojos tu salvación”. Que gran contraste presenta el texto de Lucas, una vida recién nacida para dar vida a todos los hombres, y una vida que acababa, pero que acababa con paz por contemplar al Dador de la vida y salvación. Quizá alguien dirá ¿cómo un contempla a Cristo como Simeón lo hizo? Jesús le dijo a Tomás, “porque me ha visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:29). Ver, contemplar está ligado inseparablemente a creer en Jesús como quién es él y como lo que ha hecho. El creer está ligado inseparablemente a la palabra de Dios, uno ve y cree como Simeón vio por medio de la revelación de la Palabra. El evangelio de Lucas que es Palabra de Dios permite que abracemos y contemplemos la salvación en Cristo como Simeón lo hizo.


      La vida de uno puede pasar en imágenes bien rápidas delante de sus ojos, pero pregúntate ¿han visto tus ojos la salvación de Dios en Cristo? Lo que vivo lo vivo en la fe del Hijo de Dios dijo el gran apóstol Pablo (Gálatas 2:20) y puede estar bien que uno vea pasar toda su vida delante de él en imágenes aceleradas pero si hay algo que quiero contemplar no es mi vida al fin de los días sino a Aquel que me dio vida, a Aquel que es la vida, a Aquel en y por quien vivo mi vida, Cristo Jesús, ¿han visto tus ojos la salvación?
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)