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CANCIÓN DE NAVIDAD
ENGRANDECE AL SEÑOR, REGOCÍJATE EN TU SALVADOR
“Entonces dijo María: Engrandece mi alma al Señor;
y mi espíritu se regocija en Dios mí Salvador”
(Lucas 1:46-47)

      Los días de Adviento son ya una realidad entre nosotros, la Navidad se acerca y con ella todo aquello con lo que nuestra sociedad la asocia. Solamente es necesario mirar las calles engalanadas con luces navideñas, los comercios con decoraciones con motivos navideños, árboles con guirnaldas, bolas de todos los colores y tamaños, el viejito barbudo de los regalos, belenes que ya no parecen belenes sino más bien representaciones abstractas en las que uno tiene que hacer un esfuerzo más allá de toda imaginación para llegar a poder imaginarse un belén en dicha representación, etc. Todas estas cosas nos anuncian que la Navidad está a la vuelta de la esquina. Sería redundar en lo ya dicho en más de una ocasión que, todas estas cosas son visiones que están bien lejos de lo que la Nativitate - palabra latina que significa ‘de nacimiento’ -  es desde el punto de vista de la revelación divina en la Biblia. Bíblicamente la Navidad es, de una manera sencilla y muy, muy resumida, el nacimiento del Salvador de este mundo, Cristo Jesús (Lucas 2:11), la irrupción en la historia de aquel que traerá la salvación al ser humano pecador (Mateo 1:21), la presencia del Reino de Dios por la venida del Rey de reyes (Lucas 1:31-33), la venida del mismo Dios en medio de su pueblo, el Emanuel (Mateo 1:22-25), etc. Tal anuncio del evento cúspide por excelencia de la historia es presentado en la Biblia con una serie de respuestas bien diversas, pero hubo una que fue la respuesta de adoración a tal anuncio, ésta respuesta fueron las canciones entonadas por aquellos que fueron testigos de tal anuncio.


      Si hay algo que es característico al anuncio y realidad del nacimiento de Jesucristo, fue la respuesta en adoración que vino mediante diversos cánticos de Navidad. El evangelio de Lucas, es posiblemente, el evangelio que más y mejor muestra esta adoración cantada al anuncio del Salvador. María cantó al anuncio del ángel (Lucas 1:46-55), los ángeles cantaron en las alturas (Lucas 2:13-14). Obviamente, los cánticos que fueron expresados no tenían nada que ver con los villancicos sin sentido de nuestro tiempo. Por un lado, los cánticos fueron primeramente una respuesta de adoración a la gran revelación que Dios había traído, no solamente una revelación traída en palabra sino también en el gran hecho histórico de la venida del Salvador. Por tanto, siendo los cánticos una respuesta de adoración, eran canciones centradas en la persona de Dios, eran cánticos que exaltaban la grandeza de Dios, eran cánticos que exaltaban el poder y la misericordia de Dios, Dios y su obra redentora eran el centro de las canciones de navidad. Por otro lado, los canticos estaban llenos de la historia redentora de Dios, podría decirse que, los cánticos eran exposiciones cantadas de la historia de salvación y su cumplimiento en ese gran hecho histórico del nacimiento de Jesucristo el Salvador. Las promesas de Dios eran cantadas, los hechos poderosos de Dios eran cantados, el momento del socorro y salvación eran entonados. Dichos cánticos nos enseñan la esencia de la Navidad, el corazón que late en ella al tiempo que nos muestran dos cosas. Primero, cuál y cómo debería ser la respuesta de aquellos que entendemos, por la revelación bíblica, que la Navidad es el cumplimiento de la historia redentora en la persona de Cristo Jesús. Segundo, nos hacen meditar en cómo son nuestros cánticos de adoración ¿qué entonamos en ellos? ¿Cuál es el mensaje que hay en ellos? ¿En qué o en quién se centran? Uno de estos cánticos que supone un ejemplo magnífico es el cántico de María.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Lucas 1:46-56 narra lo que ha sido comúnmente llamado el Magnificat - dicho nombre proviene de la primera palabra en latín del himno - y que muestra la respuesta en adoración cantada que María tuvo después del anuncio del ángel (Lucas 1:26-38) y de la afirmación de Elisabet “bendita seas tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:42-43). El cántico de María tiene dos partes claras, la primera narra la respuesta personal de María (vv.46-49), mientras que la segunda parte narra toda una serie de principios teológicos para el pueblo de
Dios relacionados todos ellos con el cumplimiento de las promesas de Dios para su pueblo y la realidad que el tiempo de socorro y salvación ha llegado (vv.47-56). El evangelio de Lucas entiende todo él que, la salvación obrada a lo largo de la historia llega a su clímax, que todo el obrar de la salvación de Dios en la historia llega a su plenitud, la salvación irrumpe de manera última en la historia. El cántico de María es un fiel reflejo de ello.


      No hay duda alguna que el cantico de adoración entonado por María está lleno de referencias a la historia redentora de Dios en el Antiguo Testamento y en especial está ligada a otros dos cánticos, el cántico de Ana en 1 Samuel 2:1-10 que a su vez está ligado con el cántico de David en 2 Samuel 22:2-51. Estas dos canciones presentan una respuesta personal de bendición y gratitud a Dios y ambas se enfocan hacia el tiempo del Mesías. En el caso de Ana su acción de gracias y bendición es dada a raíz de que Dios le ha dada un hijo, Samuel, “mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová” (1 Samuel 1:1) y mira al tiempo en que Dios dará poder a su Rey y exaltará la victoria de su Ungido el Mesías “dará poder a su Rey y exaltará el poderío de su Ungido” (1 Samuel 1:10). David bendice a Jehová mirando hacia el pasado y viendo como Dios le salvó de sus enemigos “y has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas para que yo destruyese a los que me aborrecen” (2 Samuel 22:41), al tiempo que entiende que esta victoria es la garantía futura que Dios magnificará la victoria de su salvación en su Rey y Mesías “Él salva gloriosamente a su rey, y usa de misericordia para con su ungido, a David y a su descendencia para siempre” (2 Samuel 22:51). Ana cantó y bendijo a Jehová porque su miseria como mujer estéril había sido revertida y este cambió servía de anticipación del cambió que, no solo el pueblo de Dios sino también toda la creación experimentaría con la llegada de otro Hijo Ungido. David cantó y vio como Dios salvaría y ejercería misericordia para siempre con su pueblo. Finalmente María cantó viendo en el nacimiento de Jesucristo el cumplimiento de toda esta historia.


      El cantico de María es el testimonio que el Hijo Ungido de Dios ha llegado al mundo y por tanto con él, ha llegado la salvación del pueblo de Dios, con él ha llegado el punto de inflexión en la historia en el cual todo es hecho nuevo, almas estériles de vida espiritual serán hechas nuevas y dotadas de nueva vida, el pueblo hundido en pecado será perdonado, ha llegado el momento en el cual el Rey de reyes ejercerá misericordia eterna con su pueblo, ha llegado el momento en que la victoria de Dios será vista en la historia en la persona de su Hijo Jesucristo. Ante esto, la respuesta personal de María fue “engrandece mi alma al Señor. Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. La respuesta personal de María fue una respuesta de adoración a Dios, todo el ser de María, alma y espíritu fue un cántico de adoración a Dios. Por un lado, engrandecer al Señor, por otro lado, regocijarse en Dios quien es el Salvador. Porque Dios miró la bajeza de María (v.48) y transformó su vida es que ella respondió engrandeciendo a Dios y regocijándose en él. Esto muestra uno de los aspectos básicos de la Navidad y de la respuesta de adoración dada.


      El nacimiento de Cristo fue y sigue siendo algo transformador. Vino para transformar al pecador y dicho cambio implica hacer algo nuevo. Todos aquellos redimidos por la gracia de Dios, tenemos un cántico personal de adoración a nuestro Dios por su obra redentora y transformadora en nuestras vidas, pero lo cierto es que, sea cual sea el cántico este debe de engrandecer a nuestro Dios y regocijarse en él. Como pueblo de Dios, la iglesia a lo largo de su historia ha reflejado en cánticos e himnos lo glorioso de la Navidad engrandeciendo y regocijándose en aquel Dios que nos ha socorrido y salvado. Nuestra respuesta a lo que Dios hizo en Navidad debe de ser primeramente un cántico de engrandecimiento de quien es Dios, debe ser el mismo clamor de “engrandece mi alma al Señor”. Al mismo tiempo debemos en nuestra adoración regocijarnos en Dios. La salvación en y por Cristo hace esto posible, la nueva vida dada en Cristo es lo que permite que la expresión “y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” no sea meramente un dicho sino una realidad. Por la gracia de Dios podemos regocijarnos en Dios nuestro Salvador. Nuestro cántico debe resonar en las naciones, siempre, pero en especial en estos días, grande es nuestro Señor y en él nos regocijamos.
    
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)