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ABUNDANCIA EN AFICCIONES,
ABUNDANCIA EN CONSOLACIÓN
“Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo,
así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación” (2 Corintios 1:5)

      Nadie negará que vivimos en un mundo caracterizado por las aflicciones y sufrimientos. La aflicción es algo que nos recuerda que nuestras vidas se mueven en situaciones de fragilidad. En cierta manera, las aflicciones son la evidencia que vivimos en un mundo que no debería ser como es. Por la rebelión del ser humano contra su Creador, perdimos hace mucho, mucho tiempo el ideal que Dios había establecido y la realidad del sufrimiento y las aflicciones en la vida del ser humano entró como un intruso (Génesis 3:1-24). Los cardos y espinos pasaron a ser realidad permanente en nuestras vidas (Génesis 3:18). Ahora bien, todo y que las aflicciones y el sufrimiento no son cosas deseadas en la vida, lo cierto es que, desde el punto de vista de la Biblia, presentan aspectos que permiten conocer a Dios de una manera que sin la presencia de esas aflicciones en nuestras vidas sería imposible. A medida que las aflicciones abundan en la vida también abunda más y más la consolación de Cristo. Las aflicciones en la vida del creyente son usadas soberanamente por Dios para revelarse como el Dios y Padre de toda misericordia en la vida de aquel que es afligido. Las aflicciones, los sufrimientos, las tribulaciones que pueden atacar nuestras vidas son usadas por Dios para mostrarnos y hacernos experimenta su consuelo divino. El apóstol Pablo sabía muy bien esto.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Escribiendo su segunda carta a la iglesia de los Corintios, Pablo sitúa las tribulaciones y aflicciones en su vida y ministerio dentro del marco del consuelo divino. En 1ª Corintios 1:3-5 el apóstol escribe: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también por el mismo Cristo nuestra consolación”. No cabe duda alguna que la consolación es el tema principal de dichos versículos. En tres simples, pero gloriosos versículos, el apóstol menciona seis veces la palabra consolación y sus derivados. Juntamente con la realidad de dicha consolación divina, aparece la realidad de las tribulaciones y aflicciones en la vida del apóstol. Dicha relación entre consolación y aflicción continua a lo largo de los siguientes versículos (1ª Corintios 1:6-7). Es interesante notar que, si las aflicciones y tribulaciones eran una realidad palpable en la vida del apóstol Pablo, de la misma manera era una realidad palpable en su vida la consolación de Dios.
      Pablo escribe a la iglesia de Corinto para que ignoren la tribulación que estuvieron sometidos tanto él como sus colaboradores en el evangelio, v.8 “porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia, porque fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que perdimos la esperanza de conservar la vida”. Pablo y sus compañeros perdieron toda esperanza de vida, es decir, dicha tribulación supuso, aparentemente, la sentencia de muerte para ellos (1ª Corintios 1:9). Si hay alguien que pudo decir que estuvo sometido a tribulaciones y aflicciones extremas en la vida, ese fue el apóstol Pablo. Es a la misma iglesia de los corintios que Pablo les da todo su currículum de las marcas y aflicciones de un verdadero apóstol de Cristo (2ª Corintios 11:22-28). No cabe duda alguna que las aflicciones, tanto en la vida de Pablo como en la vida de cualquier creyente pueden ser de diferentes tipos y grados, incluso, hasta llevar la misma sentencia de muerte sobre la vida del creyente. Es en este momento donde no puede olvidarse la relación entre tribulación y consolación que el apóstol Pablo está escribiendo en su carta a los corintios.

      Si las tribulaciones y aflicciones abundan, el término que abunda por encima de ellas es la consolación. Pablo entiende las aflicciones en su vida y ministerio funcionando dentro de la realidad de la consolación divina, es más, esas aflicciones no son más que la oportunidad para experimentar en la vida la consolación de aquel que es el Padre de misericordias y Dios de toda consolación. En este punto la Biblia nos enseña cómo entender las aflicciones en nuestra vida. Debido a las aflicciones y tribulaciones, el creyente tendrá la oportunidad de conocer a Dios como el Dios de toda consolación, de experimentar su bálsamo divino y de ser de consuelo para otros. La fuente de toda consolación en las tribulaciones se encuentra en el ser mismo de Dios. Pablo bendice a Dios quien es Padre de nuestro Señor Jesucristo y lo define de una manera característica, v.3 “Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. Estas dos ideas van unidas, así que Pablo está diciendo algo así “bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien es Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. Pablo está apelando al carácter de Dios a la persona de Dios como Padre de misericordia y Dios de toda consolación. La idea de Padre misericordioso surge en la historia de Israel en concreto en el libro del Éxodo. Es allí donde la idea de Dios como Todopoderoso, como Jehová el Dios del pacto y de la redención es asociada con la idea de Padre, Éxodo 4:22-23. Este Jehová, Dios del pacto, Dios de la redención, Padre de su primogénito Israel, es definido por él mismo como misericordioso en Éxodo 33:19; 34:6-7 el nombre de Dios, la misma esencia, personalidad, carácter de quién es Dios es definido como misericordioso. Ahora bien, dicha misericordia en la vida de sus hijos no es un concepto abstracto, sino práctico ¿cómo se muestra la misericordia del Padre? Se muestra en que él también es “Dios de toda consolación” y, por tanto, su misericordia se expresa consolando a sus hijos en todas sus tribulaciones, dicho de otra manera, la consolación de Dios en nuestras vidas es la misericordia del Padre expresada, sin lugar a dudas esto puede verse en el v.4.

      Pablo establece “el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (v.4), es decir, el Padre de misericordias y Dios de toda consolación es el que nos consuela en todas nuestras tribulaciones. Pablo está siendo enfático “todas nuestras tribulaciones”, es decir, no hay tribulación que quede fuera de la consolación de Dios. Pablo podía decir esto no solamente partiendo de un conocimiento de la revelación bíblica sino de la experiencia propia. En sus naufragios allí estuvo el Dios de toda consolación, en peligros de ríos y ladrones, allí estuvo el Dios de toda consolación, en peligros de gentiles, en el desierto, en el mar y entre falsos hermanos, allí estuvo el Dios de toda consolación (1ª Corintios 11:22-25) en tribulación con sentencia de muerte, el Dios de toda consolación les liberó (1ª Corintios 1:9-10). La expresión de su esencia, de su carácter como Pare misericordioso y Dios de toda consolación se da de manera práctica consolando a los suyos y dicho consuelo abarca todo tipo de tribulaciones en la vida de sus hijos. No puede perderse de vista que la fuente de la consolación en nuestras vidas cuando las aflicciones se presentan sea el ser mismo de Dios. Debido a que Dios en su ser es misericordioso su consuelo está garantizado para sus hijos que sufren. Un Dios que no cambia no puede negarse a sí mismo y, por tanto, tampoco negar su consuelo a los suyos.
      Su consuelo no surge de una obligación en Dios sino más bien de un ser misericordioso hacia su pueblo. Pregúntate esto ¿de qué otra manera podrías conocer a Dios como Padre misericordioso y Dios de toda consolación sino es por medio de su consuelo en tus aflicciones? En medio de las tinieblas de las aflicciones brilla el sol y calienta la luz de la revelación de aquel que es nuestro Padre misericordioso y nuestro Dios de todo consuelo. Ahora bien, ¿para qué somos consolados? El propósito es para consolar a otros.

      El ser consolado por Dios en toda tribulación nunca debería tener un resultado egoísta en la vida de aquel que recibe el consuelo divino. ¿Por qué Dios consoló a Pablo y a sus compañeros en medio de las aflicciones del ministerio? Bien la Biblia no responde en el v.4 “para que podamos nosotros también consolar a los que están en cualquier tribulación”.  Pablo y compañía recibió el consuelo de Dios para que así ellos pudiesen consolar a otros. A menudo se escucha la opinión que uno no puede consolar o ayudar a otro sino ha pasado las mismas pruebas o aflicciones que esa persona, bien, esto no es exactamente lo que la Escritura está diciendo. El consuelo recibido en toda tribulación es para poder consolar a otro en “cualquier tribulación”, es decir, sea cual sea la tribulación o aflicción que otros pasen, la hayamos pasado nosotros o no, el consuelo divino recibido en nuestra vida es el medio para consolar a los demás. Pablo es claro “posamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. No consiste en pasar las mismas tribulaciones o aflicciones que los demás para consolarles, consiste en pasar las nuestras y ser consolados por Dios porque es ese consuelo divino el medio, el instrumento mediante el cual consolamos a los demás, “por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Hay algo precioso e importante en lo dicho por Pablo. Así como Dios extendió su consuelo lo mismo hacemos nosotros con los demás, somos agentes de consuelo divino para la vida de aquellos que están afligidos. Quizás uno puede esperar que un bálsamo divino descienda del cielo para sanar sus heridas y consolar sus tribulaciones. Los cierto es que el bálsamo divino ya descendió del cielo, Cristo quien fue tentado en todo como nosotros, que participó de los mimos excepto del pecado (Hebreos 2:14), vino a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote (Hebreos 2:17). Ahora bien, la visión de Pablo en 1ª Corintios 1:4 es que los santos son los agentes de consuelo para otros. No cabe duda que nuestra vida de los santos y la comunión con los mismos debería ser lugar donde el consuelo de Dios fuese mediado. Esta es la razón por la cual el consuelo divino en nuestras vidas nunca debería ser algo egoísta. Siendo sincero, resulta en muchas ocasiones sumamente difícil el enfrentar las tribulaciones y aflicciones de los demás. La carga de su tristeza se torna la carga de uno, su sufrimiento se torna el sufrimiento de uno, pero si uno por gracia ha experimentado el consuelo de Dios en su propia vida, es para que por medio de ese consuelo pueda consolar a otros. ¿Cuál es la razón de ello? “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también abundan por el mismo Cristo nuestra consolación” (v.5).

      Esto que Pablo ha dicho no son solamente palabras bonitas, Pablo entiende que la causa de todo esto es la realidad de Cristo y el evangelio. Esta consolación para consolar a otros muestra la realidad de un evangelio vivo en la iglesia de Cristo. Es signo de nuestra unión con Cristo en su vida, ministerio y evangelio. Pablo lentamente mueve el argumento de la consolación a éste punto y une la consolación con la realidad de Cristo. Ahora habla personalmente como apóstol de Cristo y ministro del evangelio y dice que somos consolados para consolar a otros por medio de la consolación con que somos consolados por Dios porque “de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo,” ¿Qué está diciendo Pablo aquí? Cuando habla de “las aflicciones de Cristo” obviamente no se refiere a las aflicciones en la cruz, estas fueron exclusivas de Cristo, sino que se refiere a que existe tal identificación, unión de Cristo con los suyos que tal y como Cristo sufrió así también los suyos. Así que Pablo entiende que cualquier sufrimiento de los seguidores de Cristo, por Cristo, por el evangelio, constituye parte de esas “aflicciones de Cristo”. Pero Pablo determina una lógica extraña del evangelio, de igual manera que abundan dichas aflicciones de Cristo “también por el mismo Cristo nuestra consolación” fíjense que aquí Cristo es el medio “por el mismo Cristo”. La fuente de consolación la hemos visto, es Dios Padre, pero dicha consolación alcanza a través de Cristo. Las aflicciones del creyente en Cristo abundan pero así como abundan ellas, lo glorioso que debemos recordar es que también por Cristo abunda nuestra consolación. En Cristo se cumple lo que Dios dijo a su pueblo a través del profeta Isaías “Consolaos, consolaos pueblo mío, dice vuestro Dios” (Isaías 40:1).
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)