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EL GPS CELESTIAL
“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino es por mí"
(Juan 14:6)

      El invento del GPS (Global Positioning System), es decir, Sistema de Posicionamiento Global, permite a uno llegar a su destino mediante el sistema de satélites que orbitan alrededor de nuestro planeta azul. Uno introduce el destino final y el GPS mediante los satélites calcula y establece la localización de uno y marca el camino hacia el destino introducido. No hay duda alguna que, cuando el GPS funciona bien, podríamos decir que es el camino del conductor para poder llegar a su destino deseado. El “yo soy” de Jesús narrado en Juan 14:6 en cierta manera nos muestra el GPS celestial para los creyentes, el GPS celestial que nos permite contemplar y llegar al destino final de las moradas celestiales.
      Las palabras dichas por Jesús en Juan 14:6 “yo soy el camino, la verdad y la vida”, son palabras la cuales fueron dichas dentro de un contexto muy concreto y determinado en el evangelio de Juan. El yo soy de Jesús, suele ser usado con un fuerte matiz evangelístico y ciertamente no puede obviarse que dicho matiz existe. Ahora bien, el “yo soy el camino, la verdad y la vida” presenta una diferencia notable en relación a todos los “yo soy” dichos con anterioridad. El contexto en el cual Jesús dijo dichas palabras, es el contexto conocido como los últimos discursos de Jesús a sus discípulos en Juan 13:31-16. Dicha sección de Juan recoge las palabras finales de Jesús a los suyos. Después que Judas, el discípulo traicionero había salido y dejado el grupo (Juan 13:30), Jesús abrió su boca para sus discípulos. Los únicos oídos presentes en esos discursos eran los de los discípulos, en la intimidad con aquellos que Jesús había amado y amado hasta el fin (Juan 13:1), en lo secreto con aquellos que habían creído en él, Jesús alentó y confortó sus corazones, “no se turbe vuestro corazón” y Jesús les habló esas esperanzadoras palabras “yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Por tanto, aún y cuando dichas palabras indudablemente tienen una gran carga evangelística, fueron palabras dirigidas primeramente a los discípulos de Cristo, fueron palabras dirigidas principalmente a aquellos que habían depositado su fe, imperfecta y todavía con muchos grises, en Cristo. Siendo así, esas palabras siguen siendo palabras dirigidas a aquellos que hemos depositado nuestra fe en Cristo. Mediante la palabra inspirada, Jesús nuevamente abre su boca en la intimidad para que nuestros oídos escuchen que él es el camino, la verdad y la vida y que nadie llega al Padre sino es por él. Que maravilloso es saber que nuestro Señor habla a los suyos de manera personal, que él tiene palabras de consolación para aquellos que son suyos, que glorioso el experimentar que la palabra de nuestro Señor es espada de dos filos, pero también bálsamo para la vida. Ahora bien, ¿cómo esas palabras, son palabras de ánimo, consolación y solaz para el pueblo de Dios?
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Debido a todo el contexto, de los tres términos “camino”, “verdad” y “vida”, el primero de ellos toma preeminencia en la expresión. Dicho “yo soy” puede ser entendido o traducido como “yo soy el camino de verdad y vida” o “yo soy el camino verdadero y vivo”. El tema del camino es el tema principal mientras que “verdad y vida” son términos que soportan la idea principal. Jesús es el camino porque es la verdad de Dios por ser la revelación misma de Dios (Juan 1:14, 18), Jesús es el camino porque es la vida porque tiene vida en sí mismo, porque es la resurrección y la vida (1:4; 3:15; 11:25). Es por esta razón que Jesús puede decir “yo soy el camino verdadero y vivo; nadie viene al Padre sino es por mí”.

Sí Tomás, sí conoces a dónde voy y sí conoces el camino. No es un camino fácil, no es un camino ancho, pero es verdadero y lleno de vida, ese camino soy yo, Jesucristo. Lo mismo podría decirnos Cristo a cada uno de aquellos que hemos depositado nuestra fe en él. Una fe que puede prevalecer firme, que puede tambalearse como la fe de Pedro en ciertos momentos, una fe que puede mezclarse con turbación en nuestros corazones, pero nada de esto cambia la verdad y realidad de las palabras de consolación de Cristo para nosotros:

“No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”.

Sí sabéis cómo llegar porque “yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino es por mí”.  Si hay un camino en que seguir y caminar, si hay una verdad en la que se debe permanecer, si hay una vida que seguir la cual vivir, todo ello se resume en Cristo y su palabra. Thomas á Kempis dijo lo siguiente comentando estas palabras de Jesús:

“Sígueme, soy el camino, la verdad y la vida. Sin camino no hay ida, sin verdad no hay conocimiento, sin vida no hay vivir: Soy el camino que debes seguir, la verdad que debes creer, la vida que debes esperar. Soy el camino inviolable, la verdad infalible y la vida inacabable. Soy el camino estrecho, la verdad soberana y la vida verdadera, sígueme”.         
La realidad de la turbación de los discípulos es el inicio de Juan 14:1 “no se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí”. ¿Por qué los discípulos estaban turbados? La turbación se debía a que la “hora había llegado”. El tema de la “hora” es un tema central en Juan y se refiere al momento de la glorificación del Hijo de Dios, “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti” (Juan 17:1). La hora habla de la muerte del Hijo en cruz, de su resurrección y su exaltación a la diestra del Padre. Por tanto, la hora habla del momento en que aquellos discípulos que estuvieron años con Jesús, quedarán solos en este mundo.
       Terrible es sentir la pérdida de un ser amado, grande es el vacío en aquellos que se quedan sabiendo que donde ese ser querido ha ido uno todavía no puede ir. Esa fue la turbación en el corazón de los discípulos. La realidad de que Cristo va al Padre y deja este mundo se asocia directamente a la realidad que los discípulos quedarán solos - aún y cuando posteriormente Jesús les anunciará que no les dejará huérfanos, sino que enviará al Consolador - y con la imposibilidad de poder ir, por el momento, donde Jesús estará (Juan 13:33). Las palabras de Jesús en Juan 14 son palabras de consuelo para los discípulos en esa situación.

       “No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí”, si Cristo ha hablado las palabras del Padre y ha hecho las obras del Padre, entonces, ¿no debe de ser creído al igual que Dios el Padre? Si les dice a sus discípulos “no se turbe vuestro corazón”, ¿no tendrá razones para ello? ¿no tendrá razones Cristo para decirnos “no se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí”? Los vv.2-4 es la razón por la cual el corazón de los discípulos no debe turbarse. Sí, es bien cierto que Jesús irá al Padre, pero es para el bien de los suyos, es porque allí preparará morada para los suyos (v.2-3), es porque Cristo volverá a recogerlos para que estén donde él está (v.3) y es porque saben dónde Cristo va, v.4 “y sabéis a donde yo voy y sabéis el camino”. ¡Ups! ¿y sabéis donde yo voy y sabéis el camino? ¿cómo es esto posible? No hace mucho mi familia y yo tuvimos un tiempo de vacaciones y se nos presentó la posibilidad de viajar a Francia, así que decidimos ir a visitar la preciosa ciudad de Carcassonne. Ni cortos ni perezosos nos montamos en nuestro pequeño cochecito y pusimos rumbo a Carcassonne. Debo decir que era la primera vez que pasaba la frontera francesa en coche, esto significa que no tenía la más remota idea de a dónde iba ni del camino para llegar a nuestro destino, así que echamos manos del GPS. De ida todo fue bien, llegamos a nuestro destino, ahora bien, de vuelta la historia fue distinta. Por alguna extraña razón que todavía desconozco, el GPS decidió tomar una ruta de vuelta distinta a la de ida. Esta fabulosa idea de nuestro GPS supuso, carreteras interiores, kilómetros sin encontrar a nadie a quien preguntar, un ejercicio precario de mi francés cuando había alguien a quien preguntarle, preciosos campos y cada vez más una turbación de corazón creciente ¡cómo no iba a estar turbado si desconocía donde estaba, no sabía el camino para llegar a mi destino y parecía que el GPS no quería que llegásemos a él! La única consolación la tuve cuando dos amables gendarmes nos guiaron en el camino a nuestro destino. Esta misma sensación la tuvo Tomás.
Tomás le dijo a Jesús, v.5 “Señor no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?”. Para Tomás ¿cómo serían las palabras de Jesús una consolación? ¿Cómo saber el camino sino sabemos a dónde va? ¿Cómo llegar allí sino hay camino? Lo cierto es que al igual que mi GPS, el GPS teológico de Tomás estaba un tanto desactualizado. La preocupación de Tomás seguramente sería la expresión audible de la preocupación y turbación que tenían el resto de discípulos, ante esto Jesús les responde “yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”.
Jesús da la respuesta a Tomás, a sus discípulos y a todos aquellos cuantos creemos en él. Por un lado, Jesús da el destino final “nadie viene al Padre”. Aún y cuando Jesús ya lo ha comentado, el destino final es la presencia misma del Padre y dicho destino para el creyente implica la preparación por parte de Cristo de una morada celestial. La exaltación de Jesús, entre otras muchas cosas, supone la realidad que Cristo prepara sitio para que los suyos puedan ser partícipes de la gloria que el Padre le entregó desde antes de la fundación del mundo “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos también estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). Algo que Jesús aseguró mediante su obra redentora fue la completa salvación de los suyos y dicha salvación implica el gozo de la gloria eterna, implica un lugar seguro comprado por la sangre carmesí de Cristo en la nueva creación, implica un lugar cuyo arquitecto y preparador es Cristo mismo. Solemos minimizar la salvación obrada por Cristo simplemente en el perdón de pecados, algo que ya es incalculable, pero Cristo obró y aseguró para los suyos una salvación grandiosa, una salvación que abre las moradas celestiales en la casa del Padre. Triste sería conocer el destino y no saber cómo llegar a él, pero el GPS celestial es seguro. Por otro lado, Jesús muestra el camino para ese destino.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)