Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda", San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España

Pastores Roberto Velert Chisbert -- Telfs- 93.209.83.46 - Móvil: 659.890.253  emali: radiobonanova8@gmail.com
         Rubén Sanchez Noguero - Telfs - 93.209.83.46 - Móvil: 610.224.965   emali: rsanchez111@yahoo.es
LA SEGUNDA PARTE ES ANTES QUE LA PRIMERA
“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”
(Juan 8:58).
      En la famosa película cómica de los hermanos Marx, Una noche en la ópera, aparece una escena que ha quedado para los anales de la historia cinematográfica. La escena a la que me refiero es aquella donde aparece un diálogo totalmente surrealista en el análisis que Groucho Marx hace del contrato. Parte del diálogo evoluciona de la siguiente manera:

      “- Haga el favor de poner atención a la primera cláusula porque es muy importante. Dice que… la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte. ¿Qué tal, está muy bien eh? - No, eso no está bien quisiera volver a oírlo. -  Dice que… la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte. - Esta vez creo que suena mejor. - Si quiere se lo leo otra vez. - Tan solo la primera parte. - ¿Sobre la parte contratante de la primera parte? - No, solo la parte de la parte contratante de la primera parte”.

      El diálogo continuo de esta manera surrealista con la segunda parte contratante. Sin lugar a dudas el diálogo supone un rompecabezas. Salvando la tremenda distancia entre el diálogo de Una noche en la ópera y las palabras de Jesús dichas en Juan 8:56, 58, lo cierto es que lo que Jesús les dijo a los judíos sonó para ellos como un rompecabezas difícil de resolver,

      “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (v.56), “de cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese yo soy” (v.58).

      
¿Cómo es esto posible? ¿Cómo uno en la historia y tiempo puede ser antes que el primero? ¿Cómo la segunda parte puede ser antes que la primera? Por muy surrealista o incomprensible que pueda parecer, creer en la verdad de las palabras de Jesús es esencial para poder creer y entender quién es Jesús. 
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Jesús les dice “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (v.56) ¿cómo es esto posible? La incredulidad de los fariseos se reflejó en su respuesta “entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham” (v.57). Los judíos se equivocaron en algo, no fue Jesús quien vio a Abraham sino a la inversa. Jesús está afirmando que Abraham contempló su día, eso solo es posible si Jesús es anterior a Abraham, si su existencia se remonta mucho antes a la existencia de Abraham, ¿cómo Abraham vio el día de Jesús y se gozó en él? Lo cierto es que la respuesta no es fácil sino que probablemente reside en toda la historia de Abraham. Cuando Abraham y Sara tuvieron en sus manos el nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa, contemplaron ese hijo anhelado, vieron ese día y se gozaron en él. Con el nacimiento de Isaac, Dios hizo reír a Sara y a cualquiera que mirase a ese niño en ese día (Génesis 21:6). Esa risa no era de incredulidad (Génesis 18:12) sino de gozó. El nacimiento del hijo prometido apunta al nacimiento del Hijo de Dios prometido por excelencia, Jesucristo (Gálatas 3:16). Abraham contempló como Dios le pedía que ofreciese en sacrificio a su único hijo Isaac, Abraham contempló lo que era entregar a su único hijo, al hijo a quien amaba (Génesis 22:2), pero en ese día Abraham contempló como Dios se proveía de cordero para el sacrificio. Abraham contempló el día de Cristo y se gozó en él, contempló el día en que Dios proveería el Cordero y no escatimaría ni a su propio Hijo para que los suyos no muriesen en pecado, en resumen, Abraham vio el día de Cristo y se gozó. Cristo pudo decirles v.58 “de cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese yo soy”. Y dicha afirmación demuestra dos cosas sublimes: (1) Habla de que Jesús como el “yo soy” es el único Dios cuyo principio está en la eternidad misma (Juan 1:1), cuya existencia es la prexistencia del único Dios verdadero. En Isaías 43:10 Dios es revela como el Dios preexistente y único “vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que, yo escogí para que conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy, antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí”. Antes del “yo soy” no hubo ningún dios, él es el único Dios verdadero y después tampoco lo habrá, él es el único Dios verdadero preexistente, eterno. (2) La afirmación de Jesús demuestra que toda la historia de la redención habla de él, nos anuncia a él, toda la historia de la redención nos mueve a que contemplemos como Abraham el día de Cristo y nos gocemos en él.

Creer en Jesús como el “yo soy” implica creer no solo en su persona y obra, en su humanidad y divinidad como el Gran Yo Soy, el Dios preexistente que se hizo presente para redimir, sino que también implica creer en la verdad de las palabras y enseñanzas de Jesús. Hay aquellos que quieren vivir y conocer a Cristo, pero que no quieren conocer las palabras de Cristo. Hay aquellos que quieren creer en Cristo, pero no en el Cristo cuya palabra revela quién es él. Hay aquellos que creen en un Cristo desligándolo, consciente o inconscientemente, de sus palabras, de su verdad. Creer en Cristo como el “yo soy” mostrado en Juan 8 implica creer también en la verdad que sale de la boca de Cristo, implica creer en su palabra y permanecer en ella. Implica creer en su palabra que recorre la historia anunciando el día de Cristo, palabra la cual por inspiración ha sido escrita para que todo aquel que la lee o la escucha puede contemplar en día de Cristo y gozarse en él.  
 
      Tres veces Jesús menciona en Juan 8, “yo soy” de manera enfática y absoluta (Juan 8:24, 28, 58). Tal y como pudimos observar en el devocional de la semana pasada. Las dos primeras afirmaciones absolutas de “yo soy” tenían una relación directa con la realidad que Jesús es el Cristo quien vino para salvar.

Las dos primeras afirmaciones de “yo soy” aparecen ligadas a tres aspectos cruciales: (1) Creer que Jesús es el “yo soy” es la única manera, el único camino para no “morir en pecado”. (2) la revelación de “yo soy” aparece ligada a la obra redentora de Cristo. La cruz determina no solamente el medio de salvación sino también la revelación que el Hijo del Hombre es el Cristo Salvador, v.28 “les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo”.

Esta maravillosa verdad está ligada a un tercer aspecto. (3) La afirmación del “yo soy” encuentra su trasfondo en la revelación misma de Dios en el Antiguo Testamento. Dios se reveló a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:13-14), el Dios quien se hace presente para redimir a los suyos, por tanto, Jesús no solamente es el Cristo, el Hijo del Dios, sino que también es Dios mismo, el gran YO SOY quien visita a su pueblo para redención. Dichas afirmaciones desembocan en el último “yo soy” absoluto de Jesús en Juan 8:58 “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”. ¿Cómo debe de ser entendido este último yo soy? ¿Cuál es la grandeza del mismo?

Los fariseos, basados en sus propios estándares y opiniones tenían un corazón demasiado endurecido para poder entender lo que Jesús estaba diciendo, ahora bien, las palabras de Jesús no cayeron en vacío, la palabra de Dios, nunca cae en vacío.

Dios es quien envía su palabra, y como “desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será la palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11).

Después de las palabras de Jesús, el apóstol Juan nos informa que muchos creyeron en él, v.30 “hablando él estas cosas, muchos creyeron en él”. Dicha afirmación demuestra un principio importante. Creer que Jesús es el “yo soy” no solamente depende de creer en su persona y su obra, sino que esto está inseparablemente ligado a creer en su palabra. Creer en la persona de Jesús como el “yo soy” implica también creer y permanecer en su palabra la cual es verdad. No cabe duda que esto resulta difícil y complicado para un ser humano postmodernista que ha vaciado de verdad cualquier palabra.

Hoy en día, la verdad de las palabras dichas depende del diálogo que se forma entre las palabras y aquel que las escucha e interpreta, es decir, la verdad de lo dicho, escrito o proclamado no surge de lo propiamente dicho, escrito o proclamado sino de la interacción entre ello y el oyente o lector. Siendo así, no resulta tan importante y necesario el creer en lo dicho ya que, según el postmodernismo, la verdad “dependerá del color del cristal con que se mira” o en este caso interpreta. Ahora bien, no es así en el caso de creer en Jesús como el “yo soy”. Aquel que es la Verdad por excelencia no proclama palabras vacías de verdad sino palabras llenas de verdad absoluta la cual no depende de la interpretación o diálogo que el lector u oyente haga de ellas. Aun y cuando es bien cierto decir que deben de ser interpretadas, es igualmente cierto el decir que la primera regla para interpretar la Palabra de Dios es la misma Palabra de Dios.
      Esto es así por el simple hecho que dicha palabra es verdad en sí misma. Creer en Jesús como el “yo soy” está ligado de manera inseparable a creer y permanecer en su palabra, en su verdad. A aquellos judíos que habían creído en él Jesús les insta a permanecer en su palabra, vv.31-32 “dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
      Los conceptos de “palabra” y “verdad” aparecen relacionados uno con el otro en los vv.34-58. Los judíos que escucharon estas palabras reaccionaron antes ellas ya que, según ellos, no necesitaban ser libres de nada ni de nadie, no eran esclavos, mas bien eran hijos de Abraham “linaje de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie ¿cómo dices tú: Seréis libres” (v.33). El orgullo es egocéntrico y eso se demostraba en esos fariseos, su orgullo egocéntrico mostraba que su fe estaba más basada en ellos que no en Jesús y en sus palabras de verdad y libertad. Frente a tal afirmación se genera un conflicto de paternidad. Jesús les demostrará que su linaje no proviene de Abraham sino del diablo mismo. Aún y cuando la afirmación de Jesús pueda sonar dura, tiene sentido.

      Ya que los judíos sacaron a Abraham, Jesús les recuerda la historia de Abraham. Jesús les demuestra que Abraham “oyó la palabra de Jehová”, “la palabra de Jehová halló cabida en él” y “obedeció la palabra de Jehová”. Si esos judíos verdaderamente fuesen del linaje de Abraham, su reacción a las palabras y verdad de Jesús, el yo soy, sería la misma reacción que Abraham. Si su padre fuese Abraham harían sus obras, es decir, oirían las palabras del yo soy, éstas encontrarían cabida en sus corazones y obedecerían a la verdad de Jesús, creerían que él es el “yo soy” y que su verdad trae libertad no física sino de pecados (v.34-39). Por el contrario, los judíos estaban en el extremo opuesto a lo dicho por Jesús, “no oyeron la palabra de Cristo”, “la palabra no encontró cabida en ellos” e “intentaron matarle” (v.10).

      La conclusión es que esos judíos estaban bien lejos de ser linaje de Abraham, su modo operandi reflejaba más las obras del diablo que no de Abraham. El diablo ha sido mentiroso y homicida desde un inicio y esto es lo que las obras de los fariseos reflejaban (vv.11-46). La conclusión es clara v.47 “el que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios”. Tal afirmación fue un dardo directo al orgullo egocéntrico de los fariseos quienes acusaron a Jesús de ser samaritano y tener demonio (v.48). Frente a esto, Jesús les dijo que “el que guarda mi palabra nunca verá muerte”.  Esto fue lo que los fariseos estaban esperando, esta fue la confirmación para decir que Jesús tenía demonio, ¿por qué? Porque Abraham y los profetas que escucharon la palabra de Jehová murieron, ¿quién eres tú Jesús para decir que el que guarda tu palabra nunca verá muerte? “¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió?” (vv.52-53). La respuesta a esta pregunta es el último “yo soy” de Jesús.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)