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¿Y QUIÉN ES ÉL...?
“Porque yo os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy,
en vuestros pecados moriréis”(Juan 8: 24, 28, 58)
      Recuerdo uno de los juegos de mí infancia, se llamaba ¿quién es quién? El juego consistía en, mediante una serie de características físicas que eran mencionadas, por eliminación llegar a determinar de qué personaje se estaba hablando. Si uno era capaz de no equivocarse en las características físicas que le eran descritas y, por supuesto, no formarse su propia imagen del personaje antes de tiempo, podía llegar a descubrir con un 100% de seguridad la identidad del individuo. La afirmación de Jesús de “yo soy” responde a la pregunta ¿y quién es él? La declaración de Jesús “yo soy” es dicha tres veces a lo largo de Juan 8, (vv.24, 28, 58). Aun y cuando las tres declaraciones están relacionadas, la última de ellas es un tanto distinta, siendo así, en este devocional veremos la relevancia de los dos primeros “yo soy” mientras que la última será considerada en el siguiente devocional.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      Las declaraciones de “yo soy” se encuentran ligadas con el “yo soy la luz del mundo” que Jesucristo mismo afirmó (Juan 8:12), es más, el “yo soy la luz del mundo” supone el punto de partida para poder entender la afirmación categórica y rotunda de que Jesús es el “Yo soy”. El punto de contención giraba en torno a ¿qué autoridad tenía Jesús para hacer tales afirmaciones de verdad absoluta? Cuando Jesús dijo que él era la luz del mundo, los fariseos acusaron a Jesús de tener un testimonio que no era verdadero por el simple hecho de ser,
supuestamente, su propio y único testimonio “entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero” (Juan 8:13, ver vv.14-20). Los fariseos acusaban a Jesús que su testimonio no podía ser verdad porque la autoridad del mismo residía, según su entendimiento, en su única palabra y persona, por tanto, ¿qué autoridad tienes Jesús de tales afirmaciones absolutas? La conexión entre autoridad y verdad, aún y cuando hoy en día tiene flecos y matices distintos, sigue siendo una conexión que nuestra sociedad postmoderna establece.

      Los fariseos sustentaban la veracidad o no de la afirmación de Jesús sobre la falta de una supuesta autoridad a parte del testimonio de Jesús. Hoy en día la máxima del postmodernismo declara que “no hay verdad absoluta alguna” - aún y cuando dicha máxima ya sea en sí misma una verdad absoluta -. Lo que esto genera es que la falta de verdad absoluta conlleva irremediablemente la falta de una autoridad absoluta. Esto es así porque la autoridad se basa y construye sobre el fundamento de la verdad, solamente si hay verdad se está en condiciones de decir lo que es y lo que no es. Más adelante, Cristo en otra afirmación contundente determinará “yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), Cristo es en sí mismo la Verdad, por tanto, solamente él está plenamente justificado de proclamar declaraciones con absoluta autoridad. Ahora bien, la veracidad del testimonio de Jesús no solamente se basaba en su propio testimonio sino también en el testimonio del Padre (v.18). La autoridad y veracidad del testimonio de Jesús se hallaba también en el origen de Jesús y la realidad que hablaba, actuaba y estaba sujeto al testimonio y autoridad misma del Padre (vv.14-18). Según la ley judía para aceptar y determinar la veracidad de un testimonio, éste debía venir sustentado por dos hombres (v.17), siendo así, el testimonio de Jesús estaba ligado a su propio testimonio y al testimonio de Dios mismos, la revelación misma del Padre (ver Juan 5 donde Jesús mismos establece los testigos de su persona). El problema residía en la perspectiva y visión de los fariseos. Ellos juzgaban según estándares humanos, según apariencias y no según la revelación misma de Dios “vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie” (v.15). No hay duda alguna que juzgar según nuestros propios estándares y según las apariencias puede, en más de una ocasión, acarrear problemas y visiones falsas. Nuestro mundo juzga más por apariencias externas que no por realidades internas y mucho menos por la revelación bíblica. Establecer un juicio sobre una persona basado simplemente en nuestros propios estándares o según las apariencias externas puede crearnos una imagen de tal persona que nada tenga que ver con la realidad. Los fariseos lo hicieron con Jesús y tristemente muchos en nuestro tiempo siguen los mismos pasos. Si la revelación de quien es Jesús está ligada a su testimonio que parte del testimonio del Padre, entonces el juicio de quien es Jesús debe estar siempre basado en la revelación de la Biblia y nunca en opiniones y juicios personales. Los fariseos siguiendo meros estándares humanos preguntaron a Jesús “¿dónde está tu Padre” (v.19) y es precisamente aquí donde las afirmaciones del “yo soy”  toman relevancia.
      Los primeros dos “yo soy” (vv.24, 28) están encerrados bajo la realidad de “morir en pecado”, “creer en Jesús como el yo soy” y “cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre” una referencia a su crucifixión y exaltación (vv.21-29). Creer que Jesús es el “yo soy” es la única manera para no morir en pecados, por tanto, creer en Jesús como el “yo soy” presenta un carácter de salvación ¿por qué esto es así? Existe la realidad de morir en pecado expuesta por Cristo a los fariseos “yo me voy y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy vosotros no podéis venir”. La realidad de la ida de Jesús, se refiere a su muerte y resurrección, por tanto, su vuelta nuevamente al Padre, es en este sentido que los fariseos no podían ir donde Cristo iba (vv.22-23). Lo sorprendente es que Cristo les dice a los fariseos que le buscaran y morirán en su pecado “me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis” ¿cómo entender esto? ¿en qué sentido los fariseos buscarían a Jesús si siempre lo habían rechazado? Los fariseos con sus estándares y apariencias externas nunca entendieron ni aceptaron a Jesús como el Cristo o el Mesías. Después de la muerte de Jesús seguirían buscando y esperando al Mesías salvador, pero no en la persona de Jesús. Debido a esto “morirían en su pecado” por el simple hecho que por su incredulidad y por sus propias opiniones y estándares de juicio obviaron lo más obvio de todo, que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. No cabe duda que en muchas ocasiones lo más obvio suele ser lo más obviado. El mundo y uno mismo puede por, opiniones propias, lógica propia, estándares propios atribuir cualquier tipo de realidad a Jesús, maestro, psicólogo, revolucionario, pero con esto obviar lo más obvio en su persona. La verdad de quién es él puede escurrirse como el agua se escurre entre los dedos de las manos y si él fue quien dice que fue escurrirse también el perdón de pecados y la vida eterna. La única solución a ello es lo que Jesús establece en el v.24 “por eso os dije: que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. La única solución es creer que Jesús es el “yo soy”.
      La afirmación de “yo soy” está enraizada en la revelación de Dios mismo en el Éxodo 3:13-14 e Isaías 40-55 (43:10), donde Dios se muestra como “YO SOY EL QUE SOY” quien vino como salvador de su pueblo en Egipto. La afirmación de Jesús “si no creéis que yo soy” en su contexto primeramente revela que él es el Cristo salvador, el Esperado, el Admirable para salvar. Pero al mismo tiempo muestra que esto es posible porqué él es Dios quien sorprendentemente se hizo presente para salvar. El momento clave de ello es la “cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre conoceréis que yo soy” (v.28). La cruz es la revelación de Dios al mundo que Cristo es el Salvador, la cruz es la revelación de Dios al mundo que él mismo vino para salvar a un ser humano que se envaneció en sus propias opiniones y juicios, un ser humano que se hizo necio pensándose ser sabio.  

      El mundo corre el peligro de obviar lo más obvio de la persona y obra de Cristo debido a juicios y opiniones basadas en conceptos personales. Ahora bien, de la misma manera, aquellos que conocen a Cristo tal y como él se revela, corremos también el peligro de formarnos nuestra propia imagen de Cristo basada en concepciones y opiniones personales alejadas de la revelación de las Escrituras. Esto puede hacer que obviemos lo obvio de la persona de Cristo y su obra. El testimonio de Cristo que el creyente y la iglesia debe mantener y presentar al mundo, es el testimonio que no se basa en la opinión de uno mismo sino en el testimonio mismo de Cristo el cual es el testimonio de Dios Padre revelado e inspirado en las Escrituras mismas (Juan 5:58). Conocer a Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios implica volver la vista, el entendimiento y el corazón a la Biblia, al Calvario y a la tumba vacía. 
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)