Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda", San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España

Pastores Roberto Velert Chisbert -- Telfs- 93.209.83.46 - Móvil: 659.890.253  emali: radiobonanova8@gmail.com
         Rubén Sanchez Noguero - Telfs - 93.209.83.46 - Móvil: 610.224.965   emali: rsanchez111@yahoo.es
LA LUZ EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS"
“Otra vez Jesús les habló diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue,
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12; 9:5)
      Posiblemente - y habló sin ningún tipo de experiencia empírica en relación al tema - una de las situaciones más terribles es encontrarse en un barco de noche en medio del mar, rodeado por la oscuridad que se cierne sobre uno. En una situación así, la luz de un simple faro que brilla en medio de las tinieblas que se ciernen sobre uno, no es solamente una luz de esperanza sino una luz de vida que brilla en medio de las tinieblas. Esa luz se convierte en la guía, la protección y hasta cierto punto, en la salvación de aquellos que navegan en tinieblas. Las palabras de Jesús “yo soy la luz del mundo” son palabras que - como ese faro que ilumina la oscuridad del mar -  guían a salvación en su persona a todos aquellos que andan en tinieblas La afirmación de Jesús que él es la “luz del mundo” se encuentra en los dos capítulos de Juan 8 y 9, por tanto, para poder entender que es lo que Jesús está diciendo en relación a que él es la luz del mundo, es necesario considerar la afirmación en el contexto de esto dos capítulos. En este primer devocional veremos lo que significa la afirmación en Juan 8:12 y en el siguiente devocional veremos su relación con Juan 9:5.

      Juan 8:12 es cuidadoso en decir “otra vez Jesús les habló”, por tanto, la afirmación de que él es la luz del mundo y que cualquiera que le sigua no andará en tinieblas sino en la luz de la vida, forma parte de una serie de discursos y acontecimientos previos. Sorprendentemente durante la fiesta de los tabernáculos (Juan 7:37-38) Jesús exclamó “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. La afirmación y seguridad de Jesús que él es aquel que sacia al sediento y la realidad que de aquel que acuda a Jesús de su interior correrán ríos de agua viva, debe de entenderse en el contexto de la fiesta de los tabernáculos y en especial en el contexto de la propia Escritura, “como dice la Escritura” (v.38).
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
      El evento del encendido de los cuatro candelabros por la noche, hacía brillar la luz del templo de Dios sobre toda Jerusalén. La luz era una imagen usada frecuentemente en el Antiguo Testamento, indicaba la presencia de Dios guiando a su pueblo en el éxodo (Éxodo 13:21-22), la protección en el desierto (Éxodo 14:19-25), la luz era asociada con la salvación de Jehová (Salmo 27:1), la palabra de Dios (Salmo 119:105), la acción de Jehová (Salmo 44:3) y con la llegada de la era mesiánica, el nuevo pacto (Zacarías 14:5-7). En ese último día de la fiesta de los tabernáculos, la morada del Altísimo, la presencia de Dios brillaba sobre su ciudad y su pueblo. La guía, la protección y la salvación de Dios estaban en medio del pueblo de Dios. Por aquella noche su pueblo no andaba en tinieblas sino a la luz del amparo del resplandor de la presencia de Dios, andaba en la luz de la vida que Dios había traído, pero andaban anhelando el día en que dicha luz de la vida no sería únicamente una sola vez al año sino algo eterno y permanente. Imagina lo que debía suponer y significar para el pueblo el andar en aquella noche donde las tinieblas habían desaparecido porque estaba iluminada por la luz del templo, con antorchas en sus manos cantando cánticos de adoración a Dios, pero sabiendo que esa luz terminaría, que las tinieblas volverían a ser una realidad y con lo único que serían dejados sería el anhelo de que esa luz permaneciese eternamente, el anhelo que Dios volviese a decir como en la primera creación “sea la luz” (Génesis 1:3) y la luz brillase en medio de las tinieblas. Imagina lo que supone y significa quedarse sin luz en casa, iluminado solamente con la luz de pequeñas velas. Al principio puede ser muy romántico, pero a largo plazo como anhela uno que esa luz brille e ilumine continuamente, como anhela uno que la luz vuelva de nuevo y haga desaparecer de manera permanente esas tinieblas. Imagina lo que deben ser vidas hundidas en tinieblas de dolor, tristeza, soledad, enfermedad, violencia, corrupción, sí vidas con brillos de esperanzas efímeras que acaban hundiéndose en las tinieblas del pecado. Dentro de este primer contexto es que debe de situarse la afirmación de Jesús “otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

      Juan ya había anunciado que la luz de los hombres había venido a este mundo (Juan 1:4-5), ahora Cristo es el cumplimiento de lo anhelado por el pueblo en la fiesta de los tabernáculos. La presencia, la guía, la protección y la salvación de Dios ya no es vista en la luz que brilla desde unos candelabros, sino que la luz del mismo templo celestial ha descendido para iluminar a los suyos (Juan 2:19-21). Ahora la salvación de Dios brilla en Cristo Jesús, la anhelada luz de salvación ha llegado para que “el que me sigue” tenga la certeza que “no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Aquel que es la luz ha traído esos ríos de agua viva que brotan para siempre. Ahora la luz de la presencia y salvación de Dios no brilla desde Jerusalén, sino que brilla en Cristo. El nuevo pacto abre las puertas a que la luz de la salvación de Dios brille en medio de las tinieblas de pecado de toda tribu, lengua, raza y nación, brille en medio de vidas que por muy oscurecidas que estén cuando Dios diga sobre ellas “sea la luz” las tinieblas desaparecerán y contemplarán la gloria de Dios en la faz de Cristo (2ª Corintios 4:6). La luz brilla en Cristo y en su obra redentora en el Calvario y por fe en él aquellos que son su pueblo pueden exclamar como el salmista “Jehová es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré?” (Salmo 27:1), Amén.
      Juan informa que “en el último y gran día de la fiesta Jesús se puso en pie y alzó la voz” (v.37). El último día de la fiesta de los tabernáculos era de suma importancia ya que dos eventos clave sucedían (1) el llenado de la vasija de oro en Siloé y el derramar el agua como ofrenda en el sacrificio matutino y (2) el encendido de los cuatro candelabros en el templo por la noche. Por lo tanto, el último día de la fiesta implicaba agua y luz. El agua representaba la provisión de Dios en el desierto para su pueblo durante el antiguo pacto, pero al mismo tiempo, apuntaba hacia el día que Dios derramaría su espíritu en un nuevo pacto, de ahí la afirmación de Juan en 7:39 “esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pue aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Juan entiende que en Jesús y su obra el nuevo pacto es inaugurado y la mayor bendición prometida ya en el antiguo pacto, el Espíritu, es dada (Ezequiel 36:25-27; Juan 3:3, 5; 4:10, 14). El Espíritu creará una vida que perdurará eternamente, una vida cuya voluntad será la voluntad del Padre. Ahora bien, esto venía acompañado con la presencia de la luz en el templo.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)