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LA PANADERÍA DIVINA
“YO SOY EL PAN DE VIDA”

“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).
      No hay mejor pan que el pan recién hecho. El pan fresco no solamente tiene un aroma especial, sino que su gusto, su textura y crujir característico son señas de identidad esenciales de un pan recién salido del horno del panadero. Si el pan fresco de la primera hora del día hecho por panaderos artesanos deleita el paladar de aquellos que lo prueban ¿cuánto más deleitará y saciará el pan de vida surgido de la panadería divina? Si el aroma del pan recién hecho atrae casi sin quererlo ¿cuánto más atraerá el pan de vida cuyas palabras son palabras de vida eterna para almas hambrientas? Entre las afirmaciones sorprendentes de Jesús, una de ellas es la contundente y rotunda afirmación en Juan 6:35 “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Dichas palabras están llenas de sustento y nutrición espiritual para su pueblo y llenas de vida eterna para aquellos que por la gracia de Dios las aceptan. Ahora bien, ¿cómo deben de ser entendidas estas palabras? ¿qué significa que Jesús sea el pan de vida?
      Las palabras de Jesús “yo soy el pan de vida” forman parte de los “yo soy” que aparecen narrados a lo largo del evangelio de Juan. Todos y cada uno de los “yo soy” son declaraciones acerca de la identidad de Jesús, la misión de Jesús, el cumplimiento del Antiguo Testamento en Jesús y finalmente son declaraciones con una promesa y un llamado asociados a ella. La declaración de Jesús de que él es el pan de vida, fue dicha después del milagro de la alimentación de los cinco mil (6:1-10). Con una multitud como de cinco mil personas reunidas, Cristo las alimentó con cinco panes y dos peces.
      Cristo muestra la certeza que hay realidades que perecen, realidades que son caducas como las hojas de ciertos árboles en el otoño, mientras que hay realidades que permanecen por toda la eternidad. El ser humano puede trabajar y poner todo su empeño por aquellas necesidades - sin dejar de ser legítimo el trabajar por ellas - que perecerán cuando la vida misma se acabe y olvidarse que una vez el ocaso de la vida ha llegado a su fin es la eternidad misma la que se extiende delante de uno. Frente a esto, Cristo insta a que trabajen no por la comida que perece sino por la que a vida eterna permanece (v.27). El trabajar por la comida que a vida eterna permanece es simplemente el creer en aquel que Dios ha enviado y ese creer no es trabajo humano sino la obra de gracia de Dios en el ser humano v.29 “esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”. Este es el contexto para las palabras “yo soy el pan de vida”, ahora bien, la multitud se pregunta ¿qué señal tenemos para creer lo que Jesús nos dice? ¿Qué evidencia se nos da para creer en estas palabras de Jesús?
      La multitud dirige su atención al antiguo pacto, en concreto al éxodo y muestra que el profeta por excelencia del antiguo pacto, Moisés, dio el mana, el pan del cielo a su pueblo, pan que alimentó al pueblo en su redención, pan que sustentó al pueblo en su peregrinaje por el desierto ¿qué señal nos das tú Jesús para creerte? (v.31). La respuesta de Jesús es sorprendente. Jesús corrige la idea que no fue Moisés quien dio el pan del cielo sino Dios (v.32) y ahora la panadería divina ha sido nuevamente abierta para dar el pan verdadero del cielo, ese pan que ha descendido del cielo y da vida al mundo (v32-33). Ese pan es aquel que dijo “yo soy el pan de vida”. Todo el contexto del Antiguo Testamento es cumplido en Cristo, el Profeta por excelencia ha llegado, así como Moisés fue mediador del antiguo pacto, ahora Cristo es mediador del nuevo pacto, así como Moisés guio a su pueblo en el éxodo y la salvación, ahora Cristo reúne a su pueblo para guiarlos a un nuevo éxodo y a una salvación mayor, así como Dios dio el pan del cielo al pueblo y ese pan sustentó, nutrió y alimentó al pueblo de Dios, ahora Dios finalmente ha enviado su pan verdadero, definitivo, aquel que cumple lo que el maná no pudo. Dios ha dado a su Hijo aquel que es la salvación de su pueblo, aquel que nos sustenta en momentos de flaqueza y debilidad, aquel que nutre nuestras almas con su palabra, porque Jesús es el pan de vida perseveramos en él y él es nuestro sustento diario hasta la eternidad misma. Que Cristo es nuestro pan de vida debe animarnos y motivarnos por la gracia de Dios a permanecer en él y en su palabra, debe incentivar en nosotros el nutrirnos con la palabra de Cristo y profundizar en ella ¿Qué señal nos das Señor? Os doy mi propia persona, ¿Qué pan nos das de comer? Os doy mi propia persona, mi vida y mi palabra.
      Siguiendo el tema de la comida y el alimento Cristo comentó que “el que come mí carne y bebe mí sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (v.54) ¿cómo es esto posible? Cristo ya lo ha explicado anteriormente, “comer mí carne y beber mí sangre” es lo mismo que lo dicho en el v. 40 “todo aquel que ve al Hijo y cree en él”. Tener a Cristo como el pan de vida para salvación, sustento, nutrición aquí y hasta la eternidad es creer en su persona como el Hijo de Dios enviado del cielo y en su obra redentora en la cruz del Calvario. Estas palabras fueron ofensivas para algunos quienes abandonaron a Jesús (v.66), pero para otros, fueron palabras llenas de vida eterna, v.68 “le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. ¿Qué respondemos nosotros a las palabras de Cristo? ¿Qué otra cosa buscaremos para saciar nuestras almas que no sea Aquel que lo llena todo y da sentido a todo? Quiera Dios obrar en tu vida para que puedas cree en el que él ha enviado para vida eterna.     
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
Esto fue el detonante para que una multitud de personas identificase a Jesús como el profeta prometido por el Antiguo Testamento que había de venir al mundo (v.14). En el antiguo pacto, Dios prometió un profeta en la línea de Moisés, un profeta que en su boca Dios pondría sus palabras (Deuteronomio 18:18-19). La multitud buscó a Cristo para hacerle rey (v.15) y porque el milagro había saciado sus necesidades físicas. Frente a esto, Cristo situó a la multitud en la encrucijada que todo ser humano se encuentra, la realidad de la eternidad misma.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)