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LA GRAN ENSEÑANZA CAMINO A EMAÚS
“Entonces les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en toda la Escritura
lo que de él decían” (Lucas 24:25-27).

      Dichas palabras fueron dichas por el Señor Jesucristo a los dos discípulos camino a Emaús. Los discípulos estaban abatidos debido a que Jesucristo había sido entregado, sentenciado a muerte y crucificado (Lucas 24:19-21). Todo y así era el tercer día después de esos acontecimientos y la promesa de la resurrección y redención del pueblo todavía sonaba en sus oídos, asombrados escucharon a unas mujeres decir que el sepulcro estaba vacío y que él vivía (Lucas 24:22-24). Ahora bien, todo y las aparentes noticias de la resurrección y el brillar nuevamente de la esperanza algunos se acercaron al sepulcro, pero “a él no le vieron” (Lucas 24:24).
      Los verdaderos profetas en el Antiguo Testamento como voceros de Dios hablaron la palabra de Dios, y ellos hablaron de la necesidad que el Cristo padeciese y resucitase para entrar en gloria (v.26). La mención de “lo que los profetas han dicho” sin lugar a dudas no solamente se refiere a los profetas propiamente dichos sino a la totalidad de la Escritura en el AT. Cristo empezó a declararles lo que los profetas habían dicho interpretando lo que todas las Escrituras decían de él “y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en toda la Escritura lo que de él decían” (v.27).
¿Qué es lo que esos discípulos camino a Emaús debían creer? ¿A quién esos discípulos debían de creer? ¿Debían creer los rumores o era necesario creer otra cosa? Frente a esta realidad Jesús responde y les dice que son “tardos de corazón para creer”, pero ¿creer el qué?
      Tardos para creer no primeramente el anuncio de las mujeres y de aquellos que se acercaron al sepulcro sino tardos para creer “todos lo que los profetas han dicho” (v.25).
       Jesús interpreta para los discípulos lo que la totalidad de la Escritura decía acerca de él y de la necesidad de que todo lo dicho por ella se cumpliese en él (Lucas 24:44). ¡Que gran enseñanza camino a Emaús! Cristo les enseñó no solamente lo que las Escrituras decían de él, sino que fundamentó la realidad de su obra en la revelación histórica de la Escritura, les enseñó la verdad que el cumplimiento de toda la revelación es Cristo, la plenitud de toda la revelación divina es Cristo, toda la Palabra escrita habla, anuncia y se cumple en la Palabra Viva. Jesús les dio la llave para entender e interpretar la Escritura, entenderla e interpretada tal y como es cumplida en él.
      Esta Palabra es la que fueron tardos para creer aquellos discípulos. Los discípulos habrían tenido que creer primeramente no el anuncio humano sino el anuncio divino de la Escritura de todo lo acontecido y prometido hasta el momento.

      Hoy en día el postmodernismo presenta la ausencia de verdades absolutas generando la contradicción de creer que todo es igualmente verdad al tiempo que la falta de vedad absoluta hace uno no sepa que creer como verdad, el postmodernismo crea “corazones tardos para creer”. Pero no es así con la Escritura. Ninguno de nosotros podemos acercarnos físicamente a la cruz del Calvario ni tampoco a la tumba vacía como se acercaron los que fueron a ver, pero sí tenemos la Palabra que habla y proclama a Cristo, la revelación fundamentada no en hechos relativos sino absolutos como son los hechos históricos de la redención, el testimonio todo inspirado de Dios, que el oír del mismo hace, por la gracia de Dios, brotar la fe (Romanos 10:17).
       Acercarse a la Palabra conlleva interpretarla como Cristo enseñó a sus discípulos, interpretarla a la luz y plenitud de su persona y su obra. De esta manera, aquellos que tuvieron un corazón tardo para creer, cuando el corazón de la Escritura que es Cristo les fue expuesto, su corazón tardo para creer paso a ser un corazón que ardía en ellos mientras les hablaba en el camino y cuando les abría la Escritura.

      Ambos discípulos exclamaron:
        
“¿no ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino,
y cuando nos abría las Escrituras?” (v.32).
Que gran enseñanza camino a Emaús que puede hacer que corazones de piedra sean transformados en corazones de carne, que corazones tardos para creer ardan por y para Cristo. 
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)