Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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ESPÍRITU Y ADORACIÓN



“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y verdad es necesario que le adoren”
(Juan 4:24)
       Los atributos de Dios son aquello que hace que Dios sea Dios. Es la plenitud de sus atributos lo que forman el ser y naturaleza del Dios que se revela en las Escrituras. Dios en su ser está libre de toda composición, es decir, es imposible dividir a Dios, él es todo lo que sus atributos son y actúa siempre como todo lo que es. Dios no puede ser justo, pero no amoroso, no puede ser santo, pero no inmutable, no puede ser espíritu, pero no omnipresente. Si los atributos de Dios son esenciales al ser de Dios, entonces conocer los atributos divinos es adentrarnos en el conocimiento del Dios infinito y eterno. Ahora bien, existe el peligro de quedarnos en el conocimiento académico de quien es Dios, tal conocimiento es peligroso y nocivo. Muchos son los que pueden hablarnos del atributo de la inmutabilidad de Dios sin creer en el Dios que es inmutable. Muchos son los que pueden hablar de la santidad de Dios sin conocer al Dios que pide santidad de sus vidas. Muchos son los que pueden hablarnos del Dios que se ha dado a conocer pero que en nada le conocen en una relación íntima y salvadora en Cristo. Conocer los atributos de Dios debería ser tarea de todo cristiano, pero, su conocimiento debería llevarnos a entender que dicho conocimiento no pude ser solo académico, sino que debe ser vivencial. Debería llevarnos a gozarnos más en el Dios que nos ha llevado a una relación salvadora con él por medio de su Hijo Jesucristo. Debería ser un conocimiento que nos llevase a adorarle más y más. Esto es precisamente una de las verdades que Jesucristo mostró a la mujer samaritana. Frente a la pregunta teológica de la mujer de dónde debía adorarse (Juan 4:20). Jesús responde que la hora viene cuando la adoración a Dios no estará circunscrita a un lugar concreto ni a unos rituales específicos como podía ser en el antiguo pacto. La razón de ello es por la llegada del nuevo pacto, pero, también por la realidad de quien es Dios. “Dios es espíritu” es una clara afirmación de uno de los atributos de Dios. Ahora bien ¿qué significa que Dios es espíritu? Significa que Dios no forma parte del mundo material. Dios es el Creador de cielos y tierra, pero, Dios es distinto e independiente a su creación. Dios al ser espíritu no es de la misma materia y sustancia que la creación. Por tanto, Dios no puede ser pesado en una balanza, Dios no puede ser medido con una cinta métrica, Dios no puede ser contenido por un espacio específico y concreto. La espiritualidad de Dios hace que su ser sea distinto a lo que vemos cada día en la creación. Ahora bien, ¿qué importancia puede tener para nosotros los creyentes el entender dicho atributo de la espiritualidad de Dios? Sin lugar a duda la importancia radica en varias cosas, pero, el atributo de la espiritualidad de Dios es vital para nuestra adoración a él. Si Dios es espíritu, entonces la adoración a él debe ser hecha conforme a quien es él. Nuestra adoración no puede ser una adoración que contradice al ser de Dios, de otra manera sería fuego extraño delante del santo altar de nuestro Dios. Siendo Dios espíritu “los que le adoran, en espíritu y verdad es necesario que le adoren”. Cristo establece una necesidad vital en la adoración a Dios. Es necesario que aquellos que adoren a Dios lo hagan en “espíritu y verdad”, ¿qué significa esto? En el evangelio de Juan estas palabras implican que los que adoran a Dios quien es espíritu deben adorarle en base a la obra regeneradora del Espíritu Santo en sus vidas y en base a la verdad revelada de Dios en la persona de Jesucristo. Adoramos a Dios quien es espíritu porque su Espíritu ha transformado nuestras vidas. Adoramos a Dios en verdad porque el Dios verdadero nos ha sido revelado en la persona de su Hijo. Gloria a nuestro Dios porque si podemos adorar a Dios quien es espíritu es porque él nos ha regenerado y salvador para ello.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Juan 4:1-42
 
Salmo 20:1-9
Isaías 31:1-9
FINAL DE SEMANA
ESPÍRITU Y CONFIANZA
“Porque los egipcios son hombres y no Dios, y sus caballos carne y no espíritu;
de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y el ayudado,
y todos ellos desfallecerán a una”
(Isaías 31:3)

          Una gran diferencia existe entre Dios y los hombres. Dios es el Creador de cielos y tierra, el Hacedor de todo lo que vemos y no vemos. Con el poder de su palabra Dios dijo y todo fue hecho, Dios dijo y fue hecho, Dios mandó y existió (Salmo 33:9). Por tanto, existe una diferencia esencial entre el Creador y su creación. El ser o naturaleza de Dios es totalmente distinto al de su creación, Dios es independiente a su creación, es decir, no depende ni necesita de nada ni nade creado. Por tanto, una cosa es la creación y algo totalmente distinto es el Creador. Sin lugar a duda, esto hace que Dios en su ser no pueda ser medido, analizado o explicado de la misma manera que se explican las obras de la creación. Dios en su ser es espíritu, lo que le sitúa en una esfera de existencia totalmente distinta a la ceración, bien lo sabía el profeta Isaías cuando mencionó sus palabras “porque los egipcios son hombres y no Dios, y sus caballos son carne y no espíritu”. Isaías establece una diferencia fundamental entre Dios y el hombre, una diferencia expresada de manera negativa, “los egipcios son hombres”, es decir, son seres humanos. Esta realidad comporta asociada otra realidad que surge de manera automática, si los egipcios pertenecen a la esencia de aquello que es humano, entonces, “no son Dios”. Quizás en aquel tiempo muchos podían considerar a Egipto como una de las primeras potencias mundiales del tiempo antiguo. Judá miró hacia Egipto como su ayudador y sustentador frente a las dificultades, pero la realidad es que los egipcios como hombres estaban muy lejos de ser lo que Judá necesitaba por una simple pero vital razón, si eran hombres entonces no eran Dios. Los egipcios pertenecían a la esfera de lo creado y lo material al igual que sus caballos de guerra “y sus caballos carne y no espíritu”. Los caballos el principal animal de guerra en último término eran simplemente eso, caballos, carne, parte de la creación. La comparación que establece Isaías es clara, Dios es totalmente distinto al ser humano o a cualquier otra cosa creada, en su esencia Dios es espíritu, por tanto, no forma parte del mundo material o del mundo empírico como lo eran los egipcios y sus caballos de guerra. Al ser espíritu Dios no puede ser medido, pesado o limitado, su ser no está contenido por nada de este mundo físico y material. Al ser espíritu Dios no puede ser contenido por el espacio, al ser espíritu Dios no puede ser limitado por el tiempo, al ser espíritu Dios no puede ser pesado en balanza, la espiritualidad de Dios le distingue claramente de su creación. Ahora bien, la teología de la espiritualidad de Dios para Israel no debía ser simplemente cuestión de puro conocimiento sino algo vivencial para sus vidas, y así debería serlo para la iglesia como el pueblo de Dios. Las palabras dichas por Isaías encajan en el contexto en el que Judá miró hacia Egipto como fuente de ayuda. Su confianza estaba puesta en una de las primeras potencias mundiales del mundo antiguo, pero poco podían hacer. La razón de ello es porque ni lo egipcios ni sus caballos de guerra eran Dios, eran simplemente hombres y sus caballos carne. Esta es la razón por la cual no podían ayudar a Judá. Dios mostraría que es Dios y no hombre, no solamente por su ser sino también por sus acciones; “de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y el ayudado, y todos ellos desfallecerán a una”. Dios extenderá su mano y caerá “el ayudador”, es decir, los egipcios y “el ayudado”, es decir, Judá que confió en aquellos que eran hombres y no en su Dios, ambos caerán y desfallecerán a una. Cuando Judá buscó ayuda y confió en Egipto, Judá despreció dos cosas; despreció a su Dios y despreció la ayuda y sustento que podía venir de su Dios. Dicho error fatal surgió de un error teológico grave, malentendieron que el ser humano es simplemente criatura en el reino creado mientras que Dios es Dios. Ciertamente algunos “confían en carros, y aquellos en caballos, mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria” (Salmo 20:7). Nunca podemos perder de vista que Dios es Dios y no hombre. Nuestra confianza en Dios tiene sus raíces en entender que no es ser humano como nosotros falible, infiel y cambiante. Dios es nuestro Dios, ayudador y sustentador en medio de este mundo. Por ello, del nombre de Jehová nuestro Dios tengamos siempre memoria. 
1ª Timoteo 1:17