Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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TODO SERÁ HECHO NUEVO



“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra;
y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.
Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado;
porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo”
(Isaías 65:17-18)

      Uno se pregunta qué sucederá con este planeta en el cual vivimos. Cada día que pasa parece ser que toda la creación gime más y más a consecuencia del trato que el ser humano está dando a una creación preciosa y sublime. Cada día emerge de manera más pronunciada una preocupación generalizada por el medio ambiente y la situación de nuestro planeta. Voces científicas establecen que, para evitar los efectos desastrosos e irreversibles del cambio climático, el ser humano debe evitar el ascenso global de la temperatura más allá de 1,5 grados centígrados. Ahora bien, no hay nada que escape de la soberanía del Creador de los cielos y de la tierra. Ciertamente puede existir preocupación por la situación de nuestro planeta azul pero, está en las manos de nuestro Dios y Creador el seguir sustentando todo aquello que él creó con el poder de su palabra. Ciertamente nuestra creación gime y gime como con dolores de parto (Romanos 8:22) pero lo hace para dar lugar a algo totalmente nuevo. El destino final de toda la creación, la meta última de todo aquello que ha sido creado, visible e invisible es dar lugar a una nueva creación. La historia bíblica progresa bajo esta realidad sublime y maravillosa. Dios en el principio creó los cielos y la tierra (Génesis 1:1) pero, ese principio no era un fin en sí mismo. Todo principio implica un final y esa primera creación creada buena en gran manera pero arruinada por el pecado, anhela su final, apunta al momento que todo será hecho nuevo, así lo anunció Dios a través del profeta Isaías; “porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra”. Dios cierra prácticamente el libro del profeta Isaías con estas palabras maravillosas, con la realidad de que llegará el día y momento en la historia en que él lo hará todo nuevo. Solamente es Dios quien puede hacer algo así. Dios como Creador tiene el poder de crear algo nuevo, “yo crearé” dice Dios. Llegará el día que todo su poder será usado nuevamente para crear unos nuevos cielos y una nueva tierra. Puesto en otras palabras, el Creador hará nueva la primera creación, llevará la creación de Génesis 1-2 al ideal que hubiese tenido que conseguirse si el pecado no hubiese entrado en la escena de la creación por la desobediencia del ser humano. Contemplamos la creación a nuestro alrededor y podemos ver la belleza que hay en ella, cómo expresa la gloria del Creador y cuenta la obra de sus manos pero, tristemente también podemos ver lo destruida que está. Podemos darnos cuenta de cómo la creación gime, como hay inocentes que gimen cada día, como el pecado sigue destruyendo lo precioso que Dios creó pero Dios dice; “he aquí yo crearé nuevos cielos y nueva tierra, y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento”. Llegará el día en que la nueva creación irrumpirá en la historia, el poder del Creador será nuevamente desplegado para traer la nueva creación y los desastres, pecados, maldades, sufrimiento y tristezas de una creación que gime serán un eco del pasado. En esa nueva creación el pueblo de Dios se gozará: “mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí yo traigo a Jerusalén alegría, y a sus pueblos gozo”. Isaías empieza con una Jerusalén corrupta por el pecado (Isaías 1:1-31) pero termina con una Jerusalén restaurada parte integral de unos nuevos cielos y nueva tierra creados por Dios en los que el pueblo de Dios, aquellos redimidos y hechos nuevos en Cristo Jesús, se gozarán y alegrarán. Esta es nuestra esperanza, nuestro anhelo y nuestro destino, alegrarnos y gozarnos en todo aquello que Dios hará nuevo el día que nuestro Señor Jesucristo venga.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Génesis 1:1-31
 
Romanos 8:18-27; 2ª Corintios 5:17
Apocalipsis 21:1-27
FINAL DE SEMANA
VI LA NUEVA CREACIÓN
“Vi un cielo y una tierra nueva;
porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,
dispuesta como una esposa ataviada para su marido”
(Apocalipsis 21:1-2)
           Antes del principio no había nada, únicamente estaba el Dios Trino. Nada existía salvo el Dios Eterno. La eternidad era una perfecta comunión eterna de las tres personas de la Trinidad pero, llegó el momento, llegó el principio determinado por Dios en el cual la voz de Dios se escuchó y resonó con todo poder. Dios dijo; “sea la luz” e inmediatamente de la nada la luz apareció (Génesis 1:3). Nuevamente la voz poderosa de Dios volvió a escucharse; “haya expansión en medio de las aguas y separe las aguas de las aguas”, y así fue, los cielos aparecieron de la nada (Génesis 1:6-8). En el principio cada vez que la palabra de Dios era escuchada, algo nuevo entraba en existencia hasta que, en un periodo de seis días todas las cosas fueron creadas. Así empezaron todas las cosas, Dios es la causa primaria de todo, sin él nada de lo que existe y fue hecho existiría o habría sido hecho (Juan 1:3). Dios es el Creador de todo, esta es la primera tarjeta de presentación de Dios. Abrir las primeras páginas de la Biblia es enfrentarse con la verdad de que el único Dios vivo y verdadero es Creador absoluto de todo el universo. Aun y cuando esto pueda parecer - para algunos - de poca o ninguna importancia, lo cierto es que en realidad es todo lo contrario. Precisamente por ser Dios Creador es que también es Redentor y Salvador (Isaías 45:18, 22). Por ser Dios Creador, él es el único que puede llevar a cumplimiento toda la historia de la salvación que él mismo decretó en la eternidad pasada cuando nada existía salvo él mismo. Así progresa toda la historia de la salvación que nos es dada en nuestro Señor Jesucristo. En el principio Dios creó los cielos y la tierra (Génesis 1:1) y, aun y la realidad del pecado y el caos creado en la creación de Dios, él mismo es quien anuncia que hará todas las cosas nuevas, “porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra” (Isaías 65:17). Es Dios mismo quien inauguró esta realidad preciosa con la venida, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La verdad histórica de la resurrección es la primera piedra de esa nueva creación anunciada por Dios y aquellos salvados en Cristo son el aroma y la realidad en el presente de esa nueva creación empezada en Cristo Jesús. Aquellos que estamos en Cristo somos nueva creación en él (2ª Corintios 5:17). De la misma manera será Dios el Creador de todo que llevará su creación al final último. Lo que Juan contempló es lo que la Biblia nos permite contemplar con esperanza; “vi unos nuevos cielos y tierra”. Lo que Juan contempló es el ideal que Dios estableció en el principio. Los cielos y la tierra creados en Génesis son renovados, restaurados hechos nuevos al final de la historia. La historia de la salvación llega a su cumplimiento, llega a un punto en que, aun y existir una continuidad con la primera creación, hay una gran discontinuidad, todo es hecho nuevo, todo es renovado a su ideal último, todo es restaurado de manera preciosa y sublime, ¿por qué? “porque el primer cielo y la primera tierra pasaron y el mar ya no existía más”. La creación hundida en pecado y el caos producido por la realidad caótica del pecado ya no existían más. La imagen del “mar” implica la imagen del caos, el continuo movimiento, la falta de descanso y reposo, por tanto, el pecado, el caos, el sufrimiento, el dolor, la muerte, la falta de reposo ya no serán una realidad de la nueva creación. Todas estas realidades trágicas que vivimos en el presente ya no serán parte de la vida de aquellos que crucemos por las puertas de la Jerusalén celestial. No serán una realidad que viviremos y experimentaremos, de lo primero no habrá memoria ni vendrá al pensamiento. Sin lugar a dudas será glorioso pero extraño ¿cómo vivir sin la continua lucha con el pecado? ¿cómo vivir sin sufrimiento y dolor? Es algo que aquí no conocemos ni experimentamos pero, llegará el día, llegarán los nuevos cielos y tierra que traerán consigo esta gloriosa realidad para los salvos en Cristo Jesús.  La llegada de la nueva creación implicará la llegada de la Jerusalén celestial, la llegada del cumplimiento pleno de la restauración de la iglesia, la esposa ataviada y preparada para las bodas del Cordero; “yo Juan vi la santa ciudad, la Jerusalén celestial descender del cielo, de Dios dispuesta como una esposa ataviada para su marido”. ¡Qué glorioso destino nos espera a los redimidos! No nos queda más que decir; “Amén, sí, ven Señor Jesús”
Isaías 65:17-25