Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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DIOS ES UNO
“Oye Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.
Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón,
y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6:4-5)
      Calvino dijo que: “El corazón del ser humano es una fábrica de producir ídolos”. Desde la caída, el ser humano se erigió como su propio Dios. Tomó el lugar de Dios determinando desde entonces lo que era bueno y malo a parte de su Creador. La prerrogativa divina de establecer aquello que es bueno y malo fue asaltada y robada por un ser humano caído. Desde entonces y a lo largo de la historia, el ser humano no ha hecho más que construirse dioses a su medida, ídolos a quien adorar y rendir su lealtad. La diversidad de dioses no es cuestión únicamente de una sociedad postmodernista sin verdad absoluta y pluralista a nivel religioso e ideológico, es una cuestión de un corazón caído capaz de producir sin medida dioses a los que adorar y dedicar lealmente su vida. Es cuestión de un ser humano que, creado a imagen y conforme a la semejanza de Dios, ha pervertido la función que le fue dada como imagen de Dios creando para sí mismo imágenes a su propia medida, ídolos a su propia imagen y semejanza a los que adorar. Ahora bien, cuando Dios es su soberanía y misericordia cambia el corazón de piedra en carne, convierte al regenerado de la multitud de ídolos al único Dios vivo y verdadero. Hay una vuelta a la verdad absoluta que Dios estableció para su pueblo; que Dios es uno y no hay otro como él. Las palabras del Shema en la oración que Dios dio a Israel en Deuteronomio 6:4-5 siguen resonando y siendo una verdad absoluta para todo hijo de Dios: “Oye Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. El verbo “shema” procede del verbo hebreo “oír” y lo que Israel debía oír es lo mismo que debemos seguir oyendo la iglesia como pueblo de Dios, la verdad de que Dios es uno. Israel fue llamado a escuchar una verdad vital para su vida, debía saber y nunca perder de vista que su Dios era uno. Un pueblo que salía de la tierra de Egipto la cual estaba repleta de dioses debía conocer la verdad que su Dios era uno. Una nueva generación que estaba en los planos de Moab para entrar en la tierra prometida en la cual encontraría naciones paganas con multitud de Baales, Aseras y Ashtarots, debía vivir bajo la verdad que su Dios es uno. La verdad bíblica de que Dios es uno implica que Dios es único y singular tanto a nivel de esencia como de número. Dios es uno en el sentido que es único en su ser, es decir, no hay otro de la misma clase, tipo y esencia que nuestro Dios. No hay otro que sea Creador de todo, no hay otro que sea Redentor de su pueblo, no hay otro que sea santo, omnisciente, omnipotente, omnipresente, justo, bello, glorioso, etc. No hay otro dios que contenga la perfección de todas las virtudes más excelsas, salvo el Dios que los cielos revelan y que se revela en su Palabra y en la persona de nuestro Señor Jesucristo. Por ello, siendo nuestro Dios único en esencia y ser, entonces, Dios es único en número, no hay otros dioses como nuestro Dios. La redención nos ha llevado a relación personal con Dios, podemos y debemos decir que Dios es “nuestro Dios”, es nuestro único Dios porque no hay otro como él, el resto son ídolos confeccionados por corazones caídos. Sin lugar a duda, esta verdad es esencial para nuestra vida porque de ella emana una vida que amará a Dios “de todo corazón y de toda alama, y con todas las fuerzas”. Saber que nuestro Dios es uno, vivir bajo esta verdad, implicará una vida que no tiene una lealtad y adoración partida. ¿Cómo podríamos dedicar la lealtad de nuestra vida a otro dios si no hay otro Dios único y verdadero? Oye Iglesia, el Señor tu Dios, el Señor uno es, por ello, ama a tu único Dios con todo lo que eres, con una lealtad única e indivisible a él.     
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Deuteronomio 6:4-9
Isaías 45:1-22
1ª Corintios 8:1-6
Mateo 3:13-17
FINAL DE SEMANA
DIOS ES TRINO
“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”
(Mateo 28:19)
      ¿Hay alguna diferencia en el único Dios vivo y verdadero? De hecho, sí la hay. La verdad bíblica que la iglesia debe mantener es que nuestro Dios uno es. Nuestro Creador y nuestro Redentor es uno y no hay más. Ahora bien, dicha verdad debe mantenerse conjuntamente con el gran misterio de la Trinidad. Nuestro Dios es uno, pero nuestro Dios es Trino. El único Dios vivo y verdadero es trino en su ser, por tanto, sí hay diferencia en Dios. Existe en el ser de Dios diferencia a nivel de personas y a nivel de funciones que cada una de las personas de la Trinidad tienen y desarrollan. Un único Dios en tres personas, ciertamente todo un misterio que debe aceptarse por la fe que proviene del testimonio bíblico y que debe conocerse hasta el punto de que la revelación de la Palabra nos lo da a conocer y nuestras mentes finitas llegan a ello. Cuando el Señor Jesús resucitado dio la gran comisión a sus discípulos les ordenó haced discípulos a todas las naciones; “por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones”. Las palabras de Jesús fueron dichas como resultado de la completa autoridad que le había sido dada en el cielo y en la tierra. Ahora Jesucristo resucitado con todo puesto bajo sus pies, ordenó a sus discípulos llegar a todas las naciones. Qué glorioso es ver cómo la promesa dada a Abraham; “a través de ti serán benditas todas las naciones de la tierra” (Génesis 12:3), es cumplida y alcanza todo confín de este mundo, a través de aquel que es la simiente última de Abraham, nuestro Señor Jesucristo (Mateo 1:1; Gálatas 3:16). La comisión de los discípulos era hacer más discípulos en las naciones y bautizarlos en un único nombre; “bautizándolos en el nombre”. Jesucristo les dio un único nombre, el nombre es singular y no plural, es decir, no debían bautizar en varios nombres sino en un único nombre. El nombre represente a la persona, por tanto, los discípulos debían bautizar a los nuevos discípulos bajo el único nombre del único Dios que hay. Ahora bien, dicho nombre es el nombre “del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Sin duda alguna, una revelación sorprendente para esos discípulos, en su mayoría judíos, para quienes el Shema; “Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” seguía resonando en sus oídos y en sus mentes. Ahora, el único Dios es en su ser y en su esencia tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este es el gran misterio de la Trinidad. Nuestro único Dios es uno, pero en su ser es tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada persona es plenamente Dios, la plenitud de la divinidad reside en el Padre, en el Hijo nuestro Señor Jesucristo, y en el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, cada persona es eterna y es eternamente distinta la una de la otra con una relación perfecta entre ellas desde la eternidad misma. ¿Quién hubiese podido concebir una doctrina como la Trinidad? ¿Quién hubiese podido llegar a delinear algo tan grande y profundo como la Trinidad? Nadie lo hubiese podido hacer. No hay ser humano que hubiese podido concebir algo así, por ello, la Trinidad únicamente puede conocerse por revelación divina, por la revelación divina que Dios ha dejado depositada en sus Santas Escrituras. Ahora bien, dicha doctrina no es para quedarse en la esfera de la teología teórica, tiene implicaciones vitales para la fe cristiana. Jesús ordenó a sus discípulos hacer discípulos y bautizarlos en el nombre del Dios Trino. Entre otras muchas cosas, el bautismo implica unión con aquel bajo cuyo nombre uno es bautizado. Ser bautizado en el nombre del Dios Trino implica unión con Aquel que es único y Trino. Por tanto, la doctrina de la Trinidad es un asunto primario de fe. No se puede ser verdaderamente cristiano sin creer que Dios es Trino. Creer en Dios es creer que Dios es Trino, es creer que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios. Una vida cristiana es una vida que ciertamente confiesa; “mi Dios es uno” pero a ello añade; “mi Dios es Trino”. ¿Cómo poder adorar en espíritu y verdad sin creer en el Trino Dios? Si la adoración exalta el nombre de Dios ¿cómo poder adorar a nuestro Dios si uno no cree que ese nombre es Trino?  Nuestro Dios es el único y Trino Dios y en él únicamente debemos creer y a él únicamente debemos adorar.