Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda" - C/San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España
CONOCIMIENTO PLENO
“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
has entendido desde lejos mis pensamientos.
Has escudriñado mi andar y mi reposo y todos mis caminos te son conocidos”
(Salmo 139:1-3)
      La palabra “universidad” se remonta a la cultura clásica romana y proviene del vocablo latín “universitas”. Su significado conlleva la noción de “totalidad”. Por ello, las universidades como centros académicos, son aquellos lugares en los cuales se imparte y se crece en conocimiento. Dicha realidad únicamente demuestra que el ser humano es finito en su conocimiento, debe aprender y crecer debido a que no tiene un conocimiento pleno de todo. La omnisciencia no es atributo humano pero sí atributo divino. Es únicamente Dios quien tiene un conocimiento pleno y perfecto de todas las cosas. Dios no necesita aprender ni tampoco crecer en el conocimiento. Su omnisciencia determina que Dios conoce todo lo que ha pasado, lo que está pasando, lo que pasará y todo aquello que podría pasar y nunca pasará. Dios lo conoce de manera perfecta y de una vez por todas, todo está delante de los ojos de nuestro Dios y nada escapa a su conocimiento. David tenía claro que el atributo de la omnisciencia de Dios no era primeramente un concepto teológico sino que, sabía de las implicaciones importantes para su vida. Dios quien es omnisciente examinó la vida de David “oh, Jehová, tú me has examinado y conocido”. Nuestro Dios examina y conoce nuestra vida. Todo la humanidad está bajo el examen y conocimiento de Dios pero, de una manera especial lo estamos sus hijos. Dios examina y conoce lo que hay en nuestro vivir y su conocimiento no es limitado sino omnisciente, es un conocimiento pleno y perfecto. David expone cómo Dios había examinado y conocido su vida “tú has conocido mi sentarme y mi levantarme”, “has escudriñado mi andar y mi reposo”. David utiliza una figura de lenguaje llamada merismo, es decir, dos conceptos opuestos “sentarme y levantarme”, “andar y reposo” que puestos de manera conjunta dan la idea de totalidad. El examen y conocimiento de Dios a la vida de David no había sido parcial sino total. Es la totalidad de la vida del salmista la que es conocida por Dios. No había ni un solo rincón de la vida de David que quedase escondido del conocimiento de Dios. No había ninguna acción que Dios no conociese y tampoco examinase, incluso los pensamientos del salmista, “has conocido desde lejos mis pensamientos”. Antes que los pensamientos de David llegasen a ser una realidad, Dios ya los conocía y entendía. Ciertamente David puede decir que “todos mis caminos te son conocidos”. Nuestro Dios tiene un conocimiento pleno de toda nuestra vida, lo visible y lo invisible. Es una gran responsabilidad saber que toda nuestra vida es conocida de manera plena por Dios pero, también es un gran consuelo. Es de consuelo saber que no hay nada que acontezca en nuestra vida que sea desconocido por Dios. No hay alegría o aflicción que Dios no conozca. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para nosotros, por ello, debemos velar y descansar sabiendo que nuestro Dios nos rodea con la mano de su omnisciencia.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Salmo 139:1-24
Job 38:1-41
Job 39:1-30
Job 42:1-17
FINAL DE SEMANA
PRESENCIA PLENA
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú;
y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás”
(Salmo 139:7-8)

      El entendimiento de que Dios es omnisciente es un conocimiento demasiado maravilloso para el creyente, realmente alto es y no podemos llegar a comprenderlo de manera exhaustiva (v.6). Es algo que escapa a la mente finita del ser humano el saber que Dios tiene un conocimiento pleno y perfecto de todo. Dios conoce nuestro levantarnos y nuestro sentarnos, nuestro andar y nuestro reposo y es con su pleno conocimiento que nos rodea y sobre nosotros pone su mano. Ahora bien, así como Dios es omnisciente también es omnipresente. No es solamente el conocimiento de la omnisciencia de Dios el que debe ser maravilloso para todo creyente, sino también la verdad de su omnipresencia. Así como su conocimiento es pleno también lo es su presencia. Su presencia llena todas y cada una de las partes del universo creado, todos y cada uno de sus rincones visibles e invisibles, nada ni nadie escapa a la presencia plena de Dios. El conocimiento de la omnisciencia de Dios era maravilloso para David pero también lo era el de su omnipresencia. David sabía que no podía estar en un sitio en el que la presencia de Dios no fuese una realidad, “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y dónde huiré de tu presencia?”. Las dos preguntas retóricas de David tienen una respuesta clara, “a ningún sitio”. El Espíritu y la presencia de Dios equivalen a lo mismo en las palabras de David pero dicho paralelo aporta el conocimiento de que la presencia de Dios no es algo impersonal ni abstracto. La presencia divina no es un concepto o idea impersonal. No es un sentimiento ni una sensación. Para David la presencia de Dios está claramente representada y vista en la persona del Espíritu, es personal y manifestada en la persona del Espíritu. Es imposible irse ni escapar de dicha presencia porque su presencia es total y plena. Si David tenía la intención de subir al cielo o descender a su opuesto inmediato, al Seol, la presencia de Dios era una realidad en ambos sitios. Las palabras “cielo” y “Seol” representan dos opuestos los cuales puestos de manera conjunta dan la idea de plenitud. Mediante dicha figura de lenguaje, David transmite la absoluta plenitud de la presencia divina. La omnipresencia de Dios es el atributo divino que muestra que Dios está en todas partes aun y cuando la manifestación de su presencia no tiene que ser igual en todas ellas. Su omnipresencia nos habla de que no hay lugar que quede fuera de la presencia de Dios pero, también nos habla de que su presencia se manifiesta de diversa manera en diversos lugares. La presencia plena y absoluta de Dios sin lugar a dudas es de gran consuelo para los creyentes. Podemos tomar las alas del alba e ir al extremo del mar (v.9), es decir, podemos ir de un extremo al otro de este mundo y debemos tener la certeza y confianza que en ambos extremos nuestro Dios está presente. Debemos aferrarnos a la verdad de la omnipresencia de nuestro Dios que nos guía de un extremo al otro. Si en momentos de nuestra vida las tinieblas nos cubren (v.10) debemos saber que por densa que llegue a ser la oscuridad, ésta nunca será tan densa como para cubrir la presencia de Dios de nosotros. Ciertamente la omnipresencia de Dios debe traer responsabilidad a nuestra vida. Nuestro vivir y nuestro andar deben siempre estar acorde a saber que no podemos encubrirnos de la presencia de Dios pero, su siempre presente, perfecta y plena presencia debe ser de consuelo en nuestra vida. Debemos maravillarnos de que no hay lugar en el que estemos desamparados de Dios. No hay sito en que seamos huérfanos de nuestro Dios. La promesa a sus discípulos, “estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” es una verdad para los suyos.