Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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AMOR ELECTOR
“Yo os he amado, dice Jehová; y dijiste: ¿En qué nos amaste?
¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob”
(Malaquías 1:2)
      Hay una afirmación categórica y absoluta en la Biblia en relación a la esencia de Dios, “Dios es amor” (1ª Juan 4:8). Uno de los atributos esenciales del ser de Dios es el amor. Pensar en el ser de Dios es enfrentarse con la forma más pura, perfecta, absoluta y bella del amor, un amor que es manifestado de manera específica hacia los suyos. Cuando Dios habló a su pueblo Israel sus palabras fueron la demostración que él les había amado “yo os he amado, dice Jehová”. El pueblo de Dios es el recipiente del amor divino de su Dios. Es algo maravilloso y grande el saber que como pueblo de Dios somos el pueblo que por pura gracia recibimos el amor inmerecido de Dios hacia nuestras vidas. Sin lugar a dudas, es maravilloso escuchar las palabras de nuestro Dios diciendo “yo os he amado”. Ahora bien, son palabras que, aun y ser maravillosas, en el caso de Israel fueron dicha en medio de una gran tristeza. Cuando Dios les dijo “yo os he amado” es el mismo Dios quien confirma la respuesta que Israel dio a ese amor de Dios. Israel preguntó a Dios “¿en qué nos amaste?”. La maravillosa verdad del amor de Dios hacia los suyos es puesta en contraste con la triste verdad de que los suyos fueron incapaces de ver el gran amor de Dios hacia sus vidas. Dios les había amado y ellos se preguntaron en qué les había amado. Quizás miraron toda su historia pasada y lo único que alcanzaron a ver fueron tiempos de esclavitud, tiempos de aflicción, tiempos de sequía y desierto. ¿En qué nos amaste si pasamos tiempo de esclavitud y servicio? ¿En qué nos amaste si pasamos tiempos de desierto y sequía? ¿En qué nos amaste si pasamos tiempo de aflicción y opresión? ¿En qué nos amaste si por años estuvimos llorando recordando el lugar del cual fuimos arrancados? Fueron palabras de ceguera y cierta arrogancia las que el pueblo de Dios lanzó a su Dios. Deberían haber entendido que incluso en esos desiertos y aflicciones el amor de Dios seguía incambiable hacia ellos. Deberían haber entendido que junto a todas esas situaciones el amor de Dios no se había apartado de ellos. En la esclavitud hubo liberación, en el desierto hubo agua y maná, en la opresión hubo salvación. Ahora bien, el pueblo de Dios debería haber mirado en su propia elección como pueblo del pacto. El amor de Dios se mostró de muchas maneras hacia ellos pero, una de ellas fue en su gloriosa elección “¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob”. Ciertamente Esaú era hermano de Jacob y tenía todos los derechos para ser escogido por Dios e iniciar en él a su pueblo amado pero, Dios soberanamente escogió a Jacob. ¿Fue injusto Dios? ¡De ningún modo! Fue su amor elector el que obró sobre Jacob y de la misma manera es su amor elector el que obró sobre nosotros. Para conocer el gran amor de Dios a veces debemos mirar a la eternidad misma y ver que Dios nos amó desde la eternidad y nos escogió para ser su pueblo. Cuando la realidad de la vida pueda llevarte a la pregunta “¿en qué me amaste Dios?” escucha que Dios te amó desde siempre y te escogió para ser posesión y herencia suya.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Malaquías 1:1-5
Romanos 9:1-18
Juan 3:9-17
1ª Juan 3:11-18
FINAL DE SEMANA
AMOR ENTREGADO
“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”
(1ª Juan 3:16)
      El amor no es meramente un sentimiento, el amor no es meramente una emoción. La Biblia nunca se limita a describir el amor como meras palabras o sentimientos carentes de acción. El amor bíblico todo lo puede, todo lo sufre, todo lo soporta, es sufrido, es benigno, no se envanece, no guarda rencor, nunca deja de ser (1ª Corintios 13:1-4-8). Las Escrituras siempre describen al amor juntamente con las acciones que brotan de él. Cuando Pablo escribió su carta a su querido amigo y hermano Filemón, le dijo que tenía gran gozo y consolación en su amor porque por él habían sido confortados los corazones de los santos (Filemón 7). El amor es la fuente de la cual brotan acciones que son de beneficio, consolación, ayuda y bien común de aquellos que son hechos objetos receptores del amor. Es por ello, que el amor no se conoce únicamente por sus palabras sino también por sus acciones. El apóstol Juan escribiendo a sus “amados” hermanos les dijo que había algo por lo que ellos podían conocer verdaderamente el amor “en esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros”. Ciertamente cuando Juan habla del amor no está hablando de cualquier tipo de amor ni tampoco del amor que el mundo puede ofrecer. El verdadero amor se encuentra únicamente en Dios quien es amor en su misma persona (1ª Juan 4:8). Conocer el verdadero amor es conocer al Dios quien es amor. Ahora bien, Juan muestra que el conocimiento del amor de Dios nos es dado a todo creyente por la gran y maravillosa acción de que él puso su vida por todos nosotros. El amor de Dios fue, es y siempre será un amor entregado. Un amor que llevó a Jesucristo, Dios venido en carne, a entregar su propia vida por nosotros. La entrega del Hijo de Dios y su muerte en la cruz es la mayor demostración del amor de Dios hacia nosotros y del tipo de amor que Dios muestra para con nosotros (Juan 3:16). La verdad gloriosa de que Cristo entregase su vida por nosotros, para el perdón de nuestros pecados y la entrega de vida eterna, es la manera en cómo somos capaces de conocer el amor de Dios. Por tanto, uno es incapaz de conocer el verdadero amor y al verdadero Dios que es amor, sin entender, aceptar y ser objeto del amor entregado por Dios en la persona de su Hijo Jesucristo en la cruz del Calvario. El amor de Dios es un amor entregado hasta lo último y es precisamente el conocimiento de este amor en la vida de todo creyente lo que debe llevarle a expresar hacia sus hermanos el mismo tipo de amor entregado. Hemos conocido el verdadero amor en la entrega de la persona de Jesucristo, por tanto, “también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. El verdadero amor hacia los hermanos es el amor que sigue los pasos de la entrega de Cristo Jesús por los suyos. Ahora bien, ¿cómo entregar la vida por los demás? ¿Cómo mostrar ese mismo amor que hemos conocido en Cristo? El amor no se muestra únicamente en palabras sino en hechos de entrega de aquello más preciado a favor de aquellos que son nuestros hermanos. Posiblemente la vida es lo más preciado que uno tenga pero, hay bienes en este mundo de gran valor y de gran ayuda para el hermano en necesidad, “pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón a él  ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?” (1ª Juan 3:17). El amor de Cristo que hemos conocido debe llevarnos a entregar aquello preciado en nosotros por el bien y la necesidad de nuestros hermanos. Nuestro tiempo, nuestros bienes, todo ello pueden ser instrumentos para mostrar el amor que hemos conocido.