Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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UNA SOBRIA VIGILANCIA
“Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar”
(1ª Pedro 5:8)
      Tres son los enemigos que batallan en contra del creyente; la carne, el mundo y el diablo. Uno de ellos es el diablo quien acecha como león rugiente diariamente la vida del cristiano. Le engaña como buen mentiroso que es desde el principio, quiere destruirlo como buen homicida que es, y como buen acusador que es, acusa al creyente como acusó a Job delante de Dios. Sin lugar a dudas, el diablo es uno de los enemigos que no puede perderse de vista en la vida del creyente. Ahora bien, poco se cree en la sociedad de hoy en día en el príncipe de este mundo y, poco se piensa en la vida cristiana en la terrible amenaza que el diablo supone para la vida del creyente y de manera congregacional para la vida de la iglesia. Fue R.C. Sproul quien escribió que: “no podemos simplemente descartar este concepto de Satanás si queremos tomarnos la fe bíblica en serio […] Es un concepto tan básico y central para el cristianismo que negarlo equivale fundamentalmente a impugnar la esencia de la fe misma”. (R.C. Sproul, Creciendo en Santidad, 54-55). Siendo así, es uno de los enemigos que batalla contra nuestra vida y contra la vida de la iglesia, por tanto, no debe ser obviado como uno de nuestros enemigos. Esta es una de las razones por la cual el apóstol Pedro escribió a los creyentes de la dispersión diciéndoles que debían estar preparados: “sed sobrios y velad”. En sus exhortaciones finales, Pedro no lanza una sugerencia, claramente les manda a ser “sobrios” y a “velad” en sus vidas. Ambas ideas están inseparablemente relacionadas. La sobriedad es necesaria para una vigilancia efectiva. La persona sobria es aquella bajo control de su ser y sus acciones. Su atención y acciones no están disueltas en otras cosas por ello puede ejercer una vigilancia segura. Ningún vigilante velaría de manera eficaz de manera ebria y sin control en su vida. Por ello, el cristiano y la iglesia debe tener una actitud constante de vigilancia y preparación sobria en su vida. No pude perder la actitud de ser vigilante constantemente porque “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor mirando a quien devorar”. La razón para la sobria vigilancia en la vida del cristiano y de la iglesia es la presencia del diablo como nuestro enemigo. Él es el enemigo del cristiano y de la iglesia y se mueve como león rugiente esperando a que uno pierda su sobriedad, salga de su vigilancia y entre en su zona de ataque. Por ello la vida cristiana es una vida de sobria vigilancia y la vida de la iglesia es una vida de sobria vigilancia en la que debemos resistir a nuestro enemigo firmes en la fe que nos ha sido dada (v.9). El enemigo está como león rugiente; ruge, rugirá y acechará nuestra vida y a la iglesia pero, nuestra fe en Cristo ha vencido al mundo. El león de la tribu de Judá, el Señor Jesucristo, venció y nuestra victoria se encuentra en él y en la fe que cree que él es el Hijo de Dios. Es en la fe que compartimos en la que debemos estar firmes. No temamos por mucho que el enemigo aceche, tengamos una sobria vigilancia sabiendo que si resistimos él huirá de nosotros. 
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Génesis 3:1-24
Job 1:1-22; 2:1-13
1ª Pedro 5:1-11; Santiago 4:7
Efesios 6:10-20
FINAL DE SEMANA
TOMEMOS TODA
LA ARMADURA DE DIOS
“ Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra los gobernadores de las tinieblas, contra huestes celestiales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios,
para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”
(Efesios 6:12-13)

      C. H. Spurgeon una vez comentó que: “Un cristiano tiene dos tipos de armas, defensivas y ofensivas, tiene un escudo y también una espada; pero Satanás solamente tiene dardos de fuego y nada más. Nunca he leído que Satanás tenga un escudo o cualquier otra arma. Así que, cuando le resistimos no le queda más remedio que retirarse. No tiene armas defensivas por sí mismo y, de hecho, nuestra resistencia es en sí misma, una victoria”. Las palabras de Spurgeon muestran que todo cristiano está inmerso en una batalla que muchas veces va más allá de lo que podemos imaginarnos. Es una batalla que, aunque tiene claros efectos en nuestro mundo físico, se desarrolla en el ámbito espiritual. Ahora bien, si bien es cierto que el cristiano como individuo está inmerso en esta batalla, no es menos cierto que dicha batalla es congregacional, es decir, no afecta únicamente al creyente de manera asilada sino a toda la iglesia. Cuando el apóstol Pablo escribió su carta a los Efesios, el apóstol mostró el misterio de Dios de unir todas las cosas en la persona de Jesucristo (Efesios 1:9-10). Parte de esa realidad es la creación de la iglesia, un único pueblo creado y unido en la persona de nuestro Señor Jesucristo. La iglesia es la obra de Dios, creada para buenas obras y el medio por el cual Dios mismo testifica de su multiforme sabiduría a los principado y potestades en los lugares celestiales (Efesios 3:10). Pero, así como la iglesia es el testimonio de la gracia de Dios a todo principado y potestad en los lugares celestiales, también es el objeto de su ataque. La lucha que la iglesia tiene no es un combate a distancia sino un combate cuerpo a cuerpo. La batalla que la iglesia sustenta no es “contra sangre y carne”, es decir, los enemigos con los que la iglesia batalla no son primeramente humanos. Ciertamente la iglesia puede, y de hecho lo sufre, ataques de humanos que quieren su daño. Siempre ha habido y habrá aquellos lobos con piel de cordero que quieren destruir la obra de Dios. Siempre habrá aquellos ladrones que entrarán por la puerta de atrás para dañar al rebaño de Cristo. Pero, la batalla diaria en la que la iglesia está inmersa no es primeramente contra entidades humanas “sino contra los gobernadores de las tinieblas, contra huestes celestiales de maldad en las regiones celestiales”. Quizás para algunos esto podría sonar a ciencia ficción pero lejos está Pablo de dicha realidad. Así como desde el principio Satanás intentó dañar la imagen divina, seguirá intentándolo con aquellos que han sido creados nuevamente a la imagen de Cristo. No podemos perder nunca de vista esta batalla en la que estamos inmersos porque no podemos bajar nuestras defensas frente a los que quieren destruir la preciosa obra de Dios. Saber el tipo de lucha en la que estamos inmersos conllevará el resultado de saber que tipo de armas necesitamos. Una batalla física requerirá armas físicas pero, un combate espiritual requerirá armas espirituales. Por tanto, el resultado es que debemos tomar “toda la armadura de Dios”. No hay nada de la armadura de Dios que podamos dejar fuera en esta batalla. Los lomos deben ser ceñidos con la verdad, debemos estar vestidos con la coraza de justicia, calzados con el evangelio de la paz, debemos tomar el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la espada del Espíritu que es la palabra de nuestro Dios y debemos afrontar esta batalla orando en todo tiempo y velando con perseverancia y súplica por todos los santos que alrededor del mundo conforman la iglesia de Cristo. Sería un grave error dejarse alguna parte de la armadura sin usar. Sería un grave error pensar que no tenemos combate que pelear. La armadura que Dios ha dado a su iglesia es esencial para el propósito de que podamos “resistir en el día malo y habiendo acabado todo, estar firmes”. Hay tiempos de bonanza para la iglesia pero sin lugar a dudas el día malo llegará, nuestro enemigo no descansa y por ello debemos estar preparados para estar firmes. Preciosa y amada es la iglesia de Cristo, así que, tomemos toda la armadura de nuestro Dios.