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ORANDO POR ESPERANZA, RIQUEZA Y PODER
para que sepáis cuál es la esperanza a la que él os ha llamado,
y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos”
(Efesios 1:18-19)
      “Esperanza”, “riqueza” y “poder” que tres palabras. Dentro de nuestra sociedad podría decirse que estas tres palabras no serían despreciadas por nadie ¿quién no busca esperanza en su vida? ¿Quién no busca riqueza? ¿Quién no desea tener poder en un área u otra? Aquellos que han perdido toda esperanza anhelan recuperarla, aquellos que no tienen riqueza la quieren y aquellos que la tienen quieren más. Y qué decir del poder el cual es un elemento organizador y en muchas ocasiones manipulador que mueve las grandes estructuras de mercados y gobiernos de nuestro tiempo, ¡qué mejor que tener una oración encaminada a estos tres elementos! Ahora bien, pensar en estos términos aplicados a la oración que Pablo realiza en Efesios 1:18-19 es errar totalmente el blanco. Cierto es que Pablo ora por “esperanza”, “riqueza” y “poder” pero lo hará con una visión totalmente distinta a la que nuestro mundo puede tener y mucho más elevada para el bien de aquellos que hemos creído en Cristo.


      El apóstol Pablo en su primera oración en la carta a los Efesios 1:16-20 ora para que sea Dios quien dé espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de él (v.17). El corazón pastoral del apóstol se abre delante del trono de gracia dando gracias por la fe y el amor de los creyentes a los cuales está escribiendo orando para que el conocimiento que ya tienen de Dios y del glorioso plan de salvación obrado en Cristo Jesús crezca y no se estanque. Pablo ora para que el Espíritu Santo que les ha sido dado como el sello de la gran obra de redención en Cristo y la garantía de la futura herencia que está reservada para aquellos redimidos en Cristo (v.13-14), sea ahora manifestado dando sabiduría y revelación en el conocimiento del Dios Trino y su maravillosa obra redentora. El espíritu debe alumbrar “los ojos del entendimiento” de los creyentes para conocer (v.18). Tal y como Dios mandó en la primera creación que resplandeciese la luz “sea la luz” (Génesis 1:3), así el espíritu debe de hacer brillar la luz en nuestro entendimiento para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Cuando uno contempla el fondo marino parece que no haya tonalidades de colores, todo parece tener el mismo tono azul marino. Ahora bien, cuando un rayo de luz rompe la aparente tonalidad monocromática, un mundo de colores se abre a la vista de aquel que lo observa, esto es lo que el Espíritu de sabiduría y revelación hace en el entendimiento del creyente.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
      Por la gracia de Dios el conocimiento de él nos fue dado en el momento que escuchamos y creímos la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación (v.13). El acto de Dios en la regeneración por su Espíritu fue dar vida a nuestra capacidad y voluntad muertas por el pecado y fuimos capaces de conocer, entender y creer. El conocimiento de la gloria de Dios cuando contemplamos a Cristo fue iluminado, vimos su gloria y con el conocimiento de su gloria vino el conocer y experimentar su dulzura en nuestras vidas. De todas maneras, esto solamente es la antesala del glorioso palacio del conocimiento de aquel que nos ha salvado por su gracia y para su gloria. Frente a esto Pablo ora para que esos creyentes crezcan en ese conocimiento glorioso. Cierto es que el estancamiento o pasividad en el conocimiento de Dios nunca puede o nunca debería ser una opción para el creyente ya que tal estancamiento intelectual lleva a un estancamiento vivencial de dicho conocimiento de Dios. Ahora bien, ¿por qué crecer en ese conocimiento de Dios? ¿Por qué cómo cristianos debemos orar para crecer en el conocimiento de nuestro Dios Creador y Redentor? ¿Cuál es el propósito de ello?


      Hoy en día no hay duda alguna que nuestro mundo premia la capacidad intelectual y muchos en nuestra sociedad tienen motivos, legítimos e ilegítimos, para hacer grandes los graneros de su conocimiento. En algunos casos el ganar conocimiento es simplemente para una autogratifiación personal, el crecer en conocimiento hace sentir bien a algunos. En otros casos el crecimiento en conocimiento es para ganar reputación y estatus, más títulos, más reputación, más honor. En ocasiones el conocimiento se utiliza para ganar poder, la información es poder, por tanto, cuanto más conocimiento e información tenga uno más poder puede llegar a ganar. También el crecer en conocimiento es usado para avanzar en la profesión de uno y favorecer el avance de la sociedad en diversas áreas. Existen infinidad de motivos por los cuales crecer en cocimiento, pero ¿cuáles son los propósitos de la oración del apóstol Pablo para que el creyente crezca en el conocimiento de Dios? Pablo ora por tres propósitos claros: “para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado?” (v.18) “y cuales las riquezas de su herencia en los santos” (v.18) “y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos” (v.19). El propósito de que el Espíritu se manifieste dando crecimiento en conocimiento de Dios es definido de manera triple en esas tres pequeñas frases las cuales puede resumirse en tres palabras “esperanza”, “riquezas” y “poder”. Estos tres propósitos están conectados el uno con el otro, es una triada inseparable.   


      Uno de los propósitos es “para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado”. Es sorprendente ver como la esperanza reside en la realidad de haber sido llamados por Dios a esa esperanza. Hay un llamamiento de Dios que encamina a todo redimido en Cristo a una esperanza segura. Dicho llamamiento de Dios está enraizado en el maravilloso acto de Dios de escoger a los suyos en Cristo Jesús antes de todas las cosas “según os escogió en él antes de la fundación del mundo” (1:4). Dios escogió y a su debido tiempo llamó de una manera irresistible a los suyos para llevarlos a una esperanza segura. Si hay alguien en este mundo que verdaderamente puede tener esperanza es el escogido, llamado y salvado en Cristo Jesús. Aun y cuando nuestro mundo lo niegue, es un mundo sin esperanza alguna por el simple hecho que el postmodernismo ha dejado al ser humano sin absolutos en los cuales arraigar algún tipo de esperanza sólida y permanente ¿cómo uno puede tener esperanza en un mundo donde no hay verdades absolutas? ¿Cómo uno puede fundamentar su esperanza en valores, ideas, verdades que no son absolutas sino pasajeras y cambiantes? Las “esperanzas” de una sociedad así no son en absoluto esperanzas, son ilusiones efímeras que perecen con los valores e ideas caducos de nuestro tiempo. Quizás alguien podría pensar ¿por qué la esperanza a la que Dios nos ha llamado es distinta a la de este mundo? Precisamente porque la esperanza a la que Dios ha llamado a los suyos no este de este mundo.


      El llamado a esperanza tiene sus orígenes en la eternidad misma, en el acto soberano de Dios de escogernos desde antes de todas las cosas, por tanto, la esperanza del cristiano viene marcada por la eternidad misma, tiene el sello mismo de la eternidad y no pertenece a este mundo. Es en este punto que entra el segundo propósito, para que sepamos “cuáles las riquezas de su herencia en los santos”. La esperanza a la que fuimos llamados tiene su origen en la eternidad y su destino último en la gloria eterna. Pablo no solamente ora para saber la esperanza a la que nos ha llamado Dios sino también conocer las gloriosas riquezas de su herencia. Somos llamados a una esperanza concreta y no abstracta. Las gloriosas riquezas de su herencia en los santos es algo esencial que debemos conocer como cristianos. Ahora bien, generalmente cuando se piensa en riquezas y herencia suele pensarse en aquello que nos es dado, pero este no es el propósito por el cual Pablo ora, su propósito no es para saber las gloriosas riquezas de nuestra herencia sino “de su herencia”, es decir, la herencia de Dios. ¿Cuál es la herencia de Dios? ¿Qué puede heredar aquel que es dueño y señor de todas las cosas? La herencia de Dios es su pueblo redimido en Cristo, la niña de sus ojos es su iglesia escogida en Cristo, es su pueblo comprado por la sangre de su Hijo en la cruz del Calvario. ¡Qué gran valor en Cristo Dios ha dado a aquellos que éramos rebeldes a él! Pablo ora no solo para saber la esperanza a la que hemos sido llamados sino también para entender el gran valor que Dios ha colocado sobre nosotros en Cristo Jesús “las gloriosas riquezas de su herencia en los santos” ¿Cómo es esto posible? El último propósito es clave.


      El ultimo propósito de Pablo es para poder saber “la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos”. Dios obró con grandeza de poder cuando creímos en Cristo, ahora bien, ¿qué poder obró Dios? Pablo describe ese poder en los vv.20-23, fue el poder que resucitó a Cristo de la muerte (v.20), fue el poder que le sentó en los lugares celestiales (vv.20-21), fue el poder que sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo y lo entregó por cabeza a su iglesia (vv.22-23). Este poder obrado primeramente en Cristo, es el poder que Dios obró cuando creímos resucitándonos y sentándonos juntamente con Cristo en los lugares celestiales (Efesios 2:5-6). ¿Por qué hemos sido llamados a una esperanza segura y viva? ¿Por qué somos herencia de Dios? No solamente porque Cristo murió por nosotros sino también porque Dios Padre con la grandeza de su poder resucitó a Cristo siendo el sello, la victoria y las primicias de aquello a lo que Dios nos ha llamado y creado en Cristo Jesús.


      ¡Qué glorioso es saber lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo! ¡Qué glorioso es saber que podemos orar unos por otros para que podamos crecer en este conocimiento! Posiblemente, la mejor manera de acabar este devocional semanal es con las mismas palabras de la oración del apóstol Pablo por todos y cada uno de nosotros “no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es la esperanza a la que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” Amén.