Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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ÉL ES LA ROCA PERFECTA
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud;
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él: es justo y recto”
(Deuteronomio 32:4)
      Una de las imágenes que la Biblia utiliza para describir a Dios es la imagen de la Roca. A lo largo de la revelación bíblica, en más de una ocasión Dios se revela a sí mismo como la Roca de la salvación para su pueblo, la Roca firme en la que su pueblo encuentra salvación y protección. Dicha revelación de Dios como la Roca es usada de manera común en el cántico que Moisés tuvo que enseñar a Israel. La nueva generación de Israel se encontraba a las puertas de entrar a la tierra prometida pero, antes de entrar, Dios mandó a Moisés que enseñase el cántico de Deuteronomio 32 como testigo para Dios contra su pueblo Israel; “Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel” (Deuteronomio 31:19). Dios sabía que su pueblo le abandonaría detrás de otros dioses que son descritos en Deuteronomio 32 como otras rocas. El cántico contrasta a Dios como la Roca que creó y salvó a Israel, con los ídolos a los que Israel serviría en la tierra prometida, rocas inertes que nada hicieron y nada podían hacer por ellos. Frente a esta realidad conocida por la omnisciencia divina, Dios manda escribir y enseñar el cántico como testigo para él contra su pueblo. Israel, sin lugar a dudas, empezaría a sufrir las consecuencias de su desobediencia y de su deslealtad al pacto con su Dios, entonces, cuando se quejasen contra Dios diciendo que les había abandonado y que no era justo en su obrar, el cántico se cantaría y se escucharía el testigo que les diría que lo que sufrían era por su infidelidad y no por la de Dios. El cántico testificaría como un testigo en un juicio contra el propio pueblo; “Dios es justo y vosotros infieles”. Esta es la primera verdad que el cántico establece al inicio; Dios es “la Roca, cuya obra es perfecta”. Israel debía escuchar al inicio de todo que la obra de su Dios era perfecta. Es importante entender, conocer y creer que no hay ni un ápice de imperfección en todo lo que Dios hace. Su actuación siempre es absolutamente perfecta y correcta en todo momento. La razón de esta perfección en la obra de Dios la expresa el mismo cántico “porque todos sus caminos son rectitud”, es decir, toda su manera de obrar es siempre justa. La obra de Dios en este mundo y, de manera especial en la de su pueblo, es perfecta en el sentido que es justa, no hay nunca injusticia en cómo Dios obra en nuestras vidas. Israel debía escuchar esto desde un principio para entender que lo que les acontecería en su vida no era por falta de justicia en Dios, él no estaba siendo injusto, todo lo contrario. Hay situaciones en nuestra vida en las que la mano de nuestro Dios puede ejercer disciplina seria. Hay situaciones en las que la obra de Dios puede parecernos injusta en nuestra vida sin darnos cuenta que lo que falta no es su justicia y rectitud sino la nuestra. En estas situaciones no podemos olvidar que su obra es perfecta porque sus caminos son rectitud. No podría ser de otra manera ya que nuestro Dios es “Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él. Es justo y recto”. En Dios no hay maldad ninguna y su obrar, aun y cuando a veces sea difícil de aceptar, es siempre justo y bueno. El cántico nos deja escuchar de inicio esta verdad. Cuando seamos tentados a creer que Dios obra injustamente, dejemos que las palabras del cántico resuenen en nosotros; “Él es la Roca, cuya obra es perfecta”. Miremos si en nosotros hay infidelidad y contemplemos la gloriosa justicia que nuestro Dios manifestó por medio de la fe en la cruz nuestro Señor Jesucristo.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Deuteronomio 31:1-29
Deuteronomio 32:1-47
Salmo 18:1-50
Salmo 28:1-9
FINAL DE SEMANA
MENOSPRECIÓ LA ROCA
DE SU SALVACIÓN
“Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste y te cubriste de grasa);
entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación”
(Deuteronomio 32:15)
     Hay una tristeza desoladora en las palabras de Deuteronomio 32:15. Dios describe la situación y la actitud de su pueblo una vez estén en la tierra prometida. La tierra prometida debía ser el lugar en el que el pueblo redimido de Dios viviese en fidelidad a su Dios. Debía ser el lugar en el que la presencia de Dios morase en medio de su pueblo y los suyos viviesen en fidelidad obediente al pacto que Dios había hecho con ellos por pura gracia. La tierra debía ser el lugar en el cual hubiese un testimonio y recuerdo constante que Dios era el Dios de su salvación, pero no fue así. Israel menospreció la Roca de su salvación. La tristeza de las palabras reside no solamente en lo que Israel hizo sino primeramente en la actitud que tuvo. Israel es descrito de manera irónica como Jesurún y es descrito como un animal engordado y rebelde sin nada de mansedumbre en él; “pero engordó Jesurún y tiró coces”. Israel aparece como un animal que lo único que hará en la tierra que su Dios les dará será engordar y cebarse. Es la descripción de un animal que fue alimentado con las mejores viandas y abusó de ellas. Dos veces Dios le dice a Israel que se engordó; “pero engordó Jesurún […] (engordaste y te cubriste de grasa)”. Dios no está usando la palabra “engordar” sin intención. Dicha palabra proviene de la misma raíz que la palabra “aceite” mencionada en el v.13 “lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, y comió los frutos del campo, e hizo que chupase miel de la peña, y aceite del duro pedernal”. Dios mismo fue el que llevó a su pueblo a la tierra y lo alimentó, le hizo gozar de las bendiciones de la tierra que les entregaba, disfrutaron de la tierra que fluía leche y miel pero, ¿qué hizo Israel? Se engordó con todas esas bendiciones hasta el punto de tirar coces, es decir, volverse como un animal rebelde, falto de mansedumbre e incapaz de ser domado. Lo que hubiese tenido que ser motivo de reconocimiento de aquel que era la Roca de su salvación, fue abusado por el pueblo para tirar coces a su Dios. Su gordura fue un ensanchamiento en rebeldía, Israel se engordó, tiró coces y se cubrió de grasa. Cubierto de grasa todo le resbalaba, poco le importaba lo que Dios había hecho con ellos en su sublime gracia, quizás creían que había sido obra suya y que eran merecedores de todo eso. Ciertamente la descripción de Israel es de una tristeza desoladora que debería alertarnos de lo triste que es que la mano de la gracia abundante de nuestro Dios esté sobre nosotros y seamos capaces de abusar de dicha gracia. La descripción de Israel nos alerta del peligro de perder de vista que las bendiciones que nos han sido dadas, son bendiciones de la gracia y misericordia de Dios hacia nuestra vida. Bendiciones que deberían llevarnos a reconocer que Dios es la Roca de nuestra salvación y no al menosprecio de aquel que nos salvó. Para Israel engordarse, tirar coces y cubrirse de grasa con las bendiciones que Dios le había dado en la tierra supuso el abandono de Dios, “entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación”. El abandono de Israel fue un menosprecio de Dios su Creador y de la Roca de su salvación. Dios les creó y Dios les salvó y su corazón fue tan perverso que fueron capaces de utilizar las bendiciones que Dios les había dado para olvidarse de él y menospreciarle. Las palabras de Deuteronomio 32:15 son de una desoladora tristeza y deben ser de enseñanza para nosotros. Nuestro Dios nos ha bendecido grandemente en nuestro Señor Jesucristo. Aun y cuando todavía no hemos llegado a la tierra prometida, nuestra herencia está segura y guardada para nosotros en los cielos y, las bendiciones de la gracia de nuestro Dios son diarias y continuas en nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, nunca debemos olvidarnos de la Roca de nuestra salvación. Lo que tenemos, lo tenemos por su gracia, para su gloria y para que cada día reconozcamos al Dios que nos hizo, la Roca de nuestra salvación. Ciertas son las palabras de Proverbios 30:8-9 “…no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte y blasfeme el nombre de mi Dios”.